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N.º 6 - TOMO 623 - 6 DE ABRIL DE 2022

REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

DIARIO DE SESIONES

DE LA

CÁMARA DE SENADORES

TERCER PERÍODO ORDINARIO DE LA XLIX LEGISLATURA

6.ª SESIÓN ORDINARIA

PRESIDEN BEATRIZ ARGIMÓN Presidenta JORGE GANDINI Primer vicepresidente

ACTÚAN EN SECRETARÍA GUSTAVO SÁNCHEZ PIÑEIRO Y JOSÉ PEDRO MONTERO, Y EL PROSECRETARIO ADRIÁN JURI

SUMARIO

1) Texto de la citación

2) Asistencia

3) Asuntos entrados

4) Inasistencias anteriores

– Por Secretaría se da cuenta de las inasistencias registradas a las anteriores convocatorias.

5), 14) y 18) Solicitudes de licencia e integración del Cuerpo

– El Senado concede las licencias solicitadas por los señores senadores Lanz, Sánchez y Carrera.

– Quedan convocadas las señoras senadoras Hunter y Barrera.

6) Pirámide a la Paz de Abril de 1872 en San José

– Manifestaciones del señor senador Camy.

• Por moción del señor senador, el Senado resuelve enviar la versión taquigráfica de sus palabras al Gobierno departamental de San José, a la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, al Ministerio de Educación y Cultura y a la Administración Nacional de Correos.

7) 11 de abril, Día de la Nación Charrúa y la Identidad Indígena

– Manifestaciones de la señora senadora Della Ventura.

• Por moción de la señora senadora, el Senado resuelve enviar la versión taquigráfica de sus palabras al Poder Ejecutivo, al Ministerio de Educación y Cultura, a la ANEP, a la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, a las juntas departamentales y al Congreso de Intendentes.

8) Vínculo entre igualdad de género y cambio climático

– Manifestaciones de la señora senadora Sanguinetti.

• Por moción de la señora senadora, el Senado resuelve enviar la versión taquigráfica de sus palabras al Ministerio de Ambiente, a Inmujeres y al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.

9) Dr. Hugo Camacho

– Proyecto de ley por el que se designa con su nombre la Policlínica Ismael Cortinas de esa villa del departamento de Flores.

• Sancionado. Se comunicará al Poder Ejecutivo.

10) Dr. Aguaí Bellozo Camargo

– Proyecto de ley por el que se designa con su nombre la Policlínica Ansina de esa villa del departamento de Tacuarembó.

• Sancionado. Se comunicará al Poder Ejecutivo.

11) Dr. Carlos Reolón

– Proyecto de ley por el que se designa con su nombre el Centro Auxiliar de Vergara, departamento de Treinta y Tres.

• Sancionado. Se comunicará al Poder Ejecutivo.

12) Licenciada Victoria Francolino Slepak. Designación como embajadora

– Por moción de los señores senadores Sanguinetti, Kechichian, Camy y Lozano, el Senado resuelve declarar urgente la consideración del proyecto de ley por el que se la designa embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la república ante el Gobierno de Japón.

• Concedida.

13), 15), 17) y 20) Cincuenta años de la declaración de estado de guerra interna

– Exposición del señor senador Manini Ríos por el término de veinte minutos.

– Manifestaciones de varios señores senadores.

16) y 21) Proyectos presentados

– El señor senador Lamorte presenta un proyecto de ley referido a trámites administrativos con entidades públicas.

• Pasa a la Comisión de Constitución y Legislación.

– La bancada de senadores del Frente Amplio presenta un proyecto de ley relativo al cierre de casa de Galicia.

• Pasa a la Comisión de Salud Pública.

19) Prórroga de la hora de finalización de la sesión

• A solicitud del señor senador Andrade, el Senado resuelve prorrogarla hasta finalizar la consideración del asunto en discusión.

22) Levantamiento de la sesión

1) TEXTO DE LA CITACIÓN

«Montevideo, 5 de abril de 2022

La CÁMARA DE SENADORES se reunirá en sesión ordinaria, mañana miércoles 6 de abril, a las 09:30 a fin de informarse de los asuntos entrados y considerar el siguiente

Orden del día

Discusión general y particular de los siguientes proyectos de ley:

1) por el que se designa Dr. Hugo Camacho la policlínica de atención médica de villa Ismael Cortinas, departamento de Flores.

Carp. n.º 583/2021 - rep. n.º 441/2022

2) por el que se designa Dr. Aguaí Bellozo Camargo la policlínica de la ciudad de villa Ansina, departamento de Tacuarembó.

Carp. n.º 584/2021 - rep. n.º 439/2022

3) por el que se designa Dr. Carlos Reolón el Centro Auxiliar de Vergara, departamento de Treinta y Tres.

Carp. n.º 654/2022 - rep. n.º 440/2022

4) Exposición del señor senador Guido Manini Ríos, por el término de veinte minutos, a los efectos de referirse a los cincuenta años de la declaración de estado de guerra interna votada en el Parlamento nacional.

José Pedro Montero Secretario - Gustavo Sánchez Piñeiro Secretario».

2) ASISTENCIA

ASISTEN: los señores senadores Andrade, Batlle, Bergara, Bianchi, Botana, Brenta, Caggiani, Camy, Carrera, Coutinho, Da Silva, Della Ventura, Domenech, Hunter, Kechichian, Lamorte, Lazo, Lozano, Mahía, Manini Ríos, Nane, Olesker, Penadés, Piñeyro, Rodríguez, Sabini, Sánchez, Sanguinetti y Saravia.

FALTAN: con licencia, los señores senadores Asiaín, Astori, Lanz, Niffouri, Rubio y Sartori.

3) ASUNTOS ENTRADOS

SEÑORA PRESIDENTA.- Habiendo número, está abierta la sesión.

(Son las 09:44).

(Se incorpora la nómina de asuntos entrados remitida al Cuerpo de Taquígrafos por parte de la Secretaría del Senado).

«La Cámara de Representantes comunica que ha aprobado los siguientes proyectos de ley:

• por el que se autoriza el ingreso al territorio nacional de una delegación integrada por doce militares, con su armamento individual, integrantes de las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos de América, a efectos de entrenar en operaciones defensivas militares a personal del Ejército nacional, en el período comprendido entre el 6 de abril y el 15 de mayo de 2022. (Carpeta n.° 637/2022);

• por el que se faculta al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social a extender, por razones de interés general y hasta por ciento ochenta días como máximo, el subsidio por desempleo de los extrabajadores de PILI S. A. (Carpeta n.° 665/2022).

AGRÉGUENSE A SUS ANTECEDENTES Y ARCHÍVENSE.

La Comisión de Salud Pública eleva informados los siguientes proyectos de ley:

• por el que se designa Dr. Hugo Camacho la Policlínica Ismael Cortinas en esa villa del departamento de Flores. (Carpeta n.º 583/2022);

• por el que se designa Dr. Aguaí Bellozo Camargo la Policlínica Ansina en esa villa del departamento de Tacuarembó. (Carpeta n.º 584/2022);

• por el que se designa Dr. Carlos Reolón el Centro Auxiliar de Vergara, del departamento de Treinta y Tres. (Carpeta n.º 654/2022).

HAN SIDO REPARTIDOS Y ESTÁN INCLUIDOS EN EL ORDEN DEL DÍA DE LA SESIÓN DE HOY.

El Ministerio de Educación y Cultura remite respuesta de la Administración Nacional de Educación Pública a un pedido de informes de los señores senadores Mario Bergara, Charles Carrera, Eduardo Brenta, Daniel Olesker, Sebastián Sabini, Amanda Della Ventura, Liliam Kechichian, José Carlos Mahía, Silvia Nane y Sandra Lazo, relacionado con el Programa de Alimentación Escolar. (Asunto 151375).

OPORTUNAMENTE FUE REMITIDA A LOS SEÑORES SENADORES.

El Ministerio de Industria, Energía y Minería remite nota por la que solicita acceder a la prórroga del plazo de contestación de un pedido de informes realizado por la señora senadora Silvia Nane, con destino a la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones, relacionado con la portabilidad numérica. (Asunto n.º 153668).

OPORTUNAMENTE FUE REMITIDA A LA SEÑORA SENADORA NANE».

4) INASISTENCIAS ANTERIORES

SEÑORA PRESIDENTA.- Dando cumplimiento a lo que establece el artículo 49 del Reglamento de la Cámara de Senadores, dese cuenta de las inasistencias a las anteriores convocatorias.

(Se da de las siguientes).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- En la sesión extraordinaria del 5 de abril no se registraron inasistencias.

A la sesión de la Comisión Especial de Derechos Humanos, Equidad y Género del día 29 de marzo faltó con aviso la señora senadora Rodríguez.

A la sesión de la Comisión de Salud Pública del 5 de abril faltó con aviso el señor senador Carrera.

5) SOLICITUDES DE LICENCIA E INTEGRACIÓN DEL CUERPO

SEÑORA PRESIDENTA.- Léase una solicitud de licencia.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Montevideo, 6 de abril de 2022

Señora presidenta de la Cámara de Senadores

Beatriz Argimón

De mi mayor consideración:

A través de la presente solicito al Cuerpo me conceda licencia, al amparo del artículo 1.° de la Ley n.º 17827, de 14 de setiembre de 2004, por motivos personales, por la sesión ordinaria del Senado a realizarse el día 6 de abril de 2022.

Sin otro particular, saludo a usted muy atentamente.

Pablo Lanz. Senador».

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar si se concede la licencia solicitada.

(Se vota).

–13 en 13. Afirmativa. UNANIMIDAD.

Queda convocada la señora Ana Hunter, quien ya ha prestado la promesa de estilo.

Léase otra solicitud de licencia.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Montevideo, 6 de abril de 2022

Señora presidenta de la Cámara de Senadores

Beatriz Argimón

De mi mayor consideración:

A través de la presente solicito al Cuerpo me conceda licencia, al amparo del artículo 1.° de la Ley n.º 17827, de 14 de setiembre de 2004, por motivos personales, desde el 19 al 28 de abril inclusive.

Sin otro particular, saludo a usted muy atentamente.

Pablo Lanz. Senador».

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar si se concede la licencia solicitada.

(Se vota).

–13 en 13. Afirmativa. UNANIMIDAD.

Queda convocada la señora Ana Hunter, quien ya ha prestado la promesa de estilo.

6) PIRÁMIDE A LA PAZ DE ABRIL DE 1872 EN SAN JOSÉ

SEÑORA PRESIDENTA.- El Senado ingresa a la media hora previa.

Tiene la palabra el señor senador Carlos Camy.

SEÑOR CAMY.- Señora presidenta: la Revolución de las Lanzas fue un movimiento armado conducido por el general Timoteo Aparicio, caudillo del Partido Blanco, que se desarrolló en nuestro país entre 1870 y 1872. La culminación de este episodio bélico significó el primer acuerdo de coparticipación en el poder de los partidos en nuestro país, de los partidos tradicionales en ese entonces: el Partido Blanco y el Partido Colorado. Fue una acción de sublevación del Partido Blanco contra el Gobierno de don Lorenzo Batlle en reclamo de la representación de las minorías en el Gobierno.

No es el motivo de mi expresión en esta sesión del Senado referir las causas, detallar los inicios o mencionar las acciones bélicas de ese episodio. Era un tiempo de gobierno de divisas, y el Gobierno en ese acto concedió al Partido Blanco la jefatura política de cuatro departamentos: Canelones, Florida, San José y Cerro Largo. El motivo es el recuerdo ‒hoy, exactamente a ciento cincuenta años, porque fue el 6 de abril de 1872‒ de la celebración de un acuerdo que puso fin a aquella revolución y que reconcilió a los partidos que en ese entonces constituían los bandos orientales: el Partido Blanco y el Partido Colorado.

Es un episodio referente en nuestra historia. A mi entender, ese gesto que pacificó la situación del momento tiene el sentido de la coparticipación en el ejercicio del poder por primera vez en el país. Además, tuvo una referencia de magnitud para la época en el departamento de San José, concretamente en la ciudad de San José de Mayo. Un movimiento de jóvenes montevideanos lanzó la idea de hacer un monumento, un obelisco, que recordara ese hito histórico, la Paz de Abril. El entonces jefe político del departamento, don Remigio Castellanos, se hizo eco de la propuesta –al igual que la población del departamento de San José–, aprobó el proyecto y recolectó los fondos que rápidamente se dispusieron para la planificación y la ejecución del monumento, que estuvo a cargo del artista italiano Juan Ferrari. Es así como hoy, desde ese entonces, en la Plaza de los Treinta y Tres Orientales, la principal de la capital del departamento de San José, se destaca este obelisco, esta pirámide, este monumento, que recuerda la Paz de Abril de 1872.

Esta obra fue constituida sobre la base de trece bloques de granito rosado, que representan la cantidad de departamentos que entonces tenía la república, separados por grandes piezas de mármol blanco. El peso de toda esa pirámide reposa en cuatro esferas de hierro que simulan balas de cañón y pretende simbolizar el sentir popular que en ese momento clamaba por la paz en el país. Figuran allí las cuatro fechas seguramente más importantes en el proceso de la independencia nacional: 19 de abril de 1825, 4 de octubre de 1828, 25 de agosto de 1825 y el 18 de julio de 1830. El 23 de diciembre de 1991 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Se inauguró el 1.° de junio de 1873, razón por la cual el próximo año, en esa fecha ‒en la que también se fundó la ciudad de San José de Mayo‒ se va a recordar los ciento cincuenta años de este monumento histórico.

Por tanto, con el tiempo prudencial pertinente, quiero que se envíe la versión taquigráfica de estas palabras al Gobierno departamental de San José, a la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, al Ministerio de Educación y Cultura y a la Administración Nacional de Correos, solicitándoles que, dentro de sus competencias, se refieran a la conmemoración de esta celebración, que va a ser muy importante para toda la comunidad del departamento de San José y para todo el país cuando se cumplan ciento cincuenta años de haberse construido esta pieza tan importante de nuestro patrimonio cultural e histórico. Es importante por lo que representa la obra en sí, que he definido, pero es mucho más importante por lo que simboliza y por el clamor popular sobre el que reposó la iniciativa hace más de ciento cincuenta años.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar el trámite solicitado por el señor senador.

(Se vota).

‒14 en 14. Afirmativa. UNANIMIDAD.

7) 11 DE ABRIL, DÍA DE LA NACIÓN CHARRÚA Y LA IDENTIDAD INDÍGENA

SEÑORA PRESIDENTA.- Continuando con la media hora previa, tiene la palabra la señora senadora Della Ventura.

SEÑORA DELLA VENTURA.- Señora presidenta: la Ley n.º 18589, aprobada en 2009, declara en su primer artículo el 11 de abril como Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena.

El segundo artículo, que refiere a acciones públicas conmemorativas, establece: «En esa fecha, el Poder Ejecutivo y la Administración Nacional de Educación Pública dispondrán la ejecución o coordinación de acciones públicas que fomenten la información y sensibilización de la ciudadanía sobre el aporte indígena a la identidad nacional, los hechos históricos relacionados a la nación charrúa y lo sucedido en Salsipuedes en 1831».

Este 11 de abril, una vez más, grupos de charrúas se reúnen en Salsipuedes, acompañados por colectivos que asumen ese día como de recogimiento y reflexión. En distintos puntos del país y en el exterior se encienden fogones y se saluda a los ancestros; se reafirma la etnia como el resurgir del legado que se intentó destruir.

La Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo ha apoyado esta temática y la memoria nos interpela. Por ley se establece la tarea de tomar el tema a nivel del Gobierno, trabajarlo, difundirlo y otorgarle relevancia, pero esto no se ha hecho debidamente. Hay resistencia a asumir lo grave que es que, en nuestros inicios como país –por parte del primer Gobierno–, se haya cometido la violación a los derechos humanos de nuestros indígenas.

Algunos dirán, de aquella traición en Salsipuedes, que el contexto y la situación imperante demandaban el exterminio, pero se estarían cometiendo dos grandes y flagrantes errores.

En primer lugar, no fue una batalla, un enfrentamiento ni una contienda. Además, Artigas ya había cambiado el comportamiento y los códigos de guerra con su trascendente idea de «clemencia para los vencidos». Por lo tanto, quienes pudieran sostener que el exterminio fue una acción necesaria no deberían denominarse artiguistas.

El segundo error tiene que ver con que, además de ser el caudal humano originario, nuestros charrúas, al momento de defender el territorio, brindaron sus habilidades y conocimientos sobre este, su bravura y amistad. ¡Qué vil traición fue la convocatoria, con engaños, de Rivera, a reunirse en Salsipuedes para matar a quienes tanto habían brindado! Esto es lo que omitimos reseñar cada 11 de abril.

Por eso repetimos los errores; por eso, la cruel experiencia de mentiras y destrucción de costumbres, ideas y cultura se intentó ocultar, deformar y maquillar, y la desaparición de personas, destrucción de hogares y usurpación de bienes se repitió en nuestra historia. Como ejemplo, bástenos la dictadura del pasado reciente. Si seguimos ocultando estas verdades, debemos recordar que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.

Lo que se hizo con los charrúas y los pueblos originarios reconocidos por la Constitución de 1830 fue vergonzoso, anticonstitucional e inhumano. Quienes se habían dicho amigos, comieron en sus tolderías y usaron de sus conocimientos, luego los traicionaron. Separaron madres de hijos; corrompieron su dignidad no dejándolos vivir sus costumbres ni hablar su lengua, y usurparon los lugares sagrados ya otorgados, violando todo derecho humano. Mucho antes, Artigas ya había demostrado la humanidad que caracterizaba a los llamados «salvajes» o «chusma». El Gobierno de la época violó acuerdos y fue clasista, tomando en menos a nuestros indígenas originarios.

Barrer hoy bajo la alfombra aquellos hechos nos hace daño como sociedad. Deberíamos estar unidos, más allá de ideologías, para enfrentar con igual firmeza aquel cruel atropello y develar en forma permanente la verdad histórica con relación a Salsipuedes.

Las actuales autoridades, el Poder Ejecutivo y la ANEP, de acuerdo con la ley mencionada, tienen una trascendente misión que cumplir y no pueden omitir hacerlo.

Quiero agradecer a la compañera Beatriz Cuenca, de nombre charrúa Mazún Mar, de la tribu Anaxiguat Epaj, por los aportes para esta intervención.

Solicito que la versión taquigráfica de mis palabras sea enviada al Poder Ejecutivo, al Ministerio de Educación y Cultura, a la ANEP, a la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, a las juntas departamentales y al Congreso de Intendentes.

Gracias, señora presidenta.

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar el trámite solicitado por la señora senadora.

(Se vota).

–16 en 17. Afirmativa.

8) VÍNCULO ENTRE IGUALDAD DE GÉNERO Y CAMBIO CLIMÁTICO

SEÑORA PRESIDENTA.- Continuando con la media hora previa, tiene la palabra la señora senadora Sanguinetti.

SEÑORA SANGUINETTI.- Señora presidenta: entre el 14 y el 25 de marzo tuvo lugar, en Nueva York, el 66.º período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer.

Este es el principal órgano internacional intergubernamental dedicado exclusivamente a la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer. Se trata de una comisión orgánica, dependiente del Consejo Económico y Social, creada por una resolución de este en 1946. Es decir que tiene prácticamente la edad de las Naciones Unidas.

Esta comisión cumple un trabajo crucial en la promoción de los derechos de la mujer, documentando la realidad que viven las mujeres en todo el mundo, así como elaborando normas internacionales en materia de igualdad de género y de empoderamiento de las mujeres. Sirve tanto para estudiar los problemas existentes de la realidad de las mujeres, como para dar a nuestro país la oportunidad de mostrar los avances existentes.

Durante esas dos semanas, al igual que todos los años, representantes de los Estados miembros de las Naciones Unidas, la sociedad civil y las entidades de las Naciones Unidas se reunieron en Nueva York para debatir sobre los avances en la aplicación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing de 1995, principal documento de política mundial sobre igualdad de género y las cuestiones emergentes que afectan esa igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.

La importancia de esta sesión fue resaltada por el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, quien el día de la apertura de la comisión dijo que se trataba del evento más enérgico y activo del programa de trabajo de las Naciones Unidas.

Todos los años los miembros de las Naciones Unidas seleccionan un tema prioritario sobre el cual se centrarán varias de las discusiones, así como los principales documentos que acordarán las delegaciones que negocian en Nueva York. Este año el lema prioritario fue lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niños en el contexto de políticas y programas de cambio climático, medioambiente y reducción del riesgo de desastres. El vínculo entre igualdad de género y cambio climático puede no resultar obvio para muchos. El cambio climático, la degradación ambiental y los desastres afectan a todo el planeta y a todos los pueblos, aunque no de la misma manera ni en el mismo grado. Varios estudios han demostrado que el cambio climático, las crisis ambientales y los desastres afectan de manera desproporcionada a las mujeres y niños. Solo por mencionar algunos ejemplos, el impacto del cambio climático en el acceso al alimento no hace más que incrementar la brecha de género en la provisión de comida a niños y niñas. La interrupción de la educación a causa de desastres naturales impacta desproporcionadamente en las niñas, cuyo retorno a la educación suele ser más postergado; y las mujeres que trabajan en zonas rurales, en la granja o en la pesca ven impactados sus recursos directos debido al cambio climático.

También es importante que trabajemos en analizar los efectos del cambio climático y los eventos extremos: cómo una inundación impacta en el acceso a la salud de una mujer, en sus necesidades básicas –como su higiene menstrual y cuidado prenatal–, o en el aumento de la violencia doméstica a causa del aislamiento. Todos estos problemas repercuten de manera más extrema en entornos rurales.

Por último, es fundamental que la voz de las mujeres rurales sea escuchada en las acciones de prevención del cambio climático, así como en las acciones de respuesta y protección del clima y el medioambiente. El conocimiento acumulado de las mujeres rurales debe ser parte de los programas y las políticas que se implementan en este rubro.

Uruguay cuenta con prácticas destacables en esta materia. El Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático y la Variabilidad ha desarrollado una estrategia de género y cambio climático con el objetivo de integrar por igual a mujeres y hombres que, debido a diferentes procesos de socialización y acceso a los recursos, tienen capacidades, habilidades y conocimientos diferentes y complementarios para enfrentar este enorme desafío. La estrategia cuenta con varias políticas que han sido categorizadas, de acuerdo con su sensibilidad de género, como neutrales, sensibles, potencialmente transformadoras y transformadoras. Este plan de género y cambio climático del Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático y la Variabilidad consigue integrar actividades, tanto de fortalecimiento de capacidades como de implementación, y tener una mayor ambición en la integración de la agenda del cambio climático en el marco del Consejo Nacional de Género.

El trabajo conjunto realizado entre el Ministerio de Ambiente y su división de Género, junto con Inmujeres, permite atender estas cuestiones de manera integral, sin descuidar la visión de género en aquellas políticas públicas enfocadas en el combate del cambio climático. Nos parece positivo que la Organización de las Naciones Unidas haya centrado la atención de esta sesión en un asunto de tal importancia, sobre el cual Uruguay se encuentra haciendo tanto en estos momentos.

Solicito que la versión taquigráfica de mis palabras sea enviada a Inmujeres y a los ministerios de Ambiente y de Ganadería, Agricultura y Pesca.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar el trámite solicitado por la señora senadora.

(Se vota).

–18 en 18. Afirmativa. UNANIMIDAD.

9) DR. HUGO CAMACHO

SEÑORA PRESIDENTA.- El Senado ingresa al orden del día con la consideración del asunto que figura en primer término: «Proyecto de ley por el que se designa Dr. Hugo Camacho la policlínica de atención médica de Villa Ismael Cortinas, departamento de Flores. (Carp. n.° 583/2021 - rep. n.° 441/2022)».

SEÑORA PRESIDENTA.- En discusión general.

Tiene la palabra el miembro informante, señor senador Olesker.

SEÑOR OLESKER.- En la Comisión de Salud Pública recibimos tres proyectos que habían sido aprobados por la Cámara de Representantes para designar centros de salud con distintos nombres. Esta es una práctica tradicional en el sistema de salud, pues se trata de valorar el aporte que han realizado diferentes personas en determinado nivel de atención.

En este caso los dos representantes por Flores propusieron este nombre, que hacemos nuestro y aconsejamos al Senado que apruebe esta iniciativa.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Si no se hace uso de la palabra, se va a votar en general el proyecto de ley.

(Se vota).

–19 en 19. Afirmativa. UNANIMIDAD.

En discusión particular.

Léase el artículo único.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Artículo único.- Desígnase con el nombre “Dr. Hugo Camacho” la policlínica de atención médica de Villa Ismael Cortinas, departamento de Flores, dependiente de la Administración de los Servicios de Salud del Estado».

SEÑORA PRESIDENTA.- En consideración.

Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.

(Se vota).

–19 en 19. Afirmativa. UNANIMIDAD.

Queda sancionado el proyecto de ley, que se comunicará al Poder Ejecutivo.

(No se publica el texto del proyecto de ley sancionado por ser igual al considerado).

SEÑOR CAMY.- Pido la palabra para fundar el voto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR CAMY.- Señora presidenta: estoy totalmente de acuerdo con la exposición de motivos y con la fundamentación que realizó el señor miembro informante.

Simplemente quiero agregar el reconocimiento a la exalcaldesa, señora Luz Echande, quien en la pasada legislatura tuvo la iniciativa e hizo gestiones ante este Cuerpo para reconocer la trayectoria del doctor Hugo Camacho designando con su nombre la Policlínica Ismael Cortinas de esa villa del departamento de Flores.

En fin, quería referirme a quien durante diez años fue alcaldesa de Ismael Cortinas y que en su momento trabajó intensamente desde la propia localidad para elevar esta iniciativa que hoy se está concretando en ley en la Cámara de Senadores.

Muchas gracias.

10) DR. AGUAÍ BELLOZO CAMARGO

SEÑORA PRESIDENTA.- Se pasa a considerar el asunto que figura en segundo término del orden del día: «Proyecto de ley por el que se designa Dr. Aguaí Bellozo Camargo la policlínica de villa Ansina, departamento de Tacuarembó. (Carp. n.º 584/2021 - rep. n.º 439/2022)».

SEÑORA PRESIDENTA.- En discusión general.

Tiene la palabra la miembro informante, señora senadora Sanguinetti.

SEÑORA SANGUINETTI.- Señora presidenta: vamos a hacer un breve raconto de una vida de entrega y servicios a la comunidad del doctor Aguaí Bellozo Camargo, quien nació en abril de 1943 en la localidad de paso del Borracho, lo que hoy llamamos villa Ansina. Su meta principal fue la de ser médico; estuvo siempre muy vinculado a la actividad política, la que vivió con gran pasión como miembro del Partido Colorado.

En 1962 se inscribe en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, contrae matrimonio en 1970 y tiene cinco hijos. Obtiene su título de doctor en Medicina en 1980, y ese mismo mes regresa a villa Ansina en donde comienza a desarrollar su actividad profesional y para ello instala un consultorio en su domicilio.

Luego, el doctor Mauricio López ve la realidad de su colega con sus cinco hijos y le ofrece la posibilidad de ejercer la docencia, convirtiéndose en profesor de Biología, Física y Química hasta 1986.

Desde 1982 ejerció como médico contratado por el Ministerio de Salud Pública; en 1983 se inaugura la Policlínica Ansina en esa villa y ahí comienza a asumir sus servicios. Debido al gran estrés que le generaba esta tarea, que le implicaba estar presente veinticuatro horas al día, empezó a tener problemas de salud. En 1987 tuvo un preinfarto y luego, en 1997, le colocaron un stent coronario.

En 2000 tuvo la alegría de que su hija Verónica también se recibiera de médica, pero, lamentablemente, en 2008 ella fallece, lo que precipita su retirada por temas de salud.

En agosto de 2010 el doctor Bellozo recibe, en un acto multitudinario realizado en la plaza Artigas, un reconocimiento en vida en su pueblo de villa Ansina por los años que le dedicó a su comunidad. El acto fue realizado por la Junta Local, que le entregó las distinciones correspondientes ante un numeroso público que se dio cita en esa ocasión.

El 28 de enero de 2015 falleció debido a un deterioro general motivado por las enfermedades crónicas que lo acompañaron durante gran parte de su vida profesional.

Es por lo antes expuesto que proponemos al Senado que apruebe la designación de la Policlínica Ansina de esa villa del departamento de Tacuarembó con el nombre Dr. Aguaí Bellozo Camargo.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Si no se hace uso de la palabra, se va a votar en general el proyecto de ley.

(Se vota).

–19 en 19. Afirmativa. UNANIMIDAD.

En discusión particular.

Léase el artículo único.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Artículo único.- Desígnase “Dr. Aguaí Bellozo Camargo” a la policlínica de la ciudad de Villa Ansina, departamento de Tacuarembó, dependiente de la Administración de los Servicios de Salud del Estado».

SEÑORA PRESIDENTA.- En consideración.

Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.

(Se vota).

–20 en 21. Afirmativa.

Queda sancionado el proyecto de ley, que se comunicará al Poder Ejecutivo.

(No se publica el texto del proyecto de ley sancionado por ser igual al considerado).

11) DR. CARLOS REOLÓN

SEÑORA PRESIDENTA.- Se pasa a considerar el asunto que figura en tercer término del orden del día: «Proyecto de ley por el que se designa Dr. Carlos Reolón el Centro Auxiliar de Vergara, departamento de Treinta y Tres. (Carp. n.º 654/2022 - rep. n.º 440/2022».

SEÑORA PRESIDENTA.- En discusión general.

Tiene la palabra el miembro informante, señor senador Olesker.

SEÑOR OLESKER.- Señora presidenta: el que estamos considerando tiene la misma intención que los dos proyectos anteriores.

La exposición de motivos hace una historia del doctor Carlos Reolón, en Vergara. Fue director y médico del hospital y también médico policial. En 2010 deja la dirección de ese centro y tiene una larga historia en atención de salud que la ciudad de Vergara reconoce.

Con esa misma intención es que el diputado Dardo Sánchez propuso este proyecto de ley, la Cámara de Representantes lo tomó para sí y ahora en el Senado proponemos que se transforme en ley.

Nada más. Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Si no se hace uso de la palabra, se va a votar en general el proyecto de ley.

(Se vota).

–22 en 23. Afirmativa.

En discusión particular.

Léase el artículo único.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Artículo único.- Desígnase con el nombre “Dr. Carlos Reolón”, el Centro Auxiliar de Vergara, departamento de Treinta y Tres, dependiente de la Administración de los Servicios de Salud del Estado».

SEÑORA PRESIDENTA.- En consideración.

Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.

(Se vota).

–24 en 24. Afirmativa. UNANIMIDAD.

Queda sancionado el proyecto de ley, que se comunicará al Poder Ejecutivo.

(No se publica el texto del proyecto de ley sancionado por ser igual al considerado).

12) LICENCIADA VICTORIA FRANCOLINO SLEPAK. DESIGNACIÓN COMO EMBAJADORA

SEÑORA PRESIDENTA.- Léase una moción de orden llegada a la Mesa.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Mocionamos para que se declare urgente y se trate de inmediato la carpeta n.º 664/2022: mensaje del Poder Ejecutivo por el que solicita la venia correspondiente a fin de acreditar en calidad de embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la república ante la república de Japón a la señora Victoria Francolino Slepak». (Firman los senadores Camy, Sanguinetti, Kechichian y Lozano).

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar.

(Se vota).

–24 en 25. Afirmativa.

Se pasa a considerar, pues, el asunto cuya urgencia acaba de ser votada: «Mensaje del Poder Ejecutivo por el que solicita la venia correspondiente a fin de acreditar en calidad de embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la república ante la república de Japón a la señora Victoria Francolino Slepak. (Carp. n.º 664/2022 - rep. n.º 442/2022)».

SEÑORA PRESIDENTA.- En discusión.

SEÑOR PENADÉS.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR PENADÉS.- Señora presidenta: primero que nada queremos agradecer a los miembros de la Comisión de Asuntos Internacionales y a los señores senadores de todos los partidos porque, a iniciativa del señor senador Da Silva y como consecuencia de que el señor presidente de la república estará viajando oficialmente a Japón en los próximos meses, se requiere conceder la venia en forma urgente para acreditar a la señora Victoria Francolino como embajadora, razón por la que no se ha podido cumplir con los requisitos que establece el Senado en cuanto a escuchar la exposición del plan de acción que la profesional piensa llevar adelante en ese destino. En ese sentido, queremos dejar constancia del reconocimiento del Gobierno por la actitud de los senadores de todos los partidos políticos para poder analizar en este momento la mencionada venia.

De acuerdo con lo establecido en el artículo 168 de la Constitución, el Poder Ejecutivo remite a consideración del Senado el mensaje por el que solicita la venia para designar a la licenciada Victoria Francolino como embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la república ante el Gobierno de Japón.

La licenciada Francolino ingresó al servicio exterior de la república en 1996 por concurso de oposición y méritos. Ha transcurrido toda su carrera diplomática en varios destinos: tercera secretaria asignada a la Dirección de Programación Comercial y tercera secretaria asignada a la Subsecretaría del Ministerio de Relaciones Exteriores. Se desempeñó como primera secretaria encargada de la Sección Consular de la Embajada del Uruguay en Australia y posteriormente como subdirectora en la Dirección General para Asuntos Económicos Internacionales y en la Dirección de Organismos Internacionales Económicos.

Desempeñó tareas en la Embajada de Uruguay ante la República Federativa de Brasil como encargada del Departamento Económico Comercial y, posteriormente, participó de la misión permanente de Uruguay ante Ginebra, como representante alterna de la república ante la Organización Mundial del Comercio y demás organismos económicos internacionales con sede en esa ciudad. Además, entre 2019 y 2020 se desempeñó como embajadora de Uruguay ante el Gobierno de Australia.

Cuenta también con una sólida formación académica que la hace más que merecedora de que el Senado conceda la venia solicitada para que se desempeñe como embajadora ante el Gobierno de Japón.

Era cuanto quería decir. Muchas gracias.

SEÑOR DA SILVA.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR DA SILVA.- Señora presidenta: reitero el agradecimiento a la bancada del Frente Amplio por poder tratar este tema con carácter urgente.

Como bien decía el senador Penadés, se está organizando la misión oficial para la visita del presidente de la república al Gobierno de Japón, por lo que es imprescindible contar con la embajadora en aquella misión.

Victoria Francolino es una de las nuevas caras de la diplomacia uruguaya, una diplomacia que tiene una enorme tradición en su formación. Las generaciones van pasando, y hay pinceladas que la embajadora Francolino deja bien en claro; con un conjunto de embajadores que rondan los cuarenta años hoy se está transformando la Cancillería.

Quizás lo que podemos destacar de la embajadora Francolino en este momento, además de su formación y de su trayectoria en el exterior, es que fue la cara visible de la Dirección General para Asuntos Económicos Internacionales de la Cancillería en medio de la pandemia. Fue la cara del Zoom cuando se tuvo que negociar el acceso a mercados cerrados en medio de la pandemia y quien permitió que el comercio exterior del Uruguay continuara exportando. Junto a su equipo trabajó hasta altas horas de la madrugada para tratar de que el país y los motores de la economía no pararan.

Creo que la gestión de la embajadora Francolino durante estos dos años habla mucho de esa parte no notoria o invisible de los servicios diplomáticos que, mirando los números hoy, le han permitido al Uruguay llegar a su récord de exportaciones. Nada habría sido sencillo si no hubiésemos tenido el don de gentes y el don diplomático de la embajadora Francolino a quien, por supuesto, le deseamos una muy buena gestión en un Estado, como el japonés, con el que hace cien años que nos une una relación diplomática. Con la paciencia y el arte diplomático va a ser uno de los mercados del futuro para los alimentos de alta calidad que el Uruguay, gracias a Dios, produce.

Muchas gracias.

SEÑOR CAGGIANI.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR CAGGIANI.- Me voy a sumar a lo expresado por los señores senadores Penadés y Da Silva.

En primer lugar, quiero felicitar la designación de la embajadora Victoria Francolino, quien es oriunda del interior del país y una excelente diplomática y, como bien decía el senador Da Silva, cumplió una notable labor como directora de Asuntos Económicos Internacionales de la Cancillería durante este período.

Tuvimos oportunidad de conocer su trabajo en el momento que brindó la información necesaria para establecer las primeras pautas de la política comercial de la Cancillería durante 2020. Es una destacada profesional que ha desarrollado una corta pero intensa labor dentro de la Cancillería en importantes destinos; seguramente lo va a hacer en este también, que es uno muy importante para nuestro país.

Uruguay no solo tiene una relación diplomática muy extensa, como bien decía el señor senador Da Silva, sino que también mantiene una importante colaboración en materia de inversiones, puesto que contamos con un tratado de protección de inversiones con la República de Japón. En ese sentido, tenemos inversiones muy importantes de capitales japoneses en frigoríficos que están en territorio uruguayo.

Por lo tanto, creo que todo lo que pueda hacer la embajadora Francolino en esta nueva misión que va a tener a lo largo de estos cinco años va a ser muy beneficioso para Uruguay. Sí lamentamos que la designación se haga de esta manera y no como generalmente es de estilo, considerándose primero en comisión, porque hubiéramos querido conocer, junto con los integrantes de la Comisión de Asuntos Internacionales, los planes de desarrollo que va a llevar adelante la embajadora en su destino. Me parece que eso es lo que corresponde, pero a veces lo perfecto es enemigo de lo bueno. Sin duda, es una muy buena designación por parte de la Cancillería para esta excelente funcionaria.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Léase el proyecto de resolución.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Artículo único.- Concédese al Poder Ejecutivo el acuerdo solicitado para acreditar en calidad de Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria de la República ante el Gobierno de Japón a la señora Victoria Francolino Slepak».

SEÑORA PRESIDENTA.- Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.

(Se vota).

–29 en 29. Afirmativa. UNANIMIDAD.

El Senado dará cuenta al Poder Ejecutivo.

13) CINCUENTA AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE ESTADO DE GUERRA INTERNA

SEÑORA PRESIDENTA.- Se pasa a considerar el asunto que figura en cuarto término del orden del día: «Exposición del señor senador Guido Manini Ríos, por el término de veinte minutos, a los efectos de referirse a los cincuenta años de la declaración de estado de guerra interna votada en el Parlamento nacional».

Tiene la palabra el señor senador Manini Ríos.

SEÑOR MANINI RÍOS.- Las palabras que a continuación voy a decir no buscan profundizar diferencias entre uruguayos; no buscan acusar a nadie medio siglo después de ocurridos los acontecimientos; no buscan culpar ni absolver a ninguna persona, organización o partido; por el contrario, su finalidad es que hechos de profundo significado histórico no pasen inadvertidos.

Creemos que este ámbito, el Senado de la república, no debe ignorar estos hechos y, a partir de su cabal conocimiento, debe buscar contribuir a la pacificación de los espíritus de nuestros compatriotas, único cimiento sobre el cual se podrá edificar una sociedad libre y fuerte, capaz de enfrentar los desafíos que el mundo actual nos presenta.

Me voy a referir a continuación a dos hechos históricos relevantes, separados entre sí exactamente por un siglo, que entiendo deben ser vistos en su conjunto para extraer de ellos su real dimensión histórica.

El próximo 15 de abril se cumplen cincuenta años del día en que la Asamblea General votara que el país estaba en estado de guerra interna. Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de la llamada historia reciente, que prácticamente se circunscribe a la disolución de las cámaras en junio de 1973 y a los excesos cometidos por la dictadura a partir de entonces; se ha hecho silencio total sobre lo ocurrido en los años previos.

Sin duda, para tener una idea clara de este pasado, que para nosotros no es tan reciente, es necesario ver los hechos ocurridos en su conjunto y conocer el proceso que llevó a la ruptura institucional. Antes que nada, es necesario tener la honestidad intelectual de aceptar los hechos como ocurrieron sin pretender darles un sesgo para favorecer posiciones políticas del presente. La historia debe basarse en los hechos reales y no en relatos funcionales a organizaciones y partidos que actúan medio siglo después. Sobre todo, la historia no puede escribirse a pedido de quienes, buscando eternizar la fractura en nuestra sociedad, hacen correr generosamente los recursos para mantener encendido siempre el fuego que ardió hace medio siglo.

Y para comprender este período de la historia debemos remontarnos a comienzos de la década de los sesenta, cuando el ministro de Cuba Ernesto Che Guevara dijo en nuestro país, el 17 de agosto de 1961, que acá no estaban dadas las condiciones para una revolución debido a la fortaleza democrática de nuestro país. Sin embargo, el influjo de la Revolución cubana triunfante en enero de 1959 atraía a muchos jóvenes que creían posible replicar el proceso revolucionario en el Uruguay. Es así como se organizan militarmente pensando en tomar el poder por las armas y comienzan a realizar acciones violentas, como el asalto al Club de Tiro Suizo en 1962 –estamos hablando de una década antes de los hechos que hoy recordamos– y el atentado al Bowling Club de Carrasco, entre otros muchos sonados casos. También hubo asaltos a bancos y a privados, secuestros y asesinatos, proclamas, amenazas y comunicados, anunciando la justicia popular ante el accionar de una oligarquía insensible que se denunciaba.

Estos son solo algunos de los hechos que jalonaron esta década en la que los uruguayos vivieron sorprendidos, temerosos y amenazados por una escalada sangrienta. Nuestras fuerzas policiales debieron enfrentar este accionar delictivo con su histórica escasez de recursos materiales y humanos, a lo que se sumaba el desconocimiento de algo nuevo en nuestro país: una organización delictiva formada para la toma del poder.

En 1967 la OLAS –Organización Latinoamericana de Solidaridad–, conformada por representantes de distintos grupos armados del continente y por partidos autodefinidos como revolucionarios –la delegación uruguaya contó, entre otros, con representantes de nuestros partidos Comunista y Socialista–, reunida en La Habana declara la validez de la vía armada para acceder al poder. Entonces, las organizaciones armadas uruguayas reciben el espaldarazo internacional para continuar con sus acciones. Justo es decir que el secretario general del Partido Comunista del Uruguay de aquel entonces, el señor Rodney Arismendi, se opuso a la moción aprobada. Centenares de jóvenes uruguayos concurrieron a hacer cursos en Cuba, así como también otros lo hicieron en la Unión Soviética, información no solo divulgada por las autoridades democráticas de la época, sino también confirmada por las propias organizaciones involucradas.

El saldo de una década de violencia política es devastador y sorprende que los actuales textos de estudio, en su capítulo sobre historia reciente, omitan hablar de ello. Un centenar de personas –entre ellas, decenas de civiles, treinta y tres policías y diecisiete militares– fueron asesinadas. Secuestros, heridos, robos a bancos y a privados, arsenales descubiertos, liberación de dos secuestrados en una de las denominadas cárceles del pueblo, en la que estuvieron durante más de un año en condiciones infrahumanas, fue la realidad que vivió el país, en democracia, durante más de una década, y nadie puede negarlo sin mentir groseramente.

El 14 de abril de 1972 es una fecha trágica en nuestra historia. A primera hora de la mañana son asesinados el profesor Armando Acosta y Lara, exsubsecretario del Interior; el capitán de corbeta Ernesto Motto; el comisario Oscar Delega y el agente Carlos Leites. Fueron cuatro asesinatos que dieron lugar a la reacción de las Fuerzas Conjuntas, conjunción de las fuerzas armadas y policiales creada hacía unos meses para combatir a las organizaciones armadas que actuaban en nuestro país. Y en la tarde de ese mismo día encontraron la muerte ocho integrantes de la organización sediciosa.

Estos hechos sangrientos provocaron una tremenda conmoción en el pueblo uruguayo y la sensación de que se había ido demasiado lejos. En la tardecita de ese día, el Poder Ejecutivo remite a la Asamblea General un proyecto de ley por el que solicita la suspensión de las garantías individuales por noventa días a los efectos de aplicar el artículo 31 de la Constitución, la declaración de estado de guerra interna, para poder apelar al uso del artículo 253 de la Constitución, que daba lugar a la intervención de la justicia militar ante el estado de amedrentamiento en que se encontraba la justicia ordinaria después de una ola de amenazas y secuestros sufridos por sus integrantes.

La sesión de la Asamblea General comienza a las 19:36 del 14 de abril; finalizará más de veinte horas después, a las 15:45 del día 15 de abril, y contó con la presencia del gabinete en pleno: ministros y subsecretarios.

El diputado colorado Ángel Rath dirá en su intervención: «Quiero decir que esta noche la Asamblea General va a cumplir una jornada de una trascendencia histórica, de una especial gravedad y de una importancia que a nadie escapa, como lo demuestra el tema que nos ocupa, el cuórum numeroso y la presencia de todo el gabinete, ministros y subsecretarios que se hallan aquí para ratificar una voluntad del Poder Ejecutivo que nos merece el mayor respeto. Deberíamos formular nuestra exposición con la mayor serenidad posible; no sé si podrá ser factible porque han sido muchas las cosas ocurridas en el día de hoy y muy graves.

Hoy, señor presidente, han muerto doce orientales, doce uruguayos. El de hoy es, sin duda, un día en el cual la Asamblea General se reúne poco menos que en un baño de sangre que cubre el país. Esta es una contienda, señor presidente, de carácter definitivamente ideológico, es una lucha entre la violencia y la paz, entre la agresión y la reflexión, entre la barbarie y la democracia. Esto es una guerra y el hecho de que el Poder Ejecutivo la establezca así en su mensaje no es solamente una letra muerta, escrita en un papel que se envía a la Asamblea General; es algo que está vivo en todo el país, que vive un estado de conmoción y de guerra interior, y la peligrosidad, la profunda peligrosidad para con las instituciones, para con el país y para con la democracia que significan los grupos terroristas hace que, de una vez por todas, la Asamblea General tenga que tomar la posición más realista y más lógica en el enfoque de este tema. Eso hay que hacerlo en defensa de un Uruguay democrático, en defensa de un Uruguay pluralista, en defensa de un Uruguay sin compartimientos estancos y en defensa, también, señor presidente, de un Uruguay auténtico que, una vez por todas, descorra los velos y haga la lucha como la tiene que hacer». Estas fueron las palabras del diputado Rath.

Finalmente, se aprueba, por 97 votos en 118 de la Asamblea General, que la suspensión de garantías rigiera por treinta días. Luego de esto, también se aprueba, por 97 votos en 118, la moción propuesta por el Partido Nacional, que establecía: «Decrétase por el término de 30 días el estado de guerra interna para la represión de la subversión en el área afectada y al solo efecto de lo establecido en el Artículo 253 de la Constitución de la República».

Al expirar el plazo votado en la sesión del 15 de abril, el 15 de mayo de 1972 se aprueba, por 68 en 124 votos, una moción presentada por el Partido Colorado que extendía el estado de guerra interna hasta la sanción de una ley de seguridad del Estado o, en su defecto, hasta el 30 junio.

El 30 de junio nuevamente la Asamblea General resuelve prorrogar el estado de guerra interna hasta el 22 de julio de ese año. Esta prórroga quedaría sin efecto al ser aprobada antes la Ley de Seguridad del Estado y del Orden Interno a partir del 5 de julio de 1972. Esta ley fue aprobada artículo por artículo, algunos de los cuales contaron con la unanimidad de los votos de los legisladores presentes.

Hasta aquí, señora presidenta, lo ocurrido hace cincuenta años en este Parlamento, hechos que consideramos históricos por su significado, como culminación de una década conflictiva y como antecedente, que no podemos ignorar, de lo que acontecería en nuestro país a partir de ese momento.

En este país, la otrora llamada Suiza de América, el país de las cercanías, el país del que el guerrillero internacionalista Ernesto Guevara dijera que no reunía las condiciones objetivas para la revolución, se declaró hace medio siglo el estado de guerra interna.

El repaso de estos hechos contribuye a conocer la verdad histórica y debe llamarnos a todos a una profunda reflexión. La esencia de nuestra democracia descansa en reconocer los derechos de todos, incluso de aquellos que piensan diferente a nosotros. Realmente creemos que es necesario mirar hacia adelante como país y dejar atrás ese pasado de enfrentamiento. Y ese espíritu debe asentarse en el conocimiento de nuestra historia real, desprovista de las pasiones que se viven medio siglo después: una mirada objetiva del pasado, que no oculte ni tergiverse los hechos, que no transforme en héroes a quienes atentaron contra la democracia y que reconozca a aquellos que dieron o arriesgaron sus vidas para defender a la sociedad de esa agresión.

Como dijimos, los hechos de abril de 1972 fueron la culminación de una década de sucesos sangrientos que conmocionaron la hasta entonces apacible vida de los uruguayos.

No aceptamos que se simplifique el escenario limitándolo a dos actores: los agresores a la democracia y los que la defendieron, dejando a la gran mayoría de los uruguayos como simples espectadores. ¡No! Acá hubo muchos actores, internos y externos que apostaron, provocaron o permitieron ese deterioro institucional, a veces con la intención de extraer beneficios que arrimaran agua para su molino, otras veces por la notoria incapacidad de medir las consecuencias de su omisión. Acá hubo actores que nunca fueron señalados con el dedo y a los que les caben importantes responsabilidades. La historia mutilada que se cuenta solamente para uso y provecho de ciertos grupos en este país no debe hacernos olvidar de que la decisión de declarar el estado de guerra interna a fin de dar el marco jurídico necesario para la defensa del país contra el ataque deliberado de nuestras instituciones fue declarado en un Parlamento democrático elegido pocos meses antes en elecciones libérrimas.

Para que las actuales generaciones alcancen a comprender mejor cómo se ha ido gestando nuestra nación, entendemos que es pertinente recordar otro hecho histórico de profunda significación. Hoy hace exactamente un siglo y medio, el 6 de abril de 1872, se firmaba la llamada Paz de Abril, que ponía fin a la denominada Revolución de las Lanzas, movimiento armado encabezado por el legendario caudillo blanco floridense Timoteo Aparicio contra el Gobierno del general Lorenzo Batlle. Ese día los orientales decidían mirar hacia adelante mediante un acuerdo en el que los dos partidos beligerantes decidían coparticipar en la conducción pública, otorgándose a los blancos el gobierno de cuatro departamentos, seis de los actuales. De esta forma quedaban atrás los tiempos de odio y división y se zanjaban las diferencias, anteponiendo a todo el interés de la patria.

La revolución que terminaba había sido particularmente sangrienta, con batallas que dejaron centenares de muertes, como las de Sauce y Manantiales.

En particular, quiero referirme a la batalla de Sauce, ocurrida el 25 de diciembre de 1870, es decir, un año y poco antes de la Paz de Abril. El jefe de la fuerza de gobierno era el general Gregorio Suárez, ministro de Guerra y Marina, quien al terminar la batalla ordena pasar a degüello a unos cuatrocientos prisioneros blancos, varios de ellos heridos. Fue este, tal vez, el capítulo más sangriento y más negro de nuestras guerras civiles. Quien ordena ese baño de sangre era uno de los principales jerarcas públicos, y quienes ejecutan la orden eran integrantes del Estado. Perfectamente se le podría llamar hoy a este hecho «terrorismo de Estado». Sin embargo, un año y poco después, hace hoy exactamente ciento cincuenta años, los orientales supieron dar vuelta la página.

(Suena el timbre indicador de tiempo).

–Ya termino, señora presidenta.

Nos surge, entonces, la pregunta: ¿cómo aquellos hombres fueron capaces de superar un capítulo tan traumático, que ensangrentó a tantas familias, y hoy, medio siglo después de ocurridos los hechos que evocamos al comenzar esta exposición, parece imposible? ¿Cuál es la diferencia? ¿Tal vez que antes no había organizaciones internacionales dispuestas a evitar que se supere una etapa de fractura y confrontación entre uruguayos? ¿Tal vez antes no había organizaciones dispuestas a lucrar con las desgracias de una guerra?

Una vez más, a medio siglo y a un siglo y medio de hechos tan significativos de nuestra historia, entendemos que es hora de reflexionar profundamente y dar los pasos necesarios para superar nuestros desencuentros del pasado, anteponiendo, en primer lugar, el verdadero interés del país.

Eso es lo que las actuales y futuras generaciones de uruguayos reclaman y lo que debe buscar un sistema político que esté a la altura del ahora que vivimos. En definitiva, que los uruguayos volvamos, como tantas veces, a resolver nuestros problemas sin la intromisión de intereses a los que les sirve el estado de fragmentación, que alimentan con los más diversos aspectos de la vida de nuestra gente.

Gracias.

SEÑOR OLESKER.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR OLESKER.- Es evidente que nosotros debemos referirnos a estos temas.

Lo primero que quiero hacer es una reflexión metodológica. Cuando se habla de historia no se habla de química o física, no se ponen los productos en un tubo de ensayo y sale un único resultado. La historia, la economía, la sociología, la ciencia política son ciencias sociales y, por lo tanto, sus resultados dependen del método de análisis, dependen del lugar que cada uno ocupe en esa historia, dependen de las condiciones materiales en las que desarrollan su vida y dependen del texto –que es lo que aquí se pretende analizar– y del contexto. Por eso, hay que hablar del contexto.

Entiendo que las referencias al 27 de junio de 1973 que se han planteado son muy unilaterales. Entonces, voy a tomar en cuenta estas tres reflexiones metodológicas porque entiendo –yo fui partícipe de ese proceso, o sea que estuve adentro– que eso es honestidad intelectual.

Quiero empezar diciendo que para analizar el estado de guerra interna en su contexto debemos hacer referencia al artículo 2.º de la Ley n.º 18596, de reparación a las víctimas por la actuación ilegítima del Estado, que dice: «Se reconoce la responsabilidad del Estado uruguayo en la realización de prácticas sistemáticas de tortura, desaparición forzada y prisión sin intervención del Poder Judicial, homicidios, aniquilación de personas en su integridad psicofísica, exilio político o destierro de la vida social, en el período comprendido desde el 13 de junio de 1968 hasta el 26 de junio de 1973…». Es decir, se integra este período –que incorporo como contexto– al de la dictadura; o sea, es parte de él. Hay una continuidad de prácticas sistemáticas de ruptura de las libertades, de tortura sistemática, de prisión y de asesinatos entre uno y otro período. Y el artículo 2.º, hablando de ese período previo, termina diciendo: «… marcado por la aplicación sistemática de las Medidas Prontas de Seguridad e inspirado en el marco ideológico de la Doctrina de la Seguridad Nacional».

Empecemos, entonces, a mirar ese contexto.

El país vivió un prolongado crecimiento económico hasta 1967, con una mejora del bienestar de la población, y luego hubo dieciséis años de estancamiento económico; el más largo que el país conoció en su historia. Este estancamiento económico fue enfrentado con un giro conservador fracasado. En 1961, con la reforma monetaria y cambiaria se intentó concentrar, desestatizar y enfrentar, digamos, el estancamiento, pero eso fracasó.

SEÑOR BOTANA.- ¡No apoyado!

SEÑOR PENADÉS.- ¡No apoyado!

SEÑOR OLESKER.- ¿Me ampara en el uso de la palabra, señora presidenta? Además, que no me cuenten los minutos.

SEÑORA PRESIDENTA.- Quédese tranquilo, señor senador, que aquí somos muy rigurosos en eso.

Si se me permite –voy a hablar para todos, y le descuento estos minutos al senador– quisiera contextualizar el tema para el que solicitó el tiempo el señor senador Manini Ríos, que son los cincuenta años de la declaración del estado de guerra interna.

SEÑOR CARRERA.- ¡Pero hay un contexto, señora presidenta!

SEÑORA PRESIDENTA.- Sabemos, obviamente, que hay miradas diferentes y que se trata de un contexto histórico sobre el que podemos tener distintas evaluaciones, pero vamos a pedir que, en lo posible, se trate de no adjetivar, a fin de no violentar a los partidos políticos, porque todos podemos sentirnos de alguna manera violentados respecto a esas adjetivaciones.

O sea, preferiríamos que se hicieran evaluaciones, como corresponde, pero de ser posible sin agredir a los partidos políticos que estamos presentes, porque unos y otros hemos formado parte de esos períodos históricos, teniendo en cuenta, además, que de los presentes en sala algunos no habían nacido y otros éramos muy jóvenes. Entonces, estaría bueno que la reflexión se hiciera en el marco del respeto de esos acontecimientos históricos, porque, aunque cincuenta años pueden parecer muchos, en una perspectiva histórica son pocos.

Por tanto, a efectos de que nos sirva la reflexión de todos, vamos a pedir que no se hagan adjetivaciones.

Pido disculpas al senador Olesker por la interrupción y le aclaro que se ha detenido el reloj. Queríamos precisar esos aspectos para preservar el uso de la palabra de los senadores.

Puede continuar el señor senador Olesker.

SEÑOR OLESKER.- Es difícil referirnos a este período sin hacer una evaluación. Yo me sentí muy violentado por la intervención anterior –si es que usted quiere saberlo–, señora presidenta, porque integraba el Movimiento 26 de Marzo y el MLN en 1972. Repito que me sentí muy violentado, así que sigo con lo que había preparado, que creo que no violenta a nadie.

Estaba hablando del estancamiento económico y de la reforma monetaria y cambiaria.

SEÑORA KECHICHIAN.- ¿Me permite una interrupción, señor senador?

SEÑOR OLESKER.- Con mucho gusto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir la señora senadora.

SEÑORA KECHICHIAN.- Está bien que todos hagamos un esfuerzo para que esta sesión transcurra de la mejor manera. Sus palabras serían de recibo para nosotros si usted hubiera actuado ante la intervención del señor senador Manini Ríos, pero al hacerlo cuando apenas empezó su intervención el senador Olesker, nos parece que carece de cierto equilibrio la exhortación que nos está haciendo.

SEÑORA PRESIDENTA.- ¿Usted está cuestionando a la mesa?

SEÑORA KECHICHIAN.- En absoluto, solamente estaba dando mi opinión.

SEÑORA PRESIDENTA.- Muy bien.

Puede continuar el señor senador Olesker.

SEÑOR OLESKER.- Como decía, a finales de los años sesenta hubo una disparada inflacionaria sin precedentes, con fuga de capital y quiebras bancarias, con una deuda externa como nunca había habido y una economía que no crecía, lo que generó una gran movilización social, sindical y política; una gran movilización popular. Es en ese contexto de enfrentamiento con la movilización popular –por la concentración de la riqueza, la desestatización de la economía y por ese modelo concentrado y excluyente– que llegan estas medidas hacia 1968.

El año 1968 es un momento clave; lo dice la Ley n.° 18596. En esa época, se hace una reorganización ministerial e institucional; renuncia una enorme cantidad de políticos en los ministerios claves para la política económica y asume una cantidad de profesionales, representantes del sector empresarial y de las cámaras de comercio e industria. Pero también en 1967 se ilegalizan organizaciones políticas –esto no empezó en 1973– como el Partido Socialista de Uruguay, Movimiento Revolucionario Oriental, Movimiento de Acción Popular Unitaria, Movimiento de Izquierda Revolucionario y Federación Anarquista del Uruguay, y se clausuran el diario Época y el semanario El Sol. Finalmente ‒y no tanto‒, en el mes de junio, lamentablemente, se implantan medidas prontas de seguridad.

El 5 de julio de 1968, Carlos Quijano decía: «Nunca […] las medidas prontas de seguridad han puesto en mayor peligro la estructura constitucional del país y la libertad de los ciudadanos […]. La escalada, de continuar, lleva a la dictadura, y la violencia engendrará la violencia». Estas medidas prontas de seguridad o «paréntesis cesarista» ‒como le llamó el propio Carlos Quijano‒ se fueron multiplicando. Aumentó la represión policial, la censura de prensa y la detención de sindicalistas. Entre el 14 de agosto y el 20 de setiembre llegaron las primeras muertes: Líber Arce, Hugo de los Santos, Susana Pintos.

Mediante este instrumento claramente represivo ‒las medidas prontas de seguridad‒ entre 1968 y 1971 el Gobierno comienza a reprimir al movimiento obrero, al movimiento popular, clausura locales, ilegaliza sus organizaciones sindicales, persigue al movimiento estudiantil –tanto universitario como secundario– e ilegaliza partidos. Por lo tanto, comienza a hacer desaparecer las libertades de los ciudadanos. Fue desde el Estado que se da inicio, poco a poco, pero en crecimiento y luego de manera permanente, al descaecimiento de los valores básicos de la democracia: la libertad de prensa, la libertad individual, el derecho a manifestar e inclusive el derecho a la integridad física. Varios diarios fueron cerrados entre 1968 y 1971.

Por eso afirmamos que el año 1968 es el punto de inflexión; es un antes y un después del funcionamiento de la democracia en Uruguay. Así, repito, lo reconoce la Ley n.° 18596. Pero también en lo económico fue un punto de inflexión el año 1968. El cambio del elenco ministerial provoca una nueva relación de fuerzas entre las clases, claramente en perjuicio de los trabajadores, con medidas manifiestamente concentradoras. La más importante de estas medidas es la mal llamada «congelación de precios y salarios» porque cuando eso se hace, lo que ocurre es lo que se ve en la gráfica que muestro. ¿Qué fue la congelación de precios y salarios? El 28 de junio de 1968 se decreta la congelación. El 1.° de enero de 1968, en consejo de salarios se negoció un aumento y asumió el compromiso de aumentar nuevamente el salario el 1.° de julio en función de la inflación acaecida en los seis meses, que fue 63 %. Hoy estamos muy mal porque está por llegar a dos dígitos y, reitero, en aquel momento la inflación fue del 63 % en un semestre. O sea que los precios valían 163 y los salarios seguían valiendo 100, pero según el compromiso asumido, el 1.° de julio los salarios llegarían a 163. Bueno, el 28 de junio el Gobierno decide cortar las libertades democráticas laborales: no convoca los consejos de salarios, congela los precios en 163 y los salarios en 100. Fue la redistribución regresiva del ingreso más importante, junto con la de 1972, de la historia reciente del país. La dictadura bajó mucho los salarios, pero los bajó en gotas: un poco en 1974, otro poco en 1975. Sin embargo, en 1968 y 1972 ocurrieron las rebajas salariales más drásticas de la vida moderna del país.

Voy a leer varias frases de una publicación: «Cuando en la mañana de ayer solicitamos esta audiencia (al Presidente de la República) lo hicimos con la honda inquietud que sentía la producción y el comercio por la situación imperante en el país e inspirados en el propósito de significar la necesidad de que el gobierno arbitrara con urgencia los medios para restablecer no solo los servicios públicos paralizados sino el orden y la tranquilidad social gravemente perturbados. La presión gremial se había centrado contra el Estado. Con ese propósito se había logrado el deterioro y el paulatino menoscabo del sector público […]. Se pretendía imponer la supremacía del interés particular sobre el interés general. Se quería doblegar al Gobierno para imponerle sus propias determinaciones. Asistíamos al desafío que los organismos sindicales le hacían al Estado. Felizmente, las MPS adoptadas horas más tarde por el Poder Ejecutivo, al restaurar la preeminencia del poder público sobre el sindical, constituyen una reafirmación de que está dispuesto a asumir en toda su plenitud las responsabilidades que le competen […]. No era posible encarar la realidad económico-financiera-monetaria y social del país en medio de desbordes, amenazas y disturbios. Expresamos entonces nuestra adhesión por las medidas adoptadas por el Sr. Presidente de la República». Obvio los nombres y solo menciono las instituciones que firman: Cámara Nacional de Comercio; Asociación Rural; Cámara Mercantil de Productos del País; Federación Rural; Asociación de Bancos del Uruguay; Bolsa de Valores y Entidades Comerciales e Industriales del Interior. No tiene ninguna importancia saber quiénes eran los presidentes de la época.

Por lo tanto, queda claro que desde ese momento en adelante, incluido el período de la dictadura, el enemigo de las fuerzas represivas, de las fuerzas institucionales, de las medidas prontas de seguridad, etcétera, era el movimiento popular de resistencia. Era a ese movimiento que se quería combatir y aniquilar, incluyendo los movimientos políticos, tanto los civiles como los armados.

SEÑORA BIANCHI.- ¡No apoyado!

SEÑOR OLESKER.- Pero ¡ojo!, la cosa no termina ahí. La tarea central de dinamizar la economía y hacerlo sobre la base de la reducción de los salarios figura expresamente –es una de las cosas que más se estudia en la teoría económica moderna sobre Uruguay– en el Plan Nacional de Desarrollo 1973-1977, elaborado por los entonces directores de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en el Gobierno democrático electo en 1971, que asumió en 1972, para ser parte en 1973. Ese modelo planteaba que la principal tarea que tenía el Gobierno era reducir el costo de la mano de obra; lo hacía con la vieja idea de que cuando bajaran los salarios iban a venir los inversores, que invertirían mucho, y se generaría empleo, que luego iba a derramar y, al final, todos íbamos a ser felices. Pues la felicidad faltó a esta cita.

En 1972 –como dije hace un ratito– se produjo la mayor rebaja del salario real de la historia moderna del país, equiparable a la de 1982. Un 17,1 % bajó el salario real en 1972, en el período del cual estamos hablando; para decirlo claramente: en el año sobre el cual estamos analizando los cincuenta años. Quiere decir que también hace cincuenta años Uruguay tuvo la mayor rebaja salarial de la historia, como en 1982. Hace cuarenta años y hace cincuenta años tuvimos las dos mayores rebajas salariales.

Claramente, el reajuste que se venía estaba estudiado –hay estudios académicos sobre eso–; no podía ocurrir sin una reestructuración institucional, sin una pérdida de libertades. Hay libros sobre esto; les recomiendo leer La crisis uruguaya y el problema nacional, del profesor Octavio Rodríguez, que al analizar el Uruguay en el largo plazo dice que solo el deterioro de las instituciones, la ilegalización de los sindicatos y la suspensión de los consejos de salarios podía permitir –y eso fue lo que se hizo desde 1968– una redistribución de la riqueza que lograra el objetivo central de ese período, que era transferir plata del trabajo al capital. Ese era el centro de esta etapa de la vida del país.

Después voy a hacer una breve referencia a la propia ley de estado de guerra interna, pero debemos tener en cuenta –y esto está denunciado por los organismos internacionales– que la práctica de la tortura ya existía en 1972, ya era sistemática, ya era permanente, ya era parte del método por el cual se estaba reprimiendo a las organizaciones de la sociedad civil.

En 1972 ya había tres desaparecidos, aunque puede ser que me falte alguno: Ramos Filippini, Abel Ayala e Íbero Gutiérrez –a Íbero lo conocí personalmente, pues milité con él–, y luego Tito Gomensoro –había olvidado mencionarlo–, con quien también milité mucho. O sea que ya había desaparecidos, ya había muertos, ya había asesinados, ya había tortura y eso era sistemático desde mucho antes del 27 de junio de 1973.

En ese contexto se decreta el estado de guerra interna, por el que se pasa a todos los detenidos de la justicia civil a la justicia militar. Yo tuve mi juicio en la justicia militar y no me dejaron hablar. Me dijeron: «Ya está todo decidido. Usted tiene asociación subversiva; de seis a dieciocho años. Muchas gracias. Buenas tardes. Vuelve para el Penal de Punta Carretas». Ese fue todo mi juicio sumario, en agosto o setiembre de 1977; no recuerdo exactamente la fecha. ¡Eso les pasó a todos! Y piensen lo siguiente: la asociación subversiva suponía de seis a dieciocho años; pero también estaba la asistencia a la asociación y la asistencia a los asociados. ¿Saben qué era la asistencia a los asociados? Alguien que una noche le dijo a un amigo «quédate en mi casa» porque lo perseguían; a ese le daban de dieciocho meses de prisión a cuatro años de penitenciaría. ¡Esa era la pena! Yo conviví en el penal –consta en mi expediente– con personas que tuvieron esa pena y habían hecho eso. ¿Qué habían hecho? Una noche le habían dado posada a un compañero para que pudiera escapar de la represión.

Eso fue lo que sucedió con este proceso del Estado. Claro, después vino el Decreto n.º 163, de febrero de 1973 –antes del 27 de junio–, que creó un organismo no previsto en la Constitución: el Consejo de Seguridad Nacional. El Ejecutivo, con el apoyo de las Fuerzas Armadas, pero sin referencia a la Asamblea General, lanza el Decreto n.º 393/973, del 1.º de junio, con la suspensión indefinida de varias garantías constitucionales en virtud del ejercicio de sus facultades de emergencia, invocando el mismo artículo que las medidas prontas de seguridad. Comenzó, entonces, la detención continua de personas por amenaza a la seguridad del Estado, la «detención preventiva» –lo digo entre comillas porque no sabemos muy bien qué era, o sí sabemos–, y se dispuso esta masiva detención a partir del decreto del 1.º de junio de 1973.

Quiero terminar –porque seguramente a muchos compañeros de nuestra bancada les interesa dar su punto de vista– diciendo que nosotros no tenemos nada que conmemorar en los cincuenta años del estado de guerra interna. La verdad, tenemos tristeza por el estado de guerra interna; tenemos tristeza porque fue el camino hacia la dictadura, porque explica parte sustantiva de lo que les pasó a nuestros compañeros: a los presos, a los torturados, a los exiliados y a los desaparecidos. Solo tristeza nos trae estos cincuenta años.

Muchas gracias.

SEÑORA LAZO.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra la señora senadora Lazo.

SEÑORA LAZO.- Señora presidenta: entiendo que hemos sido convocados a reflexionar o a realizar un ejercicio de memoria en el legislativo nacional sobre un momento histórico que tuvo su protagonismo. La identidad nacional –esa complejidad construida en base a un promedio– es compleja porque, en definitiva, está compuesta por diversidad; no podemos pensarla como una cosa homogénea. No obstante, entendemos que la base de dicha identidad, aun con esa diversidad, aun con esa complejidad, debe ser el respeto. La identidad es, en todo caso, una elaboración conjunta, colectiva, formada por un pasado común, principios y valores con los que nos identificamos, y no se puede regir ni por los autoritarismos ni por la anarquía en un sentido de concepción de la libertad por encima de cualquier autoridad. Con esto quiero decir que todos deberíamos contribuir a la construcción de esa identidad nacional colectiva, diversa, desde un espacio realmente constructivo y no como una lucha presentada exclusivamente por uno u otro relato. ¿Qué aporta el establecimiento de un relato sobre los hechos objetivamente presentados? Acaso la visualización de un momento histórico en términos de pueblos antagónicos, sin darse la oportunidad de analizar los precedentes que cooperaron a que se suscitaran esos hechos.

Ese es el tono que pretendo imprimir a esta exposición y por eso me parece sumamente importante recurrir a datos que hacen al contexto que lleva a la propuesta y posterior declaración de estado de guerra interna. Todo hecho histórico está rodeado de un contexto y este está conformado, en todo caso, por una serie de sucesos que no solo refieren al momento y al lugar en el que se desarrollan, pues el mundo se mueve y las consecuencias nos abarcan a todos. Es bueno, entonces, visualizar desde dónde esos hechos afectan las circunstancias que nos tocan directamente.

Los cambios de orden económico venían preparando el terreno para la instalación de un nuevo orden internacional. Quizás el hecho más significativo se asiente en la creación del Fondo Monetario Internacional en 1944, con objetivos muy explícitos, que tenían que ver con apoyar la expansión del comercio internacional a través de la cooperación monetaria, generar la estabilidad de los tipos de cambio a partir de la creación de un sistema multilateral de pagos y cubrir los déficits de la balanza de pagos a través de la concesión de préstamos a corto plazo, condicionados a cumplir metas establecidas desde el organismo a través de las cartas de intención. Allí comenzaba un camino que indefectiblemente condujo a la desindustrialización, a la desocupación, al empobrecimiento. Es a partir de allí que se establece un sistema a partir del cual las naciones fijan el valor de su moneda frente al dólar, respaldado en oro, ese oro que hasta la Primera Guerra Mundial había sido la base de los sistemas monetarios. Podríamos hacer referencia a lo que fue la suspensión impuesta por Nixon en 1971 a la convertibilidad del dólar en oro, que deja su papel al dólar y que se afianza como moneda de reserva en la segunda posguerra.

Pero volviendo a ese momento de cambio en el orden mundial, en estas tierras se hablaba y se trabajaba en un modelo industrial en el que, entre otras cosas, se sentaban las bases del rol del Estado en la prestación de servicios públicos, la legislación laboral y social, sostenidas en aquellas viejas ideas del batllismo que seguían manteniendo su vigencia más allá de los lógicos ajustes de la identidad nacional y de los cambios que se dieron en el mundo. Podríamos decir que ese modelo se desarrolla entre 1943 y 1960, floreciendo el desarrollo industrial y la intervención del Estado en el ámbito económico y social.

En ese momento el mundo estaba en guerra, con una incipiente conflictividad sindical, con cambios liderados por aumentos en el poder adquisitivo de los trabajadores y con el Estado impulsando una política de mejora de salarios que, evidentemente, tenía como objetivo buscar un ambiente social de paz y de tranquilidad. Por aquellos tiempos, según indica el profesor Nahum: «… a mediados de 1950, cambian las condiciones internacionales y las internas fracturándose la base económica que caracterizó el modelo sociopolítico del consenso existente. Al finalizar los períodos bélicos internacionales, acaban los precios favorables; sumado a esto se debe tener presente que la industrialización había atado al país a una mayor dependencia de divisas relativa a la importación de maquinarias e insumos intermedios. En 1953 con la finalización de la Guerra de Corea, desaparecen los buenos precios y junto con ellos el estímulo exterior. A partir de 1954 se desaceleró el crecimiento y luego del máximo de 1957 se desarrolló el período de estancamiento más largo hasta hoy conocido en nuestro país. Con el estancamiento en volumen y posteriormente en precios del sector, se agudizaron los déficits del balance de pagos. No pudo ser de otra manera en un país que no pudo o no supo aprovechar la coyuntura internacional en tanto que el Estado no dirigió un proceso coordinado de industrialización no existiendo un plan de desarrollo de largo plazo al respecto, dejando dicha instrumentación a la suerte o libre albedrío de la empresa privada». Esto lo expresa el profesor Nahum.

No obstante ello, también sucedían cosas. Por ejemplo, el sector ganadero tradicional tuvo una significación fundamental en cuanto a que, por un lado, proveía las divisas necesarias para el financiamiento de las importaciones requeridas por el crecimiento de la industria y la agricultura y, por otro, también abastecía a bajo costo la alimentación de la población urbana –como la carne vacuna– para disminuir el costo de la mano de obra industrial. Toda esta sucesión objetiva de hechos fue consolidando una incidencia de los organismos de crédito internacional –como el Fondo Monetario Internacional– y una política proteccionista de los Estados Unidos y otros países desarrollados que, en base a sus propios intereses, fueron generando una situación de dependencia a partir de las dificultades económicas que atravesaban los países subdesarrollados como el nuestro.

Toda una serie de cambios dirigidos por el nuevo orden mundial fueron generando consecuencias que, a la larga, afectaron a la industria, al mundo de la producción, al mundo del trabajo y al mercado interno, pequeño en cuanto a consumidores, con una población, además, cuyo crecimiento era y es lento, con una cada vez más acotada capacidad de compra. Hacia la década de los sesenta, el estancamiento de los ingresos, el incremento del desempleo, y por tanto el ingreso familiar deteriorado, sumado a las devaluaciones y el proceso inflacionario, agudizaron esa contradicción.

Vuelvo a citar al profesor Nahum: «A medida que avanzaba este proceso se fue debilitando el llamado poder regulador o compensador del Estado. La redistribución del ingreso y la mejora fiscal que conllevaba se anuló por la especulación, los recursos conseguidos por deuda externa son absorbidos por la fuga de capitales. El Estado se encuentra en una situación de bancarrota que concluyó con el abandono de la absorción estatal de la fuerza de trabajo, la baja del salario real de los funcionarios públicos, jubilados y pensionistas y la eliminación de los subsidios».

Es parte de nuestra historia.

En 1959, la primera misión del FMI inaugura la intervención de este organismo en la vida del país. La asignación de recursos en economía a través del mercado es una concepción. La deuda externa, el pago de sus intereses, su amortización, la acentuación de los desequilibrios del balance exterior, todo conduce al estancamiento económico característico de un período que resultó base de la creciente fuga de flujo de capitales. También esto estuvo presente en los antecedentes de la fecha que hoy nos llamamos a recordar o sobre la que hoy reflexionamos.

En el panorama nacional el período se caracteriza por la agudización de la crisis económica, que trae como consecuencia un incremento en las tensiones sociales frente al crecimiento de la inflación, acompañada de la caída de los salarios.

Paralelamente sucedían otras cosas. Se estableció por ley la autonomía universitaria, en 1958, por conformación de la Ley Orgánica de la Universidad de la República; llamamiento al Congreso del Pueblo y realización en 1965; conformación de la Convención Nacional de Trabajadores –por entonces CNT–; fuertes luchas obreras y estudiantiles contra la congelación de salarios, contra subas del boleto, y otras luchas durante 1967 y 1968, hasta 1973. Surgieron los primeros mártires estudiantiles producto de la represión policial en marchas multitudinarias. Tuvo lugar nuestro propio proceso de conformación como Frente Amplio, al cual representamos. El Gobierno de Pacheco Areco convocó a las Fuerzas Armadas para el combate de la lucha antisubversiva a finales de 1972. Y, en 1973, se dio el golpe de Estado con disolución de las cámaras.

En fin, en Uruguay, a partir de la década de los sesenta, se fue agudizando el deterioro económico, con un claro y consecuente incremento de luchas sociales y políticas, que involucran a trabajadores públicos, privados, a la juventud en general. Al mismo tiempo, se fue extendiendo un proceso de sindicalización en todo el territorio. Los trabajadores ya habían hecho un llamado en 1960 a todas las fuerzas populares y a los poderes públicos para enfrentar la política del Fondo Monetario Internacional y las consecuencias que indefectiblemente tenía esa incursión del organismo internacional para la economía de la nación. Fue ese movimiento obrero, entre otros, el que convocó al denominado Congreso del Pueblo, en 1965.

Sobrevinieron décadas de franco deterioro de la calidad de la democracia. No podemos obviar que en nuestro país se gobernó bajo medidas prontas de seguridad, equivalentes al estado de sitio, previsto en la Constitución para situaciones extraordinarias. Y se contó con el apoyo de la Embajada de los Estados Unidos en Montevideo.

Esta es información desclasificada y corrobora que se aplicaron técnicas, por ejemplo, de persuasión colectiva. Así lo denunció el exagente de la CIA Philip Agee, asignado a Uruguay en 1964. Siguiendo los lineamientos de la Operation Mockingbird, cada día se plantaban dos o tres artículos de propaganda –en diarios que no voy a nombrar– para influir en las actitudes y emociones de toda la población, incluidas operaciones psicológicas diferenciadas para grupos opositores considerados enemigos.

Reitero que esta es información desclasificada, que hoy está en conocimiento de todos.

En diciembre de 1967, a una semana de asumir la presidencia, Pacheco Areco clausura el diario Época, fundado por Eduardo Galeano, así como el semanario socialista El Sol.

En 1968 se militarizan los entes estatales y los bancos, se prohíbe toda información sobre paros y huelgas, y luego se extiende esa prohibición a titulares, fotografías, noticias o comentarios relativos a desórdenes.

En julio de 1969, por decreto, se prohíbe a la prensa oral, escrita o televisada el uso de palabras y vocablos, como «movimientos», «comandos», «células», «delincuentes políticos». Todos estos términos estaban acotados en los medios de comunicación. En este mismo país, lamentablemente, otras palabras pasaron a ser de uso común para una porción de la población. Me refiero a términos tales como «plantón», «picana», «submarino», «caballete». Un país donde uno de cada cincuenta uruguayos pasó por las prisiones del régimen. ¿Queremos recordar? ¡Hagámoslo!

En octubre de 1969 se estableció la censura previa. Todos los diarios y emisoras –los que hoy faltaron a la cita– debían someter toda información sobre la situación económica y otros temas a los censores de la policía. Durante 1970 y hasta marzo de 1972 fueron clausurados de manera intermitente los periódicos De Frente, El Popular –órgano del Partido Comunista–, BP Color –del Partido Demócrata Cristiano–, Ya, La Idea, el semanario Marcha y la revista Para Todos.

El 1.º de marzo de 1972 Bordaberry asumió la presidencia y un mes después se suspenden las garantías constitucionales y se declara el estado de guerra interna que, entre otras cosas, establecía la detención preventiva y la incomunicación indefinida del detenido, sin acusación ni proceso, en clara violación del recurso de habeas corpus.

Existe, desde el punto de vista político, una cronología establecida de los hechos. Y cada uno de nosotros puede tomar tantos puntos de partida como defina. Hacerlo de manera honesta y sin rebusques debería ser un denominador común.

Según un trabajo realizado por Magdalena Schelotto, 300.000 uruguayos vivieron el exilio.

Quiero leer, señora presidenta, breves reseñas de diversos textos que aluden, desde otras tiendas políticas, a ese momento histórico. «Desde otras tiendas políticas» con el mayor de los respetos y, quizás, hasta con algún vínculo afectivo ancestral y familiar, lo voy a hacer porque entiendo, como expresé al comienzo de mi exposición, que la identidad nacional está compuesta por diversidad en el respeto.

En el capítulo 6 de Biografía de Wilson. Una comunidad espiritual, escrita por Carlos Luppi, Editorial Sudamericana, Montevideo, edición 2008, se hace referencia a una cronología que en 1972 venía continuando la movilización hacia el llamado «fraude electoral», esas movilizaciones que, además, contenían una serie de actos que involucraban a militantes y a la población en general.

El 15 de abril se da esta declaración de estado de guerra interna, votada por el Partido Colorado y el Partido Nacional.

El 10 de julio se aprueba la Ley de Seguridad del Estado y del Orden Interno. Todos sabemos, y fueron referidos aquí, los hechos y los insucesos que desencadenaron estos acontecimientos. Pero esto también es parte de nuestra historia.

En determinado momento, en el mencionado capítulo 6, Del fraude electoral a la dictadura, el autor escribe: «Era increíble ver a los defensores de la seguridad golpeando a hombres y mujeres indefensos, entre los que había mucha gente de edad.

Pocos días después, una patota de la Juventud Uruguaya de Pie, integrada entre otros por un exconsejero de Estado y conocido dirigente deportivo, disparó varios balazos hacia el balcón desde donde Wilson había hablado, suponiendo que era su casa. Por milagro se salvó la hija de Inés Zorrilla que estaba estudiando. El episodio no fue investigado y nadie resultó detenido».

En otro tramo, denominado Corre la sangre oriental, el autor dice: «El 15 de abril, a pedido del Gobierno, la Asamblea General suspendió las garantías individuales y declaró el “Estado de Guerra Interna”. La sesión insumió más de veinte horas, en las que el nacionalismo habló, únicamente por espacio de veinte minutos, para justificar su voto. “La aprobación de estas medidas significa un evidente y reconocido riesgo que se asumió en aras de otorgar al Gobierno los recursos legales para restaurar el orden destruido por los crímenes a plena luz del día”».

Luego hubo otros sucesos que no nos daría el tiempo para significarlos, pero quiero hacer referencia a otra publicación que nos tomamos, no diría el trabajo sino el placer de leer, porque es parte de nuestra historia, de la que no renegamos. Me refiero a Crónica de una pasión. Wilson. La lucha por la democracia, de Leonardo Pereyra, Ediciones Banda Oriental, Montevideo, 2013, donde se dice que a los pocos días del atentando contra Ciompi una serie de balazos buscaron al propio Ferreira. Esto también es parte de nuestra historia.

Y también es parte de nuestra historia lo que este indudable líder político expresaba en su momento al decir: «Nos equivocamos. Les dimos facultades que no usaron para aquello que pidieron. Quizás en alguna oportunidad hayamos olvidado que, para imponer la libertad, el arma más poderosa que el hombre ha inventado es la libertad».

De esta forma solamente quisimos hacer referencia a la historia que nos involucra a todos y nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Es posible pararse en un lugar condenatorio de los hechos desde el equilibrio o la condena a la violencia, como si esto fuera un ejercicio descolgado de los hechos y de las circunstancias? Probablemente lo sea como mecanismo de subsistencia apática de los hechos, parados en una situación de imparcialidad y neutralidad que, en realidad, no existe en un país en el que el Estado en su conjunto tuvo responsabilidad en lo que desencadenó una dictadura cívico-militar que tuvo idénticas características que otras de nuestra América Latina.

Después, todos los que estamos acá ya sabemos el resultado. El 27 de junio hubo un golpe de Estado, se clausuró el Parlamento, se ilegalizó la Central Nacional de Trabajadores y la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, y se intervino la Universidad de la República; se decretó el cierre total de El Popular, Crónica, Ahora, El Oriental, Compañero, Última Hora, Respuesta y La Idea. En febrero de 1974 fueron detenidos el director de Marcha, Carlos Quijano, y el escritor Juan Carlos Onetti. En mayo se clausuró la revista Víspera, vocera de la Iglesia católica, considerada un nido de marxistas.

Se militarizó el sistema educativo; en la Biblioteca Nacional se suprimieron las obras de Onetti, Mario Benedetti, García Lorca, Nicolás Guillén, Neruda, Antonio Machado, Miguel Hernández, Bertolt Brecht y Freud; se allanaron librerías y se quemaron o convirtieron en pulpa de papel millares de obras. Se prohibió actuar a artistas como Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Aníbal Sampayo, Los Olimareños, Serrat, Concepción China Zorrilla y Atahualpa del Cioppo. También se prohibió la adaptación de textos clásicos como Fuenteovejuna, de Lope de Vega, y Antígona, de Sófocles. En algunos casos, también se prohibieron grabaciones, no todas pero sí algunas, de Carlos Gardel, fallecido en 1935, porque sus letras aludían a la lucha de clases y a la huelga. Los que discrepaban fueron condenados a la cárcel, a la fosa o al exilio. Hoy, ciento noventa y siete compatriotas continúan desaparecidos.

A efectos de ir culminando mi exposición señalo que el 15 de marzo de 2004 el Senado de la república realizaba un homenaje a Wilson Ferreira Aldunate por el aniversario de su fallecimiento. Alguien que claramente no pertenecía a las filas de su partido realizaba una alocución honesta y valiente. Quiero compartir algunos tramos de esa intervención parlamentaria realizada por el entonces senador Eleuterio Fernández Huidobro, que dijo que hablaría un poco de sí mismo «para hacer un homenaje de corazón a Wilson Ferreira Aldunate».

En uno de los tramos, el Ñato decía: «… soy una de las personas […] a la que más autocrítica se le ha pedido en este planeta o, por lo menos, en el Uruguay, desde que salió de la cárcel. Como si las autocríticas se compraran en las farmacias o en los supermercados y se vendieran […] como tarjetitas de Navidad. Me he hecho muchas, pero las más profundas en realidad necesitan tiempo, porque precisan reflexión, información y profundas lecturas. Creo que en este país ‒y estoy convencido de ello‒, por la década de los setenta, más específicamente en 1971 ‒y no tanto en 1972‒, se anudó un nudo gordiano que no supimos desatar por pequeñez intelectual. Es muy fácil, después de un tiempo y a “toro pasado”, como dicen los españoles, decir “si no hubiéramos hecho esto, no hubiera pasado aquello”. Pero la historia es para estudiarla y las autocríticas, aunque sean tardías, son buenas porque son un análisis del pasado para no repetir errores. En aquel nudo gordiano […], en esos años, cometimos el error, blancos, colorados y frenteamplistas, democráticos y progresistas, de no saber unirnos, por mezquinas razones, a veces, para enfrentar el malón que se venía, y lo pagamos muy caro. Pero eso es muy fácil decirlo hoy, pero resultaba muy difícil hace un tiempo, y mucho más en aquel momento».

Con lo siguiente cierro mi intervención. Rescatar la memoria histórica no admite trampas, resulta imprescindible poder hacerlo desde la perspectiva de los años, pero, sobre todo, como decía uno de los fundadores de nuestra fuerza política, con una mirada puesta en la mañana siguiente. En este mundo convulsionado, lleno de guerras, deberíamos aprender que la insubordinación, las medidas prontas de seguridad, las leyes de seguridad o las dictaduras no nos trajeron soluciones nacionales y que, con todas las diferencias que tenemos en este recinto, el diálogo político es un camino insustituible.

Muchas gracias, señora presidenta.

14) SOLICITUDES DE LICENCIA E INTEGRACIÓN DEL CUERPO

SEÑORA PRESIDENTA.- Léase una solicitud de licencia.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Montevideo, 6 de abril de 2022

Señora presidenta de la Cámara de Senadores

Beatriz Argimón

De mi mayor consideración:

A través de la presente solicito al Cuerpo me conceda licencia al amparo del literal C) del artículo 1.° de la Ley n.° 17827, de 14 de setiembre de 2004, por haber sido convocado a participar de la Decimocuarta Sesión Plenaria Ordinaria de Eurolat, que tendrá lugar en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, del 11 al 14 de abril de 2022.

Sin otro particular, saludo a usted muy atentamente.

Alejandro Sánchez. Senador».

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar si se concede la licencia solicitada.

(Se vota).

‒24 en 24. Afirmativa. UNANIMIDAD.

Se comunica que los señores Eneida de León, Yamandú Orsi, Marcos Otheguy y Lucía Etcheverry han presentado nota de desistimiento informando que por esta vez no aceptan la convocatoria a integrar el Cuerpo, por lo que queda convocada la señora Graciela Barrera, quien ya ha prestado la promesa de estilo.

Antes de continuar con el tratamiento del tema que nos ocupa, frente a consultas realizadas, quiero aclarar que acaban de emitirse por parte de nuestro Servicio Médico las recomendaciones en virtud de las últimas medidas adoptadas respecto a la situación sanitaria. Algunas de las recomendaciones están referidas a las licencias de los funcionarios pero, en lo que respecta a los legisladores, aclaramos que el uso del tapaboca no es obligatorio; su uso se recomienda principalmente en lugares cerrados donde hay alta concentración y circulación de personas, y la recomendación es más fuerte para aquellas personas que estén cursando un cuadro respiratorio.

Por lo tanto, vamos a seguir manteniendo la ventilación y la limpieza de los ambientes, el uso de alcohol en gel y el frecuente lavado de manos, pero queda a consideración de los señores legisladores el uso del tapaboca en sala.

15) CINCUENTA AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE ESTADO DE GUERRA INTERNA

SEÑORA PRESIDENTA.- Continúa la discusión del tema en consideración.

SEÑOR BERGARA.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR BERGARA.- Señora presidenta: nadie acá puede arrogarse el derecho ni la posibilidad de dar un relato objetivo. Este tema está plagado de subjetivismo, de sentimientos, de emociones, de pasión. Dicho esto, nosotros vamos a dar una perspectiva que tiene un sesgo ‒cada uno quiere poner de relieve su perspectiva‒, sin pretender que sea la única verdad. Seguramente la verdad se nutra de la participación de todos. Entonces, tratemos de hacerlo de una manera realmente constructiva, porque si hay algo en lo que creo que todos coincidimos es que lo sucedido en aquella época no puede volver a pasar.

El 1.º de marzo de 1972 asume la presidencia Juan María Bordaberry, con apenas el 23 % del voto popular. Por supuesto, fue gracias a la Ley de Lemas, con la acusación de fraude presentada por el Partido Nacional y desestimada por la mayoría colorada de la Corte Electoral.

No merece detenernos en su figura; solo basta decir que encarnó –desde nuestra perspectiva– las peores facetas de los blancos, los colorados, el ruralismo, el catolicismo, etcétera, y que murió procesado por dictador, despreciado por la sociedad y por todo el espectro político democrático.

Era evidente que siendo el sucedáneo de Pacheco Areco –que no logró la reelección– poco podía esperarse de su mandato, más aún en el contexto en que este se estaba dando, caracterizado por la Guerra Fría y los avances de procesos políticos en todo el Cono Sur. Son cosas que no podemos soslayar en el análisis.

Mantuvo, sí, las medidas prontas de seguridad y ya el 13 de marzo envió al Parlamento el proyecto de ley de Seguridad del Estado y del Orden Interno, lo que equivalía a perpetuar el régimen de excepción, incluso con mayores restricciones a las libertades, las garantías y los derechos. Al día siguiente, el 14 de marzo, se realiza el primer paro general del nuevo período, reclamando el cese de las medidas prontas de seguridad, la restitución de los destituidos y un 40 % de aumento salarial en el contexto inflacionario que relataba el señor senador Olesker.

Como verán los señores senadores, mi foco estará en poner de relieve el accionar del movimiento popular, de la central sindical y del Frente Amplio como fuerza política, y no en otros aspectos que compañeros han optado por enfatizar.

Los atentados contra personas y locales del Frente Amplio y del Partido Nacional eran cotidianos; la policía no intervenía y las autoridades dejaban hacer. En ambas cámaras se denunciaban torturas en los cuarteles y comisarías del país; se presentaban pruebas y testimonios, pero el Gobierno no se daba por enterado ni investigaba al llamado escuadrón de la muerte, en pleno funcionamiento y con evidentes vínculos con agentes estatales.

Ya en un discurso del mes de marzo, en la Coordinadora M del Frente Amplio, el general Seregni caracterizaba las bases económicas y políticas del fascismo que se avecinaba, a la vez que reivindicaba el fortalecimiento de las fuerzas sociales que ese proceso engendraba. Se refería al nuevo Gobierno como un cambio de fachada, pero que mantenía su esencia, y llamaba a transformar la lucha económica en lucha política; ciertamente, no en lucha armada. Decía el general: «Porque nos sobra decisión y coraje, decimos que la única respuesta posible del Frente Amplio es la movilización organizada».

Además, alertaba acerca de que los actos de provocación procuraban sacar al Frente Amplio de su eje y crear inconscientemente en la comunidad la identificación entre el Frente Amplio y la violencia.

Decía Seregni: «Si el fascismo es el instrumento de la oligarquía, el Frente Amplio es el instrumento organizado del pueblo. A luchar por la libertad, que detrás de la noche hay una luz puntual que nos espera».

En ese clima se llega al mes de abril, del que hoy podemos decir fue el más negro de este medio siglo, solo comparable con mayo de 1976, con los asesinatos de Michelini, Gutiérrez Ruiz, Liberoff, Barredo y Whitelaw, en Buenos Aires, y con la represión en sus entierros aquí, en el país.

La comisión de juristas creada para analizar el proyecto de ley de seguridad del Estado afirmaba que había normas que no podían ser aplicadas por su carácter inconstitucional. La integraban Justino Jiménez de Aréchaga, Adela Reta, Bayardo Bengoa y Ofelia Grezzi. El 11 de abril se logra un acuerdo del Partido Colorado con tres senadores blancos –de la alianza Herrera-Heber– para aprobar la venia de Pacheco como embajador, a cambio de directores de entes y seis jefaturas de la Policía.

El 13 de abril se produjo el segundo paro general de la CNT, con alto acatamiento; se fugan del Penal de Punta Carretas integrantes del MLN y los tupamaros hacen llegar a varios legisladores las actas del fotógrafo policial Nelson Bardesio, integrante del escuadrón de la muerte, que tenían secuestrado. Dirá Wilson al respecto: «El azar quiso que fuera el primero en recibir las actas de los tupamaros […] Pero algunas cosas que ese hombre escribe de su puño y letra están respirando verdad».

Así se llega al 14 de abril, día imborrable de nuestra historia –lamentablemente–, en el que el MLN asesina a tres personas acusadas. Nosotros somos claros al hablar de asesinatos en todos los casos, porque eso es parte de un intento de cierta objetividad. No se puede decir que de un lado se asesinó y del otro lado se encontró la muerte. ¿Qué es eso de que se encontró la muerte? ¿Justo pasábamos por ahí y tuvimos la mala suerte de encontrarla? ¡No! Hablemos claro. Fueron asesinadas tres personas acusadas de ser miembros del escuadrón de la muerte: Acosta y Lara, Motto y Delega, y al chofer de este último, Juan Carlos Leites. La respuesta no se hace esperar y ocho miembros del MLN son abatidos por las Fuerzas Conjuntas, quedando detenidos: Fernández Huidobro, Almirati y Cámpora.

El 15 de abril se aprueba el estado de guerra interna por treinta días –que duraría una década–, con el voto contrario únicamente del Frente Amplio. Entre otras medidas se habilitó el pasaje a la justicia militar de los delitos vinculados a la llamada «subversión» –léase opositores al régimen–, como Jorge Batlle, Wilson Ferreira y Líber Seregni –todos procesados–, por mencionar a algunos de los más representativos de los tres partidos mayoritarios del país. Ese mismo día comenzó la escalada de provocaciones. Las Fuerzas Conjuntas irrumpen en el local del Partido Comunista de la calle Sierra, y la situación no pasa a mayores porque allí se estaba llevando a cabo un activo de unos quinientos jóvenes comunistas, además de una rápida acción de legisladores frenteamplistas y blancos.

El 16 de abril se produce una ola de atentados nocturnos contra personalidades como Quijano y Martínez Moreno. Todo presagiaba una escalada terrorista en la que, como siempre, la primera víctima es la verdad y los violentos aprovechan para barrer con todo a su paso.

El 17 de abril se llega a la cúspide de la provocación: asesinan por fusilamiento a ocho obreros comunistas que estaban en su local de la Seccional 20 del PCU. Siete mueren allí desangrados, en la vereda, sin recibir asistencia, y el octavo muere el día 28 de abril. Hablamos de Elman Fernández, José Abreu, Luis Mendiola, Raúl Gancio, Ruben López, Ricardo González, Justo Sena, Héctor Cervelli. También el capitán Wilfredo Busconi resulta herido en la cabeza y fallece en 1974. La autopsia histórica, realizada por los doctores Hugo Rodríguez y Fernando Verdú, determinó que la herida fue provocada por una bala del propio ejército, cosa no aceptada por la institución.

Diría Wilson al respecto: «No creo que la historia del país registre tragedia mayor. No creo que episodio alguno comprometa cosas tan importantes y que además siembre semilla tan pródiga en horizontes cerrados».

El propio arzobispo de Montevideo, monseñor Parteli, acudiría al velatorio en la sede del PCU, en un gesto que sin duda hizo historia. ¡Honor y gloria a los mártires de la Seccional 20!

La CNT y la FEUU respondieron con un paro general para acompañar a los obreros acribillados.

El 29 de abril el Frente Amplio realiza un acto junto al Monumento al Gaucho, donde el general Seregni, en su discurso, plantea: «Inevitablemente la guerra implica, en cualquier sociedad, una regresión de la vida civil»; «La guerra impulsa la lógica militar pura, al mando, a la obediencia»; y «la lógica bélica lleva necesariamente a la limitación y –finalmente– al cabo de su camino, a la destrucción de esos derechos civiles y al imperio del miedo y la inseguridad». «El miedo lleva a multiplicar el miedo; la guerra lleva a multiplicar la guerra».

Alertaba Seregni que el país y el pueblo estaban en peligro; planteaba que el carácter interno de la guerra contenía en sí mismo los signos de su esterilidad y que la experiencia nacional en materia de guerras civiles, incluyendo la Guerra Grande –en tiempos de Rivera y Oribe– y el conflicto entre el Gobierno de Berro y el general Flores, era aleccionadora. Se abría el campo para intervenciones extranjeras, más abiertas o más solapadas, algunas desclasificadas muchos años después –como decía la senadora Lazo– y se fomentaba la disgregación y el debilitamiento de la sociedad.

Más adelante, en ese discurso, Seregni proponía al MLN y a las Fuerzas Armadas una tregua para entablar una negociación que pusiera fin al enfrentamiento armado. El Frente Amplio adopta allí su histórica consigna: «Paz para los cambios y cambios para la paz». Era el único camino para evitar lo peor, como efectivamente sucedió. El Frente Amplio se afirmaba como una fuerza pacificadora.

En mayo se seguiría enlutando el país: el 18 son asesinados, por un comando tupamaro, cuatro soldados que custodiaban la casa del comandante Gravina, y el 25 muere por torturas Luis Batalla, militante del PDC, en el cuartel de Treinta y Tres.

Bordaberry insiste ante Wilson para que participe en el Gobierno a cambio de cargos en los ministerios y en los entes. El Partido Nacional, en base a la mayoría de Por la Patria, del Movimiento Nacional de Rocha, responde con una plataforma mínima para eventualmente acordar: primero, pacificación nacional sustituyendo el estado de guerra interna por otros medios legales menos discrecionales; segundo, desmantelamiento de los grupos paramilitares; tercero, reforma agraria; cuarto, nacionalización de la banca; quinto, ley orgánica de la enseñanza media; sexto, más recursos para las intendencias.

Como era dable esperar, con semejantes medidas no podía coincidir el reaccionario de Bordaberry; no hubo acuerdo y, sin embargo, el 1.° y 2 de junio renuncia colectivamente el gabinete para facilitar nuevas designaciones en base a los acuerdos logrados entre el Gobierno y los sectores minoritarios del Partido Nacional, liderados por Echegoyen, Beltrán y Alberto Heber. El Gobierno lo llamó «acuerdo nacional»; Wilson lo llamó «pacto chico», y consultado por la prensa sobre el acuerdo diría: «Yo sé que hay blancos baratos que se quieren vender». Por su parte, Seregni lo llamó «acuerdo pequeño» y lo criticó, pues solo servía para hacer la guerra. Así de tensa estaba la situación en la vida política nacional.

El 22 de junio se da el hallazgo del cuerpo de Pascasio Báez, peón asesinado por el MLN por haber descubierto una tatusera en la estancia Espartacus, sin duda, una atrocidad que ninguna guerra, ni ideal, puede amparar.

El 10 de julio se aprueba la Ley de Seguridad del Estado y del Orden Interno, sin los votos del Frente Amplio; se institucionaliza la concepción de la seguridad nacional, base ideológica de la dictadura en ciernes.

Wilson afirmaba en esa cámara: «Reitero que esto que importa una concesión y un sacrificio es un precio que debemos pagar por la eliminación del sistema que a través del estado de guerra interna conduce al reinado de la arbitrariedad y la desaparición de todo posible contralor de la actuación estatal».

Más adelante, con la claridad que lo caracterizaba, afirmó en una convención partidaria lo siguiente: «Nos equivocamos, les dimos facultades que no se usaron para aquello que pidieron. Quizás en alguna oportunidad hayamos olvidado que, para imponer la libertad, el arma más poderosa que el hombre ha inventado es la propia libertad».

El 19 de julio hay un paro general de la CNT contra el avasallamiento de la vida, las libertades y el deterioro brutal de la calidad de vida del pueblo.

En agosto surgen voces claras advirtiendo de la escalada cívico-militar contra la democracia: Quijano en Marcha con su señero editorial «Tiempos difíciles», y Wilson que en la cámara decía: «Ha llegado el momento de hablar claro: esto integra muy claramente una campaña dirigida al desprestigio de la institución parlamentaria».

En el ínterin, con la colaboración de Amodio Pérez, habían sido detenidos y procesados varios militares constitucionalistas, como Aguerre, Montañez, Gerónimo Cardozo y unos quince oficiales más. Se iba desbrozando el camino interno para el golpe.

En pocos meses las Fuerzas Conjuntas logran desarticular el aparato del MLN y detienen a sus principales dirigentes. En comunicados oficiales declararon y celebraron la derrota del enemigo.

El senador colorado Amílcar Vasconcellos, el 19 de octubre, leyó en la cámara un documento militar donde los mandos expresaban que el control de la situación táctica se había logrado, y que los mandos militares habían decidido gravitar directamente en la vida del país. ¡Vaya declaración!

De los diálogos y datos aportados por el MLN surgían varios ilícitos económicos que los militares decidieron utilizar, luego de desmantelada la guerrilla, para continuar su protagonismo político. Empezaron por Jorge Batlle, que fue acusado por la famosa «infidencia». Como no hubo ninguna prueba para juzgarlo, fue procesado por ataque a la fuerza moral de las Fuerzas Armadas; es un «ya que estamos», un «como no pudimos ir por acá, vamos por…», un invento. No hace mucho tiempo quedó claro que el infidente involuntario fue el expresidente Pacheco Areco.

También terminaron presos los hermanos Peirano, siempre envueltos en negociados, pero salieron rápido, no eran enemigos de la patria. Naturalmente, aquello llevó a la renuncia del entonces ministro de Educación y Cultura, Julio María Sanguinetti, y de otros dos ministros de la Lista 15 que hasta ese momento se sentían relativamente cómodos. Bordaberry estaba cada vez más aislado.

Para terminar, es imprescindible entender qué había detrás de este enfrentamiento brutal, salvaje, que ensangrentó al país. De un lado estaba la Guerra Fría, cuando fuimos peones de grandes potencias y cumplimos mandatos directos de esas potencias, como ocurrió en toda América Latina, y los documentos de Estados Unidos lo prueban, con enorme injerencia de la CIA, del Pentágono, del FBI y de todas las agencias habidas y por haber, que nos vendieron la doctrina de la seguridad nacional ante el avance comunista internacional y penetraron nuestras Fuerzas Armadas y policiales, y les enseñaron a combatir a sus pueblos, a torturar y a desaparecer opositores coordinando en todo el continente, como el Plan Cóndor mostró posteriormente. Pero también fuimos influenciados por un modelo económico y social por el cual algunas minorías nacionales muy poderosas de civiles se beneficiaron groseramente junto a las jerarquías militares usurpadoras del poder.

Un pantallazo final muestra cuál fue el modelo impuesto, a sangre y fuego. En la página 233 de Historia contemporánea del Uruguay, de Caetano y Rilla, se señala que, en el plano de su política económica y social, el Gobierno se embarcó en un duro ajuste destinado a recuperar los equilibrios macroeconómicos perdidos en el pasado año electoral. Las consecuencias inmediatas resultaron por demás impactantes. Mientras la inflación volvía a dispararse, solo en 1972 el salario real caía un 17 %, las pasividades se reducían en un 22 %, el endeudamiento externo se incrementaba en un 15 % y el producto caía un 3,3 %. A través de este ajuste inflacionario se apuntaba, sin duda, a crear las condiciones necesarias para un nuevo y más radical impulso liberalizador de la economía, cuyo programa quedaría diseñado en el llamado Plan Nacional de Desarrollo 1973-1977, que sería más cómodamente implementado durante el período dictatorial. Así se empedró el camino democrático a la «dictadura» –entre comillas–, al decir del profesor Álvaro Rico.

El 9 de febrero de 1973 Bordaberry pacta con los militares –y en ese momento muchos cometimos errores– y el 27 de junio se clausura este Parlamento nacional dando inicio concreto a la dictadura hasta 1985. Seguramente, todos los actores cometieron errores, pero no todos cometieron horrores. Aquí hubo víctimas y victimarios y de eso no debemos olvidarnos.

Muchas gracias, señora presidenta.

SEÑOR PENADÉS.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR PENADÉS.- Muchas gracias, señora presidenta.

Debo confesar que entro a este debate con mucho escepticismo y con una pérdida de esperanza absoluta, que es la de que en alguna oportunidad todos los actores, los partidos políticos y quienes tuvieron directa o indirecta responsabilidad sobre los lamentables acontecimientos sucedidos en nuestro país durante las décadas de los sesenta, de los setenta y parte de los ochenta podamos –en un acto de honestidad intelectual– asumir humildemente la cuota parte que nos corresponde. La falta de honestidad intelectual y de una interpretación objetiva, el intento de justificar acciones políticas –muchas de ellas equivocadas– por parte de todos nosotros, vistas en el curso del tiempo como erróneas y que intentaron instalar en el Uruguay modelos que el país no elegía ni había elegido democráticamente, deberían ser parte de la asunción de las responsabilidades que a todos nos cabe. No deberíamos siempre estar indirectamente buscando la justificación porque, en el fondo, se trata de justificarnos, lo que hace absolutamente inaceptables las interpretaciones que, supuestamente, tienen contenido histórico objetivo. Ni la propia historia es objetiva y mucho menos quienes la estudian; entonces, desde ahí, quizás volvamos a perder una oportunidad.

Debo reconocer que algún senador ha hecho cierto intento –muy tímido, muy pálido– de asumir la responsabilidad que tuvimos todos los partidos políticos en aquellos momentos. Esto no se trata de la teoría de los dos demonios ni tampoco de que acá el contexto haya sido solamente uno u otro, porque eso lo desmonta la realidad. Quien interpreta –y se interpreta– desde la soberbia creyendo que representaba a las mayorías populares sabe que ese relato cae por su propio peso en atención a los resultados electorales. En 1958 y 1962 gana el Partido Nacional y en 1966 y 1971 el Partido Colorado. Ahí empieza a haber, entonces, una interpretación bastante soberbia de lo que el pueblo engañado creía entender y sentir. En ese momento también empieza la ofensa. A mi partido político, a lo largo de la historia, le ha tocado más perder que ganar, pero no por eso se puso en el pedestal diciendo que el pueblo se equivoca. La única forma legal y legítima en una democracia liberal, republicana, representativa y de expresión para el cambio político, por suerte, es la de las elecciones. Y hay personas y partidos políticos que no terminan de reconocer ciertas cosas y están en todo su derecho; eso no los convierte en malos, sino que tienen una interpretación equivocada de lo que a la postre terminó sucediendo.

Pensemos por un momento que el modelo prevalente, triunfador, luego de la Segunda Guerra Mundial no hubiese sido el del capitalismo liberal, sino el del marxismo. ¿Qué hubiera sucedido en todo el mundo y en estas tierras? Pongámonos a pensar por un minuto con la perspectiva histórica del hoy, que es facilísima porque interpretar la historia desde el hoy es una papa. Ahora, ¿qué habría pasado si hubiera triunfado la Revolución cubana y sus intentos de exportarla? Porque hubo un intento de exportarla a toda Latinoamérica. ¿Hubo o no hubo? ¡Lo hubo!; nadie lo reconoce. Y hubo un intento de tratar de eliminar el sistema democrático republicano de gobierno por otro que no representaba los principios fundamentales que la humanidad se había fijado luego de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Revolución francesa y de la revolución anglosajona. ¡Y eso es así! ¿Eso convierte a esas personas y a esos partidos políticos en satanás? ¡No! Pero asumamos cada uno la cuota parte de responsabilidad que nos toca también en la historia. ¡Por supuesto que había crisis económica, social e insatisfacción! En realidad no es «por supuesto», sino que calculo que lo había por los datos que se dicen. ¿Eso justificaba todo lo demás? Cuando digo «todo lo demás» me refiero a la interpretación de algunos soberbios que creían ser poseedores de la iluminación y pretendían imponer sus ideas a las mayorías por mecanismos no democráticos y también a los otros que para tratar de justificar y frenar que eso sucediera, cometieron las tropelías y las barbaridades que se desarrollaron en este país y en toda Latinoamérica. Si hay algo que me da mucha tranquilidad es que en la mañana de hoy en el Senado quien ha sido permanentemente nombrado como ejemplo de la defensa en la lucha de la democracia y de las instituciones es Wilson Ferreira Aldunate. La verdad que debo agradecer que se reconozca el rol que tuvo el líder del Partido Nacional, de la mayoría del Partido Nacional, porque sabemos que va a venir la acusación de la participación del doctor Echegoyen, etcétera, y está bien. En esa banca que en este momento está vacía, el 27 de junio de 1973 quedó plenamente justificada para la historia y la inmortalidad la posición del Partido Nacional con relación a la dictadura. ¿Que cometimos errores? ¡No me cabe la menor duda; se han leído acá! Ahora bien, en la interpretación histórica también se ha mencionado la figura del general Seregni y yo podría traer acá, con un gesto de bastante mal gusto, afirmaciones que hizo al final de su vida sobre movimientos que hoy participan y son mayoría de la fuerza política principal opositora de nuestro país. Y no lo hago, justamente, por un mínimo de cortesía parlamentaria y por respeto a la figura del general Seregni.

Entonces, creo que debemos terminar de asumir que aquello sucedió. ¿Hubo un responsable? No; la responsabilidad es multicausal y multipersonal. Ahora bien, vamos a decir las cosas como son. Es verdad que se cometieron las barbaridades que se cometieron, pero también hubo otros muertos, y no se nombra ni a uno.

SEÑOR BERGARA.- ¡Eso es falso!

SEÑOR PENADÉS.- ¡¿Cómo que es falso?! La que trabajaba en el bowling

SEÑORA PRESIDENTA.- Pido que no dialoguen. ¡Silencio por favor!

SEÑOR PENADÉS.- … cuando explotó la bomba en el bowling y cuando mataron a Burgueño en Pando. ¿Cómo se puede sostener en el Senado por parte de algún senador excesivamente atemperado por su intervención que eso es falso? ¡Es verdad! ¡Es verdad!

SEÑOR BERGARA.- Se nombraron.

SEÑOR PENADÉS.- Y bueno, si se nombraron, me alegra. ¡Pero es verdad! Digamos toda la verdad y todos asumamos la cuota parte de responsabilidad que tuvimos. ¿Hubo o no partidos políticos que quisieron imponer un modelo que no era el mayoritario y que no recibió el respaldo popular en el momento de imponerlo? ¿Se eligió la lucha de las armas y la complicidad de otros partidos políticos que tradicionalmente –porque si se revisa la historia eso ha sucedido en el mundo– utilizaban aquella estrategia de «animémonos y vayan» y mandaban a otros para después quedarse ellos con el poder? Eso es así. Y de la misma manera, el Gobierno de Estados Unidos por supuesto que tuvo una posición incalificable, porque pretendió trasladar a cualquier costo la preservación de su seguridad interna sobre el resto de América, incitando a los Gobiernos a cometer las peores tropelías en violación de los derechos humanos que recuerde la historia cercana de la humanidad. No tengo problema de decir esto porque nosotros, por suerte, no estamos casados con nadie; otros sí. Porque acá se habló de la intervención de la CIA, ¡¿y la intervención de la KGB?! Yo les puedo recomendar también algún libro de la desclasificación de documentos de la inteligencia checa, porque se participó directamente también, con agentes en Uruguay, con connotados dirigentes políticos financiados por la Unión Soviética y por sus Estados satélites.

Entonces, señores senadores, digamos toda la verdad y asumamos que, en realidad, no hemos tenido la madurez de poder reconocer que por suerte hoy todos los partidos políticos del Uruguay renunciamos a lo que en aquella época algunos pudieron sustentar y defender, y aceptamos –por lo menos, aceptamos, aunque creo que algunos estamos convencidos– que no hay mejor modelo que el sistema democrático representativo de gobierno, a través de un modelo republicano. Calculo que otros también están convencidos y que algunos, no sé, también creen que es una herramienta para conquistar el poder. Eso no nos convierte en buenos y malos.

Que hubo costos sociales incalificables, ¡por supuesto! Se cometieron barbaridades en lo que refiere a la violación de los derechos humanos y nadie las defiende, pero nosotros, actores políticos, debemos asumir y hacernos cargo de las cosas.

Hoy se ha defendido mucho a Wilson y se ha hablado mucho de él, pero cuando llegó el momento de pactar con los militares para que Wilson Ferreira Aldunate no fuera candidato a presidente, ni presidente de la república, no tuvieron ningún problema en sentarse y pactarlo en el Pacto del Club Naval. ¡Hagámonos cargo todos de la verdadera historia! ¿Y qué es esto? Visto en perspectiva, tenemos que reconocer que fue la salida que el Uruguay encontró en aquel entonces, aunque no haya sido la que acompañamos nosotros. Entonces, de esta manera, digamos toda la verdad, ¡toda!, y cada uno hagámonos cargo –aunque mal nos pese– de nuestro pasado y de nuestras responsabilidades. Ahí podremos empezar a construir, algo que entiendo que va a ser muy difícil porque no hay intención en ese sentido.

Fíjense que uno de los señores senadores hablaba de lo que establece la Ley n.º 18596 en su artículo 2: reconocer el 1968 como el año en el que empezó el terrorismo de Estado. Ahora, yo no pongo en tela de juicio la legitimidad de esa ley, no lo hago bajo ningún concepto, y reconozco que está plenamente vigente hoy. Pero con otras mayorías mañana podríamos derogar ese artículo y establecer que la realidad histórica establece que fue a partir del quiebre institucional de 1973, y otros podrán decir que no, que fue a partir de la revolución de la Triple Alianza. Entonces, no vengamos con argumentos que fueron consagrados a través de una forma en la que legítima, democrática e incuestionablemente una mayoría republicana interpretó una verdad histórica que, entendía, era la que se tenía que imponer en una ley, así como otros hicimos lo mismo cuando votamos la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado.

La cosa está en que creo que no existe una verdad. Cada vez que estos acontecimientos se traen a la vida del Parlamento, considero que cada uno de nosotros no ha logrado decir que desde su perspectiva –algún señor senador preopinante lo ha dicho– pasó tal cosa. Pero como se habla de honestidad intelectual y luego se dice la frase «desde nuestra perspectiva», la honestidad intelectual pasa a estar asociada con su perspectiva, no con la perspectiva. Y si cada uno de nosotros da su perspectiva y, además, es deshonesto con la perspectiva que da cada uno, la verdad que es un argumento difícil de sostener.

Lo que sí debemos reconocer todos es que el Uruguay vivió un sinfín de circunstancias de todo tipo: sociales, económicas, totalitarias, atentatorias contra el sistema democrático de derecho –al que, por suerte, hoy todos adherimos–, posiciones militaristas, intervenciones de potencias extranjeras, un mundo bipolar. Por supuesto que todo esto tiene que estar en el análisis, pero no se puede hacer un análisis de todo ese bolillero sacando las bolillas que a mí me convienen y dejando dentro del bolillero las que me vienen bien para decir que tal cosa no existió.

Tenemos nuestras responsabilidades, asumámoslas. Hace cincuenta años el Parlamento –un Parlamento democrático, incuestionablemente democrático, con mayorías democráticas– decidió establecer el estado de guerra interna. ¿Por casualidad? No. Por supuesto que si hoy lo miro en perspectiva digo que fue un error –coincido con lo que decía Wilson Ferreira Aldunate–, pero había que estar en aquellos momentos.

Yo tengo cincuenta y seis años y cuando se dio el golpe de Estado tenía siete y la verdad es que me acuerdo de muy pocas cosas: cuando le volaron la casa a un tío abuelo mío, cuando a mis hermanos y a mí nos secuestró un comando para robar las armas de la casa de una amiga de mi madre ya que estábamos todos ahí, y cuando a mi hermano, que tenía tres años, le pusieron un revólver en la cabeza. ¡Claro! Vi todo desde la perspectiva de mi familia, que era del Partido Nacional. Mi abuelo era senador y, obviamente, teníamos policías en la casa y a mí, que iba a la Escuela n.º 175, algunas maestras me insultaban –otras no– porque era nieto de un senador del Partido Nacional. ¡Y después vinieron los militares y proscribieron a mi abuelo y así sucesivamente!

Por supuesto que fue avanzando una realidad que nos fue ganando a todos, que la violencia fue formando una espiral que es incuestionable y que se empezaron a violentar principios democráticos que un Estado de derecho debe tener, uno de ellos la libertad de prensa, ni que hablar. Ahora, de la misma manera en que no hay una teoría de los dos demonios, tampoco hay víctimas y victimarios, por lo menos desde lo político. Desde las personas, ¡por supuesto que sí! Muchos pagaron con su vida sus posiciones y lo lamentamos muchísimo; muchos inocentes de todos lados murieron bajo este enfrentamiento. Es así y es horrible que eso haya sucedido en Uruguay, pero reitero lo que decía al inicio de mi intervención. Con muy poca esperanza, señora presidenta, de que esto cambie, hoy simplemente aprovecho la oportunidad de poder decir mi verdad y desde mi punto de vista, que seguramente será acompañada por algunos y negada por otros. ¡Por suerte vivimos en una sociedad democrática en la que eso sucede! ¿Saben cuál es la diferencia? Que nosotros siempre hemos defendido –y hablo del Partido Nacional– modelos democráticos y partidos democráticos y siempre, en la historia, hemos condenado todo tipo de totalitarismos, vengan de donde vengan. Eso nos da la comodidad de poder reconocer esto como otros no lo pueden hacer. Digo esto porque después de 1989, cuando cayó el muro de Berlín, la verdad es que algunos deberían haber tenido una autocrítica un poco mayor del modelo que defendieron y de lo que entendían era aquel hombre nuevo y aquella sociedad ideal que iba, supuestamente, a hacer que todos los hombres y mujeres del mundo fueran felices. Eso fue un rotundo fracaso –¡rotundo fracaso!– que se sustentó en una cosa: no en la penuria económica –que la había, también–, sino en la falta de libertad, en la más absoluta ausencia de libertad –principio, eje y fin del ser humano–, que hizo que aquellos modelos y verdades utópicas, aquella utopía que se pretendía alcanzar, fracasara rotundamente –¡rotundamente!– en el mundo. Por supuesto que una de las debilidades que tiene la democracia es, justamente, ser imperfecta; por supuesto que es pasible de mejorarse, pero siempre sobre cánones de vigencia de un Estado de derecho que es el que tradicionalmente, desde el Partido Nacional, se ha defendido en la mayor parte de nuestra historia.

Después, por supuesto, están las circunstancias políticas –que tienen un ingrediente que también poco se reconoce en estos debates–, que hacen que se asuman posiciones que después, con la perspectiva del tiempo, pueden ser catalogadas como acertadas o erradas. Lo incuestionable es que en este país, en el siglo XX, la inmensa mayoría de los Gobiernos fueron democráticos y elegidos por una mayoría de ciudadanos en una democracia que era y es considerada ejemplar, en una sociedad que fue desarrollista en un momento y después ingresó en una crisis profunda, producto de las realidades de las que aquí se hacía una interpretación equivocada desde el punto de vista materialista, pero también respetable. Como decía, esa sociedad ingresa en un período de crisis; ahora bien, cuando se pretendió creer que se iba a poseer la llama de la iluminación para que las inmensas masas concurrieran a esa verdad revelada, se fracasó porque las inmensas masas, cuando eran convocadas a votar, lo hacían y establecían cuál era el gobierno democrático que el país debía tener.

Así que entonces, señora presidenta, desde este punto de vista y de esta interpretación, lamento que haya sucedido aquello de haber tenido que declarar el estado de guerra interna. ¡Por supuesto que lo lamento! Ahora, lo que no tengo es la capacidad de juzgar lo que se hizo en aquel momento, en aquel contexto, con aquella realidad y con aquellos actores; eso lo dejo al subjetivismo de cada uno. Y mi aporte a, por lo menos, no tentar tanto un subjetivismo que he tenido desde el principio de mi intervención, obviamente, es la contribución que hago con relación a esta interpretación.

Muchas gracias.

SEÑOR DOMENECH.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR DOMENECH.- A veces los periodistas le preguntan a su ocasional entrevistado si tiene algo de qué arrepentirse y, con cierta sorpresa, veo que muchas veces contestan que no. A veces el orgullo nos impide arrepentirnos de los errores que naturalmente cometemos todos los hombres. En lo personal, si me hicieran esa pregunta, seguramente tendría que arrepentirme de muchas cosas, pero debo decir con perplejidad, y no sin cierta dosis de dolor, que observo que hay discursos referidos al pasado reciente del Uruguay que a nosotros nos da la impresión –lo digo con absoluta sinceridad e igual dosis de modestia– de que hay quienes no aprendieron nada o aprendieron muy poco.

Tuve el privilegio, que da la edad, de asistir en 1958 al triunfo del Partido Nacional –mi padre había sido elegido por primera vez diputado–, y recuerdo que las conversaciones que había entre los políticos del Partido Nacional en aquel momento versaban sobre el enorme temor de que el Partido Colorado, que de alguna forma tenía el dominio de las Fuerzas Armadas, no entregara el poder. Sin embargo, cuando llegó el momento de hacerlo, el Partido Colorado lo entregó y le sucedieron dos Gobiernos del Partido Nacional.

También tuve el privilegio, siendo muy jovencito, de vivir las décadas de los sesenta y de los setenta. Era un país que sí tenía dificultades económicas, quizás parecidas a las que hemos tenido tantas veces a lo largo de la historia, porque no puede negarse que vivimos en un país subdesarrollado, con una economía dependiente, diría, sometidos a lo que se ha dado en llamar los imperialismos del momento. En aquella circunstancia había dos imperios importantes: el soviético y el norteamericano. Yo siempre cultivé el pensamiento de Luis Alberto de Herrera –lamentablemente, no lo conocí personalmente, pero sí a través de mis mayores y los amigos de mis mayores– y me quedó muy grabado aquello de «ni rusos ni yanquis, en definitiva, ni en las filas rojas del comunismo, ni una estrella más en la bandera de ningún imperialismo». Como en aquel momento sentía rechazo por el imperialismo norteamericano y por el soviético, hoy puedo decir con la misma sinceridad que siento rechazo por el imperialismo de la plutocracia globalista. Lo cierto es que vivíamos en un Uruguay democrático donde los gobiernos se alternaban, donde el Partido Colorado, luego de noventa y tres años de ejercer el poder, lo había entregado pacíficamente al Partido Nacional. Y bueno, el Partido Nacional en 1967 le tiene que dar paso al Partido Colorado y a mí me asombra que por ley se pretenda establecer un período de terrorismo de Estado, de dictadura, cuando realmente la ley debe haber sido aprobada con todos sus requisitos y promulgada por el Poder Ejecutivo, pero carece en absoluto de legitimidad histórica. Gran parte de mi formación fue en la República Argentina porque mi madre era argentina, y allí siempre existió la historia mitrista que ha derribado ladrillo por ladrillo el revisionismo histórico.

Acá en el Uruguay se ha divulgado una historia oficial que pretende que todas las desventuras –que las hubo; no las niego y las repudio– ocurrieron a partir de 1968. Me llama la atención que el Partido Colorado no haya promovido la derogación de una ley que es injusta con esa colectividad, a la que yo nunca adherí ni voté. Sin embargo, esa ley solo puede justificarse por el deseo de indemnizar o aprobar pensiones a quienes hubieran sido perjudicados por los hechos ocurridos a partir del golpe de Estado. No puede negarse que antes del golpe de Estado hubo grupos que aplicaron políticas terroristas que se tradujeron en asaltos, en homicidios, en privaciones ilegítimas de la libertad. No podemos olvidar los nombres de Geoffrey Jackson, Claude Fly, Días Gomide, Pereira Reverbel, Pellegrini Giampietro y Sergio Molaguero, todos ellos recluidos, sin haber sido condenados por el Poder Judicial, porque algunos señores se atribuyeron la calidad de jueces de su conducta o de la de sus familiares, de sus ideas políticas o vaya a saber de qué, y en algunos casos vivieron enterrados en condiciones absolutamente infrahumanas. Creo que los uruguayos tendríamos que recordar a estas personas que fueron objeto de un verdadero atropello por parte de grupos políticos que hasta el día de hoy no han hecho un mea culpa de semejantes dislates.

Es cierto que también estos grupos son responsables de numerosos homicidios: Pascasio Báez, tan mencionado; Hilaria Quirino, que acaba de nombrar el señor senador Penadés; Jaime Orosa García; Rafael Guidet; el doctor Morató Manaro; el señor Burgueño. Ninguno de ellos era represor ni integrante de los cuerpos policiales o militares, sino simples ciudadanos a los que vaya a saber por qué, en esa locura de violencia, se les ocasionó la muerte.

Tuve la oportunidad de presenciar las desgremializaciones de estudiantes que en aquel momento simplemente manifestaban, en liceos públicos de nuestro país, sus discrepancias con las políticas de los gremios estudiantiles. Me acuerdo de Víctor Hugo Picabea, encerrado en el Liceo Zorrilla y sometido a una especie de tribunal popular. Recuerdo que cuando ingresé a la Facultad de Derecho todavía había carteles que decían «Desgremializar a Mario Soca»; yo no lo conocía. Recuerdo cómo se expulsó a Wilson Craviotto de la Facultad de Derecho; yo estaba entrando a la facultad y bajaba una horda persiguiéndolo, golpeándolo y terminaron incendiándole su Fiat 600. Esos hechos sucedieron en el Uruguay. ¡Vaya si se justificó la declaración de un estado de guerra interna por nuestro Parlamento democrático!

Quiero decir, además, que hay grupos políticos que tampoco pueden olvidarse. Hace poco tiempo el señor Valenti –encargado de la campaña del sí– reconoció públicamente que el Partido Comunista tenía más armas que el Movimiento de Liberación Nacional, pero que producido el golpe de Estado se abstuvo de utilizarlas. No sabemos dónde están esas armas ni por qué las tenía el Partido Comunista, porque no se justifica que ningún partido político en el Uruguay tenga un arsenal.

Diría, como lo ha expresado algún otro senador, que en el Uruguay hay responsabilidades compartidas, porque si vamos a fijar fechas para establecer cuándo comenzó a quebrantarse el Estado de derecho, preferiría recordar el 9 de febrero de 1973 y los comunicados 4 y 7, y también recordar que El Popular, en su editorial del 11 de febrero de 1976, refiriéndose a estos comunicados, dice cosas como las siguientes: «Se inscribe el documento dado a conocer por los comandantes del Ejército y la Fuerza Aérea, precisando los objetivos económicos y sociales a su juicio necesarios para transformar una realidad que con razón estiman como grave. Pensamos que es razonable que las Fuerzas Armadas, que no se consideran “una simple fuerza de represión o vigilancia”, quieran dar su opinión sobre la problemática del país y quienes tienen menos derecho que nadie a discutir esa actitud son los que les han dado determinadas funciones en los últimos tiempos. Y si hay una “realidad” que debe ser cambiada y las Fuerzas Armadas no quieren ser el brazo armado de grupos económicos y políticos que pretendan apartar a las Fuerzas Armadas de sus fines, es imprescindible que se conozca su pensamiento». Entonces, si esto no es un apoyo explícito a un acto evidentemente ilegal de las Fuerzas Armadas del momento, ¿qué es?

Y más adelante continúa diciendo: «Para quienes, como nosotros, consideramos que el dilema del país es oligarquía o pueblo, no puede haber otra opinión. Nosotros hemos dicho que el problema no es el dilema entre el poder civil y poder militar; la divisoria es entre oligarquía y pueblo» –este sonsonete suena como repetido en la historia del Uruguay– «y que dentro de este caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo, para terminar con el dominio de la rosca oligárquica.

¿Por qué nos parece, en general, positivo el documento de las Fuerzas Armadas (complementado por el comunicado 7/73) sin perjuicio de determinadas salvedades que, como siempre, expondremos con la máxima franqueza, con la misma con que hemos señalado en diversas ocasiones actitudes no correctas de integrantes de las Fuerzas Armadas?».

Entonces, ¿cómo puede hoy, por lo menos, el Partido Comunista, decir que no tuvo responsabilidad en el golpe de Estado de 1973, cuando alentó a las Fuerzas Armadas a introducirse en el campo de la política? Creo que es bastante triste que no aprendamos de los errores del pasado para tener un futuro mejor.

La recordación del estado de guerra interna que hoy ha hecho el senador Manini Ríos está dirigida a que revisemos los errores que quizás todos hemos cometido, algunos por acción y otros por omisión, y apostemos a un Uruguay en donde no seamos víctimas de una división que, más que brindarnos una posibilidad de futuro, nos debilita.

No estamos hablando para profundizar heridas que nos han dividido. La muerte de Pascasio Báez es tan siniestra como la muerte de Vladimir Roslik. La muerte de Jaime Orosa, un simple conductor de ómnibus, es tan terrible como la muerte de la señora García de Gelman. La muerte de Pascal Guidet es tan terrible como la muerte de Ubagésner Chaves. La muerte del doctor Morató Manaro, que nada tenía que ver en esa locura desatada en aquellos años, es tan terrible como la muerte del escribano Miranda.

Todas estas muertes nos las podríamos haber ahorrado, pero esto nos exige un relato de los hechos de mayor honestidad. Tenemos que hacer un mea culpa de los horrores cometidos y tratar de afrontar el futuro con otra visión. Si alentamos la violencia –tengo la sensación de que puede haber brotes de violencia–, sepamos a qué futuro nos conducimos. Por eso nosotros, entre otras cosas, presentamos un proyecto de ley para restaurar la verdad histórica y hacer justicia con quienes han sido víctimas de violencia política, pero hasta ahora no han sido reconocidos. Contamos con los votos de la oposición y estimamos que, de aprobarse este proyecto de ley, se contribuirá a sanar las heridas que han dividido a los orientales durante muchísimos más años de los que nos merecíamos.

Era cuanto quería decir. Gracias.

SEÑOR MAHÍA.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR MAHÍA.- Señora presidenta: en primer lugar, quisiera valorar la oportunidad de establecer estas reflexiones sobre un tema histórico, así como también celebrar el tono y las características con las que, por lo menos hasta hora, se viene desarrollando la sesión. Intentaré contribuir con algunos puntos de vista, quizás complementarios, quizás no.

En ese sentido, quiero decir que acá se ha reclamado que se hable de hechos objetivos de la historia. La verdad es que esa es una tarea difícil; yo prefiero aferrarme a la honestidad intelectual y a la pluralidad de las visiones que, al fin y al cabo, es lo que podemos reflejar. Nadie, absolutamente nadie, puede decir «Esta es la Verdad» ‒con mayúscula‒, sino que cada uno puede transmitir su punto de vista sobre determinados hechos históricos. Es más, por acción u omisión del relato, todos caemos en subjetividades, y voy a nombrar una. Hace un instante se mencionó el Pacto del Club Naval y los actores de los partidos políticos expusieron sus interpretaciones legítimas al respecto. Ahora bien, no se mencionó la reunión del Parque Hotel que lo precedió; no es que hubo una interpretación, sino que no se mencionó y en uno y otro estuvieron algunos partidos políticos y otros no. Digo esto porque a la hora de la construcción de los relatos estas cuestiones también pasaron. Podemos hacer o no interpretaciones, pero focalizarnos en una y hacer como si las otras no existieron es parte de la construcción de las subjetividades de las cuales formamos parte.

En algún momento, por lo menos a mí me pareció que había una especie de reminiscencia de aquellos relatos cuasicastrenses que hacen pensar que prácticamente no hubo más remedio que dar un golpe de Estado y que las cosas pasaron por determinada razón y porque la gente pedía y reclamaba popularmente un golpe de Estado. Esto, por lo menos desde nuestro punto de vista, no es así. Acá se ignoran o se pasan por alto procesos históricos y hechos que acontecieron incluso con mucha anterioridad; ni que hablar de la denominada Doctrina de Seguridad Nacional y de la intervención de Estados Unidos en este lado del mundo, que particularmente consideró siempre su patio trasero. Intervino –e interviene, en términos generales– en las políticas hemisféricas y en particular en esa época tuvo participación activa no solo en el golpe de Estado uruguayo, sino también en los años previos con algunos personajes siniestros que anduvieron por esta zona y también en la región.

Quiero agregar que la cultura hegemónica, es decir la visión desde la Guerra Fría, desde la década de los cincuenta, trae episodios que alguno de nosotros conocemos por relatos personales y otros se reflejan en la literatura nacional, pero se puede averiguar, por ejemplo, qué pasó con los padres de Eduardo Darnauchans en Tacuarembó en la década de los cincuenta, qué pasaba con ellos en la convivencia cotidiana. También se le pudo haber preguntado ‒ahora ya no lo tenemos, pero tuve el privilegio de escuchar su relato directo‒ a don Washington Benavides sobre la quema de algunos libros por la procedencia ideológica de sus autores. Todo ese clima de la década de los cincuenta, de la Guerra Fría, de las dos visiones, tuvo aplicaciones concretas. Obviamente, había gente que estaba siendo víctima de esas persecuciones; aunque eso era mínimo en cuanto al peso político-electoral en el Uruguay, no quiere decir que no sucediera y que estos hechos no fueran parte de la larga construcción que determinaba ciertas acciones.

También sentimos que en esa construcción hubo opciones. Yo me tomé el trabajo de buscar material, porque me gusta tratar de documentar lo que digo. Tengo documentos que voy a leer sobre el surgimiento del Frente Amplio, que en su Declaración Constitutiva del 5 de febrero de 1971, en el apartado titulado «Declaración y llamamiento», señala: «Por los fundamentos expuestos, hemos resuelto: 1°) Constituir un frente político unitario –Frente Amplio–, mediante la conjunción de las fuerzas políticas y de la ciudadanía independiente que firman este documento, para plantear la lucha de inmediato, en todos los campos, tanto en la oposición a la actual tiranía o a quienes pretendan continuarla, como en el gobierno. Este Frente Amplio está abierto a la incorporación de otras fuerzas políticas que alienten su misma concepción nacional progresista y democrática avanzada. 2°) Contraer en este mismo acto, el formal compromiso de establecer un programa común, ceñirnos a él en la lucha fraternal y solidaria colaboración, así como actuar coordinadamente en todos los campos de la acción política, sobre la base de que atribuimos al pueblo, organizado democráticamente, el papel protagónico en el proceso histórico. 3°) Establecer que esta coalición de fuerzas –que no es una fusión y donde cada uno de sus partícipes mantiene su identidad–, ha de estar dotada de una organización con núcleos de base y autoridades comunes, mandato imperativo y demás mecanismos de disciplina que aseguren el cumplimiento efectivo de los compromisos postulados convenidos. 4°) Declarar que el objetivo fundamental del Frente Amplio es la acción política permanente y no la contienda electoral; al mismo tiempo afrontará unido las instancias comiciales, con soluciones honestas y claras que restituyan a la ciudadanía la disposición de su destino, evitando la actual falsificación de su voluntad.

En función de estos principios y objetivos convocamos al pueblo a incorporarse al Frente amplio y a participar activamente en la lucha y en los trabajos que emprendemos».

Dentro del detalle del documento se encuentran las bases programáticas. En el apartado «Política institucional», dice: «14) Funcionamiento integral de la democracia con pluralidad de partidos políticos. Consagración de una legislación electoral y un régimen de funcionamiento de los partidos, que garanticen el respeto a la voluntad del elector. Participación activa y control efectivo de la ciudadanía, ampliando la utilización de los institutos de la iniciativa popular, de plebiscito y del referéndum. 15) Ampliación y desarrollo de la autonomía administrativa, política y financiera de los municipios y organismos locales…».

Después sigue con otras cuestiones vinculadas a esto.

Quiere decir que en el documento fundacional del Frente Amplio se habla de una opción que tomamos como partido. El Frente Amplio fue parte de la opción democrática de las izquierdas de América Latina; como lo fue en Chile con Allende, lo fue en Uruguay con el Frente Amplio. Surgió como la alternativa a cualquier tipo de violencia; la alternativa a cualquier tipo de acción estuvo en la creación del Frente Amplio, como un camino de acceso al poder y al Gobierno a través de la vía democrática de los votos.

La frase a la que hoy más temprano aludía el señor senador Bergara –y el señor senador Olesker me comentaba algún detalle más–, identificó al general Seregni y fue dicha pocos días después de los acontecimientos que hoy se trajeron a sala. Decía así: «Paz para los cambios, y cambios para la paz». Esa frase la mencionó el general Liber Seregni pocos días después de los hechos de abril. Nosotros creemos, sin duda alguna, que esa fue la apuesta estratégica del Frente Amplio y después ante los hechos, los pasos de la dictadura, hubo una enorme cantidad de gente, de militantes, que no dispararon un solo tiro. En muchos casos simplemente por entregar un volante, por hacer una pintada o por alguna reunión tuvieron que pagar hasta años de prisión, fueron torturados o en otros casos destituidos de su trabajo, destituidos de su trabajo privado y perseguidos en su vida cotidiana. Eso fue parte del terrorismo de Estado que se desarrolló y que tuvo, insisto, a miles de personas que en su enorme mayoría nada tuvieron que ver con las acciones a las que acá se han aludido.

Creemos, además, que esa fecha a la que se alude no es para celebrar. Es más, hasta ahora, por lo menos en sala, desde la perspectiva histórica hemos comprobado –y diría que con satisfacción– que hay una distancia y una autocrítica –incluso por parte de alguno de los principales protagonistas– por lo que se votó y se resolvió en esa oportunidad. En ese sentido, estamos absolutamente convencidos de que es buena cosa tener una mirada retrospectiva que, insisto, no pretende en ningún caso tener una verdad encerrada en la mano, sino una perspectiva histórica para señalar con claridad las cosas cuando hay que decirlas por su nombre.

Para ello, y para finalizar, porque me parece que en nuestro caso debemos aportar cosas lo más concretas posibles, voy a señalar párrafos del gran Carlos Quijano en algunas de sus cartas publicadas años después en Cuadernos de Marcha. Esta es del 22 de julio de 1976 y está dirigida al presidente del Colegio de Economistas de México. Se titula «El deber de no callar» y habla del Uruguay y del Cono Sur. Dice así: «Allá la represión se ha internacionalizado. Los correspondientes socios de unos y otros países trabajan de consuno: persiguen, secuestran, torturan y matan. Todos los días, a todas las horas. Han constituido una asociación internacional del crimen, confiados en la impunidad y frente a la indiferencia de la mayor parte del mundo. Mientras los asesinos aliados cumplen su siniestra tarea, los ministros y demás tecnócratas de los respectivos gobiernos calculan con minucia las devaluaciones, bajan a golpe de sable –sable de quienes los mandan– el salario real, viajan por los cuatro puntos cardinales en procura de empréstitos. Colaboran con ellos prestamistas que, lápiz en mano y computadora en fila, ajustan las garantías, perfeccionan su negocio y consolidan la entrega. En lucro y sangre se mezclan la degradación de un mundo que desprecia al hombre y a todos los valores fundamentales de la civilización.

Los monstruosos asesinatos en los últimos tiempos de mis inolvidables compañeros Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, del general Torres, de los Padres Palotinos y, ayer nomás, de los sacerdotes franceses en la provincia de La Rioja o los secuestros de treinta uruguayos, cuyos destinos se ignoran, son otros tantos eslabones de esta ominosa cadena. Si nos dejamos llevar por la rutina, la atonía o la resignación, todos corremos peligro de convertirnos en cómplices o encubridores de este genocidio diabólico, de esta exterminación sistémica, enloquecida y cobarde.

Creo que actos como el que hoy realizamos deben ser parte de una campaña constante para denunciar el horror en el cual los supuestos y envanecidos triunfadores de la hora han sumido a los países del Cono Sur; para mostrar con insistencia machacona, a la opinión pública mundial, la inaudible magnitud de los crímenes que se cometen; para desenmascarar a los inspiradores y a los asesinos; para exigir a los organismos internacionales el cumplimiento de sus obligaciones; para planear una acción concertada de todos cuantos creemos en la dignidad del hombre y apostamos a la vida.

Tenemos el deber de no callar, el deber de esclarecer, el deber de reclamar a la comunidad internacional que ponga coto a tanta ignominia, que a todos golpea y a todos mancha. Una sola vida que salvemos, una sola tortura a la que pongamos fin, una sola arbitrariedad que podamos evitar justificará ampliamente cualquier esfuerzo. Primero están los otros. Los otros son los que padecen y mueren».

Esto es parte de una carta pública de Carlos Quijano que permitió señalar públicamente algunas de estas cosas que aquí se vivían. Recién a partir del 2005 algunos de los hechos señalados pudieron tener libres los brazos de la justicia para poder enjuiciar y llamar a responsabilidad a algunos de los responsables de estos actos de terrorismo de Estado. Me he tomado el trabajo de traer algunos de los titulares de la época, como los de La República, El País y Últimas Noticias, que todavía estaba. Allí se podía leer, por ejemplo: «Procesados», «La justicia puso fin al tiempo de los asesinos: los primeros 8 terroristas están presos tras 33 años de impunidad» o «Treinta años después procesan a 8 represores de la dictadura».

(Ocupa la presidencia el señor Jorge Gandini).

–¿Cuál es la diferencia entre estos procesados y algunos otros del pasado? Que tuvieron –y está muy bien– todas las garantías del debido proceso de un Estado de derecho. Lo fundamental en un Estado de derecho no es que la Justicia solo haga justicia –que lo debe hacer–, sino que el ciudadano tenga la oportunidad de reclamar, como cualquier hijo de vecino, cuando entiende que el Estado falló en su contra. Y si hay un fallo en su contra, el Estado tiene la obligación de reparar a esa persona, sea militar, civil, carpintero, arquitecto, profesor o no tenga ninguna profesión. Y esa es una de las garantías que nosotros creemos que debe haber. Es más, creo que todos coincidimos en que es fundamental cada paso que vayamos a dar para la reconciliación definitiva que pasa, sin duda, por el sano ejercicio del Estado de derecho, por las garantías democráticas, por el respeto a los derechos humanos y también por la verdad. Y todavía hay cientos de ciudadanos que esperan saber la verdad. La justicia se debe dar para todos en iguales condiciones, en un Estado de derecho que nosotros defendimos, defendemos y defenderemos siempre.

Gracias, presidente.

16) PROYECTOS PRESENTADOS

SEÑOR PRESIDENTE (Jorge Gandini).- Dese cuenta de un asunto entrado fuera de hora.

(Se da del siguiente).

SEÑOR SECRETARIO (José Pedro Montero).- «El señor senador Aldo Lamorte presenta, con exposición de motivos, un proyecto de ley referido a trámites administrativos con entidades públicas».

SEÑOR PRESIDENTE (Jorge Gandini).- Pasa a la Comisión de Constitución y legislación.

(Texto del proyecto de ley presentado).

17) CINCUENTA AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE ESTADO DE GUERRA INTERNA

SEÑOR PRESIDENTE (Jorge Gandini).- Continúa la consideración del asunto en discusión.

SEÑOR SABINI.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE (Jorge Gandini).- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR SABINI.- Señor presidente: realmente, me pregunto –luego de tantas horas de un debate propuesto por un señor senador que hace una serie de planteamientos, pero que en este momento no se encuentra en sala y hace ya un buen rato de esto– en qué medida algunos planteos que se realizan son reales o simplemente es algo que tiene que ver con hacer una propuesta que no tiene mayor asidero.

Como usted sabe, señor presidente, nací en 1981, por lo que para mí esto es historia, al igual que puede ser estudiar otras temáticas de la historia, con la diferencia de que muchos de los hechos que ocurrieron en la década de los cincuenta, de los sesenta o de los setenta todavía nos pegan como sociedad porque hay heridas abiertas, porque hay asesinatos cuya resolución está inconclusa, porque hay desapariciones, porque hay padres y madres, abuelos que nunca se encontraron con sus hijos, y por eso no es un tema cualquiera.

(Ocupa la presidencia la señora Beatriz Argimón).

–En particular, quiero hacer algunos señalamientos. En la historia la objetividad no existe; es una ilusión. En ese sentido, recomiendo –siempre lo hago porque me parece que es un filósofo extraordinario– leer a Adam Schaff, por lo que él plantea en torno a la verdad histórica. Hasta en la propia selección de los hechos hay una subjetividad. Elegir recordar determinados hechos sobre otros implica una subjetividad. Por ejemplo, podríamos estar recordando otros hechos tan importantes como este que aquí se plantea; el Parlamento podría dedicar una sesión a hablar de Río de Libertad o de la reapertura democrática y, sin embargo, se plantea este tema. Precisamente, plantear un tema con un hecho determinado ya tiene una propia subjetividad –por supuesto– y mucho más en un Parlamento en el que hay miradas políticas. Además, la memoria es parte de la dialéctica con el olvido, así que asumir recordar determinadas cosas implica necesariamente olvidar y dejar de lado otras. Este es un tema que los historiadores han investigado muchísimo porque es un problema central de la historia. Creo que hoy tenemos una oportunidad, justamente, para ver qué fue lo que pasó en definitiva con ese estado de guerra interna.

Puedo notar que mis palabras interesan mucho a la bancada del Partido Nacional y agradezco al senador Domenech porque por lo menos se encuentra en sala, y a la presidenta, por supuesto.

Señora presidenta: cuando uno escucha a algunos senadores decir que en realidad con estos debates no se llega a nada, pero, a su vez, cuando algunos senadores del Frente Amplio toman la palabra se retiran de sala, creo que se están respondiendo a sí mismos.

Con respecto al día 14 de abril y a la sesión que se produjo en el Senado, recomiendo leer las versiones taquigráficas del Parlamento porque son muy ilustrativas. Allí se plantearon muchas cosas con respecto al estado de guerra interna. Y el hecho del estado de guerra interna no puede dejar de estudiarse a la luz de lo que pasó en todo el siglo XX porque, en realidad, es cierto lo que decía acá un señor senador en cuanto a que Uruguay fue el escenario –así como toda América Latina, pero en particular Montevideo– de la Guerra Fría. Ese dato no es menor. Las operaciones de la CIA en Uruguay se pueden datar de 1947 en adelante.

No sé si la señora presidenta conoce al pintor Cándido Portinari. Él vino a Montevideo en 1947 a pasar unas vacaciones en Atlántida y el Servicio de Inteligencia y Enlace, que fue una creación básicamente de la CIA, lo siguió durante su estadía solo porque era comunista.

Uno podría hacer estos relatos de la década de los cincuenta y también la de los sesenta, épocas en las que no había ningún movimiento subversivo. En 1961 no existía el MLN; sin embargo, ese año se prendió fuego un local del Partido Comunista en el que murió un bebé de cinco meses y los agentes de la CIA que estaban en Montevideo dijeron: «No, no, ese tipo de acciones antiterroristas no las queremos».

A su vez, en 1957, la CIA le dijo al Servicio de Inteligencia y Enlace que, en realidad, no había que ilegalizar al Partido Comunista porque era más fácil seguirlo si estaba en la legalidad. Por supuesto que la Unión Soviética tenía una base de operaciones en Montevideo –la otra importante estaba en México–, y todos estos hechos no se pueden leer a la luz de esa lucha que se dio a nivel mundial –y también continental– entre estas dos potencias.

Además, creo que no se puede ser hemipléjico. Digo esto porque, en 1964, la CIA tenía un contacto muy fuerte con quien había sido consejero: Benito Nardone. Esto no es solo una cuestión de opinión, de decir que no solo están las expresiones de los directores de la CIA a través de sus memorias, sino los documentos que ellos y que la propia CIA posteriormente desclasifica. No estoy hablando de una opinión que yo tenga al respecto, sino de un hecho histórico consumado. La CIA decía a algunos políticos uruguayos –en particular a Juan María Bordaberry– que todavía no estaban dadas las condiciones para dar un golpe de Estado en Uruguay. Recordemos que en 1964 se produce el golpe de Estado en Brasil. Decían que esas condiciones aún no estaban dadas porque la sociedad uruguaya no iba a entender un golpe de Estado.

Si uno analiza el derrotero de la década de los sesenta, donde una y otra vez se declararon las medidas prontas de seguridad, podrá advertir lo que implicaba la eliminación de las libertades individuales, de la libertad de prensa, es decir, una serie de medidas que recortaban las libertades de carácter liberal. Eso ocurrió particularmente, por supuesto, durante el Gobierno de Jorge Pacheco Areco en el que, prácticamente al final de todo el período, se vivió con medidas prontas de seguridad.

Entonces, no se puede hablar simplemente del estado de guerra interna sin considerar todas esas cosas, sin considerar todo lo que mencionó nuestro compañero Olesker. En términos históricos, la caída de los ingresos de las familias, de los salarios, la pérdida de los empleos y el cierre de fábricas llevó a tomar medidas –en el marco de las medidas prontas de seguridad– tales como la creación de la Coprin que, con un equipo económico liberal –integrado por Végh Villegas, Ramón Díaz, Jorge Batlle–, paradojalmente determinó un control de precios tal, que había que ir a la Unión Soviética para encontrarse. Y esa superinflación, esa caída del salario real –que también son datos históricos– promovieron una enorme conflictividad.

¿Cómo enfrentó el Gobierno de la época esa conflictividad? Con represión. Repito: con represión. Y tuvimos organizaciones paramilitares que provocaron, por ejemplo, los primeros desaparecidos en ese período. Ellos ocurrieron en democracia y provocaron asesinatos que no se investigaron. El propio Enrique Rodríguez preguntó en la sesión qué pasó con los sesenta y cinco atentados que cometió el escuadrón de la muerte y que no se investigaron. Repito: lo mencionó el día de la sesión.

Entonces, uno no puede analizar los hechos simplemente pensando en que hay dos demonios. Esa es una visión esquemática y simplista que no explica lo que pasó y tampoco nos ayuda a entenderlo; por el contrario, quita la responsabilidad a muchos civiles que tenían que ver con estas cosas que pasaron. Tuvieron que pasar muchísimos años para que se investigara; tuvieron que pasar muchísimos años para que realmente se supiera la verdad. En algunos casos, como el de Miguel Sofía o el de Nelson Bardesio, pasaron años de democracia para que fueran procesados por esos asesinatos.

Hay que reconocer a Jorge Batlle la creación de la Comisión para la Paz, porque es la primera vez que el Estado, en democracia, reconoce lo que pasó. Por primera vez el Estado reconoce la existencia de desaparecidos que hasta ese momento se negaban en el país. Había gente que decía que no existían, que los desaparecidos eran un invento de los izquierdistas, de los tupamaros y de los comunistas. Eso ocurrió en este país y también hay que decirlo.

La construcción de la verdad histórica es mucho más que, simplemente, enumerar hechos. He leído a muchísimos académicos e intelectuales de la época –que me llevan a estar convencido de ello– que explican muy claramente cómo la democracia uruguaya no fue capaz de responder a esas demandas. Esto fue dicho por sociólogos como Aldo Solari. El propio Germán Rama, en 1971, explicaba cómo los clubes políticos de la época no eran capaces de articular las demandas. Asimismo, Real de Azúa señalaba que no existía de parte del sistema político una serie de respuestas que se opusieran a la grave crisis social que se estaba viviendo.

Hay, entonces, un decaimiento de las instituciones y de la confianza en ellas. Había un profesor del IPA que siempre decía: miren, cuando hay un golpe de Estado, generalmente hay grandes sectores de la población que lo apoyan. Y si tuvimos dictadura durante trece años, seguramente fue porque muchísimos uruguayos apoyaron ese golpe de Estado. Esto es duro –reitero: esto es duro–, pero creo que hay que reconocerlo porque, de lo contrario, no vamos a entender lo que pasó. Nosotros vivimos en una época en la que, lamentablemente, hay muchísima gente que hoy también desconfía de la democracia y de los partidos políticos, que piensa que todos los políticos son ladrones, corruptos y mentirosos. Entonces, si no leemos lo que pasó, ¡cuidado!

Ahora bien, Uruguay no fue un páramo; aquello de la sociedad hiperintegrada no es así. Fíjense que en 1970 la Cámara de Senadores llevó adelante una comisión investigadora porque se señalaban todos los atentados, las detenciones arbitrarias y los asesinatos que se estaban produciendo. Me parece importante destacar las conclusiones de esa comisión, en particular, el resumen que hizo de ellas el entonces senador Vasconcellos el 10 de junio de 1970. Esto figura en el repartido n.º 146/970, que se puede encontrar en el archivo del Parlamento. Ya que venimos hablando de hechos, me parece del caso señalar que allí se habla de hechos probados y se dice que del examen de las declaraciones de los detenidos, testigos, técnicos, abogados y médicos, de documentos manejados por esta comisión surge que de los regímenes de malos tratos y torturas a que son sometidos los aprehendidos, los más habituales son –y los enumera–: los malos tratos de palabra; el sometimiento a privación de agua y comida; prohibición de hacer sus necesidades fisiológicas en lugares y formas adecuadas; encierro en calabozos con excrementos; golpes en los momentos de detención sin necesidad racional de utilizarlos para reducir al aprehendido; golpes una vez detenido, ya sea mediante la simple utilización del puño u objetos contundentes; plantones prolongados, generalmente acompañados de palizas sistemáticas; distorsión de miembros provocada por esas posiciones de forzoso plantón durante lapsos extensos; utilización de sistema de ataduras en forma especialmente dolorosa; picana eléctrica en diferentes partes del cuerpo –especialmente talones, órganos sexuales y en concreto se pudo constatar en los ojos–; quemaduras de cigarrillo en los genitales, en el ano y se ha señalado un caso conocido de un procesado que resultó quemado con más de sesenta quemaduras de cigarrillo en el bajo vientre.

A todo ello se agrega el uso cotidiano de la tortura psicológica, agravando los malos tratos y la tortura física que toma diversas formas y modalidades, y en algunos casos concretos se han señalado intento de violación y manoseo de mujeres detenidas y exposición en lugares donde tienen acceso funcionarios, de jóvenes, incluso menores de edad, obligadas a desnudarse. También se hace referencia a mujeres embarazadas sometidas a tratos inhumanos, privación de agua y alimentos, en algún caso concreto mujeres detenidas por represalia. El informe de esta comisión tuvo una votación unánime en el Senado de la época, y estas acusaciones se le hacían a la policía de Montevideo.

En esto hay que hacer una distinción. ¡Por supuesto que los asesinatos son aberrantes! Jamás defendí una invasión y no lo voy a hacer en mi vida, así como no defiendo el bombardeo a Corea del Norte ‒en el que se tiraron más bombas que en toda la guerra de Vietnam y que en toda la Segunda Guerra Mundial‒ ni ninguna de las invasiones que realizó la Unión Soviética; nunca las voy a defender. Sin embargo, hay que decir que, en Uruguay, en la década de los setenta, estaban pasando estas cosas, llevadas adelante por parte de la policía de Montevideo, formada, capacitada y operada por la CIA, con el objetivo que describía antes. Entonces, ¿es lo mismo que una parte ‒obviamente una parte, no toda‒ de la policía de Montevideo operara a través de estos hechos? ¡Hechos que reconoció el Senado de la república! No fue el Comité Central del MLN. ¡No, no, fue el Senado de la república!

Enrique Rodríguez lo señala y me parece que es extraordinaria su intervención del 14 de abril. Justamente, pone de relieve que, además de esa policía de Montevideo que estaba actuando ‒en particular, el Servicio de Inteligencia y Enlace‒, existían grupos con altos contactos con sectores del Gobierno de la época que estaban operando para amedrentar al MLN fundamentalmente, pero hay que decir que la represión antes del golpe de Estado ya había caído sobre cualquiera: estudiantes, sindicalistas, docentes, profesionales… Quiero hacer énfasis en que esos hechos se producían inclusive antes de la existencia del MLN.

Entonces, la idea de que Uruguay era fantástico, de que no había conflicto, de que no había problemas, de que no había ningún tipo de enfrentamiento entre los uruguayos, no es cierta. ¡No es cierta! Uruguay fue un país que conoció la guerra, durante todo el siglo XIX ni que hablar ‒la guerra en el siglo XIX fue casi la constante‒, pero también lo hizo en el siglo XX. Me animo a decir que prácticamente ninguno de los partidos que está en esta sala puede afirmar que en algún momento uno de sus sectores no participó de algún tipo de guerra. Yo no creo en la tesis de la guerra –lo quiero aclarar–, pero ya Batlle y Ordóñez participó en la Revolución del Quebracho, y ni que hablar Aparicio Saravia; y creo que ellos son los principales exponentes de los partidos políticos. En la Revolución del Quebracho, Batlle y Ordóñez participó intentando derrocar al Gobierno de la época; por supuesto, después eligió un camino democrático. Al respecto, quiero señalar que no tuve participación en ninguno de estos hechos, pero se ha hablado muchísimo de la actuación del MLN. En primer lugar, hay que decir que el MLN tiene más vida legal que ilegal. Si uno mira desde 1985 hacia acá, el MLN conformó o fue parte del MPP y participó de elecciones libres y abiertas. Primero tuvo un legislador; después, varios, y se integró a la vida democrática del país. No hay más autocrítica que esa.

Por otro lado, muchísimas veces escuché a dirigentes connotados del MLN, como al propio Huidobro o al Pepe Mujica, hacer fuertes autocríticas; ¡cómo no!

SEÑORA BIANCHI.- ¿Me permite una interrupción, señor senador?

SEÑOR SABINI.- Por supuesto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir la señora senadora.

SEÑORA BIANCHI.- Gracias.

Ambos somos profesores de Historia, nos tenemos mucho respeto y, como corresponde, dentro del respeto está el afecto.

De ninguna manera quiero distorsionar el clima de esta sesión; al contrario, quiero colaborar porque me gustaría que termine bien, aunque no me importa lo que demore porque, ya que se planteó, es bueno llegar a alguna conclusión. En consecuencia, voy a colaborar con toda la paciencia y la buena educación que corresponden para que no se distorsione, pero el señor senador recién dijo algo, señora presidente, sobre lo que me gustaría que me contestara. La verdad es que no lo sabía y hace poco lo escuché en un reportaje a Alejandro Sánchez, por lo que quisiera saber si sigue siendo así o no. ¿El Comité Central del MLN sigue siendo clandestino?

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede continuar el señor senador Sabini.

SEÑOR SABINI.- No sabía que estaba en una entrevista, pero, en todo caso, sería una pregunta para dirigir a la sede de Tristán Narvaja.

(Dialogados).

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede continuar el señor senador.

SEÑOR SABINI.- El MLN tiene su sede en la calle Tristán Narvaja; perfectamente es posible dirigirse hacia allí para realizar la pregunta.

Con respecto a este tema, creo que no hay que mirar al pasado simplemente con romanticismo. Uruguay y la democracia uruguaya realmente no supieron responder a los problemas que tenía la gente. Probablemente, una de las respuestas al surgimiento de la propia guerrilla esté allí.

Considero que debemos mirar con atención las cosas que pasan y no cerrarnos, cada uno, en nuestras posiciones. Ahora bien, lamentablemente, la democracia que hoy tenemos todavía tiene muchísimos indicios de impunidad, de la cultura de la impunidad; indicios que vienen de esa época donde, en definitiva, había un Estado –o, por lo menos, sectores de él– que no estaba dispuesto a perseguir determinados delitos.

Lo que quería decir antes de que la señora senadora Bianchi me solicitara la interrupción era que no se pueden poner al mismo nivel –por eso no comparto para nada la teoría de los dos demonios– la violencia que ejerce el Estado y la violencia que ejercen otras organizaciones que no disponen de la fuerza coercitiva de este, ya que el uso legítimo de la fuerza lo tiene el Estado. Fue en nombre de la defensa de esa democracia que se cometieron tales atrocidades, y eso nunca puede ser igualado. Por supuesto, ello no justifica la otra violencia, pero a la violencia hay que leerla a la luz de la época. La violencia que desataron las guerrillas blancas en 1904 se debió al reclamo de la comisaría política de dos departamentos; el Gobierno de la época no estaba dispuesto a darla y se la entregó a Acevedo Díaz. En aquel momento, Aparicio Saravia entendió que había que levantarse en armas contra el Gobierno. ¿Cómo vamos a leer nosotros, con la mirada actual, ese hecho, si no es a la luz de las cosas que estaban pasando y de la cultura política? Entonces, analizar el estado de guerra interna sin ver qué era lo que estaba pasando en Uruguay, en el mundo, con las principales potencias y qué organismos y organizaciones estaban actuando en Uruguay en aquella época, no tiene sentido, al igual que leer estas versiones taquigráficas –que son fenomenales– sin entender todo lo que estaba pasando alrededor y por qué se llegó a ese momento. Fíjense que en el medio del transcurso de esa sesión –¡en el medio!– se allanó la sede del Partido Comunista y si no fuera por el Toba y por algún otro legislador, seguramente la cosa hubiera pasado a mayores, como pasó en la Seccional 20.

Si uno no entiende esas fuerzas que están en disputa, difícilmente podamos sacar alguna conclusión.

Hay que ver, por ejemplo, la desigualdad y la espalda que durante décadas se les había dado a los trabajadores rurales en el Uruguay. Recomiendo la lectura de Rastrojos, el último libro de Miguel Soler a quien le hicimos un homenaje aquí en el Parlamento–, en donde recoge notas de cuando era maestro rural, generalmente en lugares sumamente alejados, en pequeñas escuelitas rurales. El aislamiento, la soledad, el desamparo que tenían las poblaciones rurales de Uruguay en esa época, y ni que hablar de los trabajadores rurales, era tremenda. Hay quien señala que las marchas cañeras le vinieron a recordar al Uruguay cosmopolita lo que estaba pasando.

(Suena el timbre indicador de tiempo).

–Me he extendido mucho más de lo que deseaba, pero hay que entender que este tema nos interpela y nos convoca.

En definitiva, creemos que para que exista una real concordia, una real vuelta de página, todavía quedan muchas preguntas por responder. Este no es un llamado a la violencia ni una reivindicación de nada, pero simplemente hay personas que están esperando respuestas. Nunca nos vamos a oponer a que se investigue ningún hecho de este tipo. Creo que las respuestas no las tenemos nosotros; las tienen otros.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Reconocerán que la Mesa ha permitido que los oradores hagan uso de la palabra por treinta minutos, en virtud de que en el día de ayer los coordinadores no se pusieron de acuerdo en que fueran veinte minutos. Lo digo solo a los efectos de recordar que todos han tenido treinta minutos.

18) SOLICITUDES DE LICENCIA E INTEGRACIÓN DEL CUERPO

SEÑORA PRESIDENTA.- Léase una solicitud de licencia.

(Se lee).

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «Montevideo, 6 de abril de 2022

Señora presidenta de la Cámara de Senadores

Beatriz Argimón

De mi mayor consideración:

A través de la presente solicito al Cuerpo que me conceda al amparo del artículo 1.º de la Ley n.º 17827, de 14 de setiembre de 2004, por motivos personales, para el día 19 de abril a partir de las 13:00.

Sin otro particular, saludo a la señora presidenta muy atentamente.

Charles Carrera. Senador».

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar si se concede la licencia solicitada.

(Se vota).

–17 en 17. Afirmativa. UNANIMIDAD.

Se comunica que los señores Daniel Garín, Graciela García, Teresa de los Santos, Eneida de León, Yamandú Orsi, Marcos Otheguy y Lucía Etcheverry han presentado nota de desistimiento informando que por esta vez no aceptan la convocatoria a integrar el Cuerpo, por lo que queda convocada la señora Graciela Barrera, quien ya ha prestado la promesa de estilo.

19) PRÓRROGA DE LA HORA DE FINALIZACIÓN DE LA SESIÓN

SEÑOR ANDRADE.- Pido la palabra para una moción de orden.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR ANDRADE.- Señora presidenta: mociono para que se prorrogue la hora de finalización de la sesión.

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar.

(Se vota).

–17 en 17. Afirmativa. UNANIMIDAD.

20) CINCUENTA AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE ESTADO DE GUERRA INTERNA

SEÑORA PRESIDENTA.- Continúa la consideración del tema en discusión.

SEÑORA DELLA VENTURA.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra la señora senadora.

SEÑORA DELLA VENTURA.- Señora presidenta: resalto en primer lugar la presencia de quienes están en sala y no son del Frente Amplio. Me refiero en particular a los senadores del Partido Colorado, a los dos senadores del Partido Nacional y al senador de Cabildo Abierto.

Esto muestra que a pesar de hablar de tolerancia y del respeto a la democracia, en lo concreto, al momento de escucharnos, no lo hacemos; y eso no está bien porque justamente me parece que este tema amerita que todos nos escuchemos si es que queremos llegar a esa «verdad» que se ha dicho.

No soy comunista ni socialista ni del MLN ni del MPP; soy integrante de la Vertiente Artiguista desde su fundación y, antes, de la IDI –Izquierda Democrática Independiente–, una de las organizaciones que fundó la Vertiente Artiguista y que, hago un paréntesis, fue un grupo que también estuvo en contra del pacto del Club Naval, que aquí se mencionó.

En realidad, quien trajo este tema mencionaba que la historia debe basarse en hechos reales, que no puede hacerse a pedido y que, de alguna forma, quienes miramos desde otro lugar parece que estamos en eso. Sin embargo, esta propuesta de saludar los cincuenta años de la declaración de guerra interna evidentemente no es parcial, pues se saluda un Estado que en realidad promovió el atropello porque generó que se pasara de la justicia penal a la militar, entre otras cosas. Aquí se han detallado muchísimo las circunstancias históricas que se dieron previas a esta fecha de 1972 y muchas veces aludieron a lo sucedido posteriormente.

A pesar de que se diga que no, aquí prevalece para algunos el tema de la teoría de los dos demonios y de que hubo una guerra en igualdad de condiciones. Pero la principal verdad histórica que no se dijo es que esto fue en abril de 1972 y que amparada en esta resolución, que de alguna forma se venía dando, en octubre de ese año el MLN ya estaba desmantelado, pues sus integrantes estaban presos o exiliados. Sin embargo, la dictadura vino después de ese desmantelamiento: en junio de 1973. O sea que cuando vino la dictadura el MLN no existía como supuesta organización peligrosa. Entonces, no es verdad que estaban en igualdad de condiciones. Sumando a lo que recién dijo el señor senador Sabini, la violencia que se puede desplegar desde lo privado y particular no es lo mismo que el terrorismo de Estado, que agredió con todo su potencial de fuerzas a sus ciudadanos.

Esto tiene que ver con lo que quedó porque, en realidad, ya no era contra las fuerzas subversivas, sino simplemente por ser o pensar diferente. Fueron detenidos estudiantes, trabajadores, personalidades de izquierda y también dirigentes de los partidos tradicionales, en muchos casos en el marco del Plan Cóndor, porque sabemos con documentación que esa coordinación existió entre los Estados de la región y tuvo consecuencias como la desaparición forzada de compatriotas, entre ellos, los oriundos de mi departamento: Julio Castro, María Antonia Castro, Mario Martínez y Carlos Modernell. Solamente se encontraron los restos de Julio Castro; los familiares de los otros tres desaparecidos oriundos de Florida siguen esperando respuestas.

Uruguay se había convertido en el país con más presos políticos de todo el Cono Sur: treinta y un presos cada diez mil habitantes, con más de doscientos mil exiliados, con doscientos desaparecidos y con miles de torturados de los cuales aquí se ha dado detalles; desde 1970 hubo una comisión en el Senado que analizaba qué tipo de torturas recibían los presos políticos. Como sabemos hoy, hubo mujeres que fueron violadas, de las cuales veintiocho denunciaron, y hubo menores y también hombres violados. Puedo dar testimonio de cuando Gabriel Mazzarovich estaba en el CERP y contó que cuando era un adolescente de quince años fue violado al ser detenido. Pero hubo también delitos económicos y se quedaban con las propiedades de los detenidos. Sobre este tema voy a mencionar el caso de una detenida –también de Florida– que tenía un auto, su esposo era odontólogo –también estaba detenido– y, sin embargo, nunca lo pudo recuperar. Y así como este caso sabemos de muchísimos más en los cuales se apropiaron de los bienes económicos de los detenidos. O sea que quienes se arrogan ser defensores de la moralidad, también deberían reconocer estos ilícitos.

Por otra parte, quiero hacer referencia a las organizaciones internacionales que se mencionan. Después de la Segunda Guerra Mundial quedó un aprendizaje; quedó el aprendizaje de que la humanidad no debía repetir lo que había pasado, y una forma de hacerlo que se consideró en aquel momento fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las organizaciones de derechos humanos a nivel internacional lo que promueven es eso: el respeto en cualquier país de los derechos humanos. Entonces, acusarlas de presionar y lucrar –como aquí se ha hecho hoy y en anteriores oportunidades– es realmente muy temerario y tendríamos que pedir pruebas. Quienes estamos defendiendo aquí los derechos humanos es porque nos sentimos, justamente, como humanos, en el deber de hacerlo y no porque alguien nos esté presionando ni dando dinero para ello. Si esto se mantiene, me gustaría que se probara.

Aquí también se ha dicho que el Partido Nacional siempre estuvo del lado de la democracia, y en cuanto a eso vamos a decir algunas cosas. Por ejemplo, se apoyó con fervor el golpe de Terra en 1933; en las elecciones de 1971 el herrerismo se presentó con la fórmula Aguerrondo, fundador nada menos que de la logia Los tenientes de Artigas; en el Gobierno de Bordaberry se unen en el llamado «pacto rabanito» –por lo de colorado por fuera y blanco por dentro– y le dan gobernabilidad, consiguen ministerios y aportan cinco senadores que le dan mayoría a Bordaberry –y puedo decir quiénes eran–, Ubillos fue nombrado ministro de Transporte y Obras Públicas y permaneció en la dictadura como tal. Dijo Wilson: «Yo sé que hay blancos baratos que se quieren vender. Esto ha sido una constante a lo largo de nuestra historia». De alguna forma, esto se contradice con lo que aquí ha señalado un senador del Partido Nacional. Algunos pasaron redondamente a formar parte de la dictadura, como Martín Echegoyen, que presidió el Consejo de Estado; aquí nunca hemos hablado lo suficiente de los civiles de la dictadura, que sí los tuvo.

Si había una oportunidad de mostrar el rechazo a la dictadura, era el plebiscito de 1980. Sin embargo, ante eso el doctor Lacalle Herrera se definió por el sí, y lo hizo público en una audición de Radio Sarandí. Tuvieron que trabajar muy duro para que cambiara de postura, como contó el doctor Zumarán en una entrevista en 2009; parece que el profesor Pivel Devoto lo rezongó fuerte y, por último, tibiamente apoyó el no. Tengo que dejar constancia de que no comparto la muerte por asesinato de nadie. La democracia exige dirimir mediante el diálogo, el intercambio y la reflexión –justamente colectiva– los asuntos y las discrepancias y, en última instancia, acatar las mayorías correspondientes dejando claro que siempre hemos respetado la votación del pueblo. Los que hablaron no son los únicos que piensan que siempre tiene que escucharse al pueblo. Recuerdo que Tabaré Vázquez dijo en una oportunidad que no puede cuestionarse, bajo ningún concepto, la decisión del pueblo. Y el Frente Amplio, desde sus orígenes, se definió por algo que Seregni dijo y siempre repetía: «Somos una fuerza política pacifista y pacificadora». Es decir, desde su definición como partido político, nos asumimos como defensores de la paz.

Aquí se dice que fracasó la utopía; realmente, la utopía nunca fracasa. Galeano decía que la utopía es como el horizonte: caminamos diez pasos y el horizonte se aleja otros diez pasos. O sea, quien no tenga la utopía de lograr una sociedad más justa, no debería estar acá. En realidad, eso sigue vigente, por suerte, pero lo otro implica renunciar a tratar de concretar, justamente, esa sociedad más justa donde todos tengamos los mismos derechos y las mismas posibilidades.

SEÑOR BRENTA.- ¿Me permite una interrupción, señora senadora?

SEÑORA DELLA VENTURA.- Con mucho gusto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir el señor senador.

SEÑOR BRENTA.- Señora presidenta: en primer lugar, quiero hacer referencia a que hoy un senador manifestó su poca expectativa con respecto a esta sesión, y la fundamentó en la carencia de autocrítica con relación a las acciones de los distintos partidos políticos que, según él, tenemos quienes estamos presentes en el Parlamento.

Creo que empezó haciendo lo que dijo que no había que hacer. Me refiero a la falta de autocrítica del Partido Nacional en cuanto a no reconocer su participación en el golpe de Estado de Terra, su colaboración con el golpe de 1973 a través de un sector que integró el gabinete, y, además, el hecho de que algunos de sus representantes conspicuos formaron parte del Consejo de Estado y del Gobierno cívico-militar. De todas maneras, mi duda está planteada en términos de cuál es el objetivo de esta reunión. En realidad, originariamente el objetivo de esta instancia era una suerte de reivindicación de la declaración del estado de guerra interna de 1972. Creo que, a través de las intervenciones, ampliamente mayoritarias en este Parlamento, de los miembros de los partidos que se han expresado hasta ahora, ha quedado claro que lamentamos esa declaración y reconocemos como un error –en nuestro caso no la votamos– la aprobación en este ámbito de ese proyecto de ley que, de última, significó la apertura del camino posterior a la declaración de guerra interna y los pasos subsiguientes que culminaron en el golpe de Estado de 1973. Ese fue un golpe de Estado que tuvo –como muy bien señalaron los senadores Olesker y Lazo– un conjunto de connotaciones económicas y sociales que hicieron que fuera, básicamente, un golpe contra los trabajadores. Aquí el precio del golpe de Estado lo pagaron los trabajadores, los jubilados, las capas medias y un conjunto de sectores sociales que fueron claramente afectados en sus intereses económicos por la dictadura. Entonces, además del costo social y económico, la dictadura tuvo un costo en materia de derechos humanos que creo que nadie puede negar. Me parece que está bastante claro que aquí se ha pretendido comparar algunos hechos que no se pueden comparar.

(Suena el timbre indicador de tiempo).

SEÑORA PRESIDENTA.- Señor senador, se terminó el tiempo de que dispone.

Puede continuar la señora senadora Della Ventura.

SEÑOR BRENTA.- ¿Me permite una nueva interrupción, señora senadora?

SEÑORA DELLA VENTURA.- Con mucho gusto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir el señor senador.

SEÑOR BRENTA.- Quiero decir que en las cárceles de la dictadura no hubo ciudadanos que en su gran mayoría estuvieran vinculados a hechos de sangre; en las cárceles de la dictadura hubo militantes sindicales, militantes estudiantiles, gente que su delito fundamental entre 1973 y 1985 consistió en difundir las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura y también denunciar la política económica que se estaba llevando adelante en la dictadura en contra de la mayoría del pueblo uruguayo. No se puede comparar –respetando absolutamente la situación de civiles que en hechos violentos perdieron la vida, cosa que lamentamos profundamente– con la situación de ciudadanos que perdieron la vida en actos de tortura como el submarino, con su cabeza debajo del agua y con sus testículos conectados a la corriente eléctrica. No hay acción comparable a lo que es la violación más dramática, profunda y sistemática de los derechos humanos que se cometieron en Uruguay contra hombres, mujeres y niños; niños que permanecieron secuestrados durante mucho tiempo de sus padres, de su familia y desconociendo el destino de ellos.

Entonces, vuelvo a preguntarme cuál es el objetivo de esta sesión, digo que me alegro profundamente que a partir de las palabras de algún legislador del Partido Nacional, de las de quien fuera claramente su líder más importante del siglo pasado, el fallecido senador Wilson Ferreira Aldunate, y de la bancada del Frente Amplio –todavía no he escuchado a la bancada del Partido Colorado–, se haya llegado a la conclusión de que la declaración del estado de guerra interna fue un error que lamentaremos los uruguayos por siempre y que nos condujo a uno de los peores tramos de la historia del Uruguay moderno.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- En primer lugar, lamento que no esté presente en sala el señor senador Manini Ríos que fue quien convocó a esta reunión y, luego, a efectos de aclarar para la versión taquigráfica, quiero decir que en ningún momento desde la Mesa se habló de la reivindicación de una fecha. Como ustedes leerán, en la citación se dice: «Exposición del señor senador Guido Manini Ríos, por el término de veinte minutos, a los efectos de referirse a los cincuenta años de la declaración de estado de guerra interna votada en el Parlamento nacional». Digo esto porque me parece que tenemos que aclararlo desde la Mesa, a efectos de que quede constancia.

Muchas gracias.

Puede continuar la señora senadora Della Ventura.

SEÑORA DELLA VENTURA.- He terminado, señora presidenta.

SEÑOR ANDRADE.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR ANDRADE.- El terrorismo de Estado fue una carnicería humana y necesitó construir un discurso que lo legitimara, que fuera persuasivo, si no su operación no hubiera sido posible.

Carlos Quijano titulaba en Marcha: «Así empezó el fascismo». Decía: «Hay una conspiración contra la libertad, una empresa sombría de destrucción de la razón y degradación del espíritu […]. El anticomunismo, como el antisemitismo, como el racismo responden a las mismas ocultas constantes. Los demagogos, todos los demagogos, lo saben o lo intuyen o lo sospechan […]. La lucha contra la igualdad esencial de los hombres lleva aquí en nuestra América, los siglos todos que se extienden a partir de la conquista y en el mundo moderno abarca todo el período colonial. El anticomunismo cerril, obnubilado, es la forma moderna de la reacción contra todas las renovaciones, contra todo lo que rompe las categorías constituidas, los ritos impuestos, los moldes establecidos. Ese anticomunismo de hoy es el antianarquismo de ayer, el antirrepublicanismo de anteayer, el antidemocratismo de trasanteayer. La reacción en su manifestación más estúpida y medrosa […]. Todos los órganos de difusión y propaganda se han puesto en obra. Claro, con sus excepciones que son muy respetables, porque es difícil oponerse a la corriente […]. Los provocadores han querido aparecer como provocados y no solo desde diarios y radios, se han difundido amenazas, sino que aun desde las más altas posiciones de gobierno se ha exhortado a combatir y perseguir a los pestíferos. Casa por casa».

Esto lo escribía Carlos Quijano al otro día del sepelio de Arbelio Ramírez, en el 61. No solamente mataron a Arbelio Ramírez, profesor de Historia, en esa actividad en la Universidad, sino que, además, atentaron contra el sepelio en el que se le rendía un homenaje.

En octubre de 1960, bandas fascistas intentaron ocupar la Universidad de la República, sentando un antecedente grotesco. Antes, en 1957, ya había mártires de la industria frigorífica. Y en 1955 asesinaban a María del Carmen Díaz en la huelga de Ferrosmalt.

El 11 de setiembre de 1962, señora presidenta, acá cerca, en la calle Yaguarón, incendiaron un local del Partido Comunista, tragedia en la que Olivio Raúl Píriz, un bebé de cinco meses, muere quemado; lo trataron de rescatar sus padres, quienes también sufrieron quemaduras. Una investigación de 2003, de Aldrich, demuestra cómo la CIA ordenaba –que instigaba a bandas fascistas– que acciones como esta, que derivaron en que un niño de cinco meses muriera en un incendio, eran equivocadas desde el punto de vista de la percepción en la opinión pública.

En 1962 matan a Walter Motta, uno de los mártires de la industria frigorífica, acá cerca, en una manifestación que culminaba en el Palacio Legislativo. En 1964 matan a Raúl Denis. La violencia política antecedió a su proceso de aceleración, como muy bien decía el señor senador Olesker, a partir de la asunción de Pacheco y a la, prácticamente, continuada suspensión de libertades individuales, vía medidas prontas de seguridad.

También está el drama de 1968. Un 1.º de Mayo que también culmina con una mujer muerta de un infarto después de que la policía arremetiera contra el acto del 1.º de Mayo, lo que derivó en la circunstancia de no poder realizar el festejo del Día de los Trabajadores. Ese año hay decenas de dirigentes sindicales presos. En junio de ese año también tuvimos los primeros estudiantes heridos antes de la muerte de Líber. Después vino el asesinato de Líber Arce y de Hugo y Susana, en setiembre.

Están los escuadrones de la muerte, las denuncias que hace Juan Pablo Terra sobre los mismos y el apoyo institucional que reciben del Estado, con pruebas documentadas acá, en esta casa, que llevaron a una escalada que tenía como componente una participación cada vez más clara del aparato institucional en los hechos de violencia. Todo esto antecedió a la circunstancia del estado de guerra interna, con fenómenos que se dieron mucho antes que el asalto al Club de Tiro Suizo. Por ejemplo, hubo componentes de violencia política e institucional de clausura y atentados contra locales sindicales y clubes políticos.

Estoy muy lejos de sostener la afirmación que se hizo por parte de quien pidió esta sesión respecto a que en las elecciones de 1971 se eligió libremente. Teníamos al ejército de Brasil en la frontera. Se intentó asesinar a Seregni. En Castillos, se mató a un niño de un balazo en la frente. O sea, ¿esas son elecciones libres? En noviembre de 1971, en el Cerro matan a Walter Castro, un obrero frigorífico, en medio de la campaña electoral. ¿Eso es lo que entendemos como un pueblo eligiendo libremente en democracia? Imagino lo que deben ser los procesos electorales con violencia institucional.

Recordar los hechos históricos implica colocarlos en debate.

Como muy bien decía el señor senador Sabini, mientras se votaba acá el estado de guerra interna, bandas parapoliciales iban al local del Partido Comunista de la calle Sierra; se evitó la masacre por la valentía del Toba Gutiérrez Ruiz –voy a rescatar lo mejor de los partidos políticos– y de Jaime, que salieron de la sesión de la Asamblea General cuando tenían bajo metralla a cerca de quinientos jóvenes comunistas, reunidos en un activo ese mismo día.

Hoy es una jornada para condenar lo que allí se produjo.

Tres días después fue la tragedia de Paso Molino. Con mucha valentía, también Jaime informó acá sobre las autopsias.

Y qué decir de la vergüenza del comunicado n.º 77 de las Fuerzas Armadas; hablo de la vergüenza para la institución, porque hablaba de enfrentamientos cuando masacraron a ocho obreros.

Tuve la posibilidad de conocer a la hija de Raúl Gancio. Es desgarrador; él estuvo durante cuatro horas desangrándose en la casa; la ambulancia quería entrar, pero estaba trancada por el piquete policial y militar. Finalmente murió desangrado. Su hija era recién nacida y el grito de Gancio era: «¡No me dejen morir, tengo una niña pequeña!».

Esa noche estaba solo Mendiola en el local; había orientación de no ir al local partidario porque podía haber una provocación, pero muchos obreros –algunos de ellos de una fábrica de La Teja–, como López, González, Fernández, Justo Sena y Cervelli, dijeron: «No vamos a dejar solo a Luis Alberto». Luis Alberto Mendiola. ¡Lo que es el Uruguay! Su nombre era un homenaje a Herrera. Y fueron masacrados, la autopsia es indiscutible: hablaba de balazos en la nuca, contra el piso.

También intentaron matar a Machadito, que está vivo y con una bala incrustada en la cabeza.

Esas historias fueron las que provocaron el estado de guerra interna. Entonces, ¡no nos paramos pasivamente a hablar del estado de guerra interna desde otro lugar que desde las tripas!

Yo soy muy autocrítico de los comunicados de febrero, pero pensar que las Fuerzas Armadas empezaron a participar en política por un editorial de El Popular es delirante. Tanto lo es que cuando matan, en tortura, a Batalla –obrero de la construcción, albañil, con dos hijas pequeñas– en el cuartel de Treinta y Tres, alcanzó con que a las Fuerzas Armadas no les gustaran las explicaciones que dio el ministro de Defensa Nacional en este lugar, reconociendo la tortura por primera vez en esta casa, para que lo sustituyeran, meses antes del editorial de El Popular. ¿De qué estamos hablando?

O sea que la incorporación de las Fuerzas Armadas en la toma de decisiones políticas fue muy anterior a eso, y el estado de guerra interna y la votación del estado de guerra interna aceleró el proceso de manera indiscutible.

Batalla fue uno de los ocho trabajadores de la construcción muertos, asesinados en ese período; también recuerdo a Arpino Vega, Gelós Bonilla –del que todavía no tenemos los restos–, Modesto Quiñones, Rosales, que fue a cuidar a Manuel Liberoff –militante del Sunca, de Flores– a la Argentina y lo acribillaron una semana antes de que mataran al Toba Gutiérrez Ruiz y a Omar Paitta, también detenido desaparecido.

El golpe de Estado vino a cortar por la yugular un proceso de acumulación de fuerzas de nuestro pueblo. ¡Eso es parte de la verdad histórica! No se puede seguir insistiendo en el golpe de Estado como resultado de la guerra, de una guerrilla que ya estaba liquidada un año antes del golpe de Estado desde el punto de vista militar.

Por lo tanto, confrontar, desde el punto de vista de las ideas, los discursos que sustentaron la operación de carnicería humana –que significaron los doce años de terrorismo de Estado, brutales desde el punto de vista de lo liberticida y también del ajuste económico–, implica tratar de incorporar la historia entera.

La resistencia fue insuficiente porque no logramos los niveles de articulación necesarios.

De ese día del ataque a la Seccional 20, Wilson decía: «No creo que la historia del país registre tragedia mayor. No creo que episodio alguno comprometa cosas tan importantes y que, además, siembre semilla tan pródiga en horizontes cerrados». Carlos Quijano, por su parte, decía: «Otra vez los cortejos fúnebres transidos y tensos. Vivimos para enterrar a nuestros muertos y en el desolado acecho de los que puedan caer.

Montevideo es ahora la ciudad de la angustia incierta, angustia que es cifra de todas las angustias, como en territorio ocupado se está atento al golpe despiadado, sigiloso o aleve. Pero sobre este fondo vi tanto de persecución, tortura y asesinato; nada puede construirse, la muerte nos ha ganado.

Hay que vencer a la muerte que ha llegado a ser dueña y señora de nuestro quehacer porque el país se nos ha ido de las manos y el tiempo de reconquistarlo no admite espera. Nunca más será nuestro el que perdamos.

Mientras enterramos a nuestros muertos, con ellos vamos enterrando al Uruguay».

Es importante esta fecha porque nos tiene que resignificar desde un lugar, no para justificar excesos. No hay reconciliación posible entre el fascismo y la democracia. ¡No la hay! Por lo tanto, nos tiene que ubicar en el lugar de la condena a la forja del terrorismo de Estado. Y el terrorismo de Estado tuvo sus antecedentes, que quizás no supimos ver. Tuvo antecedentes en el papel de la agencia de desarrollo internacional; tuvo sus antecedentes en las campañas del odio; tuvo sus antecedentes con el incremento de romper libertades individuales de manera sistemática y tuvo sus antecedentes, también, en una fecha tan lamentable como la de hoy en la cual ponemos arriba de la mesa la memoria sobre el momento en el que se desplegó la normativa, a todas luces inconstitucional, del estado de guerra interna.

Sobre el papel de resistencia al terrorismo de Estado posterior, hay historias épicas. Se reprimió a todos los partidos políticos. Y en la derrota de la dictadura participaron demócratas colorados, demócratas del Partido Nacional; en la clandestinidad, en la lucha y en la resistencia también.

Permítame, señora presidenta, decir que cuesta encontrar un partido que haya pagado un precio más alto en la dictadura, respecto a presos, víctimas y desaparecidos, que el Partido Comunista. Entonces, estamos bastante lejos de que la lección acerca de la democracia nos la vengan a dar quienes en el momento de la dictadura participaban sumariando docentes.

Es todo.

SEÑOR DOMENECH.- Pido la palabra para dos aclaraciones.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR DOMENECH.- En primer lugar, me he limitado a leer un texto muy claro. Y, por cierto, si padeciera de un delirio, tendría que ir a un psiquiatra, y obviamente que no iré al mismo que el senador preopinante.

En segundo término, no era sumariante de la dictadura, era procurador de un organismo público.

Y lo que me parece intolerable es hacer proselitismo político con menores de edad que están en condiciones de inferioridad psicológica, es algo que me parece absolutamente repudiable. Así me lo pareció ayer y también me lo parece hoy.

SEÑORA PRESIDENTA.- Voy a solicitar a todos volver a lo que pedimos, a que no haya adjetivaciones y mucho menos cuando nos referimos a alguien, en cuyo caso, es bueno que se haga con nombre y apellido y es preferible que la persona esté en sala, porque me parece que la mejor forma de hablarnos es cuando la gente está presente. Solicito esto para un mejor funcionamiento.

SEÑOR DOMENECH.- Me siento aludido.

SEÑORA PRESIDENTA.- No lo tome todo en forma personal, señor senador. No lo estoy aludiendo a usted. Como verá, yo estoy en sala y sé quién está y quién no.

SEÑOR BATLLE.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR BATLLE.- La verdad es que el día de hoy nos tendría que traer a todos a un mismo lugar. Creo que el estado de guerra no le gusta a nadie y menos cuando la guerra puede ser mucho más dura de la que sufrimos nosotros acá. Lo digo porque hemos estado hablando de historia y no sé si el senador Manini Ríos se refería a Lorenzo Batlle como un degollador, pero me siento aludido porque es mi tatarabuelo.

Creo que todos tenemos que ir caminando hacia adelante, hacia un lugar común y mejor. Acá estamos hablando absolutamente de todo, de 1904, de 1870, donde Lorenzo Batlle también tuvo que lidiar con una de las peores crisis económicas que tuvo el país y terminó haciendo la primera negociación de deuda externa en el Club de Londres. Si mal no recuerdo, creo que fue Ellauri el que asistió a negociar allá.

Sin duda, este es un país realmente joven, como lo es toda Latinoamérica. Hemos construido la historia de nuestro país, mientras que otros lugares en el mundo, como hoy Ucrania, que era el granero del Imperio griego, actualmente sigue en medio de una guerra.

Nosotros tenemos que felicitarnos porque somos jóvenes, no tenemos toda esa historia que viene de la época de los romanos y más para atrás –porque seguramente el hombre de Neandertal estuvo caminando mucho más por Europa que por América– y, en poco tiempo, estamos donde estamos. ¿Qué tenemos? ¿Doscientos años? No es nada. Hemos construido muchísimo en doscientos años. Y me honra ser parte de un partido que en los últimos cien años colaboró en esa construcción. Me honra. Lamentablemente, por jóvenes que éramos, nos peleamos bastante y es obvio que esas peleas tuvieron sus costos. Y no solo por nosotros mismos, sino también por el exterior; es difícil que un país tan pequeño escriba su propia historia. Toda Latinoamérica se independizó y no porque éramos una cantidad de generales románticos que nos íbamos a caballo con diez o con treinta y tres y le ganamos a un imperio como el español. Fue la quiebra del Imperio español y del Imperio portugués que nos permitió, al final, tener mucha más fuerza y con treinta y tres ganarles a los portugueses, a los españoles y liberarnos de aquellas épocas pasadas de conquistadores que llegaron acá y encontraron, en definitiva, el propio fin de su imperio. Esa plata y ese oro que vinieron a buscar acá fue lo que produjo aquella inflación en Europa, que luego hizo que cayera el Imperio español. El senador Olesker seguramente entienda muy bien este aspecto. La inflación es tremenda. Hemos explicado acá cómo eso también nos llevó, en parte, a ese Estado complejo que declaró en determinado momento un estado de guerra. Obviamente, no estuve allí y es difícil juzgar después de tanto tiempo transcurrido. Es difícil, pero uno puede ponerse en el lugar de las personas. El senador Olesker o el senador Penadés –que en este momento no está en sala– vivieron algunas de esas cosas y, en lo personal, también las viví. Hoy tengo cincuenta y siete años y tenía siete cuando todo esto ocurrió. Recuerdo bien las cosas; recuerdo que tuvimos que exiliarnos porque mis padres tenían miedo por nuestra seguridad e integridad dado que había amenazas certeras de que podíamos ser víctimas de un posible secuestro. Entonces, nos exiliaron a la Argentina.

Yo estaba la noche en la que mi padre tuvo que escapar de quienes lo venían a buscar; mi padre se entregó al día siguiente. Fue uno de los primeros presos políticos del Uruguay. Después de eso, no tuvo más suerte: le cerraron el diario Acción, lo persiguieron durante los siguientes trece o catorce años, su economía se vio afectada y le retiraron el pasaporte, por lo que no podía salir del Uruguay. O sea que de un lado y del otro mi padre recibió permanentes ataques. Nosotros los vivimos y hasta los siete años no habíamos hecho nada. Eso lo vivió mucha gente en el Uruguay, personas de un lado y del otro: blancos, colorados, frenteamplistas, comunistas. Esto es verdad; pasó. Sin embargo, ¿estamos acá para cerrar una herida y un episodio o para recomenzar otro? No lo sé; todavía no lo sé.

Vine acá a escuchar y a recordar un estado de guerra que me imagino que ninguno de nosotros queremos volver a vivir por nada del mundo.

El senador Bergara hacía también alusión a mi padre, y me refiero a él porque se lo aludió mucho. Hemos adoptado una especie de pensamiento en cuanto a que si se nombra a Jorge Batlle estamos bien de todos lados. El senador Bergara habló de la persecución que recibió Jorge Batlle por una cuestión totalmente inventada, y eso está comprobado porque nunca se le encontró nada más que pobreza absoluta; soy consciente de eso. Reitero, fue una cuestión totalmente inventada, primero, de un lado, y luego utilizada por el otro lado para poder seguir sometiendo a una persona. Recuerdo cuando iba a visitar a mi padre a un cuartel que estaba ubicado cerca de esta casa, y no lo podía ver; lo ponían en un balconcito, del otro lado de la vereda, atado a una silla, y yo lo miraba allá arriba y lo saludaba. O sea, yo lo viví; nadie me lo contó. Lo viví desde los dos lados y, sin ponerme en el lugar de nadie, siento que los que más sufrieron fueron los torturados, los asesinados, los violados, los secuestrados y los desaparecidos. Pero hubo secuestrados de todos lados. No olvidemos, por ejemplo, que acá, en este país, ¡estuvo secuestrado el embajador británico! ¿Qué pasaría hoy si secuestraran al embajador del Reino Unido o si se mata a alguien que viene a entrenar a las Fuerzas Armadas uruguayas porque supuestamente viene a enseñar a torturar? O sea, en mi opinión, nada, nada justifica la violencia, de un lado ni del otro.

Creo que, al final, la sociedad uruguaya es rehén de todas estas discusiones. Yo creo que es así. La sociedad uruguaya, que es la mayoría de la gente que no pasó por todo esto, es la que se merece que nosotros, de forma madura, digamos: «Vamos a sacar toda la verdad de todo, vamos a poner la verdad arriba de la mesa». Así como hicimos una Comisión para la Paz, hagamos una comisión y llamémosla, por ejemplo, la comisión del punto final. Pónganle ese nombre si quieren.

En definitiva, yo quiero que dentro de cincuenta años acá, en este lugar, se recuerde un día como hoy como el día en que el Senado terminó con todo esto y puso arriba de la mesa todo, absolutamente todo, y todos ahoguemos allí nuestras penas y nuestro dolor, porque al final se trata de eso: de zanjar un dolor que tenemos adentro. Yo no me había dado cuenta de que lo tenía hasta que me puse a hablar acá, con ustedes, y a escucharlos. Todo lo que no quería volver a vivir me lo hicieron revivir y la verdad es que no lo quiero vivir nunca, nunca más; tampoco quiero que a Olesker le pase lo que le pasó, ni quiero que a un amigo mío le hagan lo que le hicieron, que lo picanearon, le hicieron lo de los huevos, y era colorado, de la Lista 15. No quiero que nunca más pase eso y quiero que nos recuerden por eso. Hagamos algo por salir de esto y no mirar para atrás. Yo puedo hacer como Freud y analizar cómo me torturó mi mamá, cómo me torturó mi papá, y decir que la raíz de todos mis problemas está en mi mamá y mi papá. ¡No, pobres! Entre las cosas que tengo que agradecerles a mis padres está que, en aquellos momentos tan complicados para nosotros, jamás nos hicieron sentir miedo; ¡jamás!

Yo salí, armado, a los trece o catorce años, cuando vinieron a buscar a mi padre varias personas de uniforme, pero no identificadas, y se lo llevaron en una «chanchita», como se llamaba en aquel momento a los autos no identificados y azules. Me metí adentro de un ascensor, armado –obviamente, no sabían que estaba armado–, con varias personas de uniforme no identificadas. Recuerdo que le preguntaron a mi padre por qué iba yo, y él respondió: «Porque quiero que vea adónde me llevan».

Así ocurrió varias veces y tuvimos que escapar varias veces. Así también sufrimos, del otro lado, varias entradas a nuestra casa. También nos plantaron bombas y nos destruyeron una casa que terminó siendo la del suegro de mi padre.

Vemos esto de una figura como Jorge Batlle, que no estaba ni de un lado ni del otro, que fue quien denunció –y por eso fue preso– el acuerdo que había o se pensaba que había entre el MLN y los militares. En realidad, fue preso y se lo llevaron los militares por esa denuncia. Creo que no hay nadie en el mundo que se pueda sentir tan mesiánicamente perfecto como para que, en aras de algo, tome las armas y ataque al pueblo uruguayo, como se hizo, porque de un lado y del otro atacamos al pueblo uruguayo, básicamente.

Por lo tanto, me parece que más que venir acá a festejar una fecha o a traer recuerdos, tenemos que venir a decir, todos nosotros, que, si nos equivocamos, nos equivocamos, y que, si le pegamos, le pegamos, pero la verdad es que no queremos que esto vuelva a pasar en el Uruguay nunca más.

Prefiero mucho más adherir, no a la teoría de Freud, sino a la teoría que Frankl escribió en un campo de concentración nazi: la logoterapia. Contrariamente a Freud, Frankl decía que tenemos que caminar hacia adelante. A los problemas del pasado los arreglamos caminando para adelante.

Está bien, nosotros no vamos a escribir la historia porque somos contemporáneos de ella. Nosotros tenemos la chance de hacer la historia; ¡hagámosla! Esta generación tiene que poner un punto final a todo esto. Dentro de poco no habrá nadie vivo de aquel tiempo que pasó. Aprovechemos a los últimos que quedan; saquen todo lo que tengan para sacar y pónganlo en un nuevo lugar. Démosles la tranquilidad de que no les va a pasar nada. Que no piensen que después de un referéndum, de una ley interpretativa, bla, bla, bla, van a terminar presos. ¡No! Terminemos de zanjar, saquemos la verdad para afuera y abramos todas las cosas secretas de Estado. Pongamos todo arriba de una mesa y hagamos ese proceso hasta el final, porque evidentemente venimos progresando, venimos de un momento complicado de la historia económica del mundo, después de una Guerra Fría, etcétera, etcétera, etcétera. Llegamos a los años sesenta complicados, a los años setenta complicados y terminamos en un estallido social; eso terminó en una dictadura que es la que asumimos todos durante los últimos trece años, pero hoy estamos mejor porque salimos de esa dictadura. Dimos un paso adelante. Con error o sin él, votamos una amnistía, votamos un referéndum. Si fue perfecto o no, es otra cuestión, pero seguimos caminando e interpretamos el referéndum y fuimos a varios más. ¡Hay que festejar! El MLN ha sido Gobierno electo por el pueblo. El MPP ha sido Gobierno electo por el pueblo. Vivimos en plena democracia. Decía Atchugarry que la libertad es una flor hermosa pero muy, muy frágil y que hay que cuidarla todo el tiempo. Efectivamente, creo que tenemos que cuidarla todo el tiempo, porque en cuanto la descuidamos pasan estas cosas. Insisto, pasan, y después, en un estado de guerra, se permite cualquier cosa, como lo estamos viendo hoy en la televisión. Se permite tirar abajo un edificio donde vive gente inocente, se permite el éxodo de un pueblo de 4:000.000 con hijos que van al lado de sus madres, separados de sus padres. Entonces, ni de un lado ni del otro hicimos las cosas bien y la verdad es que hoy podemos festejar que caminamos, caminamos y caminamos, y fuimos construyendo y fuimos descubriendo.

Creo que la Comisión para la Paz trajo mucha reconciliación, porque allí intervinieron todos los sectores de la sociedad y de la política, y porque se avanzó mucho, pero hay todavía desaparecidos y casos sin resolver. Sigamos caminando. No le tengamos miedo a caminar, no le tengamos miedo a poner todo arriba de la mesa y a zanjar todo de una buena vez, porque para eso vinimos hoy acá. Vinimos para decir que hoy hace cincuenta años que a este local prácticamente lo cerraron, pero hoy estamos gozando de plena democracia y libertad para poder hablar bien y tranquilos sobre estos temas que han quedado atrás y que debemos superar totalmente.

Muchísimas gracias.

SEÑOR MANINI RÍOS.- Pido la palabra para contestar una alusión.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR MANINI RÍOS.- Voy a ser bien breve.

En realidad, hubo un cúmulo de alusiones.

Hoy vine acá a exponer sobre un hecho histórico, un hecho irrebatible: este Parlamento, hace cincuenta años, declaró el estado de guerra interna. No vine a defender esa declaración. Simplemente, vine a exponer ese hecho histórico en el entendido de que no puede pasar desapercibido en esta casa algo de tanta importancia como lo que ocurrió hace cincuenta años.

Creo que muchos ya vinieron con su exposición pronta y no escucharon lo que yo dije, porque realmente acá he expuesto hechos históricos que, a mi entender –aunque puedo equivocarme– son irrebatibles.

Por supuesto que muchas de las cosas que acá se mencionaron seguramente fueron como las están diciendo, pero no quita que yo esté mencionando un hecho histórico y a eso nos ceñimos. Este país, esta Suiza de América, este paisito, como se lo llamó siempre, hace cincuenta años declaró que estaba en estado de guerra. Ese es el hecho histórico que yo no quise dejar pasar, no quise que pasara desapercibido porque hay muchísimas generaciones que no vivieron esa época y creo que es bueno que sepan que también ocurrió eso en este país.

En cuanto a lo que manifestó el señor senador preopinante, quiero aclarar que yo no dije que el general Lorenzo Batlle era un degollador. No lo pienso ni lo creo. Dije que el ministro de Guerra, el general Gregorio Suárez, al terminar la batalla de Sauce, mandó pasar a degüello a los prisioneros y eso sí es histórico. Uno de los referentes del Partido Colorado, Carlos María Ramírez, se retira de esa batalla, va a la editorial del diario El Siglo, que él dirigía, y renuncia al Partido Colorado. Él dice: «Nunca más te llamaré Goyo Jeta, te llamaré Goyo Sangre», porque salió asqueado. Pero jamás sugerí siquiera –y quiero que esto quede bien claro– que el general Lorenzo Batlle fuera un degollador.

Gracias, señora presidenta.

SEÑORA NANE.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra la señora senadora.

SEÑORA NANE.- Señora presidenta: al inicio de esta sesión se nos convocaba a un momento de reflexión. Luego empezó a parecerse más a una acción que pretendía reescribir parte de la historia y tratar de instalar una lógica como de un pseudoestudio histórico. Pero después se fue aportando más información y en algún momento pareció que el objetivo de esta sesión era restaurar la verdad histórica, porque creo que la frase que se usó fue exactamente esa. ¿A qué verdad histórica se estarán refiriendo quienes quieren restaurar la verdad histórica? ¿La verdad histórica de la dictadura cívico-militar? Porque también se menciona que hay un proyecto, para el que se necesitan los votos del Frente Amplio, que supongo que debe ser el que pone en régimen de prisión domiciliaria a quienes están presos por el terrorismo de Estado. Y supongo también que, si en esta sesión se pide el voto del Frente Amplio, debe ser porque el resto de los votos ya está, por lo que debemos asumir que la coalición de gobierno está toda junta en este objetivo.

Quiero repasar un poco la memoria, no con paciencia, sino con responsabilidad política, porque me parece que es eso lo que necesitamos para entender que realmente no hay dos lecturas de esa etapa tan oscura de nuestra historia.

Acá hubo responsabilidad del Estado uruguayo en la represión, en la tortura, en el secuestro, en el asesinato, en las desapariciones forzadas, hasta de niños y niñas. Acá hay cientos de personas que lo sufrieron en primera persona y no solamente durante el período de la dictadura cívico-militar, sino también en el período previo. Mis compañeros ahondaron profusamente en la cronología histórica.

En el período entre la dictadura de Terra y el Gobierno de Pacheco Areco, este país fue transitando un camino que iba desde el Estado peligroso hasta las medidas prontas de seguridad, y desembocó en Gobiernos que violaron consecuentemente la Constitución y los derechos humanos usando las medidas prontas de seguridad; no olvidemos que durante el Gobierno de Pacheco Areco se reprimió y asesinó a estudiantes que se manifestaban pacíficamente para reclamar por el boleto gratuito. Eso es parte de nuestra historia.

También es cierto que Uruguay, al igual que el resto de los países de América Latina, fue parte de un plan regional organizado con el objetivo de instalar medidas económicas y sociales, que persiguió, secuestró y asesinó a las personas que pensaban distinto o que se oponían a estos planes.

Para hablar de las medidas prontas de seguridad busqué algún registro histórico y encontré Cuadernos de Marcha de setiembre de 1971 donde, en una nota que se llama «Contexto real actual de los derechos humanos», se hace una especie de resumen del quinquenio del Gobierno de Pacheco Areco. Allí se dice: «Por vía de medidas de seguridad, el Poder Ejecutivo se ha injerido en materias legislativas típicas, como la de arrendamientos y desalojos […]. Por vía de medidas de seguridad se militariza a sectores enteros de funcionarios públicos de naturaleza estatutaria absolutamente civil; y, levantada esa militarización por la asamblea, se la vuelve a implantar por el Ejecutivo…». Es una cosa de locos. «Por vía de medidas de seguridad se clausura a órganos de prensa –como también dijeron mis compañeros– […]. Por vía de medidas de seguridad se confía a un simple» de inviolable. Y la lista sigue.

Todos sabemos lo que fue el Gobierno de Pacheco Areco. Sin embargo, en esta especie de llamado a la reflexión de hoy, quienes nos llaman a esta reflexión dicen en un acto público que Pacheco Areco era un rebelde ante las injusticias, señora presidenta. Estamos hablando de consideraciones políticas. Entonces, ¿cómo seguimos este ejercicio de reflexión? ¿Cómo lo seguimos? Porque un ministro de este Gobierno que se autodeclara de centroizquierda no dijo ni pío cuando a Pacheco Areco, un presidente que sistemática y premeditadamente violó la Constitución, los derechos humanos y desoyó al Parlamento, lo tildaron de rebelde contra la injusticia. Acá hay muchos legisladores autodeclarados wilsonistas que no saltaron de indignación cuando en la misma frase quedaron Wilson, Artigas y Pacheco Areco, y este último reivindicado como un rebelde ante las injusticias. Reitero: en la misma frase quedaron Wilson, Artigas y Pacheco Areco, cuando este último es un presidente que avergüenza la historia democrática de este país. Por lo menos, y en honor a la verdad, es cierto que cuando se mencionó que era un rebelde ante la injusticia también se dijo: «Y se rebeló contra la Constitución». Sí, y por eso el Partido Nacional y el Frente Amplio, el 22 de julio de 1971, presentaron mociones de juicio político al presidente.

Entonces, previo al estado de guerra interna, Uruguay venía con heridas sociales, económicas y políticas de larga data. Se venía construyendo un camino hacia un estado cada vez menos democrático. No es que no hubo más remedio. Esto fue parte del desbarranque de un Poder Ejecutivo que actuaba completamente fuera de la Constitución, que desconocía la independencia de poderes, que alteraba el Estado de derecho y que llamó a unas elecciones de mentira, porque yo no sé si ustedes se acuerdan de que después de las elecciones de 1971 aparecieron urnas flotando en el Miguelete. Elecciones libres, ¿en serio?

Y después vino el Gobierno de Bordaberry.

Wilson Ferreira, en una audición radial del 13 de febrero de 1973, decía que había habido un fraude electoral directo e indirecto para imponer la candidatura de un ciudadano sin vocación política y sin posibilidad de comunicación emotiva con las multitudes y, sobre todo, profundamente ajeno a los grandes problemas que el Uruguay enfrenta y a la manera de resolverlo. También decía que el nuevo Gobierno había comenzado siendo un pachequismo sin Pacheco, con todos los hombres de Pacheco, pero sin este, agregando que así, aunque no lo pareciera, no quedábamos mucho mejor que antes. Y añadía que el nuevo presidente, sin embargo, tuvo su oportunidad, su gran oportunidad, como quizá nadie la tuvo antes; el nuevo presidente pudo exhibir ante el país su honradez personal, que nadie discute, su calidad de jefe de un hogar respetable, su condición de padre de una hermosa familia. Pero Bordaberry no lo hizo.

Entonces, acá, como dijeron el senador Olesker y varios de mis compañeros, no hay nada para conmemorar.

Las reflexiones están todas hechas. La violencia del Estado y la violencia civil no son comparables, ni acá ni en ningún otro lado.

Y tampoco está bien negar e invisibilizar la historia de lucha pacífica de las organizaciones de trabajadores y de estudiantes contra esa miseria a la que estaba sometido el pueblo uruguayo en ese momento. Es una falta a la verdad tratar de poner esto en otros términos. Pero igual no nos extraña. Hay que ser honesto y decir que no nos extraña nada. Porque si queremos cerrar heridas, para cerrar esas heridas tenemos que saber la verdad. No saber la verdad es la razón por la que no encontramos a ciento setenta desaparecidos. Pero no es que nadie sepa dónde están; es que mienten o, en el mejor de los casos, se callan. Y acá hay gente que lo sabe, señora presidenta. ¡Vaya si lo sabe! ¿Y por qué se guardan la información que tienen? Porque se sienten poderosos, siendo dueños de un silencio sobre algo que no les pertenece, algo que les pertenece a todos los uruguayos. Como dice el senador Batlle, si quiere cerrar, cerremos, pero entonces hablen y no mientan más.

Gracias, señora presidenta.

SEÑORA KECHICHIAN.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra la señora senadora.

SEÑORA KECHICHIAN.- Señora presidenta: la verdad es que dudé acerca de si me mantenía o no en la lista de oradores, pero en la medida en que en esta sala hay gente joven y algunos, de hecho, de una manera u otra fuimos protagonistas de esos años, me siento en la obligación de expresar, más que nada, mis sentimientos.

En primer lugar, con respecto a la preocupación del señor senador Manini Ríos de traer este tema para que no pasara desapercibido, creo tener la seguridad de que la fecha de votación de la declaración de estado de guerra interna es de las cosas que los uruguayos no vamos a olvidar nunca, porque es parte de la etapa más negra del Uruguay y del inicio del camino más duro que transitamos en democracia. Por lo tanto, no va a pasar desapercibido nunca.

Por otra parte, coincido con algunas de las cosas que planteó el señor senador Batlle para que nunca más tengamos que vivir situaciones como esta. Sin embargo, la vida nos demuestra que para que algunos hechos no sucedan hay que aprender las lecciones, y una de ellas es ser muy crítico, muy autocrítico y escuchar al otro. Cuando hablo de escuchar al otro, me refiero a que no es cierto que en ese momento nadie lo vio. El general Seregni se cansó de expresar que el Uruguay precisaba cambios y precisaba paz. Él decía que debíamos sopesar muy bien, con gran profundidad, qué significaba para el país y para todos nosotros una situación como la declaración de estado de guerra interna. Me acuerdo de verlo hablando de estos temas; lo tengo en mis ojos. Él afirmaba: «No queremos la guerra, pero ya estamos envueltos en sus tragedias», porque ya se habían desatado todas las maldades. Ese día él venía de enterrar a uno de nuestros muertos, precisamente a Cervelli, militante sindical, del Partido Comunista y del Frente Amplio, como siempre han sido los comunistas desde la creación de nuestra fuerza política. Y continuaba: «Y esta es una tragedia que viene avanzando desde el Gobierno del Sr. Pacheco Areco». Esa era una realidad que parecía imparable. Seregni decía: «Los poderes públicos han reconocido o declarado que estamos en situación de guerra, lo que implica una variante inmensa, gigantesca, para las más arraigadas costumbres uruguayas». Es decir que tenía claro que esa declaración venía a romper con lo mejor de la historia uruguaya; era una situación nueva, pero tenía sus consecuencias y sus causas.

El señor senador Penadés decía que no podemos venir acá a justificar y no lo estamos haciendo, pero los hechos tienen causas y muchos de mis compañeros las han expresado. Esa situación nueva y el estado de violencia al que nos condujo –Seregni decía que nos iba a seguir conduciendo y ¡vaya si tenía una mirada larga y estratégica!– iban a cambiar profundamente la política social y económica del Uruguay. Precisamente, Seregni expresaba: «Es una situación nueva en cuanto a las posibilidades que en sí misma encierra. Son los hechos y su propia dinámica, que muchas veces exceden a las intenciones de los conductores, los que pueden arrastrar al Uruguay a una verdadera guerra civil». ¡Era el centro de sus desvelos! Lo escuché una y otra vez, entre nosotros; nadie nos escuchaba. Yo no digo que nosotros tuviéramos toda la verdad, pero creo que uno de los males del Uruguay es que a veces no nos escuchamos entre nosotros y siempre hay que pensar que el otro puede tener alguna cuota de razón.

Continúa Seregni: «El carácter interno de esta guerra contiene en sí mismo los signos de su esterilidad». Porque las guerras internas son tremendamente estériles, y lo único que pueden dejar son consecuencias negativas. «Porque una guerra externa» –lo estamos viendo– «puede ser a veces motivo de una gran unidad nacional,» –para algunos países– «de un gran fervor y esfuerzos colectivos, de una profunda emoción y dinámica patrióticas». Desde mi punto de vista, un patriotismo mal entendido, pero patriotismo al fin. Sin embargo, las guerras internas realmente son una tragedia y los Estados no pueden someterse a ellas. Cuando una sociedad está dispuesta a pelear hasta con perros cimarrones –como decía Artigas– ante un invasor extranjero, uno puede entender ese sentimiento, pero las guerras civiles son mucho más difíciles, mucho más complejas; nace un profundo estado de crisis interna.

Muchas veces, las guerras civiles se encienden por estructuras decadentes de una sociedad. La guerra civil implica disgregación de una sociedad, un desgaste terrible de las fuerzas y una división interna implacable.

Seregni decía que nuestra historia tenía muchas enseñanzas al respecto. Por eso vuelvo a decir que tenemos que aprender a escucharnos más entre nosotros. Nos es imperioso recordar –decía Seregni–; los años transcurridos han hecho olvidar a los uruguayos lo que una guerra civil podría significar para el Uruguay. Él hablaba de la Guerra Grande, de Oribe, de Rivera y del conflicto armado entre el gobierno de la Guerra Grande. ¡A ver! No vamos a descubrir que las armas aparecieron en el sesenta en el Uruguay; hubo más de un episodio, y de degüello también. Ya sabemos, por experiencia, lo que puede provocarnos.

Esta es una hora para hombres valientes, decía Seregni, y él no usaba esa palabra así nomás. Supo ponerle su pellejo también a ese término. Él sostenía que son hombres que deben saber lo que hacen y por qué lo hacen. No era ninguna exageración.

En definitiva, ¿cuál es la causa? ¿En qué Uruguay vivíamos? Entre 1970 y 1971 se detuvo injustificadamente a más de cuatrocientas personas y muchas de ellas recibieron castigo. Repito: entre 1970 y 1971. Integrantes de las fuerzas opositoras al Gobierno fueron objeto de amenazas de muerte dirigidas también a sus familiares. Amenazaban a sus hijos, a los hijos de nuestros compañeros. Son frecuentes los ataques en actos públicos, donde los asaltantes agreden al público con palos, hierros, cadenas y armas de fuego ante la pasividad policial, una policía que había empezado a tener al comisario Otero como una figura extraordinaria que finalmente fue el que detuvo a buena parte de los dirigentes del MLN. A su vez, después nunca nadie entendió en este país por qué trajeron a Mitrione para seguir enseñándole a la policía y pasó todo lo que pasó, por ejemplo, las fugas.

Estoy hablando desde mi punto de vista; esta es una opinión de Liliam Kechichian –algo que viví ese momento–, y me refiero a crear una justificación para el estado de guerra interna, pero tal vez nunca podremos saberlo totalmente.

Hubo cerca de ciento cincuenta atentados con bombas y metralletas contra domicilios de frenteamplistas, locales de nuestra fuerza política y liceos. A su vez, hubo atropellos de la policía contra adherentes y propagandistas del Frente Amplio. Y finalmente, en ese período, fueron brutalmente asesinados Manuel Antonio Ramos Filipini, Heber Nieto y Abel Ayala. Ante ese panorama, el Ministerio del Interior aporta su cuota de apoyo al terror ocultando los hechos, al afirmar que había habido solamente seis atentados cometidos contra locales del Frente Amplio. Se trataba de despistar a la opinión pública acerca de los verdaderos culpables, de las reales víctimas del régimen. Podría leer todo el material que tengo en mi poder; son episodios de violencia, actos en diferentes lugares de provocaciones de fuerzas represivas allanando seccionales. Por ejemplo, el 28 de marzo de 1971, luego de un acto en la plaza de Casupá, Florida, organizado por la Juventud Uruguaya de Pie –los asistentes fueron conducidos en tres ómnibus desde Montevideo–, los oradores, Gabriel Meloño y Alberto Manini Ríos, llamaron a desatar la violencia contra los integrantes del Frente Amplio.

Hay episodios de todo tipo y color sobre estos temas. Además, de los 1541 días del Gobierno de Pacheco Areco, 1117 fueron bajo medidas prontas de seguridad. Menciono esto para ver en qué clima estábamos.

En julio de 1968, el senador Mario Heber decía que esas medidas prontas de seguridad seguían porque el Gobierno, en un régimen normal, no podría gobernar porque no tendría mayoría parlamentaria.

Había también una sociedad enojada, una sociedad que criticaba mucho los beneficios del sistema político. ¡Si tendremos que cuidar nuestra imagen, para que la gente común, esa gente que sufre y que pena en cada uno de los barrios de Montevideo, nos vea como personas creíbles! En aquel momento, el artículo 383, de los autos baratos, y una cantidad de otras cosas fueron un golpe al corazón, al ánimo y a la bronca de mucha gente del Uruguay.

Se dice que en 1959 y 1960, en el Ministerio de Obras Públicas, del Consejo Nacional de Gobierno, había un portero cada seis oficinistas. También se sabía que en la reorganización del Ministerio de Salud Pública, en 1958, permitieron el ingreso de 1449 nuevos funcionarios. En 1938, la república tenía 58.000 funcionarios; en 1955, pasaron a 168.000 y cuatro años más tarde teníamos casi 200.000, exactamente 193.800. Todas estas eran señales que el sistema político también le daba a la gente que la estaba pasando muy mal debido a la Coprin –Comisión de Productividad, Precios e Ingresos– de Uruguay, cuyo ideólogo Peirano Facio le decía a la gente: «Cobre menos»; «Pague menos»; «Su salario se va a hundir», mientras él mandaba la plata al exterior, cosa que ha venido haciendo hasta el día de hoy. No hace mucho, los paraguayos estaban pidiendo que Peirano Facio fuera llevado a Paraguay porque ha seguido estafando bancos, a la gente y a pueblos desde la vida perdurable y amena hasta hoy. Eso también estaba pasando.

Se militarizó a los trabajadores, se congelaron los precios, hubo muertes de estudiantes: en 1968 se asesinó a Líber Arce. Todo esto, bastante antes del estado de guerra interna y de algunos sucesos lamentables que nosotros, como frenteamplistas, nunca acordamos, pero –como bien dijeron los compañeros– la vida ha hecho que hoy muchos de esos compañeros estén aquí sentados con nosotros respetando la democracia y consolidándola.

Entonces, no sigamos creando caminos de divisiones que no nos hacen bien, porque esas son las cosas que debemos aplaudir cuando del otro lado hay mucho silencio y mucha mentira; ¡mucho silencio!

Hubo crisis ministeriales y hubo torturas. Acá está la investigación de las torturas en el Uruguay. La verdad, compañeros, cuando uno dice que en la sesión del Senado del 30 de octubre de 1969 la doctora Alba Roballo –mujer valiente si las hubo– formula denuncias reiteradas a la comisión de arbitrariedades contra los detenidos y relata un conjunto de situaciones, uno se pregunta en qué país estamos. Frente a esas denuncias, el señor senador Vasconcellos dice que efectivamente hay que crear una comisión investigadora, que luego se forma y concluye en diferentes situaciones. Hechos probados: malos tratos de palabra, sometimiento a privación de agua y de comida, prohibición de hacer sus necesidades fisiológicas en lugares y formas adecuadas, encierro en calabozos con excrementos, golpes a los detenidos sin necesidad racional de utilizarlos, plantones prolongados, distorsión de miembros provocadas por esas posiciones, picana eléctrica, ataduras en forma especialmente dolorosa, quemaduras de cigarrillos, tortura psicológica, etcétera, etcétera, etcétera.

Entonces, aparece la JUP –Juventud Uruguaya de Pie–, el escuadrón de la muerte, y suceden algunas de las situaciones que ya han relatado nuestros compañeros. Sin duda, lo de los ocho asesinatos en la Seccional 20 del Partido Comunista es de las cosas más dolorosas que nos ha tocado vivir. El día antes, estaba preparada otra cosa. La provocación no era contra la Seccional 20 del Partido Comunista; la provocación fue el mismo día que se votó el estado de guerra interna, a un activo de jóvenes comunistas del que yo era parte. Yo estaba ahí; no me lo contó nadie. ¡No me lo contó nadie! Quinientos jóvenes comunistas. En la calle Sierra ingresan personas de civil con esvásticas, a los gritos y armados. Nos tiran al piso y nos amenazan con un revólver. Nos hubieran matado a todos, lo aseguro. No estoy haciendo drama, porque acá no estamos hablando solo de las cosas personales, sino de cómo las cosas personales hicieron también al derrotero del Uruguay. Por suerte, llamaron a este Parlamento e intervino Gutiérrez Ruiz, con un enorme coraje y una gran humanidad, porque éramos chiquilines, casi todos. Además, nos robaron, nos robaron las carteras y todo lo que pudieron. Esa fue la verdadera provocación, evitada por Jaime Pérez y por Héctor Gutiérrez Ruiz, que intervinieron directamente. Y, bueno, los cobardes huyeron cuando vieron a dos parlamentarios bien plantados en la vida, defendiendo a esos muchachos.

Obviamente, también tuvo que ver la situación económica del país. La emisión de dinero había crecido 4973 % y la inflación en toda la década de los setenta fue de 4461 %. No olvidemos tampoco el manejo del tipo de cambio y lo de la Coprin ‒lo repito porque fue muy duro‒, además de que entre 1967 y 1984 hubo 71 órganos de prensa clausurados, pero todo eso ya lo han dicho los compañeros.

Quiero insistir en que en ese momento no solo no se escuchó a quienes éramos la fuerza opositora y al general Seregni ‒que era una persona de prestigio, con la que uno podía discrepar, pero a la que había que respetar, porque se lo había ganado‒, sino que tampoco se consideraron los esfuerzos de la CIDE. La CIDE también fue una respuesta, de análisis, y el primer análisis que se hizo determinó que Uruguay estaba fundido y que necesitaba cambios. Esos cambios se acordaron, casi todos. Como después sucedió con la Concertación Nacional Programática, de la que fui parte también. Salvo en economía ‒en lo que no nos poníamos de acuerdo‒, en casi todos los otros temas nos pusimos de acuerdo. El Uruguay se perdió, a la salida de la dictadura, en un clima extraordinario, una oportunidad única de aplicar un programa que nos contenía a casi todos. Al respecto, tengo que decir que el expresidente Sanguinetti cometió un error garrafal al guardarlo en un cajón y aplicar a sangre y fuego su programa de gobierno. ¿Tenía derecho a hacerlo? Tenía derecho, pero habría sido muy bueno que hubiera seguido el camino de aprovechar un programa que había sido trabajado por mucho tiempo y por mucha gente muy valiosa, no solo técnicos sino trabajadores, dirigentes sindicales y sociólogos, aprovechar el esfuerzo de la CIDE, del Congreso del Pueblo y del Parlamento; los tres trabajaron mucho para evitar esa situación, lo que no se pudo.

Entonces, ¿hay víctimas y victimarios? Yo creo que sí. No se puede decir que no hay víctimas y victimarios. Incluso la declaración de Wilson ante las Naciones Unidas en 1976 es un testimonio valiosísimo y una descripción clara de lo que estaba viviendo Uruguay; pero en ese entonces ya había dictadura, ya las defensas eran diferentes. Con este estado de guerra interna en el medio, Brasil amenazaba con invadirnos; no lo olvidemos, compañeros senadores, es una cosa gravísima. El senador Batlle decía: «Pensemos, si hoy está secuestrado…»; hoy sería una mujer la embajadora de Inglaterra, porque algunas cosas han cambiado. Es impensable, sí, es impensable en el Uruguay de hoy. ¡Pero piensen ustedes que Brasil esté anunciando sottovoce, sentado al lado de Estados Unidos, que piensa invadir Uruguay si el Frente Amplio gana! Eso no pasó ‒gobernamos quince años‒, por suerte para Uruguay.

Esos son los aprendizajes que debemos tener todos para no volver a repetir algunos errores, porque este es un país muy pequeño. Yo estoy convencida de que en algunos temas nos podemos poner de acuerdo, pero en otros, seguramente no. Mientras sigamos transitando los caminos del no diálogo y de justificar todo, me parece que no vamos a llegar a buen puerto y capaz que dentro de unos años estemos recordando otros episodios.

Gracias, señora presidenta.

SEÑOR MANINI RÍOS.- Pido la palabra por una alusión.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR MANINI RÍOS.- Señora presidenta: no sé a quién se refirió la senadora preopinante cuando habló de Alberto Manini Ríos. Si es el que yo conozco, era mi padre y ya estaba fallecido en esa época.

Creo que con todo lo que se ha hablado aquí hasta ahora, en vez de reflexionar sobre el hecho en sí, se busca justificar cómo se llegó a ese baño de sangre. Me refiero a cuando todos los partidos definían la situación que se vivía ese día. Parece que lo que se busca es justificar esa situación.

Cincuenta años después, parecería que no hemos aprendido nada y que indudablemente se sigue alimentando ese enfrentamiento, buscando en el pasado ya lejano todo aquello que nos pueda enfrentar.

Muchas gracias, señora presidenta.

SEÑOR LAMORTE.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR LAMORTE.- Gracias, señora presidenta.

Escuchamos la exposición del señor senador Guido Manini Ríos referida a los cincuenta años de la declaración del estado de guerra interna votada en el Parlamento nacional, y nos parece una reflexión válida y razonable a los efectos de mirar hacia adelante y de encontrar, en conjunto, un futuro para el bien común de todos los uruguayos.

Hoy en sala varias veces se hizo referencia al término «verdad»; en griego, «alétheia», término que tiene que ver con connotaciones de lo que es la realidad y la sinceridad; connotaciones muy importantes justamente para acercarnos a lo que es la verdad.

La realidad es que algunos senadores plantearon hoy realidades que miran hacia lo que se vivió. Nosotros queremos hacer referencia, desde nuestra participación como colectividad política, como democristianos, a que en ese momento se estaba viviendo una situación compleja, no solo a nivel del país, sino también políticamente, en la que había distintas ópticas y miradas con respecto a cómo salir de un momento difícil.

Esta declaración fue totalmente democrática, se hizo dentro de un régimen democrático y fue aprobada por mayoría. Creo que esto tiene que formar parte de esa sinceridad y de esa realidad en la búsqueda de la verdad que debemos realizar.

El hecho de recordar –que significa volver a pasar por el corazón–, por supuesto que nos trae dolor y nos hace revivir situaciones que no son justas; situaciones de miedo y de angustia; y situaciones que, como uruguayos, debemos superar para mirar de nuevo hacia el futuro.

Como colectividad política, la Unión Cívica siempre buscó el diálogo. Sin embargo, fue criticada y hoy en sala también se hicieron distintas apreciaciones. En definitiva, todos tenemos diversas aproximaciones acerca de cómo queríamos salir de esa situación tan compleja.

Se hizo especial referencia a las conversaciones del Club Naval, en las que sí participamos. El doctor Chiarino, figura de nuestro partido, trabajó aunadamente con otros políticos en la búsqueda del diálogo y de una salida democrática y en paz, no bajo el uso de la fuerza ni de las armas. Fueron situaciones totalmente válidas; situaciones sobre las que evidentemente puede haber matices y errores, y se podrían haber mejorado las soluciones encontradas, pero estas se alcanzaron con el diálogo que se dio entre la mayoría de los uruguayos.

Rescato a distintas figuras de todos los partidos políticos que trabajaron, a todos los militantes, a todas las personas que hemos vivido esa situación. Hoy se hacían referencias personales a lo que se estaba viviendo en esa época, y a mí me comprenden las generales de la ley. Si hoy tengo sesenta y cinco años, en ese momento tenía catorce o quince, y por supuesto que atravesamos vivencias complejas, pero vivencias en las que había definiciones y situaciones que nos pegaban de cerca a todos los uruguayos, aunque no estuviéramos en temas políticos.

Siendo joven, en mi barrio La Mondiola, yendo a hacer un mandado para comprar algo, pasé por la sede de un comité del Partido Comunista –en las calles Rivera y Pastoriza– y había una manifestación. Empezaron los tiros y todos debimos parapetarnos; nos pusimos detrás de un boliche para ver cómo salíamos de ahí. A un compañero le rozaron la pierna con un tiro y, por suerte, no pasó nada.

Se daban situaciones en las que había personas armadas; había armas en los comités y había armas en los comités del Partido Comunista. También vivíamos situaciones en el liceo en las que algunas personas subían a la azotea y tiraban tiros desde allí. Esto lo viví personalmente, no es un relato histórico, sino que simplemente es una vivencia concreta. Eran situaciones que vivíamos como estudiantes en el Liceo n.° 12, que era ocupado por personas de treinta o cuarenta años, que supuestamente se identificaban con el Partido Comunista y nosotros éramos jóvenes de catorce o quince años que hacíamos la ocupación en nombre de otros, diciendo que venía un malón fascista. El malón fascista no sé dónde estaba, pero había personas que se identificaban con otros partidos, con otras situaciones, y teníamos que defendernos a los golpes y salir como podíamos frente a personas mayores que tenían una visión de ocupación que no sé en virtud de qué ocupaban sin ser estudiantes ni partícipes de esas instituciones. Como dije, eran situaciones complejas, en las que había que mirar para adelante.

En este caso quiero reivindicar esas conversaciones, el diálogo que se logró desde la Unión Cívica conjuntamente con otro montón de dirigentes de todos los partidos. El general Seregni personalmente me resaltó la figura del doctor Chiarino. Decía que había que tomarlo en consideración, que había que rendirle homenaje porque él sabía todas las veces que se había luchado por los presos políticos, por las personas que estaban en las cárceles. Él quería reivindicarlo y se lo había dicho dos o tres veces especialmente a dirigentes del partido. Junto con Humberto Ciganda, que siempre estuvo trabajando a su lado, mantuvieron conversaciones que fueron muy fructíferas para todos los uruguayos.

Creo que frente a la situación compleja que se vivió, la ley de declaración de democracia en democracia de esta situación de guerra –que es algo no buscado, que es algo que evidentemente se fue generando–, es algo sobre lo que tenemos que reflexionar entre los uruguayos para que no vuelva a pasar. Cada uno debe comprometerse con esa construcción, construcción que no siempre se da. Cuando recibimos la democracia en 1985, visitamos a distintos dirigentes del Frente Amplio y en especial dentro del PIT-CNT –que en ese momento era CNT y estaba ubicado en la calle 18 de Julio– había dirigentes del Partido Comunista; estaban Castillo y D’Elía.

Nosotros pedíamos que hubiera elecciones libres en el BPS, que los directores no fueran elegidos a dedo. Fuimos con Humberto Ciganda y en ese momento se nos dijo, expresamente en la central obrera, que la democracia era una herramienta y que, así como ellos habían tomado una posición de lucha y de apoyo en la dictadura y en la ruptura democrática, si esta era una dictadura del pueblo y una dictadura de los trabajadores, a ellos les parecía una herramienta válida. Esto nos lo dijeron directamente al señor Humberto Ciganda y a mí, que era un dirigente joven del partido.

Por otra parte, me alegro de que existan partidos que hayan podido hacer una evolución, que crean en esa democracia y que piensen que tenemos que construirla entre todos. Por eso, rescato la importancia de la autocrítica de todos los senadores que hicieron uso de la palabra y de todos los actores, especialmente de nuestra parte que, como actores políticos, también tenemos responsabilidad y nos tenemos que hacer cargo.

Si había temas de inocencias y de persecución –sobre los que no estamos de acuerdo ninguno de nosotros–, creo que actualmente tampoco es válido que se persiga –hoy muchas veces lo vemos en la justicia– a personas que son totalmente inocentes y que simplemente por pertenecer a una institución se las catalogue como responsables. No era justo antes si eran inocentes y no es justo ahora involucrar a los inocentes. Por eso, apelamos a todos los senadores en esa autocrítica en la que nos incluimos, pues creemos que hay mucho por ver y mejorar. Creemos específicamente en la construcción colectiva, en el diálogo, mirando hacia un futuro por el bien común de todos los uruguayos.

Muchas gracias.

SEÑORA BIANCHI.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra la señora senadora.

SEÑORA BIANCHI.- Señora presidente: no traje nada preparado porque no sabía…

SEÑORA KECHICHIAN.- ¿Me permite una interrupción para una aclaración, señora senadora?

SEÑORA BIANCHI.- Con mucho gusto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir la señora senadora.

SEÑORA KECHICHIAN.- Señora presidenta: me preocupa decir cosas que no son, creo que eso es de responsabilidad.

El episodio que mencioné con Alberto Manini Ríos es del 28 marzo de 1971 y su fallecimiento fue en julio de ese año. Por lo tanto, reafirmo que el documento que tengo en mi poder dice lo que dice.

SEÑORA PRESIDENTA.- Se detuvo el reloj, señora senadora Bianchi, puede continuar.

SEÑORA BIANCHI.- Señora presidenta: creo que están contestando alusiones.

SEÑOR MANINI RÍOS.- ¿Me permite una interrupción, señora senadora?

SEÑORA BIANCHI.- Con mucho gusto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir el señor senador.

SEÑOR MANINI RÍOS.- Mi padre falleció en julio de 1971, lo que no es real es que haya participado de lo que usted dice que participó.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede continuar la señora senadora Bianchi.

SEÑORA BIANCHI.- Creo que lo que acaba de pasar es un ejemplo de las cosas que tenemos que ir superando.

Voy a tomar el guante del senador Batlle. Como muy bien dijo la senadora Kechichian, creo que somos las dos únicas que estábamos en ese momento en el Frente Amplio, y muy cercanas. Nunca me llegué a afiliar al Partido Comunista, pero sí a la Juventud Comunista y después trabajé con Jaime Pérez, así que prácticamente era lo mismo. En definitiva, vivimos prácticamente las mismas cosas. Y hoy podemos tener posiciones distintas frente a ese pasado, lo que creo que es bueno, porque lo que quiero es sumar. Hace tiempo que estoy tratando de hacerlo y lo he hecho. Es más, cuando se aprobó la ley de los memoriales yo era diputada y claramente fue una ley sesgada, solamente para la memoria de un sector de víctimas. Quiero que quede claro algo. Obviamente, el terrorismo de Estado –cuando es el Estado el que se enfrenta a la ciudadanía– es gravísimo, pero para las víctimas es igual. Cuando me siento a conversar con Diego Burgueño o leo el libro La redención de Pascasio Báez, de mi amigo Pablo Vierci, entiendo que para las víctimas la tortura, la desaparición –todo lo que ustedes describieron y que yo lo viví, porque estuve además en la mayor parte de los entierros– es igual. Me refiero a las víctimas directas que sufrieron ataques físicos, pero también a las que nos salvamos de los ataques físicos, pero no de los emocionales y de vivir bajo el imperio del miedo, lo que es sumamente duro. Ver caer y desaparecer compañeros y amigos es algo muy duro, pero no voy a volver sobre cosas que ya dije en otra instancia.

En un primer momento dudé de qué iba a pasar con la intervención del senador Manini Ríos y lo entendí después de haberlo escuchado. Por eso, no traje nada preparado porque no sabía qué iba a decir.

En realidad, no es una conmemoración, creo que en eso estamos todos de acuerdo; al menos las senadoras del Frente Amplio lo han dicho y la presidente lo ha aclarado. No es una conmemoración. ¡Qué va a ser! Es el recordatorio de un hecho histórico que por supuesto, al menos los que fuimos víctimas de la situación, lo vivimos con mucha tristeza. Siempre pienso lo mismo. Tengo sesenta y ocho años –la otra vez en esta sala dije lo mismo– y ¿es dar vuelta la página? En parte sí, pero como dijo el senador Batlle: que se sienten todos los que tienen que estar sentados, que, para mí, son historiadores. Y ellos deben usarnos a nosotros y a otros de otros sectores usando –valga la redundancia– una de las fuentes de la Historia –con mayúscula–, que es una ciencia social. Ahora bien, no me cuestionen a la ciencia social cuando hablamos de la historia, porque cuando hablan de economía, que también es una ciencia social, parece que hubiera verdades y mentiras. En fin, la historia es una ciencia social y como tal tiene sus fuentes; una de ellas es la tradición oral; otra, los documentos, y otra, los restos materiales aunque sean seres humanos, lo cual es muy duro, porque cuando aparecieron los restos de Julio Castro comprobamos que le pegaron un tiro en la nuca. Entonces nosotros podemos ser prueba; nos pueden llamar para que hagamos el relato, pero en el sentido de Harari, no en el de mentira. Los relatos no son mentiras, no es lo mismo, es como fuimos interpretando la realidad, como también lo señalaron los compañeros legisladores de todos los partidos: somos subjetivos y es obvio que sí porque las vivencias que tuvimos fueron diferentes.

Me pareció excelente la intervención del señor senador Batlle. Sentemos a una mesa –no lo dijo el senador Batlle, pero hace tiempo que lo estoy pidiendo– a historiadores que sean realmente objetivos, que los hay; con subjetividades, sí, pero los hay. Si me sacan a alguien que me dice que la dictadura empezó en 1968, obviamente que voy a decir que no porque yo nací en 1953. Me acuerdo cuando se murió Gestido y la otra vez tuve que ver un libro de historia que decía que la dictadura comenzó en 1966. Y reitero que me acuerdo perfectamente del entierro de Gestido y vivíamos en un régimen democrático, con más o menos dificultades, ¡y sí! Estamos en Uruguay, como decía muy bien el senador Batlle. Tuve el gran placer de conocer a su padre al que en toda mi juventud denosté. Con él y con Lacalle Herrera –a pesar de que fue nombrado, lo dejé pasar–, empecé a darme cuenta de otra cosa: que con aciertos y errores los buenos no estaban de un lado y los malos del otro; de verdad que no. Somos seres humanos, señora presidente, es la naturaleza humana.

En mi casa se votaba la Lista 63, ya nadie sabe que era la lista del Partido Comunista porque después se formó la 1001, el Frente Izquierda de Liberación, primer intento de frente de izquierda y no había siquiera materiales. Mi papá hizo un cartelito de lata –que lo tengo guardado con mucho cariño– antes de que viniera Esteban Valenti con el tema de los colores en la lista 1001 en las elecciones de 1989, que estaba pintado de casi gris y negro. Y mi papá lo ponía en el jardín de mi casa y teníamos que aguantar hasta escupitajos de los vecinos que después fueron grandes revolucionarios, pero eso es la naturaleza humana; éramos poquititos. Mi padre, incluso, que siempre fue muy valiente dentro de sus características, me decía: «No vayas a decir en la escuela que nosotros votamos la 1001». Es verdad que vivimos todos ese tipo de situación.

Un día le llegó a mi padre una carta anónima –allá por 1960, 1961; ¡qué me van a decir!– que era de un comando nazi. Como él estaba de acuerdo que AEBU entrara a la CNT –gran parte de ese sindicato no quería por cuestiones de clase entrar a la CNT– fue identificado como una persona de izquierda, como lo éramos. Le llegó una amenaza y era la época que se tomaba a las personas en la calle y se las marcaba con una esvástica utilizando una gillette. Eso lo viví con mi padre, pero también es cierto que él pudo ir a una seccional en Sayago –ahora está la misma seccional– donde vivíamos y hacer la denuncia porque, si bien existían esos comandos, había un Estado de derecho con el que uno se podía sentir protegido más o menos, pero no me voy a poner a juzgar. Y lo acompañé yo. Fíjense, prácticamente era una niña y sin embargo mi padre no sintió que corriera riesgo al ir a hacer la denuncia porque lo amenazaron con que lo iban a secuestrar por un comando que no recuerdo bien cómo se llamaba. Hubo gente que, incluso, fue marcada con la esvástica.

Ahora bien, ¿puedo decir que todos los que no pensaban como nosotros eran nazis? No. Había grupúsculos en democracia –como pasa con las infecciones donde se tienen que generar medicamentos, penicilina, antibióticos para circunscribir esos núcleos– y había que curar a la sociedad de esas cosas. Ahora, si a los nazis los combatíamos con otro tipo de violencia, íbamos a terminar mal y terminamos mal. Mi papá estuvo quince días en un cuartel por ser bancario y ¿saben quién era el comandante de la Unidad n.º 1? Seregni, y, sin embargo, en mi casa se fue frenteamplista desde el primer momento. Y tuvimos que salir –y lo hicimos con mucho orgullo y cariño– a defender a Seregni y, además, cuando se tuvo que retirar, lo hizo porque entendía que el Gobierno de Pacheco era autoritario.

Mi padre estuvo detenido quince días en un cuartel como todos los bancarios o gran parte de los que estaban sindicalizados, y Seregni era el comandante de la Región Militar n.º 1. Hay una cosa que tengo que agradecer a mis padres y abuelos y es que no me hayan criado con resentimiento; de verdad que no lo hicieron.

Anoté un montón de cosas que expresaron mis colegas, pero me gustaría que también se dijera que somos un país joven; es verdad. Cursé mis estudios en el IPA en otra época, cuando había profesores del Partido Comunista, del Partido Nacional –como Pivel Devoto–, colorados y de todos los partidos y entiendo que la historia reciente todavía está pendiente para el Partido Nacional y para el Partido Colorado. Entonces, ¿por qué se enojan tanto cuando hablamos de historia reciente? Hay cosas que tienen que desentrañarse. Una vez hablé con el padre del actual senador Batlle –a veces se lo cuento con mucho cariño– que hay que reconocer que la primera vez que Batlle y Ordóñez –lo digo como profesora de Historia, porque para mí es uno de los grandes hombres de la historia– perdió las elecciones fue cuando se utilizó por primera vez el voto secreto para la Asamblea Nacional Constituyente de 1917. Pero de una buena vez tenemos que entender que eso no se tiene que ver como un agravio porque, en realidad, entre todos, como pudimos, siendo muy jóvenes, fuimos construyendo un país. Y éramos muy chiquitos y muy pobres, porque había que venir al Río de la Plata para colonizar; no eran las trece colonias norteamericanas ni la misma inmigración.

Entonces, rescato otra cosa que mi historia personal y me parece que tenemos que ponerlo sobre la mesa. Sé que muchos participamos en ese mismo movimiento. Acá no era el MLN y la derecha o la extrema derecha; ese es un maniqueísmo histórico. Hubo un movimiento popular democrático, ¡antiguerrilla!, que lideraba el Partido Comunista de Rodney Arismendi y, efectivamente, la OLAS, en 1967 –siempre lo reivindico–, votó en contra de la posición de Fidel Castro. ¡Había que enfrentarse a Fidel Castro en 1967! Y nosotros, quienes nos acercamos a la Unión de la Juventud Comunista, desde nuestras familias o no, en realidad, estábamos en contra de la lucha armada. ¡¿Ese es un pecado?!

Lo que pido es que reconozcamos que la historia no está maniqueada; el movimiento democrático y la crisis económica que se enfrentaban, no eran blanco y negro. ¡Si habremos vivido la crisis económica! ¡Mi padre afrontó la huelga bancaria de los tres meses aquellos!, y si no nos bancaba mi abuelo, ¡no teníamos qué comer! ¿O ustedes creen que esto es nuevo? No, no lo es; pero nosotros queríamos resolver los problemas económicos que arrancaron con la quiebra del modelo batllista debido a mucho proteccionismo que no se debió aplicar y a muchos otros errores. ¡Todos tuvimos responsabilidad y, sobre todo, los partidos fundacionales que estaban en el Gobierno! Sí, ¿por qué no decirlo? Los partidos fundacionales también tendrán que reconocerlo; estoy segura de que lo van a hacer y lo han hecho porque, si no, no estaría en uno de ellos.

Entonces, ese movimiento popular, democrático –que llenaba las calles, señores; trabajábamos a cara descubierta y no andábamos armados–, no estaba de acuerdo con la lucha armada. Tuvimos un enfrentamiento y por eso algunos dicen: «Sí, vos tenés una cosa con el MLN porque fuiste bolche». ¡No! En las calles estábamos enfrentados tupas y bolches. Entonces, por qué no se pone eso sobre la mesa para que lo discutan los historiadores. Ahora, para eso se necesita una gran honestidad intelectual –como se dijo varias veces aquí– y estar dispuestos a poner efectivamente todo arriba de la mesa. ¡Todo arriba de la mesa! Porque cuando yo me refiero a la historia reciente –que existe y es una categoría científica de acuerdo al profesor Caetano– hay mucha cosa que se ocultó y hay mucha cosa que se negó, pero ya existen muchos libros donde están esas cosas investigadas. ¡Podría haber muchos más! ¿O nadie leyó Alto el fuego? Son tres tomos escritos por Nelson Caula y Alberto Silva, ambos tupamaros, que hicieron una tarea de investigación impresionante sobre lo que pasó en el Batallón Florida. ¡Hay que asumirlo, muchachos! ¡Hay que poner sobre la mesa: «nos equivocamos»; «se equivocaron»! Y no hay que ponerse mal. Muchos nos desilusionamos –y no es una alusión; el señor senador Andrade lo sabe porque lo hemos hablado más de una vez– cuando vimos la tapa de El Popular de febrero, porque la verdad que ahí fue un error. Yo no digo que el Partido Comunista lo hiciera malintencionadamente; ¡se equivocó! Evaluó como un golpe peruanista –y el único que se mantuvo ahí fue Quijano, porque ese error lo cometió toda la izquierda–, que había golpes buenos y golpes malos. ¡Error garrafal!

En las elecciones de 1971, señora presidente, era cierto que no estábamos tranquilos, si sonaban las bombas y los tiros por todos lados; vinieran de donde vinieran, el que caía bajo un tiro no distinguía entre izquierdas y derechas. Yo le puedo garantizar que pudimos militar y que llenamos de gente la avenida del Libertador. Después no votó el 18 % y si hubo fraude nunca se investigó a fondo porque entramos en dictadura.

Esas cosas hay que ponerlas todas sobre la mesa. Ahora bien, todos invocan a Wilson. ¡No saquen líderes de los otros partidos! Nosotros, cada uno, tenemos nuestros propios líderes a los cuales les tuvimos afecto y respeto. ¿Y cuánto le costó a Wilson votar la ley de caducidad? ¡Y la votó! ¿Y cuánto le costó a Seregni formar parte de las negociaciones y del Pacto del Club Naval o como lo quieran llamar? También puedo recordar, y lo hago simplemente a los efectos de que no se ha puesto todo sobre la mesa, que el general Seregni renunció en el noventa y seis; si entramos a Google y escuchamos su discurso sabemos muy bien por qué renunció. ¡Pongamos todo arriba de la mesa! Yo personalmente pienso, señora presidente, que tenemos que sincerarnos de una buena vez. No podemos seguir discutiendo las mismas cosas porque, además, ¡parece un diálogo de sordos!, porque no nos vamos a poner de acuerdo ya que cada uno tuvo sus vivencias, sus angustias, sus relatos en el sentido de Harari, de que realmente nos lo contaron como una verdad histórica o lo vivimos nosotros así y lo interpretamos como una verdad histórica. No somos nosotros los que vamos a tener que estudiar la historia reciente, sino los historiadores. Hay muchos, incluso provenientes de los sectores de izquierda, que se han dedicado a investigar a la propia izquierda ¡con un gran valor! y que fueron muy desconocidos por la propia izquierda; cuando no, denostados. Y si no pregúntenle a Leonardo Haberkorn cuánto le costó publicar Milicos y tupas. Entonces, ¡¿vamos a poner todo sobre la mesa?! No hay buenos y malos, señora presidente; no los hay.

Ahora, también entiendo –esta es una opinión personal y no comprometo al Partido Nacional, porque todo el mundo se habrá dado cuenta que yo mantengo una enorme independencia dentro del partido– que la guerrilla tuvo una gran cuota parte de responsabilidad en el advenimiento del golpe de Estado, ¡pero sin duda! ¡Lo viví! Nosotros hacíamos fe en el movimiento democrático de masas –repito: de masas– no de algunos iluminados que empezaron a los balazos, secuestraron, negociaron y torturaron. ¡Hicieron un montón de cosas! Y bueno, ¡algunos están vivos! Por eso yo cada tanto digo: «¿No me pueden pedir disculpas?». Yo no digo que nos pidan perdón a nosotros, pero sí a nuestra generación y al país por el daño, porque todavía estamos recogiendo los pedazos, señora presidente. Yo me imagino a los europeos –y no es la primera vez que pongo el mismo ejemplo–, por ejemplo de Alemania y Francia, que mataron a casi cuarenta millones, entre franceses y alemanes, poniéndose a discutir la situación por cada millón de muertos. ¡Con los uniformes manchados de sangre salieron a reconstruir Europa, sin sacar cuentas! Y crearon el tribunal de Núremberg.

Una vez más en esta sala se compara esto –y no voy a nombrar a nadie para que no se sienta como una alusión– con los judíos que todavía están persiguiendo a los nazis, pero son cosas absolutamente diferentes. Cuando yo digo que hay que dar vuelta la página, que tenemos que parar, es porque los europeos a los cinco años de haber matado a más de 45 millones de personas y con 90 millones de víctimas, se sentaron a firmar el Tratado de Roma, y Europa hoy es lo que es gracias a eso. Pero si me obligan a ponerme en esa posición de comparar, voy a hacer como la Unión Europea, que declaró que estaban en el mismo nivel el Partido Comunista y el Partido Nazi, y no digo que nosotros tengamos que hacerlo porque nuestra realidad fue distinta. ¿Se olvidaron de que en setiembre del 2020 la Unión Europea puso en el mismo nivel de igualdad al Partido Comunista y al Partido Nazi, y que los prohibieron a los dos? ¿Nuestra historia es para eso? No, no es para eso. Ellos tuvieron otra realidad. De todos modos, el Partido Comunista también tendrá que hacer su autocrítica, porque no hicieron todo bien. Nunca entendí por qué pasó lo que pasó con Jaime Pérez, y me alegro de que la señora senadora Kechichian lo haya nombrado, porque no lo nombran nunca.

SEÑORA KECHICHIAN.- Yo, siempre.

SEÑORA BIANCHI.- Yo también. Y tuve hasta la desgracia, o la alegría, de acompañarlo hasta último momento en la tramitación de la incapacidad judicial; ¡y había que asistir a esa audiencia judicial, eh!, una audiencia que guardaré entre las cosas más tristes de mi vida porque se incapacitó.

SEÑORA KECHICHIAN.- Fue producto de la tortura.

SEÑORA BIANCHI.- No voy a dialogar. Yo le hice el trámite de incapacidad, sé muy bien todos los procesos y estuve con él hasta último momento.

(Murmullos).

–Señora presidente: ¡así es imposible! Apenas se tocan determinadas fibras, salta como una especie de resentimiento que no es buen compañero de vida.

SEÑORA LAZO.- Es dolor.

SEÑORA BIANCHI.- Sí, es dolor, pero el dolor nada tiene que ver con el resentimiento porque, entonces, yo preguntaría por qué a Rodney Arismendi lo sacaron de la cárcel y lo llevaron a tomar vodka a Moscú mientras estaban masacrando a Jaime Pérez, y pude preguntarlo. Entonces, vamos a no seguir avanzando en el tema, porque yo esa la viví; ¡yo esa la viví, no me la contó nadie!

(Murmullos).

–Yo estaba cuando Jaime Pérez habló en el acto de la 20, estaba entre el público, ¡y hay que ver el tono con el que Jaime hizo ese discurso –que me voy a comprometer a buscarlo, porque la verdad es que nunca pude encontrarlo; obviamente, cuando se quiere borrar de la historia a determinados personajes, se los borra, y a Jaime Pérez lo borraron, es uno de los traicionados–, hay que ver de qué manera, como era él, con lágrimas en los ojos, pedía la unidad entre los orientales! Jaime Pérez, que era una autoridad del Partido Comunista –no me acuerdo si en aquel momento ya era secretario general, creo que no–, pedía por el militar que fue asesinado porque conocía al padre, que estaba en las negociaciones del transporte. ¡Eso lo viví yo! Es ese espíritu el que hay que reflotar.

Entonces, creo que lo de hoy –que pensé que iba a ser peor, por lo cual agradezco a la presidencia la cuota parte que le corresponde, y a los colegas que con mucha ponderación llevaron a cabo su intervención– tiene que dejarnos algo, y es poder formar un grupo técnico –como los que formamos permanentemente en el Parlamento– de historiadores, de sociólogos, de todo lo que ustedes quieran, para que se estudie la historia, la más reciente, porque la otra, la verdad es que ya está bastante avanzada. ¿Eso significa olvidarnos de los restos de los desaparecidos? Jamás. Incluso, el señor presidente de la república ha reconocido que cometió un error en eso, ¡y hay que reconocer los errores de esa envergadura!; solamente un gran líder puede hacerlo. En consecuencia, nosotros, como política de Estado, vamos a tratar de seguir luchando, sin resentimiento, sin bronca, sin odios, sin imputarnos actitudes que no son las que corresponden, para ver si logramos esclarecer qué pasó con esos desaparecidos. Además, ¿por qué no escuchan a López Mazz, que por cierto no es de la coalición?

Entonces, ¿qué es lo que se está tratando de tapar? ¡No tapemos más nada, señores! ¡Se acabó! Porque, además, ¡ya sabemos que no los vamos a encontrar vivos!

¡Con Germán investigamos muchísimo el primer vuelo, pero no sabíamos que había existido un segundo vuelo!

Entonces, yo recojo siempre las palabras –tenía un montón de anotaciones, señora presidente, pero la verdad es que creo que es suficiente con el espíritu, porque mientras esté viva voy a luchar por lo mismo: poner el tema sobre la mesa para que un conjunto de gente capaz, catedrática y abierta desentrañe todo, sin odios y sin rencores–, como decía, siempre recojo las palabras de Graciela Fernández Meijide en el libro El diálogo, que voy a repetirlas prácticamente de memoria porque, reitero, yo no traje nada preparado.

Graciela Fernández Meijide –que todos nosotros sabemos quién es y que tiene un hijo desaparecido, Pablo– escribió tres libros, y en El diálogo, de una manera muy abierta, ella escribió una frase que a mí me emocionó siempre, y que voy a repetirla casi de memoria. Expresó algo así: «Yo no sé, después de todo lo que vivimos y de lo que nos enteramos, si mi hijo Pablo» –que nunca apareció, nunca aparecieron sus restos– «estaría de acuerdo con este enfrentamiento que tenemos los argentinos para tratar de llegar a la verdad». ¡Ella se refiere a su hijo desaparecido!, o sea, estar en una situación más dolorosa y más directa es imposible, y ella llama al diálogo y a ver si de una buena vez se superan los conflictos; y Argentina es un ejemplo de que cuanto más uno se aleja del diálogo sobre estas cosas tan tremendas, más rápido llega al borde del precipicio. ¡Sanémonos de esas cosas!

Reitero: ¡Graciela tiene un hijo desaparecido y pone en duda si él estaría de acuerdo con cómo se está enfrentando la situación!

Entonces, en resumen, señora presidente, digo que sí, que fue bueno recordar estos hechos históricos. Y de paso les digo, además, que, si ustedes piensan que los muchachos jóvenes, los gurises del liceo, tienen idea de todo esto, sáquenselo de la cabeza porque no tienen ni la menor idea, y se los digo con todo el dolor del alma. Pero eso viene de hace muchos años, no de ahora ni de los Gobiernos del Frente Amplio, ni nada. Ellos no saben porque como no se estudia o se estudia sesgado, ¡o se estudia sesgado…!

A mí me podrán discutir sobre muchas cosas, pero sobre Historia y sobre cómo se enseña esa materia en la educación en el Uruguay, difícilmente puedan. ¡No saben lo que es!

Yo vuelvo a unir mis manos o mi voluntad a lo que acaba de decir el señor senador Batlle, en cierta medida también en homenaje a su padre, porque la verdad es que lamenté mucho su fallecimiento. ¡Cuántas veces sentí que nos hacía falta en estos momentos, y eso que yo en otras épocas no quería ni hablar nada menos que de Jorge Batlle! Quiero decir: pongamos todo sobre la mesa, formemos un grupo de «nunca más» que estudie lo que pasó y sigamos tratando de saber; y esos mismos historiadores van a ser los que podrán resolver el problema de ver qué pasó con los desaparecidos.

Gracias, señora presidente.

SEÑOR ANDRADE.- Pido la palabra por una alusión política.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR ANDRADE.- Yo sé que este es un tema complejo y de una extraordinaria sensibilidad, en el que a veces cuesta colocar puntos de acuerdo. Ojalá logremos, en el debate, encontrar esos puntos de acuerdo.

Me parece que es muy infeliz e injusta la alusión que se hizo con respecto a Rodney Arismendi; es muy injusta con él, muy injusta con su trayectoria y muy injusta con su partido. Tenemos en claro las campañas que existieron, en particular, de parte de los fascistas en Uruguay. Hubo todo tipo de libelos y de campañas propagandísticas, pero eso no es lo que estamos discutiendo hoy; ese tema merece tratarse con otra altura.

Gracias.

SEÑORA BIANCHI.- Pido la palabra para contestar una alusión.

SEÑORA PRESIDENTA.- Señores senadores: esta va a ser la última respuesta a una alusión en esta sesión porque la verdad es que estamos fuera de tema.

Tiene la palabra la señora senadora Bianchi.

SEÑORA BIANCHI.- Señora presidente: usted sabe que hay cosas que yo no las dejo colgadas, y menos que sea fascista o nazi quien hace esos planteamientos. ¡Lo lamento, lo lamento! Yo pertenecí a la misma juventud y casi al mismo partido; no me afilié porque no quise, porque ya después, en democracia, me había dado cuenta de que había cosas que no estaban bien. Reitero: le dediqué, hasta 1993, cuando decidí irme al liceo, a Jaime Pérez, y después hasta que falleció.

Sin embargo, no puede negarse el hecho objetivo de que Rodney Arismendi estaba en la cárcel y se fue a tomar vodka a Moscú. Ese es un hecho objetivo, mientras a Jaime lo estaban triturando en los cuarteles. ¡Punto! ¡Entonces, que no me digan que es un relato, porque no lo es!

SEÑOR BRENTA.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR BRENTA.- Creo que a lo largo de esta sesión hubo muchos llamados al diálogo, a la búsqueda de encuentros y de la verdad; a veces se termina con intervenciones que poco aportan al diálogo y a eso que se dice pretender alcanzar.

Quiero expresar lo que en mi opinión son las conclusiones de este debate. Primero, usted misma lo dijo, señora presidenta: acá no se conmemoró nada. Este es el primer dato, que me parece muy relevante. Más allá de los que no acompañamos aquella famosa ley y de los que sí lo hicieron, pero luego reconocieron que había sido un error, quedó claro que hay una amplia mayoría en este Parlamento que considera que esa declaración de guerra interna fue un error. Me parece que quedó también claro que la aprobación de la ley condujo, habilitó, facilitó, abrió el camino a lo que luego sería la peor etapa de la vida del Uruguay moderno: la dictadura militar.

Creo que también es evidente que hubo muchas víctimas. Hay víctimas inocentes –nadie lo negó nunca–, gente que quedó en situaciones puntuales y, por supuesto, sus familias han sufrido y sufren con mucho dolor las pérdidas que eso ocasionó. Pero eso no es comparable con la acción del terrorismo de Estado, que fue una práctica sistemática de eliminación, de tratar de hacer desaparecer a todo un sector de la sociedad uruguaya. Aquí se han puesto muchos ejemplos y se ha hablado mucho de algo que fue muy debatido, y si queremos blanquear las cosas hay que hacerlo. En su momento discutimos mucho en la izquierda sobre la lucha armada; hubo un gran debate público, no hay por qué negarlo, con diversas miradas. También es cierto que muchas de esas cosas han sido saldadas por la historia.

Ahora bien, que nadie crea que los miles de detenidos, presos y torturados por participar en la marcha del 9 de julio de 1973 –la señora senadora Bianchi acota que ella también estaba; yo terminé en la comisaría 3.a de la calle Paysandú, con trece años de edad– eran terroristas que andaban armados por la calle. ¡No! Eran trabajadores, obreros, estudiantes, convocados por la CNT, por la FEUU y por todas las organizaciones sociales, incluido un sector importante del Partido Nacional que firmó los famosos cinco puntos a la salida de la dictadura. Que nadie crea que no había bandas armadas en esa época, porque yo fui al Liceo Miranda, a tres cuadras de acá, y fue ocupado por una banda armada de la JUP durante dos semanas, en las que no hubo clase porque, insisto, el liceo estaba ocupado por grupos fascistas que se autodefinían, además, de esa forma. Tampoco crean que a quienes nos tocó, en 1977, transitar por el Cuerpo de Fusileros Navales y ser interrogados, entre otros, por el excomandante Tabaré Daners –hace pocos días el fiscal Perciballe pidió su procesamiento con prisión–, los casi cuarenta presos políticos que permanecimos durante años en el Penal de Libertad, ni los más de veinte desaparecidos de los Grupos de la Acción Unificadora en Buenos Aires, éramos más que militantes sindicales, estudiantiles, que desde el Uruguay y la Argentina trabajaron y lucharon para denunciar la dictadura militar uruguaya. ¡Cuidado con los entreveros! Acá hubo, sí, personas que fueron detenidas por hechos de sangre y una enorme mayoría de uruguayos que denunciaron a la dictadura desde la militancia sindical, desde la militancia estudiantil, desde la militancia en su barrio, desde su casa o desde donde podía.

Se ha hablado mucho de buscar una salida. En el día de hoy se les entregó el comodato de la cárcel de Cabildo a las expresas de Cabildo y se va a construir ahí un sitio de la memoria. Eso es caminar hacia la búsqueda de espacios de confluencia entre los uruguayos. Ha habido muchas acciones en ese sentido para contribuir a la paz, pero lamentablemente no habrá final de esta historia hasta conocer el destino del último de los desaparecidos en Uruguay y en Argentina. Y no digo esto porque estén, ya que todos sabemos que no están vivos y, seguramente, muchos de esos cuerpos sean difíciles de encontrar. Pero también sabemos que hay muchos que conocen dónde están y que tienen que aportar esa información si genuinamente quieren encontrar un camino de reconciliación nacional, porque no va a haber paz con dolor ni va a haber paz sin justicia y sin verdad.

Entonces, creo que el Frente Amplio ha mostrado mucha voluntad de diálogo en muchas ocasiones. Ha sido crítico, pero hemos sido partidarios de la búsqueda de encuentros y caminos. En su momento participamos en la Comisión para la Paz que convocó el expresidente Batlle. Y lamentablemente no llegó ninguna información que ayudara a encontrar el camino que hoy con mucha certeza el senador Batlle reclamaba como una vía de salida.

Los que saben la verdad tienen que aportarla. No se arregla esto, en mi modesta opinión, con un grupo de técnicos. Se soluciona con la gente que sabe la verdad y que puede aportarla. Me parece que esta es una de las principales conclusiones que podemos sacar de esta jornada del día de hoy.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTA.- En parte de la alocución se habló de las actas parlamentarias y de los políticos de esa fecha. Esa sesión fue presidida por don Jorge Sapelli, quien renunció estoicamente cuando el Gobierno se volvió una dictadura. Digo esto porque cuando se habla de los políticos a veces perdemos de vista que en todos los procesos hay demócratas cabales que dan ejemplo de lo que es la construcción democrática, especialmente, en este Parlamento.

Cuando se lea la versión taquigráfica del día de hoy, me parece injusto que no se diga que Uruguay tiene treinta y seis años de democracia ininterrumpida, construida entre todos los partidos políticos que hoy tenemos representación parlamentaria; es un activo que debemos cuidar todos los días.

Esa es la forma con la que debemos terminar una reflexión, que tuvo la expresión libre de todos los senadores; no podemos perder la perspectiva de que en la construcción democrática de estos últimos treinta y seis años estuvimos todos los partidos políticos con representación parlamentaria y que todos tenemos que cuidar la democracia todos los días.

21) PROYECTOS PRESENTADOS

SEÑORA PRESIDENTA.- Dese cuenta de un asunto entrado fuera de hora.

(Se da del siguiente).

SEÑOR SECRETARIO (José Pedro Montero).- «Los señores senadores de la bancada del Frente Amplio presentan, con exposición de motivos, un proyecto de ley relativo al cierre de Casa de Galicia».

SEÑORA PRESIDENTA.- Pasa a la Comisión de Salud Pública.

(Texto del proyecto de ley presentado).

SEÑOR MAHÍA.- Pido la palabra para una aclaración.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR MAHÍA.- Solicito que se haga un repartido específico a los señores senadores sobre el tema y, en lo posible, que se cuelgue en la página web en forma específica para que no se lo esté buscando.

SEÑOR BERGARA.- Pido la palabra para una cuestión de orden.

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR BERGARA.- Me gustaría mocionar in voce que el proyecto asociado a la libertad o la flexibilidad en la opción de los usuarios de Casa de Galicia se declare urgente y se trate hoy. No sé si es factible plantearlo en estos términos.

SEÑORA PRESIDENTA.- Esto no fue tratado en la coordinación. En sala ya se pasó el proyecto a la Comisión de Salud Pública.

SEÑOR BERGARA.- Entonces, mociono concretamente para que se declare urgente y se considere de inmediato el proyecto de ley presentado por la bancada del Frente Amplio.

SEÑORA PRESIDENTA.- Se va a votar.

(Se vota).

–11 en 25. Negativa.

22) LEVANTAMIENTO DE LA SESIÓN

SEÑORA PRESIDENTA.- No habiendo más asuntos, se levanta la sesión.

(Así se hace, a las 15:30, presidiendo la señora Argimón y estando presentes los señores senadores Andrade, Batlle, Bergara, Bianchi, Botana, Brenta, Caggiani, Coutinho, Da Silva, Della Ventura, Domenech, Gandini, Hunter, Kechichian, Lamorte, Lozano, Mahía, Nane, Olesker, Piñeyro, Sabini, Sanguinetti y Saravia).

BEATRIZ ARGIMÓN Presidenta

Gustavo Sánchez Piñeiro Secretario

José Pedro Montero Secretario

María Alcalde Directora general subrogante del Cuerpo de Taquígrafos

Control División Diario de Sesiones del Senado

Diseño División Imprenta del Senado

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Montevideo, Uruguay. Poder Legislativo.