Retorno a página principal

n.º 227 - TOMO 509 - 9 DE JULIO DE 2013

REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

DIARIO DE SESIONES

DE LA

CÁMARA DE SENADORES

CUARTO PERÍODO DE LA XLVII LEGISLATURA

29.ª SESIÓN EXTRAORDINARIA

PRESIDEN EL SEÑOR DANILO ASTORI Presidente

y

EL SEÑOR LUIS ROSADILLA Segundo Vicepresidente

ACTÚAN EN SECRETARÍA LOS TITULARES, HUGO RODRÍGUEZ FILIPPINI Y GUSTAVO SÁNCHEZ PIÑEIRO; Y EL PROSECRETARIO MIGUEL SEJAS

S U M A R I O

1) Texto de la citación

2) Asistencia

3) Asuntos entrados

4) Homenaje al artista Carlos Páez Vilaró

- Solicitud del señor Senador Bordaberry para realizar una exposición de cuarenta minutos sobre el tema, en una sesión a determinar.

- Concedida.

5) Inasistencias anteriores

- Por Secretaría se da cuenta de las inasistencias registradas a las últimas convocatorias.

6) Solicitud de licencia e integración del Cuerpo

- El Senado concede la licencia solicitada por el señor Senador Rosadilla.

- Notas de desistimiento. Las presentan los señores Carlos Gamou, Pablo Álvarez, Javier Salsamendi y Juan Souza.

- Queda convocado el señor Senador Clavijo.

7) Inserción internacional del Uruguay. Mercosur y Alianza del Pacífico

- Debate sobre el tema, de acuerdo con lo resuelto oportunamente por el Cuerpo.

8) Levantamiento de la sesión

1) TEXTO DE LA CITACIÓN

Montevideo, 5 de julio de 2013.

La CÁMARA DE SENADORES se reunirá en sesión extraordinaria el próximo martes 9 de julio, a la hora 9:30, a fin de informarse de los asuntos entrados y considerar el siguiente

ORDEN DEL DÍA

Debate acerca de la inserción internacional de nuestro país, Mercosur y Alianza para el Pacífico.

Carp. n.º 1233/2013

Gustavo Sánchez Piñeiro Secretario - Hugo Rodríguez Filippini Secretario.”

2) ASISTENCIA

ASISTEN: los señores Senadores Abreu, Agazzi, Amorín, Antognazza, Baráibar, Bordaberry, Chiruchi, Conde, Couriel, Da Rosa, Gallicchio, Gallinal, Gallo Imperiale, Heber, Larrañaga, Lorier, Martínez, Mezzera, Michelini, Moreira (Carlos), Moreira (Constanza), Pasquet, Rubio, Saravia, Solari, Tajam, Topolansky y Viera.

FALTAN: con licencia, los señores Senadores Lacalle Herrera, Nin Novoa y Penadés.

3) ASUNTOS ENTRADOS

SEÑOR PRESIDENTE.- Habiendo número, está abierta la sesión.

(Es la hora 9 y 37 minutos).

–Dese cuenta de los asuntos entrados.

(Se da de los siguientes:)

SEÑOR SECRETARIO (Gustavo Sánchez Piñeiro).- «El Ministerio de Relaciones Exteriores remite respuesta a un pedido de informes solicitado por el señor Senador Luis Alberto Lacalle Herrera, relacionado con una reunión mantenida entre una delegación de autoridades gubernamentales y miembros de la Suprema Corte de Justicia.

El Ministerio del Interior envía documentación ampliatoria a la respuesta oportunamente remitida, relacionada con un pedido de informes solicitado por el señor Senador Luis Alberto Lacalle Herrera, sobre la contratación de funcionarios al amparo del artículo 58 de la Ley n.º 18.719, de 27 de diciembre de 2010 (Presupuesto Nacional 2010-2014).

–OPORTUNAMENTE FUE ENTREGADA AL SEÑOR SENADOR LACALLE HERRERA.

El Ministerio del Interior remite respuesta a un pedido de informes solicitado por el señor Senador Ope Pasquet, relacionado con el operativo de seguridad llevado a cabo el 15 de febrero del corriente año, en ocasión de la manifestación pública ante la sede de la Suprema Corte de Justicia.

–OPORTUNAMENTE FUE ENTREGADA AL SEÑOR SENADOR PASQUET.

La Cámara de Representantes remite aprobado un proyecto de ley por el que se dictan normas para el fomento del empleo juvenil.

–A LA COMISIÓN DE ASUNTOS LABORALES Y SEGURIDAD SOCIAL.

El señor Senador Pedro Bordaberry, de conformidad con lo establecido en el artículo 171 del Reglamento del Senado, solicita autorización para realizar una exposición por el término de 40 minutos, a fin de efectuar un homenaje al artista Carlos Páez Vilaró,según el régimen establecido por el artículo 71 del mencionado Reglamento.

–SE VA A VOTAR LUEGO DE LA LECTURA DE LOS ASUNTOS ENTRADOS.

La Comisión de Constitución y Legislación eleva informado un proyecto de ley por el que se establecen un régimen de faltas y normas sobre la conservación y el cuidado de los espacios públicos.

–REPÁRTASE E INCLÚYASE EN EL ORDEN DEL DÍA DE UNA PRÓXIMA SESIÓN.

La Comisión de Asuntos Administrativos eleva informadas las siguientes solicitudes de venia remitidas por el Poder Ejecutivo:

– a fin de designar como Fiscales Adscriptos (Escalafón “N”), de conformidad con lo establecido en el numeral 13 del artículo 168 de la Constitución de la República, a varios abogados.

– a fin de destituir de su cargo, de conformidad con lo establecido en el numeral 10 del artículo 168 de la Constitución de la República, a un funcionario del Ministerio de Salud Pública.

–REPÁRTANSE E INCLÚYANSE EN EL ORDEN DEL DÍA DE LA PRÓXIMA SESIÓN ORDINARIA.

La Suprema Corte de Justicia remite Mensaje n.º 20/2013, de fecha 4 de julio del corriente, en respuesta a la consulta efectuada por la Comisión de Asuntos Administrativos del Senado, vinculada a la propuesta presentada por el Colegio de Abogados acerca de la reglamentación de los procedimientos previstos en la Constitución de la República para la designación de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia y del Tribunal de lo Contencioso Administrativo.

–A LA COMISIÓN DE ASUNTOS ADMINISTRATIVOS».

4) HOMENAJE AL ARTISTA CARLOS PÁEZ VILARÓ

SEÑOR PRESIDENTE.- Corresponde votar la autorización solicitada por el señor Senador Bordaberry para realizar una exposición por el término de 40 minutos.

(Se vota:)

–14 en 15. Afirmativa.

La Mesa coordinará con el señor Senador la realización de dicha exposición.

5) INASISTENCIAS ANTERIORES

SEÑOR PRESIDENTE.- Dando cumplimiento a lo que establece el artículo 53 del Reglamento de la Cámara de Senadores, dese cuenta de las inasistencias a las anteriores convocatorias.

(Se da de las siguientes:)

SEÑOR SECRETARIO (Hugo Rodríguez Filippini).- A la sesión extraordinaria del 4 de julio, citada a la hora 9:30, faltaron, con aviso, los señores Senadores Chiruchi y Pereyra; y sin aviso, el señor Senador Malaquina.

Y a la sesión extraordinaria del 4 de julio, que comenzó a la hora 20:18, faltaron, con aviso, los señores Senadores Chiruchi y Heber; y sin aviso, el señor Senador Malaquina y la señora Senadora Moreira.

6) SOLICITUD DE LICENCIA E INTEGRACIÓN DEL CUERPO

SEÑOR PRESIDENTE.- Léase una solicitud de licencia.

(Se lee:)

SEÑOR SECRETARIO (Hugo Rodríguez Filippini).- “Montevideo, 8 de julio de 2013.

Señor Presidente de la

Cámara de Senadores

Danilo Astori

 

De mi mayor consideración:

De acuerdo con lo establecido en la Ley n.º 17.827, de 14 de setiembre de 2004, solicito al Cuerpo que tan dignamente preside se sirva concederme el uso de licencia para el día miércoles 10 de julio a partir de la hora 16, por motivos personales.

Sin más, lo saluda atentamente.

Luis Rosadilla Pereira. Senador”.

SEÑOR PRESIDENTE.- Se va a votar si se concede la licencia solicitada.

(Se vota:)

–15 en 17. Afirmativa.

Se comunica que los señores Carlos Gamou, Pablo Álvarez, Javier Salsamendi y Juan Souza han presentado notas de desistimiento, informando que por esta vez no aceptan la convocatoria a integrar el Cuerpo, por lo que queda convocado el señor Hebert Clavijo, a quien ya se ha tomado la promesa de estilo.

7) INSERCIÓN INTERNACIONAL DEL URUGUAY. MERCOSUR Y ALIANZA DEL PACÍFICO

SEÑOR PRESIDENTE.- El Senado ingresa a la consideración del único punto del Orden del Día: “Debate acerca de la inserción internacional de nuestro país, Mercosur y Alianza para el Pacífico. (Carp. n.º 1233/2013)”.

Antes de ingresar al tema, la Presidencia comunica al Cuerpo que el régimen de debate que se aplicará en la sesión de hoy –no solo dispuesto por el Reglamento, sino también coordinado con los representantes de los diferentes partidos–, es el de 20 minutos, improrrogables y por única vez, para cada Senador.

Tiene la palabra el señor Senador Amorín.

SEÑOR AMORÍN.- Muchas gracias, señor Presidente. Tendremos que ser sintéticos a la hora de discutir y dar nuestra opinión sobre este tema.

Me parece que esta es una sesión de importancia, ya que creo que una de las cosas que debe hacer el Senado es discutir temas trascendentes para el país. Entiendo que el Uruguay necesariamente debe tomar decisiones en cuanto a la política internacional –algunas a corto plazo y otras, a mediano plazo– y considero que el Senado puede hacer una contribución importante debatiendo un tema como el que nos ocupa en la sesión de hoy.

Nuestro país tiene, desde hace mucho tiempo, una política internacional bastante clara, que a la salida de la dictadura se vio afirmada por una política de Estado, llevada a cabo por el Presidente Sanguinetti y por su Ministro, el contador Enrique Iglesias. Esta política tuvo algunos puntos centrales importantísimos, como la reapertura o la iniciación de relaciones con China comunista, y el de ser partícipe fundamental en el proceso de paz de Centroamérica. Todo ello fue en base a algunas líneas generales de política exterior sin alineamientos, teniendo comercio con todos y respetando identidades de previsibilidad y seguridad jurídica, así como de compromiso regional. Ese compromiso regional del Uruguay, desde siempre, hizo que nuestro país fuera sede de tantas organizaciones regionales.

Poco tiempo después, con el acuerdo de todos los partidos o de casi todos los Legisladores –creo que hubo poquísimas excepciones–, Uruguay adhiere y se suma al Tratado del Mercosur.

El Mercosur fue una enorme ilusión para todos, en la región y en el mundo entero, que miró este Tratado como una cosa importante. A principios de los años 90 el mundo miraba al Mercosur como una cuestión que podía tener una gran proyección. Esto le daría a Uruguay algo que para nosotros es esencial: más acceso a los mercados. De esta forma nuestro país resultaría más interesante para la inversión, pues ello supondría que muchísimos inversores podrían formar empresas, tomándolo como centro de operaciones, es decir, para vender su producción al resto del Mercosur, básicamente a Brasil y a Argentina –en ese orden–, que eran los mercados más importantes. Eso nos dio a todos una enorme ilusión.

En el Mercosur había un tema especial, que nunca llegó a cumplirse por entero y está absolutamente vulnerado: el de la unión aduanera. Me refiero a un arancel externo común entre todos los países, lo que impedía o dificultaba de alguna manera –además de otras cláusulas del Tratado– la adopción de tratados individuales con otros países, dado que había que mantener dicho arancel. Lo cierto es que a esta altura ese arancel externo común está absolutamente vulnerado y la unión aduanera funciona poco.

Además, era una zona de libre de comercio y libre tránsito de personas, donde se suponía que todo lo que se producía en un país podía ir a los países integrantes del Mercosur, según lo que se afirma en el artículo 1.º, que habla de “La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países”. Es notorio que eso también fracasó en forma importante, en la medida en que nuestros socios, especialmente uno de ellos –Argentina–, no han cumplido prácticamente con nada. Es más: cuando tuvimos el serio inconveniente de que Argentina bloqueara uno de los puentes que nos une con ese país –impidiendo, por lo tanto, el cumplimiento del artículo 1.º del Tratado de Asunción– y hablamos con Brasil a ese respecto, este último miró para otro lado y dijo “Este es un tema bilateral. Arréglense como puedan”.

Actualmente tenemos muchos tratados con Argentina, pero muy pocos son cumplidos. El Gobierno argentino –no Argentina– no cumple con sus acuerdos internacionales. Esto lo ve Uruguay y también Brasil. El Mercosur está en crisis en cuanto a lo que fue su funcionamiento, es decir, en crisis comercial, pero además está en crisis política. Lo que va a pasar dentro de pocos días en Uruguay notoriamente demostrará que el Mercosur está en una crisis política. Como no funciona el comercio, se ha intentado agregar elementos políticos, en lo que normalmente se llama una “fuga hacia adelante”. Anda mal el comercio, pero en lugar de arreglarlo se hacen más cosas para que al final sea algo gigantesco que funcione mal. Eso es lo que está pasando hoy con el Mercosur.

Como solo tenemos veinte minutos para hacer uso de la palabra, quisiera mencionar brevemente lo que ha sucedido con Paraguay y con Venezuela. Desde mi punto de vista, la suspensión de Paraguay fue equivocada. Y el tiempo lo ha dicho: no hubo golpe de Estado; hubo elecciones normales y el régimen democrático siguió funcionando en forma normal.

Por otro lado, no hay duda –mucho menos las tiene el señor Ministro de Relaciones Exteriores– de que la inclusión de Venezuela fue absolutamente en contra del Tratado de Asunción. Así lo dijo el Ministro Almagro antes de asistir a la reunión en Mendoza: “Tranquilos. Venezuela no va a entrar porque está impedido por el Tratado del Mercosur y Uruguay ha sido siempre cumplidor de los acuerdos”. Sin embargo, después de la reunión –todos lo vimos– nuestro Presidente, el Presidente de todos los uruguayos, dijo que “Lo político estuvo por encima de lo jurídico”, y Venezuela entró en el Mercosur.

Dentro de pocos días vamos a tener un inconveniente, porque el Presidente electo de Paraguay fijó una especie de ultimátum. Dijo que “si Venezuela ocupa la Presidencia pro témpore del Mercosur, Paraguay no vuelve al Mercosur”. Paraguay está analizando otras medidas, otras salidas, otros caminos, y Uruguay deberá tomar la decisión de si intenta reparar el grave incumplimiento del Tratado de Asunción –y de alguna manera espera que Paraguay vote el ingreso de Venezuela y le dé la Presidencia pro témpore–, que es lo que corresponde, o si, por el contrario, sigue pensando que lo político está por encima de lo jurídico y vale la pena pasar por encima de los derechos paraguayos que están signados en el Tratado de creación del Mercosur. Esa es una decisión que tendrá que tomar el Gobierno uruguayo en los próximos días. Yo digo que de acuerdo con la tradición que tiene el Uruguay, nuestro país tiene que respetar siempre lo jurídico, tiene que dar previsibilidad y estar siempre del lado del cumplimiento de los tratados. Creo que además de ser un tema de principios, es un tema de conveniencia; un país chico siempre se tiene que respaldar en lo jurídico y nunca en la fuerza. Me parece que una decisión contraria sería –reitero–, desde mi punto de vista, totalmente equivocada.

Estas inconveniencias que tiene el Mercosur no solo las tenemos en Uruguay. Actualmente, en Brasil, importantísimos sectores –políticos y de influencia– de la población, como, por ejemplo, la Federación de Industrias del Estado de San Pablo o la Cámara de Comercio e Industrias, que naturalmente tienen influencia sobre los gobiernos, están pensando que el Mercosur no los ayuda sino que los traba. Ellos creen que estar colgados –como dicen ellos– a Cristina Fernández de Kirchner es un inconveniente para Brasil; piensan que el Mercosur les resta competitividad. En la prensa brasileña hay numerosísimos artículos que dicen que ese país está pensando en la posibilidad de cambiar el estatus del Mercosur y pasar de una unión aduanera a una zona de libre comercio. Creo que esto sería enormemente importante para Uruguay. Eso lo dicen medios de prensa; confieso que no he hablado ni tengo contacto con la señora Dilma ni con sus principales laderos –obviamente, los que están en libertad–, pero es lo que comenta la prensa brasileña.

¿Qué está pasando paralelamente a esto? En el continente está sucediendo algo muy interesante. Hace aproximadamente un año se reunieron representantes de cuatro países importantes: México, Perú, Colombia y Chile, a los efectos de crear una nueva alianza, una nueva zona de libre comercio que se ha dado en llamar “Alianza del Pacífico”. Rápidamente esto despertó enorme interés. Con certeza está por sumarse Costa Rica –tal vez ya lo hizo–, y hay muchos países observadores interesados. A la última reunión concurrió el señor Presidente de la Asamblea General, contador Astori, quien volvió muy entusiasmado con el tema; por lo menos esas fueron las declaraciones de prensa. A todos nos dio la sensación de que pretendía que Uruguay buscara una oportunidad para sumarse a dicha Alianza. Estoy totalmente de acuerdo con ello; Uruguay tiene que buscar una oportunidad para sumarse a la Alianza del Pacífico. En este tema comparto las declaraciones del contador Astori; me parece que son importantes e inteligentes.

Es bastante claro que el eje comercial del mundo va variando. Hace dos mil años era el Mediterráneo; durante muchísimo tiempo fue el Atlántico, y ahora claramente está corriéndose hacia el Pacífico. El comercio entre América y Asia pasa a ser muy importante, y lo que muchos pensaban acerca de que la crisis de 2008 iba a hacer que los países fueran mucho más proteccionistas no ha sido así. Los países se están abriendo y todos los medios nos anuncian un posible acuerdo que está en camino, que está avanzando, entre los Estados Unidos y la Unión Europea. También nos anuncian que hace muy poco tiempo se reunieron en Lima los Ministros de Comercio de Estados Unidos, Canadá, México, Perú y Chile con los de Australia, Brunéi, Nueva Zelandia, Malasia, Singapur y Vietnam, para constituir el Acuerdo de Asociación Transpacífica.

SEÑOR LORIER.- Es el Acuerdo de Asociación Transpacífico.

SEÑOR AMORÍN.- Si al señor Senador le gusta Transpacífico, lo llamaré de esa manera; no voy a discutir este tema –me refiero al nombre de la asociación–, otro sí.

Y Japón seguramente se integrará a esta liga que estará funcionando a partir de 2014. ¿Uruguay puede quedar afuera? ¿Es sensato que se quede atado a un Mercosur que nos impide hacer acuerdos con otros países? Acá hay dos caminos. Uno es el que siguió nuestro país en el período de Gobierno pasado que bajo el lema “Más y mejor Mercosur” hubo actores –entre otros, el entonces Presidente de la República y el que era Ministro de Economía y Finanzas– que quisieron avanzar en el Tratado de Libre Comercio que Estados Unidos ofreció negociar con el Uruguay, pero frente a ellos se paró nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, trajo al Canciller brasileño, tuvo una reunión con los Senadores del Frente Amplio y les dijo: “Esto no se puede hacer; el Mercosur se los impide y esto se termina. De esto no se habla más”. Y así fue; no se habló más.

El otro camino es buscar la posibilidad, dentro del Mercosur, de salir y hacer ese acuerdo. ¿Es posible? Sí, si el Gobierno tiene una clara voluntad de hacerlo. Es más, en el último Gobierno del Partido Colorado –durante la Presidencia del señor Jorge Batlle y siendo Canciller el señor Didier Opertti– se logró un Tratado de Libre Comercio con México, estando el Mercosur. Por lo tanto, es posible si se quiere. ¿El momento es bueno? ¿Es oportuno? El momento para abrir el país al mundo es siempre oportuno, pero además el Uruguay puede aprovechar algunas oportunidades. El Uruguay puede hacer dos cosas: aceptar la actitud de un funcionario de Brasil, representante de ese país en el Mercosur, señor Iván Ramalho, que viene a retarnos y a decirnos que no podemos hablar de estos temas, o tratar el tema a primer nivel y aprovechar la circunstancia de que Brasil está viendo que el Mercosur no funciona y de que la industria brasileña está viendo que en el Mercosur está perdiendo competitividad y empieza a sentir la necesidad de abrirse al mundo. Desde mi punto de vista, eso es lo que tiene que hacer Uruguay. Hay otro camino, el del señor Kintto Lucas, el Embajador Itinerante, quien dice: “Avancemos más en el Mercosur y traigamos al Mercosur países que ideológicamente están cerca nuestro y sumemos a Bolivia, Ecuador y Guyana”. El camino no es por lo ideológico –por lo ideológico podemos tener otras afinidades–; el camino del comercio y de tratados duraderos, no es por lo ideológico porque esto cambia permanentemente, de un día para el otro. Si los señores Senadores me preguntan qué pienso yo ideológicamente, diría que me siento notoriamente más cerca de los países que defienden principios democráticos, republicanos, de separación de Poderes –tales como Chile, Perú, Colombia y México–, que cambian de gobierno y de signo ideológico, pero que tienen como conducta central respetar la democracia y la república, lo que me parece esencial. Personalmente no me identifico con países que tienen Asambleas Constituyentes que restringen la libertad, la libertad de los medios, que creen poco en la república y tienen Cortes Supremas subordinadas al poder político. Para hacer tratados comerciales eso queda en segundo plano. No me identifico con el Gobierno de China; no quiero un gobierno de ese estilo para mi país, pero no tengo inconveniente en hacer tratados comerciales con ese tipo de países siempre que se respeten las identidades de los países. Uruguay tiene trato comercial con Irán y no hay inconveniente, siempre y cuando respetemos las identidades especiales de los países.

Me parece que el Uruguay hoy tiene una excepcional oportunidad, puede mirar hacia el Mercosur, que nos tiene absolutamente encerrados, y hacer una fuga hacia adelante sumando países que no van a agregar demasiado, por no decir nada. La otra oportunidad es abrirse al mundo integrando esta Alianza del Pacífico que tiene un fenomenal futuro: el mundo va hacia allí, la Alianza del Pacífico va creciendo, el Uruguay, como todo país chico, necesita tener un muy fuerte comercio exterior y una muy fuerte relación internacional. Todos los países chicos crecen hacia afuera. Desde que era niño escucho algo que es claro: “Somos tres millones; es difícil crecer”. El Mercosur fue una primera alternativa interesante pero fracasó; fracasó como unión aduanera y mucho peor, fracasó como zona de libre comercio y no va a mejorar. La alternativa es clara. Estoy convencido de que si los países tienen una posición clara y saben lo que quieren, las cosas se pueden conseguir y Uruguay tiene, sin lugar a dudas, alternativas para sumarse a la Alianza del Pacífico. Me parece que la situación del Mercosur es absolutamente oportuna para el Uruguay y tenemos que ir en ese camino.

Por lo tanto, voy a hacer dos puntualizaciones: tenemos que trabajar para sumarnos a la Alianza del Pacífico y hay que cumplir con el Mercosur y tratar de reparar la fenomenal injusticia que se cometió con Paraguay; esta es una decisión que nuestro país tiene que tomar en los próximos días.

Es cuanto quería decir.

Gracias, señor Presidente.

SEÑOR CONDE.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR CONDE.- Muchas gracias, señor Presidente.

Ya hemos debatido intensamente sobre la situación de Paraguay y de Venezuela respecto del Mercosur, de modo que no voy a insistir en esa discusión que ha sido reiterada en esta Sala.

Creo que el debate que se buscaba promover al plantear este asunto por parte de la oposición es el perfil económico-comercial de la inserción internacional y me voy a concentrar en ese tema. Los otros los hemos debatido y lo seguiremos haciendo, desde ya sobre la premisa –que hemos demostrado con los textos jurídicos en la mano– que la suspensión de Paraguay es legítima y el ingreso de Venezuela también lo es.

En primer lugar, como todos sabemos, la liberalización comercial entre los países o de un país puede abordarse por distintas vías. Una de ellas son los acuerdos de preferencias mutuas como en el caso de Aladi, donde Uruguay tiene más de catorce acuerdos de preferencias mutuas con protocolos adicionales, lo que lo transforma en un país absolutamente abierto, utilizando el instrumento de acuerdo de complementación económica y preferencias recíprocas en el marco de esta organización.

Otro de los instrumentos es la apertura unilateral. El Uruguay unilateralmente ha decidido aplicar bajos niveles arancelarios y es un país con una política que se puede calificar de abierta en el promedio general de la actual América Latina.

El tercer instrumento es la negociación multilateral y aquí nos hemos tenido que enfrentar al estancamiento de la Ronda de Doha. El Uruguay ha tenido en el escenario multilateral una actitud absolutamente propensa a la apertura de un comercio regulado con normas y estándares internacionales y no es responsabilidad de nuestro país ni del Mercosur que la Ronda de Doha se haya estancado, pero nuestro compromiso para negociar apertura multilateral en el marco de la OMC ha sido constante y puede verificarse en toda nuestra trayectoria de la negociación diplomática.

El cuarto instrumento de apertura comercial son los acuerdos regionales. El Mercosur es un acuerdo con una gran apertura comercial hacia su interior y tiene un mercado cercano a los 270:000.000 de habitantes. En ese ámbito hemos tenido algunas dificultades de acceso a mercados pero esas situaciones se pueden considerar excepcionales; no rompen la regla. Por otro lado, el comercio del Mercosur ha venido creciendo en los últimos 20 años a tal punto que no ha bajado en la última década del 31 %, 32 % o 33 % y se mantiene muy firme en ese guarismo, porque, como ya dijimos hace unos días, la pequeña baja de compras de Argentina a Uruguay fue compensada en el mismo período por el aumento de las compras de Venezuela.

El quinto instrumento de apertura comercial son los acuerdos bilaterales, con los cuales Uruguay también se ha manejado y tenemos, en el marco latinoamericano, acuerdos bilaterales de libre comercio que estamos profundizando y negociando. Concretamente, hablo del caso de Colombia, en la actualidad; de los acuerdos completos y modernos con Chile; de un acuerdo de libre comercio con Perú, que queremos profundizar y modernizar; de un acuerdo de libre comercio absolutamente abarcativo y completo con México, con pocas cláusulas de excepciones y, todos ellos, alcanzan a más del 90 % del intercambio de bienes, salvo en el caso de Perú, donde solo estamos alcanzando el 80 % o el 82 % del comercio de bienes.

De modo que la primera afirmación contundente que quiero hacer es que Uruguay no es un país cerrado al comercio internacional; por el contrario, es abierto y ha utilizado todos estos instrumentos que acabo de detallar. Esto ha hecho que en el Uruguay los procesos del comercio internacional hayan tenido resultados permanentemente crecientes y positivos para el país. Nuestras exportaciones no han dejado de crecer en el Mercosur y en el mundo. Además de ello, hemos tenido, por el complemento de otras políticas como la de promoción de inversiones, un grado de recepción efectiva de inversión extranjera directa también relevante. Esto quiere decir que Uruguay ocupa un espacio, en proporción a su escala de país, en el escenario internacional, tanto del comercio como de la inversión extranjera directa, y las proyecciones han sido absolutamente positivas.

Aquí se ha planteado como una disyuntiva la pertenencia al Mercosur como miembro pleno o la pertenencia a otros bloques o zonas de libre comercio. Es un debate absolutamente falso. En primer lugar, digamos bien claro que la hipótesis de que Uruguay unilateralmente cambie su estatus en el Mercosur como miembro pleno para transformarse en un Estado asociado –si es que el Mercosur no cambia su estrategia de constituir una unión aduanera–, no es una vía posible o abierta para el Uruguay. Esa opción para el país sería sencillamente catastrófica por lo que acabo de decir. El Mercosur no solo es el principal destino de nuestras exportaciones, sino que es el principal proveedor de insumos para el desarrollo de nuestra industria y es el comprador más importante que tenemos de los bienes industriales de media y alta tecnología que producimos. En cifras redondas, dos tercios de los bienes industriales que Uruguay exporta tienen como destino el Mercosur y esa producción industrial no podría colocarse por razones de competitividad internacional en otra parte del mundo que no fuera el Mercosur. Para decirlo en una frase grosera, pero clara en un debate como este de muy pocos minutos: sin Mercosur no existiría industria en el Uruguay. Todo el mundo debe tener muy claro este precepto.

En segundo término, debemos preguntarnos acerca de la inversión extranjera directa que ha venido desde fuera de la región. Antes de avanzar en esto, me permito llamar la atención acerca de que la región sigue siendo todavía el principal generador de inversión extranjera directa en el Uruguay. Podemos decir que en el año 2011 en nuestro país se registraron inversiones extranjeras directas por un monto de US$ 2.505:000.000.

En relación con este tema, Argentina –tan criticada aquí reiteradamente, aunque los críticos no tienen, como deberían tener, los números en la mano– es el principal origen de inversión extranjera directa en el Uruguay, con una participación de 32 % en 2011; en 2010 ese país superó el récord de los niveles de inversión en Uruguay por un valor cercano a los US$ 600:000.000, pero en 2011 ese monto fue superado y sus inversiones llegaron a US$ 814:000.000. Y aun cuando la inversión extranjera directa argentina en Uruguay ha bajado en 2012, Argentina como país, considerado individualmente, sigue siendo el principal generador de inversión extranjera directa en el Uruguay en los tres sectores fundamentales en los que invierte: el agro, el inmobiliario y en las llamadas industrias turísticas. Si consideramos a los otros dos países que son los principales socios comerciales de Uruguay, China –que en el correr de 2013 se va a transformar en nuestro principal comprador– y Brasil, que es nuestro principal socio comercial –si sumamos las exportaciones e importaciones–, lamentablemente y a pesar de ser dos potencias mundiales, observamos que tienen muy poca inversión extranjera directa en el Uruguay y, además, de muy mala calidad. De modo que aquí hay una negociación bilateral importante para Uruguay, ya que tiene que negociar con China y con Brasil, sus dos principales socios comerciales, la inversión que están dispuestos a hacer en nuestro país, que tiene que obtener resultados no solo comerciales sino también de inversión. Sin embargo, cabe destacar que algunas inversiones chinas y japonesas que se han comenzado a instalar en el país, como, por ejemplo, en el sector automotor, tienen por destino el Mercosur. No voy a dar los nombres pero las cuatro plantas de ensamblado de automóviles, de componentes automotores y de componentes de motos y motocicletas que han generado muchos puestos de trabajo en Uruguay en los últimos cinco años, se han instalado en nuestro país para vender en Argentina y en Brasil. De manera que hay que tener mucho cuidado cuando planteamos los vaivenes de bloques, porque las inversiones que vienen de la región Asia-Pacífico al Uruguay tienen como objetivo vender en el Mercosur y, fundamentalmente, en Argentina y en Brasil.

Por lo tanto, la liberalización interna y la seguridad interna del Mercosur y el acceso a mercados en Argentina y en Brasil siguen siendo hoy, fuera de toda duda y discusión, el principal factor de desarrollo del Uruguay. Entonces, no es una opción disponible la de que Uruguay se transforme simplemente en un Estado asociado del Mercosur porque eso es de un aventurerismo tal que pone al país en riesgo de generar una crisis económica de carácter estructural.

El Uruguay también tiene libre comercio con la Alianza del Pacífico, tal como acabo de demostrarlo con los números en la mano, y además tiene libre comercio en el marco de la Aladi con otros países que quieren ingresar a la Alianza del Pacífico, como es el caso de Costa Rica y de Panamá, que ahora está procesando su ingreso a la Aladi. Precisamente, en el marco de los acuerdos con esa organización también podemos tener cada vez más libre comercio con todos esos países. De modo que la segunda conclusión que quiero establecer es que Uruguay no necesita ser miembro pleno de la Alianza del Pacífico para tener libre comercio con los países que integran ese bloque porque ya lo tiene; incluso, en el marco de la Aladi, puede tenerlo con los que han pedido para ingresar a la Alianza del Pacífico.

En tercer lugar, señor Presidente, con estas bases que hemos establecido, tenemos que seguir trabajando en la línea de los objetivos estratégicos fundamentales. Nosotros no venimos aquí a dar un debate ideológico, como se pretende y tampoco venimos a dar aquí un debate con fundamentos puramente políticos. Hemos dicho que la integración tiene una razón de ser si es económica, política y social; si no, no es integración. Por lo tanto, no negamos la absoluta necesidad de construir integración económica y, en ese sentido, hemos defendido la idea –fundamental– de que el mejor escenario para el Uruguay es constituir una unión aduanera con el Mercosur.

En estos últimos años la vida ha demostrado que Brasil y Argentina no pueden otorgarse libre comercio recíprocamente y, por tanto, no están en condiciones de hacer funcionar una unión aduanera. Esto es una constatación. Quizás hemos manejado las cosas por la vía de la incorporación de excepciones, la perforación al arancel externo común, etcétera. Sin embargo, todavía tenemos que hacer un último esfuerzo. Uruguay debería poner en el calendario de las negociaciones regionales el tema de la unión aduanera, como una cuestión central.

Realmente creo que los cinco países miembros del Mercosur –seis, en caso de que se produzca el ingreso de Bolivia, o siete, si el año próximo ingresara Ecuador, en cuyo caso ellos también formularán sus planteos económicos, ofertas, demandas y exigencias de apertura de mercado– deberán llegar a una conclusión definitiva respecto a la constitución de una unión aduanera, lo que en modo alguno será una tarea simple, dadas las aristas tan variadas y múltiples que posee el tema. Y a propósito de la posible incorporación de estos dos países citados como nuevos integrantes del Mercosur, desde ya aclaro que aquí tampoco estamos promoviendo ingresos por razones ideológicas. Supongo que los señores Senadores que han hecho referencia a estos temas no dudarán de la calidad y cualidad absolutamente democráticas de los Gobiernos ecuatoriano y boliviano que, en todo caso, bienvenidos sean al proceso de integración.

Como venía diciendo, señor Presidente, hay cosas que son fundamentales para el Uruguay. Siempre hemos necesitado una unión aduanera. La hemos definido como una cuestión estratégica porque solos, individualmente, no podemos comerciar con los grandes bloques del mundo.

Estamos negociando un acuerdo con la Unión Europea que, más que comercial, es un acuerdo de asociación estratégica. Recordemos que la Unión Europea nunca manifestó su voluntad de negociar un acuerdo con el Uruguay. Entonces, indudablemente nuestro país necesita al Mercosur y a la unión aduanera para negociar con Europa. A pesar de que el mundo ha cambiado y hoy el crecimiento del comercio se da más rápido en la geopolítica del Pacífico que en la del Atlántico, Uruguay no debe despreciar sino, por el contrario, perseguir como objetivo estratégico el acuerdo con Europa, sobre todo por los vínculos económicos, culturales y materiales que tiene con ese continente que, a su vez –y en definitiva–, sigue siendo el segundo proveedor de inversión extranjera directa en la región. Pero no podemos hacerlo solos; necesitamos al Mercosur. Y si no lo podemos hacer con el Mercosur, deberemos hacerlo con Brasil. Nuestro país tiene que plantear la posibilidad de que si el Mercosur no puede constituir una única unión aduanera, Uruguay y Brasil sí pueden hacerlo. Tenemos que plantear esto, para saber qué piensa Brasil y si Europa acepta negociar en tales condiciones.

Insisto: Uruguay –junto con Brasil y los demás países del Mercosur– necesita negociar su inserción internacional, pues no le es fácil negociar con los grandes bloques.

Por otro lado, se dice que tenemos que pertenecer a la Alianza del Pacífico para llegar a Asia. A ese respecto, señalamos lo siguiente:

Uruguay ya tiene comercio con Asia; podremos ampliarlo en el futuro, pero no a costa de destruir lo que tenemos, sino apoyándonos en ello. Tanto es el comercio que tenemos con el continente asiático, que en 2013 China será, sin duda, el principal destino de nuestras exportaciones; las cifras del primer semestre ya lo están demostrando contundentemente. Si el segundo semestre sigue la misma línea del primero, terminará desplazando a Brasil como primer destino de las exportaciones uruguayas.

Acabamos de abrir –después de una larga negociación que duró años y que no inició mi Gobierno, aunque sí la culminó exitosamente– el mercado de carnes de Corea. Supongo que no se nos reprochará ninguna razón ideológica en este Tratado.

A su vez, hemos comenzado a vender carne a China y tenemos abierto, aunque con restricciones, algunas cuotas del mercado de Japón. Tengamos en cuenta que este último país es una potencia mundial proteccionista. De modo que tanto Japón, como China y Corea, hoy son mercados disponibles para Uruguay. De hecho, son nuestros principales mercados en esa zona del mundo.

En consecuencia, creemos que no se puede repetir, livianamente, que hay que entrar a la Alianza del Pacífico para llegar a Asia, porque –en primer lugar– nosotros ya estamos en Asia. La Alianza del Pacífico puede ser una plataforma para llegar a Asia, pero no es la única; podemos utilizar otras para ese fin o negociar en forma bilateral, es decir, país a país, como lo hemos hecho recientemente.

No despreciamos ninguna herramienta, pero partimos de la premisa de que la plataforma estratégica de desarrollo e inserción internacional sigue siendo la región y el Mercosur. Así lo demuestran los números y los flujos de inversión y de comercio. Además, estamos tratando de compensar algunas de las falencias del Mercosur como bloque, a través de negociaciones bilaterales que están siendo expresamente exitosas. En los últimos dos meses se han hecho anuncios sobre el progreso permanente de la complementación y conjugación económica entre Brasil y Uruguay, que tienen un largo camino de profundización y mejora por delante. Asimismo, hemos evitado el deterioro progresivo de las relaciones comerciales con Argentina –que, tal como estaba previsto, cayeron un 15 % en lo que refiere al comercio de bienes–, las cuales en este momento están estabilizadas. Confiamos en que lograremos mantenerlas así. Ese es el objetivo de nuestro Gobierno y, ciertamente, es la voluntad en la que coinciden los Gobiernos de ambos países.

(Suena timbre indicador de tiempo).

–Por último, quiero decir que a pesar de que ha habido bajas en el turismo, las cifras demuestran que en el año 2012 el Uruguay tuvo un saldo favorable de turismo neto, basado, todavía fundamentalmente, en el flujo argentino, aproximadamente de US$ 1.200:000.000.

Muchas gracias.

SEÑOR AMORÍN.- Pido la palabra para contestar una alusión.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR AMORÍN.- Señor Presidente: he sido aludido indirectamente varias veces y trataré de contestar lo más brevemente que me sea posible.

Nunca dije que había que irse del Mercosur; sí di algunos ejemplos de cómo pudimos hacer acuerdos de libre comercio dentro del bloque. El ejemplo más claro es el acuerdo que hicimos con México. Entonces, si se tiene en claro qué es lo que se quiere, se lo puede hacer.

Asimismo, expresé que había que aprovechar la oportunidad especial que existe hoy en la relación Argentina-Brasil.

El señor Senador Conde manifestó que Argentina es el principal país en materia de inversión extranjera directa. Sin lugar a dudas, así es. Agricultores que han sido “corridos” de Argentina han venido a invertir a nuestro país. Pero eso no quiere decir que la relación comercial con Argentina esté bien. Es notorio que la inversión extranjera directa –tal como lo dijo el señor Senador– se da, en primer lugar, en el agro y, en segundo término, en el sector de inmuebles en el este.

Las preferencias que podemos tener con algunos países que están en la Alianza del Pacífico, son simplemente eso; ahora bien, integrar dicha Alianza nos daría oportunidades de negociar, a través de ella, con otros países del mundo, lo que la convertiría en una verdadera plataforma para alcanzar negociaciones con otras naciones. No tengo ninguna duda respecto a eso.

Finalmente, el señor Senador expresó que la entrada de Venezuela es absolutamente legítima; sin embargo, no es lo que decía el Ministro de la época en que el señor Senador fue Subsecretario. Momentos antes de partir a Mendoza, aquel Ministro expresó algo así: “Quédense tranquilos, el ingreso de Venezuela es ilegítimo. Venezuela no entra”.

Gracias, señor Presidente.

SEÑOR LARRAÑAGA.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR LARRAÑAGA.- Señor Presidente: felicitamos al señor Senador Amorín por esta iniciativa que realmente nos parece muy importante, al permitirnos discutir la inserción internacional de Uruguay.

Seremos enfáticos: Uruguay debe ser pragmático. No podemos ser rehenes de resabios del pasado y caprichos del presente. El realismo debe primar sobre los ideologismos obcecados. Somos socios del mundo, o nos estancamos. El tema de Uruguay es si prioriza a sus clientes o a sus competidores. Como país agroexportador, necesitamos mercados. En definitiva, lo que necesitamos es una visión global y una estrategia de incorporación internacional integral que contemple lo productivo y lo comercial.

El pasado 23 de mayo, oportunidad en que se realizaba la VII Cumbre Alianza del Pacífico, pedíamos que el señor Vicepresidente planteara la incorporación de Uruguay como miembro pleno; a nuestro modo de ver, sus declaraciones constituyeron un avance pero, lamentablemente, siempre hay sectores del Gobierno que se ponen enfrente del tren de buscar soluciones y respuestas que consideramos positivas para el país.

Existe una situación negativa en relación con los temas principales del Mercosur –que son los comerciales y económicos–: estamos claramente complicados por trabas que impone Argentina en la región, ya no solo a Uruguay, sino también a Brasil. En ese Mercosur estamos: en un mercado común que no nos abre las puertas al mundo. Sin embargo, no estamos pensando en abandonarlo; por el contrario, creemos que también es posible integrar otros bloques regionales.

Uruguay negoció el ingreso de Venezuela al bloque, a cambio de la posibilidad de negociar directamente acuerdos extrarregión; esto lo dijo el propio Presidente Mujica a su vuelta de la Cumbre del Mercosur de Mendoza, realizada en julio del año 2012.

Digámosle “Sí” al mundo, que es la forma de decirle “Sí” al interés nacional y al trabajo de los uruguayos. Necesitamos avances en acuerdos como, por ejemplo, el alcanzado con México. Tenemos la posibilidad de ser el enclave atlántico del Pacífico; debemos –y podemos– serlo sin dejar de pertenecer al bloque regional del Mercosur.

¿Por qué la Alianza del Pacífico? Porque en plena desaceleración del comercio global, los flujos comerciales de los últimos años muestran que el intercambio entre los países que integran la Alianza del Pacífico creció 1,3 % en 2012, mientras que el comercio entre los miembros del Mercosur cayó 9,4 % –aclaro que estos son datos de la Cepal–; en lo que respecta al crecimiento económico, en el mismo año los países miembros de la Alianza crecieron en un 5 %, mientras que los del Mercosur lo hicieron solo en un 2 %. Las cuatro naciones que integran la Alianza del Pacífico representan, en conjunto, el 50 % del comercio de la región –con exportaciones por US$ 556.000:000.000 e importaciones por US$ 551.000:000.000 en 2012– y el 26 % del total del flujo de inversión extranjera directa de América Latina y el Caribe.

Debemos construir un puente comercial con el Pacífico y llegar a Asia. Por supuesto, ahora podemos hacerlo; la cuestión es si logramos que sea en las mismas condiciones en las que otros países y bloques regionales lo hacen.

¿Por qué Asia? Porque la inserción internacional, camino de doble vía por el que transcurren el comercio y las inversiones de toda América del Sur –sin excepción–, es nítida y definida. Más del 60 % de las exportaciones de la región son materias primas; en Brasil –cuyo principal socio comercial es China–, ese porcentaje es de 62 % en 2012.

Veamos el significado de la economía global del siglo XXI.

Asia es el centro de gravedad del comercio internacional. Más del 40 % del comercio regional es intrasiático, con eje en China, que se ha convertido en el núcleo de una gigantesca red transnacional de producción: estamos hablando de un 80 % de industria manufacturera en la que se ensamblan los bienes intermedios exportados por los países industriales del continente asiático.

Es así que en el año 2015, más de un 40 % del comercio mundial –que llegaría a un 55 % en 2020– se originaría en tres grandes triángulos de intercambio, con epicentro en China continental, resto de Asia, Medio Oriente, África y América Latina, en especial Brasil.

Hoy China es el principal socio comercial de 144 países en el mundo. Se incorporó a la Organización Mundial del Comercio en 2001, asumió como propias las instituciones del capitalismo globalizado y, en 2009, se convirtió en el principal exportador mundial, ubicándose por encima de Alemania y de Estados Unidos. Se cree que en los próximos diez años, al volcarse China al crecimiento sobre la base de la demanda doméstica, la pauta del comercio intrasiático habrá de transformarse. Lo que en la primera década del siglo fue la fábrica industrial del mundo, ahora se convierte en el eje del consumo global.

El resultado de esto es el vuelco de las exportaciones de los países avanzados hacia China, financiadas por la nueva discrecionalidad del flujo global de capitales que, a diferencia de lo que ocurrió en los primeros diez años del siglo, ahora se dirige del norte al sur, de Estados Unidos a China.

Morgan Stanley prevé que en los próximos diez años el consumo en China se triplicará, los salarios reales se cuadriplicarán y el stock de inversión extranjera directa se multiplicará por dos. Brookings estima que el consumo de la clase media asiática ascendería al 59 % del total mundial en 2030; hoy se sitúa en 23 %.

Estas son las razones por las que los países sudamericanos, sin excepción, se vuelcan a Asia, y lo mismo hace el resto del mundo, principalmente Estados Unidos.

Eso ofrece, señor Presidente, la plataforma de la Alianza del Pacífico.

¿Por qué les fue bien a los países de la Alianza? Porque hicieron las cosas pragmáticamente y no se quedaron refugiados en los intereses ajenos, sino en los propios.

Según creo, connotadas figuras del Gobierno del Frente Amplio han expresado que hay que seguir el modelo de Chile, que tiene acuerdos con 60 países –entre Tratados de Libre Comercio y Acuerdos de Complementación Económica–, además de pertenecer a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE.

Los países de la Alianza han comprendido el camino y el mundo lo valora; esto tenemos que entenderlo.

Hoy en día, la Alianza del Pacífico es una de las puertas de entrada al mundo. Ese mundo está mirando a América Latina. Por eso no debemos seguir mirándonos solamente a nosotros mismos; tenemos que mirar más allá del barrio. Tenemos la oportunidad. Asia debe interesarnos. Nosotros le interesamos, pues mira a América Latina como una oportunidad.

La última Conferencia anual del Foro Boao para Asia –celebrada bajo el lema “Asia en busca del desarrollo para todos: reestructuración, responsabilidad y cooperación”– tuvo, como una de sus principales características, que los asuntos tratados salieron fuera de las fronteras del Oriente.

Pertenecer a la Alianza del Pacífico no implica “borrón y cuenta nueva” en nuestros acuerdos comerciales ya signados; podemos partir de lo mejor que tenemos e ir hacia escenarios más prometedores. Uruguay puede integrarse perfectamente a este bloque comercial sin afectar su estatus mercosuriano. Para poder modificar nuestra actual situación y pasar de miembro observador a miembro pleno en la Alianza del Pacífico, se requiere la firma de Tratados de Libre Comercio con los países integrantes de esa Alianza. Nuestro país ya tiene Tratado de Libre Comercio con México y con Chile a través del Mercosur. Con cada uno de los otros dos miembros de la Alianza del Pacífico –Perú y Colombia–, por medio del Mercosur tenemos Acuerdos de Libre Comercio que son profundizables bilateralmente. Entonces, con la actual integración de la Alianza del Pacífico –conformada por cuatro países–, Uruguay podría generar una zona de libre comercio, requisito que se debe cumplir para lograr una incorporación plena. Por lo tanto, no hay ningún impedimento normativo para que nuestro país se integre al bloque.

A este panorama se le suma la posibilidad de integrarnos al Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, mercado integrado por once países y una población de más de 660:000.000 de personas.

Podemos promover un acuerdo más profundo que el TIFA. Para nosotros eso es prioritario, incluso, en la agenda de temas a incluir en una Cumbre de los Presidentes Mujica y Obama. Se puede tener un TLC con Estados Unidos a través de la Alianza del Pacífico o, como se señaló, con la Unión Europea.

Creo que debemos aggiornarnos porque, de lo contrario, vamos a quedar aislados. El bloque comercial del Pacífico se dispone como un acorazado en los procesos de integración mundial. No es posible que Uruguay siga sometido a caprichos perimidos o a equilibrismos a nuestro juicio pasados de moda. Tenemos que utilizar la estrategia de los hechos consumados. Llevemos adelante una alianza con el Pacífico; después sucederá el tiempo de las consultas, sin renegar del lugar donde estamos, promoviendo Tratados de Libre Comercio y sumándonos a todas las agendas birregionales que nos resulten útiles, porque esto no es contrapuesto al Mercosur.

Uruguay no puede permanecer ajeno a ningún esfuerzo de integración y menos aún a los que se muestran exitosos. El interés nacional tiene que poder más que cualquier otro prejuicio. Frente a la indiferencia de Brasil y los arrebatos de Argentina, Uruguay necesita ampliar su horizonte sin necesidad de quebrar con el Mercosur, pero incorporándonos a un proceso de integración que generará a la región un sentido de complementariedad y equilibrio.

La inserción internacional del Uruguay está entre el ayer y el mañana, en un escenario mundial donde logremos insertarnos en los espacios económicos de dos océanos: del Atlántico, a través de un acuerdo con la Unión Europea fortaleciendo al Mercosur; y del Pacífico, mediante la incorporación a la Alianza. Ese será el mejor de los escenarios de inserción internacional que podría tener Uruguay.

Ese es un derecho de todos los uruguayos, pero también una decisión que hoy en día lamentablemente está en manos de quienes pretenden ver el mundo con un espejo retrovisor. Proponemos mirar hacia adelante para lograr esa integración y avanzar en una política de inserción internacional que nos dé desarrollo económico, humano y social.

Muchas gracias.

SEÑOR COURIEL.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR COURIEL.- Señor Presidente: entiendo que se está dando un debate sobre la inserción, el Mercosur y la Alianza del Pacífico en un momento de crecimiento excepcional del Uruguay.

Entre 2005 y 2012 nuestro país ha crecido al 16 % acumulativo anual en sus exportaciones –de manera que acá no ha habido trabas de ninguna especie– y, a la vez, ha diversificado destinos. Por tanto, el país vive un momento excepcional y positivo. Las críticas que se están recibiendo sobre la inserción, a veces justas, en los hechos no han afectado en lo más mínimo los niveles comerciales, de crecimiento, de inversión y de inversión extranjera directa que está viviendo el país.

Hay que tener en cuenta dos elementos introductorios. En el mundo internacional de hoy no hay libertad de comercio. El mundo desarrollado sigue manteniendo los subsidios agrícolas, la protección, la ayuda a los productores rurales, las cuotas y los contingentes. Por tanto, no hay libertad de comercio. En la década de los noventa nos exigieron apertura comercial y financiera. Básicamente América Latina lo cumplió, no así el mundo desarrollado, ya que mantiene los subsidios y la protección.

El segundo elemento introductorio es que los actuales países desarrollados, para avanzar, llevaron adelante procesos brutales de protección. Estados Unidos fue muy proteccionista; Japón fue muy proteccionista; Alemania fue muy proteccionista. China ha avanzado en las exportaciones con devaluaciones y bajos niveles de salarios, pero ahora va a tener que cambiar el modelo.

De manera que, en última instancia, al no haber libertad de comercio y considerando que la historia marca la protección que ha mantenido el mundo desarrollado, las negociaciones son importantes y, por ende, las relaciones de poder también lo son.

En este momento, en el mundo, Estados Unidos tiene hegemonía militar y comunicacional, y un gran poder financiero e ideológico –las universidades norteamericanas son las más requeridas–, pero no tiene poder comercial, que se lo está quitando China en forma permanente. En el corto plazo China va a superar el Producto de Estados Unidos. Hoy China es el primer exportador de bienes y de productos manufacturados. Entonces, uno ve que en el mundo actual hay una competencia comercial entre China y Estados Unidos.

Ya conocemos la política de Estados Unidos: intentó el ALCA, pero al no conseguirlo avanzó con los Tratados de Libre Comercio en los que, recordémoslo, ese país mantiene los subsidios a las exportaciones, la ayuda a los productores internos, las cuotas, los contingentes, las medidas antidumping –que son proteccionistas–, los picos arancelarios y los rubros sensibles. No hay libertad de comercio y las limitaciones que tiene Estados Unidos sigue manteniéndolas en los Tratados de Libre Comercio, pero del otro lado nos exige compras gubernamentales, normas de competencia, medidas de propiedad intelectual muy distintas a las de la OMC y liberalización de los servicios. El gran avance en el comercio internacional son los servicios, y ellos quieren liberalizarlos porque dominan el rubro. No es un hecho menor lo que estoy mencionando. La estrategia comercial de los Estados Unidos no es independiente de su estrategia militar, comunicacional y financiera.

Por otro lado tenemos a China, un país con gran dinamismo, que en los últimos años ha permitido un aumento de precios internacionales excepcionales para América del Sur. China es el primer comprador de Brasil, Chile y Paraguay, y el segundo de Argentina, Perú y Uruguay. El señor Senador Conde hacía referencia a que tal vez en 2013 China fuera más importante que el propio Brasil. China está compitiendo, porque ingresa en México y en Costa Rica.

Hablando claro y nítido: desde el punto de vista comercial, para Uruguay, para América del Sur, China es mucho más importante que los Estados Unidos.

Estados Unidos juega con el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica y China lo hace con la Alianza comprensiva económica regional. En el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica no están China, India ni Corea del Sur; está por entrar Japón. Del otro lado, en la Alianza comprensiva, están India, Corea del Sur, Japón, Australia y Nueva Zelandia.

Para mí hay una cosa que es fundamental: Uruguay, América del Sur y el Mercosur no tienen por qué estar en la línea de Estados Unidos ni en la de China. Para nosotros es muy importante que América del Sur y el Mercosur tengan su propia estrategia, sus propios intereses y sus propias propuestas para no vernos limitados, de manera alguna, con lo que está exigiendo Estados Unidos y con lo que puede estar exigiendo China. En fin, para nosotros es extraordinariamente importante la unidad regional, con intereses comunes, que nos permita aumentar nuestro poder de negociación con el mundo desarrollado y construir nuestro propio desarrollo. ¡Y esto hay que hacerlo con mucho pragmatismo!

En reiteradas ocasiones dije: “Si Estados Unidos está más abierto a eliminar los subsidios, me junto con ese país para enfrentar a la Unión Europea en materia de subsidios agrícolas y a las exportaciones. Si Europa está más abierta a los controles de las instituciones financieras, a los movimientos de capital –muchos de ellos especulativos, como hay en el mundo–, me junto con ella para enfrentar a Estados Unidos”. Hoy Europa ya no está en esa situación; hoy Europa está afectada por el capitalismo financiero y por las grandes instituciones financieras que no la dejan desarrollarse.

Considero que con el mundo desarrollado debemos tener negociaciones comerciales, financieras y productivas porque no podemos tenerlas solos. ¿Necesitamos acuerdos con la Unión Europea? Sí, los necesitamos. ¿Necesitamos acuerdos con China? Sí, los necesitamos. ¿Necesitamos acuerdos con Estados Unidos? Sí, los necesitamos. Es más, este gran nivel de comercio que en este momento tenemos con China, nos ha generado una nueva relación centro-periferia que nos ha llevado a venderle recursos naturales con poco valor agregado y a comprarle contenido tecnológico; sin embargo, así como le compramos contenido tecnológico, también queremos vendérselo.

Estamos asistiendo a un debate en torno al crecimiento que está registrando el país que, entre 2005 y 2012, fue de casi un 6 %, con altísimos niveles de inversión, sobre todo de inversión extranjera directa que, como bien dijo el señor Senador Conde, en gran medida viene, como vino la industria automotriz, para venderle al Mercosur. Desde este punto de vista también tenemos la novedad de que estamos diversificando destinos, pero el primer comprador sigue siendo el Mercosur y, por países, el Brasil.

Cuando a mí me dicen que el comercio no funciona, me pregunto: “¿Pero cómo que no funciona el comercio si se está creciendo 16 % en las exportaciones anuales y en ese porcentaje el primer comprador es Brasil?” Entonces, el dinamismo con Brasil se sigue manteniendo al igual que con el Mercosur.

El segundo país al que le vendemos es China; el tercero, Argentina; el cuarto, Rusia; el quinto, Venezuela, y el sexto, Estados Unidos que, en algún momento –entre 2005 y 2006–, fue el primero, porque nos compraba la carne que luego terminamos vendiendo a Rusia, también a muy buenos precios internacionales.

Esto ocurre en un momento excepcional del país, porque se tiene rubros nuevos: estamos vendiendo soja, forestación y papel –en un futuro venderemos hierro, que será el primer producto de exportación del Uruguay–, con importantes aumentos de productividad. ¡Esta es la novedad del Uruguay! Se está diversificando; está exportando e, incluso, mejorando los niveles de productividad, porque del 5,8 % de crecimiento registrado en el período 2005-2012, el 2,8 % corresponde al aumento de productividad total de factores. Este no es un hecho menor; este no es el Uruguay del estancamiento sino el del dinamismo que se ha generado en los últimos años, que hizo que en la agricultura se registrara un 40 % de aumento de rendimiento por hectárea, que hubiera avances en materia cárnica con la trazabilidad, que se continuara avanzando en lácteos –donde el aumento de producción de leche por hectárea fue del 130 % en los últimos diez años–, que existiera un gran crecimiento de servicios, de servicios no tradicionales –en audiovisuales, informática y software–, llegando a representar el 22 % acumulativo anual.

¡Es excepcional el ritmo de crecimiento que tenemos! Sin embargo, me dicen que el comercio no funciona, que el Uruguay está trabado y limitado. Francamente, resulta difícil comprender situaciones de esa naturaleza. Queremos vender más contenido tecnológico y valor agregado. Eso no podemos hacerlo con Chile, con Perú, con Colombia ni con Estados Unidos –quiero negociar con China–, pero sí, dentro del Mercosur, con Brasil; y si mañana tenemos dificultades con Argentina –es verdad que las tenemos–, tal vez también podamos hacerlo con ese país, porque esos elementos de complementariedad son el futuro del proceso industrial del Uruguay, que depende fundamentalmente de las relaciones con nuestros países vecinos.

El Mercosur no está destrozado ni paralizado; tampoco está afectado el comercio porque, insisto, es el primer comprador del Uruguay; además, al mundo le vendemos commodities, recursos naturales, pero al Mercosur le vendemos dos tercios y, algunas veces, entre 70 % u 80 % de productos manufacturados. La venta de alta y media tecnología que hacemos al mundo se corresponde con el 9 % de las exportaciones, mientras que la que hacemos al Mercosur es equivalente a casi un tercio. Entonces, ¡no tenemos donde perdernos! ¿Dónde está el comercio que no funciona? ¿Dónde están las limitaciones? ¡Pongamos los números sobre la mesa, porque estos nos dicen que al Mercosur se le vende, básicamente, productos manufacturados y un alto contenido tecnológico! Este no es un hecho menor.

Todos sabemos que el Mercosur tiene enormes potencialidades: es el granero del mundo, tiene reservas de agua, cuenta con fuentes de energía para todo el siglo y con chances de avanzar en integración financiera, en investigación y en desarrollo en el futuro, y en la complementariedad productiva e industrial, que es un elemento excepcionalmente importante.

En este momento, el Uruguay está haciendo grandes esfuerzos para alcanzar acuerdos con Brasil, con el que tenemos la mejor relación posible. Brasil nos acaba de decir que nos va a vender energía al mismo precio que le vende a uno de sus Estados. Bueno, si esto es un Mercosur paralizado, si esto es un proceso de integración que no funciona, francamente no lo advierto con los elementos que tengo a la vista.

Es cierto que tengo dificultades con Argentina pero, como bien dijo el señor Senador Conde, resulta que los principales inversores en el Uruguay provienen de ese país. ¡Bienvenido sea esto!

Seguramente vamos a contar con nuevos elementos porque van a ingresar Venezuela y Bolivia y, tal vez en un futuro, Ecuador. ¡Veamos si también hay mecanismos de mejora para los países de menor desarrollo relativo, cosa que no conseguimos en el acuerdo principal del Mercosur!

Considero que, creciendo al 16 % las exportaciones anuales, diversificando y buscando los productos manufacturados y de alto contenido tecnológico en el Mercosur, al Uruguay le va realmente muy bien.

Creo que en torno a la Alianza del Pacífico hay un gran elemento de marketing de Estados Unidos y de los grandes medios de comunicación. La Alianza del Pacífico es la esperanza, pero no hay un número que demuestre que sea la gran esperanza del futuro. Para decirlo claramente, tenemos un Acuerdo, con dificultades –como lo decía el señor Senador Conde–, de unión aduanera; eso significa un arancel externo común y políticas comunes de carácter comercial. Ahora bien, sin autorización del Mercosur no podemos entrar a la Alianza del Pacífico como miembro pleno. ¿Que estemos como observadores? ¡Me parece espléndido! No nos podemos alejar de nadie. Que Uruguay vaya como observador, me parece muy bien, pero como miembro pleno significa violar el Acuerdo del Mercosur. Si yo vengo acá y critico que Argentina viola el Acuerdo del Mercosur –hecho que es real–, no voy a ser yo el que lo haga pidiendo una integración plena cuando todos sabemos que la política comercial común nos impide salir solos a ser miembros plenos de la Alianza del Pacífico.

Ya tenemos tratados de libre comercio con México y con Chile. Si observamos la tendencia actual de la Aladi, tenemos casi el 100 % de cobertura arancelaria. Hemos recibido preferencias arancelarias: de Chile por el 100 % de los aranceles; de Ecuador por el 96 %; de Perú por el 98 %; de México por el 94 %, y de Colombia por el 86 %. ¡Ya lo tenemos! ¿Cuánto avanzamos? ¿Cuánto representan las exportaciones a la Alianza del Pacífico en estos momentos? El 6 %. Yo estoy hablando de un Mercosur que involucra un 33 %. Reitero que en la actualidad la Alianza solo representa el 6 %. Por supuesto que, si se puede aumentar, ¡bienvenido sea!

Todos los días, en la prensa, se publica que la Alianza del Pacífico crece más que el Mercosur en productos, en exportaciones y en inversiones extranjeras directas. ¡Claro, si tomamos un año como referencia! Pero si tomamos como ejemplo el período de 2002-2012, las exportaciones del Mercosur crecieron un 15 %, mientras que las de la Alianza del Pacífico crecieron un 11 %. Para tener datos ciertos, se deben tomar en cuenta las tendencias.

Me parece extraordinariamente importante que no se busquen contradicciones entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico. Queremos la integración latinoamericana; queremos unir; queremos encontrar el medio vaso lleno para seguir uniendo. Sin embargo, todos los días escuchamos que lo libre y lo positivo es la Alianza del Pacífico y que lo estatista y lo que protege es el Mercosur. En absoluto es así. No queremos ubicar a la Alianza del Pacífico y al Mercosur en términos contradictorios. Queremos unir al conjunto de la región, para lo cual el Mercosur y la Alianza del Pacífico deben ser complementarios y no estar enfrentados en términos de conflicto, como lo están en la época actual.

Se dice que a través de la Alianza del Pacífico se llega al Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica; pero allí –insisto– no está China, no está India ni está Corea del Sur. A su vez, China tiene su propio proceso. Entonces, estudiemos tranquilamente el tema. Si en estos momentos China es mucho más importante para América del Sur y para Uruguay que los Estados Unidos, ¡busquemos nuestra conveniencia! ¡Busquemos nuestros intereses! Acá no hay elementos políticos; acá no hay elementos ideológicos; acá hay intereses estrictamente económicos que, a veces, necesariamente se tienen que vincular con los intereses políticos de nuestro país.

Los tratados comerciales no son buenos ni malos, deben ser analizados y evaluados. Por ejemplo, el tratado con México significó triplicar el comercio, lo que es muy bueno; pero mientras las tres cuartas partes de nuestras exportaciones a México son productos primarios y manufactura vinculada a recursos naturales, México nos vende automóviles y productos electrónicos por el 85 % de sus colocaciones en Uruguay. Deberíamos evaluar si ese estilo de tratados comerciales mejora algunos rubros, porque en términos de contenido tecnológico no es el mejor tratado de libre comercio que podría tener nuestro país.

A mi juicio, señor Presidente, el Mercosur, la Unasur y la Celac deben tener los mismos intereses que América Latina y deberían negociar con Estados Unidos y con China, fundamentalmente, atendiendo los objetivos específicos de América del Sur, en particular de Uruguay y Brasil. Esa es la ruta; ese es el camino. Podemos tener dificultades –¡vaya si las tenemos!–, pero es por esta ruta que tenemos que seguir avanzando.

Muchas gracias.

SEÑOR ABREU.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR ABREU.- Señor Presidente: si bien creo que este cambio de ideas es oportuno, me habría gustado que fuera producto de una madurez un poco más profundizada, sobre todo pudiendo tener en cuenta qué es lo que quiere hacer el país, el Gobierno, o hacia dónde quiere orientarse. Tengo enormes dudas sobre cuál es su posición, cuáles son los lineamientos centrales de su estrategia y cuáles son las decisiones prioritarias que significan defender el interés nacional. Obviamente, el interés nacional está vinculado al barrio en el que vivimos, al continente y, también, a la inserción externa de una globalización que se nos ha impuesto en forma muy clara.

Coincido con que China es hoy el principal exportador de bienes del mundo y el tercer exportador de servicios. Y lo es en un momento en que comienza a cambiar su estrategia, basada en exportaciones y en inversión, precisamente porque ahora comienza a estimular el consumo. También estamos presenciando una desaceleración del comercio internacional, que es parte de una estrategia que se produce, nada menos, que en el centro de su mayor dinamismo.

Se pueden analizar de forma parcial todos los beneficios que hemos tenido. Es cierto que hay un proceso de primarización de la economía; las materias primas, la soja y el trigo han tenido un enorme margen en la demanda de las economías emergentes. Casi diríamos que es paradojal, ya que los países desarrollados, enfrentados a una crisis, presencian cómo los países en vías de desarrollo –como los de nuestro continente– crecen de la forma en que lo han venido haciendo, pero de la mano de la demanda de otros mercados y no de la de los mercados tradicionales, de la de aquellos que fueron nuestros socios históricos durante mucho tiempo, es decir, la Unión Europea y Estados Unidos.

Señor Presidente, acá el problema es saber a dónde queremos ir y cómo nos vamos a ubicar. El planteo es muy claro: la Alianza del Pacífico es otra de las expresiones a las que los uruguayos nos estamos acostumbrando, es decir, la fuga hacia adelante. Cada vez que tenemos un problema, inventamos una organización. Entonces, esta organización, que no es un invento más sino, simplemente, la derivación natural de acuerdos comerciales ya existentes en el ámbito de la Aladi –acuerdo de alcance parcial, donde casi todo nuestro comercio está liberado en su ámbito; no necesitamos muchas cosas más–, es una señal de carácter político: una Alianza para el Pacífico. Digo esto porque se trata de mirar desde el balcón Pacífico, donde nosotros podemos participar, ya sea como observadores o de una manera diferente, que específicamente precisaremos porque es el tema que Uruguay debería manejar.

A nadie le puede asustar la forma en que, en muchos aspectos, venimos salvando nuestra economía dentro de esta diversificación. A veces se dice que el Mercosur es lo más importante de todo, pero la diversificación del comercio parece ser la gran bandera. Si bien nosotros vivimos con el Mercosur, nos salvamos con la diversificación del comercio. Nuestros grandes porcentajes del comercio están afuera; nuestros grandes precios internacionales los paga China por la soja o por el arroz, y nuestros graves problemas en los sectores industriales tienen un enorme compromiso de competitividad, entre otras cosas, por un dólar bajo y porque el proceso de industrialización se ha venido deteniendo debido a que los precios y la demanda de las economías emergentes son una tendencia de la primarización de nuestra economía.

Este tema se puede analizar en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio, del propio Acuerdo del Pacífico y de algunos acuerdos que se van profundizando, incluso desde algunos aspectos que se pueden manejar, sobre los que a veces ni siquiera tenemos la profesionalidad adecuada para hacerlo, porque el tema no es solo la creación del comercio, sino la regulación del comercio. Por ejemplo, el tema de la acumulación de certificados de origen que se está tratando de desarrollar a los efectos de poder acceder a otros mercados es un tema importante. También se está analizando el certificado de origen electrónico, para poder facilitar todo este proceso. Estos son temas exclusivamente instrumentales.

Aquí, señor Presidente, el problema no es cuál es la alternativa; es dónde estamos y, en primer lugar, qué podemos hacer. ¿Podemos mudarnos? No tenemos la menor posibilidad. Entonces, desde nuestra posición de país pequeño, vamos a buscar una asimetría que nunca ha sido reconocida, para poder tener una política diferencial, que no afecte a nuestros socios pero que nos ayude a tener acceso a un mercado que ellos mismos no nos permiten por el “corralito” que han establecido en la Decisión n.º 32. Esa Decisión es el derivado natural de un proceso maduro de integración; es el corolario natural de una unión aduanera con aspectos importantes de políticas comerciales comunes, de políticas tributarias coordinadas, etcétera. Debería ser el resultado de un avance sustantivo de la unión aduanera para llegar a un objetivo casi inalcanzable, que es el mercado común. Pero resulta que no tenemos nada de esto.

Cualquier país maneja el tipo de cambio como quiere. Nosotros no controlamos la moneda brasileña ni la argentina; no tenemos políticas comerciales que podamos dirigir o coordinar con la Argentina. Aquí, como el señor Presidente habrá apreciado –porque de esto sabe–, con cierta lateralidad y disimulo se habla de la Argentina como si sus obstáculos comerciales fueran un accidente pasajero; pero la verdad es que lo que hemos sufrido y lo que estamos sufriendo en este lugar hoy –porque podrá tener otra alternativa en otros esquemas de integración– es letal. Se trata de un modelo de sustitución de importaciones aplicado en forma estricta por la República Argentina, que perjudica al Uruguay en muchos aspectos, pero que perjudica más al Brasil. ¿Y saben por qué no se reúne el Mercosur en estos tiempos? Porque Brasil no quiere reunirse con Argentina; no quiere tener el mínimo diálogo con una Presidenta que cierra la puerta a los reclamos brasileños de que abra el mercado. Argentina está inserta en un modelo de sustitución de importaciones irracional y todo lo que nosotros podríamos exportar a ese país –lo mismo le ocurre, incluso, a Brasil– está limitado, precisamente, por una violación sistemática y permanente de todas las obligaciones comerciales.

Ahora bien, si los problemas fueran solo comerciales, se podría pensar en someter el tema a los órganos de contralor, a la institucionalidad existente o a los laudos arbitrales. ¡Pero ni un laudo arbitral favorable a Uruguay ha sido cumplido en el Mercosur! No se ha cumplido el de los neumáticos –por supuesto, con Brasil incluido–, el de las bicicletas –que no entran en la Argentina ni pedaleando con la izquierda–, ni ningún otro. Ni siquiera se ha cumplido la sentencia de la Corte de La Haya. Argentina nos llevó a ese órgano internacional y hasta hizo un papelón en una reunión de Presidentes en Europa, donde una señorita con un cartel de Entre Ríos nos puso como los violadores del desarrollo sustentable del mundo. Sin embargo, cuando la Corte Internacional se pronunció y los uruguayos, cumpliendo la sentencia, íbamos a publicar los resultados de los estudios, Argentina se negó.

También tuvimos problemas cuando le fuimos a plantear los dos importantísimos proyectos que tenemos en el ámbito de Nueva Palmira, que son nada menos que el producto del esfuerzo de la cadena industrial uruguaya. El gran éxito del Uruguay ha sido tener a Nueva Palmira como la terminal de la hidrovía, y todavía no sé cómo lo han aceptado. Es hasta una reivindicación artiguista. Los argentinos y los brasileños, quizás distraídos en algún momento, aceptaron que Nueva Palmira sea hoy la terminal de la hidrovía, de manera que los productos de la Mesopotamia argentina, de Rondônia, de Mato Grosso del Sur, del Paraguay y de Bolivia terminen saliendo de un puerto uruguayo cuando, en realidad, Argentina en Rosario al Mar, o Brasil a través de su Corredor Atlántico, podrían haber competido. Ahora se dieron cuenta; por eso no se draga. ¿Alguien cree que no se draga por problemas de corrupción? Por supuesto que los puede haber, pero como decía Borges, cuando termina la razón empieza la Argentina. Ese es otro tema, por suerte, diferencial. Pero no se draga porque no van a permitir que se pueda acceder a terceros países a través de los comercios de servicios, como se decía muy bien, y que el Uruguay pueda salir a ultramar exportando en Panamax o en grandes barcos de contenedores. ¿Ese es el Mercosur? Claro que sí. Esto es parte del Mercosur agregado, del IIRSA. Ese tema es el que tenemos que discutir: cuál es el rol que va a jugar Uruguay en estos aspectos.

¿A cuánto ascienden las exportaciones a la Argentina, ahora que nos llenamos la boca con nuestros productos industriales? Al 7 %. ¿Y por qué está en esa cifra, si las exportaciones al Mercosur llegaron a representar casi el 50 % en el año 1995, cuando terminamos la zona de libre comercio? Porque Argentina decidió protegerse. Entonces, si se protege con nuestros productos industriales, ¿qué nos queda? Los productos primarios. ¿Y dónde los vamos a exportar? ¿Al Brasil? ¿Quién sueña con que Brasil nos dé un rol industrial, si nos eliminó las zonas francas porque no quería que exportaran industria? Cuesta una vida negociar la admisión temporaria para poder tener importación de materias primas y bienes de capital a cero y así poder mejorar nuestra producción y agregar valor. ¿Dónde vamos a colocar esos productos? ¿En algún mercado del Mercosur? Es probable que en algún mercado brasileño, pero en Argentina cada día está más difícil. Obviamente, puede ser que la situación cambie, pero si observamos el sector automotor, por ejemplo, nos damos cuenta de que, fuera del Mercosur, que es el comercio administrado, tenemos enormes dificultades, porque basta con que una fábrica china se instale en el Uruguay y amague con ingresar algunos autos al Brasil, para que ya al primer, segundo o tercer día se diga que el conductor del camión tiene pie plano y no puede ingresar. Esta es la realidad y no nos quejamos, pero lo que no podemos hacer es idealizar las cosas.

Se me dirá: ¿y cómo vamos a salir? Hay que buscar soluciones con creatividad. De Uruguay salió el Grupo de Contadora, el Grupo de los Ocho, la Ronda Uruguay; tuvimos siempre iniciativas, ideas. Siempre fuimos el país molesto con la inteligencia de las propuestas; nunca tuvimos ese nacionalismo exacerbado ni excluyente. Tuvimos y tenemos, o debemos tener, una forma distinta de manejar las cosas, que es reconocida hasta por nuestros propios vecinos. De lo contrario no tendríamos Nueva Palmira; no habríamos tenido admisión temporaria; no habríamos tenido el consenso o por lo menos el veto dentro del Mercosur; ni siquiera habríamos ingresado al Mercosur, porque no estábamos invitados. Ni aun a esa versión neoliberal, como se dice, de la primera instancia del Mercosur estábamos invitados; fuimos a golpear la puerta para que nos atendiera la vieja trenza porteño-lusitana y nos diera, de alguna manera, un tratamiento diferencial, de tal manera que pudiéramos ser parte de ese proyecto en el que o somos bisagra o somos el peñón de Gibraltar. No tenemos otra alternativa. Y como no nos podemos mudar, tenemos que avanzar en este tema.

Por supuesto que la Alianza del Pacífico puede ser complementaria y lo podemos negociar, pero vivimos en un “corralito” y el Mercosur no ha hecho ningún tratado importante en los últimos veinte años. Chile y México, por ejemplo, cerraron acuerdos con la Unión Europea, pero el Mercosur nunca cerró un acuerdo sustancial con ningún mercado, porque el que se firmó con Israel es importante pero simbólico. Lo mismo ocurrió con India, con características especiales. Pero hemos quedado como rehenes de la estrategia de los dos grandes países, al principio de Brasil y ahora de Argentina, donde las reuniones no se producen precisamente porque Brasil está chega, como dicen los portugueses, de la prepotencia argentina de no atender ninguno de los reclamos y de imponer determinadas circunstancias.

Por tanto, este es un tema político, comercial y estratégico. Está muy bien que apostemos a la apertura, pero apostemos también a la institucionalidad, a la seguridad jurídica y a la flexibilidad. ¿Cómo es posible que, más allá del acuerdo logrado con México –establecido en uno de los Convenios celebrados en el marco de la Aladi–, no se nos permita suscribir un tratado internacional con otros países? ¿Romperíamos el Mercosur? ¡Por supuesto que no! ¿O acaso es de tal pureza la unión aduanera que una flexibilidad de esta naturaleza significaría conducir al despeñadero un proceso de integración? ¡Al despeñadero lo llevamos con el tema de Paraguay, por esta tozudez increíble que se tiene, cuando simplemente se trataba de un acto democrático, sin ninguno de los cuestionamientos que tuvo Venezuela! ¡No hubo pajaritos, ni nada por el estilo que inspirara al señor Cartes! ¡Ahora resulta que primero tiene que entrar Venezuela, violando el Mercosur, violando el Derecho Internacional, entrando por la ventana, sin esperar que el Gobierno democrático paraguayo someta a la consideración de su Parlamento, en veinte días, la aprobación o no del ingreso de ese país al Mercosur!

En mi opinión, Venezuela podría ingresar al Mercosur. ¡Cómo no va a poder ingresar! Nosotros no tenemos nada en contra; pero tiene que hacerlo en las condiciones que corresponden.

Ahora bien, con esto, ¿qué le estamos haciendo al Mercosur? A mi juicio, un enorme mal. El bien sería que se respetaran las normas –o sea, que no se procediera como se ha hecho hasta el momento–, porque ello permitiría el ingreso de Venezuela, pero negociado adecuadamente. Sin embargo, ha ganado una tozudez proveniente de la Argentina y de algunos del propio Brasil, donde no todos piensan igual y están buscando una salida. Por ser un conocedor de esta región, entre otras cosas, advierto a los señores Senadores que a Paraguay le importa muy poco lo que decida el Mercosur hoy. Si uno toma un taxi en Asunción del Paraguay y habla del Mercosur, tengan por seguro que si el auto tiene cambios, el chofer sacará la palanca para correr a cualquiera que diga que el Mercosur ha sido beneficioso para los intereses de un país que fue arrasado, y que en otros tiempos sufrió un genocidio que todavía estamos tratando de corregir. ¡Y lo volvimos a hacer! Eso sí, aunque lo compartimos, en 24 horas salimos a respaldar a Evo Morales, no vaya a ser que no pueda sobrevolar los cielos europeos.

No hicimos eso con Paraguay, donde el Presidente destituido no estuvo ni siquiera un día detenido, donde no hubo una manifestación, donde salió electo Senador y nadie le puso una limitación; no hubo ni siquiera la insinuación de una de las manifestaciones que tuvo la señora Dilma, que entre otras cosas ahora se tiene que arreglar con el procesamiento del señor Dirceu, un delincuente absolutamente confirmado por la Justicia brasileña, más allá de que él la desconozca. Tampoco es lo que ocurre en Argentina, donde se quiere procesar a Menem y la Presidenta responde que debido a un acuerdo no va a dar los votos para el desafuero. A Paraguay, que exporta más carne que Argentina, que tiene un crecimiento del 15 % y tiene todo el derecho de integrar el Mercosur, se le dijo: “Usted es un sarnoso en América del Sur. Usted no tiene derecho porque esto es una dictadura”.

¿Este es el Mercosur en el que nosotros estamos jugando? ¿Este es el Mercosur constructivo que va a abrir el corazón y el alma a los países más pequeños? Lo que le pase a los demás, nos va a pasar a nosotros.

Así estamos: entre el delirio tropical, la esquizofrenia Argentina y la hipocresía brasileña. A eso debemos agregar la falta de profesionalidad, de iniciativa y hasta las contradicciones de nuestro Gobierno, que todavía no sabe lo que quiere ni hacia dónde va.

Me gustaría que Uruguay siguiera siendo un país que defiende el Derecho Internacional para defenderse a sí mismo; un país que fortalece el Mercosur –al que podría ingresar Venezuela, pero como debe hacerlo–; un país que no persigue a los que no son amigos, porque eso termina de tal modo, que después la historia se encarga de alimentar los radicalismos que tratan de borrar el pasado con los horrores de las intolerancias de los Gobiernos de turno.

Por todo lo expuesto, quiero terminar diciendo que me parece muy buena la idea, que habrá que seguir trabajando y analizando la Alianza del Pacífico, pero que si no atacamos al Mercosur como estrategia, con la intención de construirlo mejor, en los próximos días tendremos un mercado común caminando con un pie descalzo y otro calzado, y nuevamente habrá un país paria, Paraguay, por el simple hecho de que un Parlamento democrático no coincide con lo que quieren imponerle los otros países “democráticos”, entre comillas.

Muchas gracias.

SEÑOR PRESIDENTE.- Saludamos a la delegación de la Universidad Autónoma de Bogotá, Colombia, y les agradecemos la visita.

SEÑOR LORIER.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR LORIER.- Señor Presidente: desearíamos que todo en América Latina fuera armonioso, que se pudieran conciliar los distintos intereses y que todos pudiéramos marchar felizmente hacia una integración, sin contradicciones; pero nosotros, que no somos ideológicos sino realistas, vemos que detrás de esa necesidad de compatibilizar, de armonizar y de querernos un poquito más, hay un conjunto de intereses económicos que debe ser analizado objetivamente, sin ideologías de por medio, o sea, observándolo de frente.

Y nosotros vemos que en América Latina, más allá de los deseos, de las buenas voluntades y de querer juntar a las partes –característica típica de algunos análisis que se realizan desde distintas tiendas–, hay dos proyectos de alianzas comerciales que, objetivamente, están contrapuestos y son contradictorios.

(Ocupa la Presidencia el señor Luis Rosadilla).

–A mi entender, la denominada Alianza del Pacífico busca ser, con todo derecho, un eje de promoción de la integración regional a través de tratados de libre comercio –¿esto se desmiente o no? ¿Es así o no?–, y en contraposición, el Mercosur, si bien promueve la apertura comercial, no sigue la línea de los tratados de libre comercio, sino que busca ser una unión aduanera, con algunos elementos de complementariedad económica entre los socios y la protección de los mercados internos.

Sería importante que partiéramos de esta diferencia esencial, de esta contradicción, de estos dos caminos –que no estoy juzgando todavía–, porque junto a los elementos que señalaba de la Alianza del Pacífico, hay otros objetivos que queremos manifestar aquí.

El primero de ellos es el de mantener a los países que integran la Alianza del Pacífico como exportadores de bienes naturales –que lo son; si se analiza cuál es su perfil vemos que efectivamente lo son–, consolidarlos como países sin industria –que no la tienen– y con enormes desigualdades. Por lo tanto, también aquí comenzamos a ver otros elementos, porque si esto es así, indudablemente habrá crecientes procesos de militarización interna en estos países.

El segundo objetivo que le vemos a la Alianza del Pacífico es impedir la consolidación de la integración regional y aislar a Brasil, pero también aislar a Argentina y a Venezuela. Quizás otros no vean estas cosas, están en su derecho, pero nosotros tenemos el derecho de ver estos objetivos estratégicos por parte de quienes se mueven en la Alianza del Pacífico.

(Ocupa la Presidencia el señor Danilo Astori).

–En tercer lugar, hay algo que los defensores de la Alianza del Pacífico nunca mencionan, pero que nosotros vamos a decir aquí. Desde nuestro punto de vista, la Alianza del Pacífico es la pata americana, es la cabeza de playa del Acuerdo de Asociación Transpacífica, que Estados Unidos pretende convertir en el brazo económico de su megaproyecto militar para contener a China. Acá es donde está la verdadera piedra del cangrejo. Este es uno de los objetivos centrales que tenemos que analizar.

Por eso, trataremos de ver en qué consiste este Acuerdo de Asociación Transpacífica, no ideológicamente ni con discursos –no lo haremos así–, sino tratando de abordar lo poco que se ha conocido, para aproximarnos y ver si en realidad hay cangrejos debajo de la piedra en toda esta historia y si son razonables algunos planteamientos que se han escuchado en este recinto acerca de que actualmente China es la principal potencia –o va a serlo– y que le vendemos tanto y cuanto.

Resulta que nosotros nos estamos acercando a una Alianza del Pacífico que tiene como trasfondo, como clave, como uno de los elementos centrales de su estrategia, armar el Acuerdo de Asociación Transpacífica aislando y dejando fuera a China. En mi opinión, existe una contradicción evidente por parte de quienes tratan de acercarse a China, pues no ven que este Acuerdo –que es la esencia de la Alianza del Pacífico– deja afuera a China y, además, quiere aislar a Brasil y a Venezuela.

Pero, claro: es dificilísimo hablar de un Mercosur potente cuando las derechas continentales se suman a la Alianza del Pacífico.

Observemos qué opina el señor Roberto Giannetti, directivo de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, que sostiene que hay que librarse de la camisa de fuerza del Mercosur y rebajarla de unión aduanera a zona de libre comercio. El jefe de Brasil –el jefe de San Pablo, porque si Brasil es algo es San Pablo, que es la capital industrial de ese país–, Roberto Giannetti, dice, reitero, que hay que librarse del Mercosur y rebajarla de unión aduanera a zona de libre comercio, y que no se va a concluir ningún acuerdo teniendo a Argentina y a Venezuela como socios.

Luego, uno de los favoritos de la derecha brasileña, Aécio Neves –quien figura como el potencial candidato de las derechas en las próximas elecciones brasileñas–, dijo que el Mercosur está anquilosado y propuso transformarlo en un área de libre comercio que permita a cada Estado miembro firmar acuerdos comerciales con otros países, y pone como ejemplo de dinamismo a la Alianza del Pacífico. Esto lo hemos escuchado por algún lado.

También es interesante ver cómo juega Estados Unidos en esta historia, porque parece que ese país no anda en la vuelta. Más allá de estos últimos casos de espionaje y otras vergüenzas terribles, no se lo ha mencionado, pero nosotros lo vamos a hacer aparecer.

El señor Renato Ruggiero, ex-Director de la Organización Mundial del Comercio, sostuvo que los autores del nuevo sistema de comercio mundial estaban escribiendo una nueva constitución para la economía mundial –no lo dice Lorier, un comunista; no–, y expresó lo siguiente: “Ahora que las negociaciones de la OMC se han congelado, vemos que Estados Unidos intenta redactar una constitución para la economía mundial, que es incluso más favorable para las corporaciones y menos respetuosa de las instituciones democráticas, la justicia económica y los derechos humanos que la OMC”.

Reitero: esto no lo dice quien habla; no lo expresa Lorier, un comunista; estoy citando, entre comillas, las palabras del señor Renato Ruggiero, que no es ni mínimamente sospechoso de tener una visión ideológica.

¿O no sabemos que detrás de todo esto hay intereses económicos que buscan armar superestructuras político-ideológicas y jurídicas que favorezcan a determinadas transnacionales?

Es por eso que me interesa hablar del cangrejo debajo de la piedra, es decir, salir de idealismos y de armonizaciones que algunos pretenden mostrar que pueden lograrse amable y amorosamente, para ver la realidad de los hechos, que poco tienen de amorosos, tal como lo hemos observado cuando se instala una estación de espionaje en Brasil para realizar allí las escuchas. Ya que estoy, aprovecho para decirlo; perdónenme el “chivo”.

Tan respetuosos que somos muchos de quienes estamos aquí de los puntos y las comas cuando hablamos de leyes, me pregunto cuándo vamos a imponer la ley internacional a estos señores, porque cuando ocurren estas cosas, la mayoría de las veces, no decimos absolutamente nada.

Ese Acuerdo, señor Presidente, viene caminando en América Latina, pues cada vez abarca más países: a los de la Alianza del Pacífico, pero también a los Estados Unidos y a Canadá.

Hay que entrar a Internet y leer en los sitios web, donde con relación al Acuerdo de Asociación Transpacífica en Centroamérica, en la página de Central América Data se muestra la cantidad de actividades que se están realizando. O sea que no estamos hablando de algo menor, sino de algo que tiene sus características. Por ejemplo, consta de veintiséis Capítulos que, entre otros temas, refieren a aduanas, servicios transfronterizos, telecomunicaciones, compras públicas, políticas de competencia, cooperación y desarrollo de capacidades, inversiones, servicios financieros, regulaciones ambientales y derechos de propiedad intelectual.

No obstante el sigilo, el secreto que recubre los textos en negociación, hay algunos Snowden, algunos Manning que, por suerte, son valientes y sacan a relucir lo que se quiere mantener en secreto. Han aparecido filtrados dos de estos elementos de negociación. Ellos son los capítulos relativos a inversiones y a propiedad intelectual.

De modo que, a todos aquellos que creen que se puede pensar en armonizaciones, quiero decirles que, en junio de 2012, en el Capítulo de Inversiones, se establece una definición bien amplia de qué es la inversión y se proponen cláusulas de protección que cubrirían, no solo las inversiones extranjeras existentes –vean qué interesante–, sino también acciones y derivados –las mismas que dieron lugar a la crisis de la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos–, asociaciones público-privadas, minería, licencias y permisos de manufactura, e incluso las ganancias futuras estimadas. Prevé nuevas salvaguardas para inversores que podrían limitar severamente la capacidad de regulación de los Estados parte.

No hablo de los Tribunales que se buscaría establecer porque ya nosotros tenemos el Ciadi y otros Tribunales que, casi invariablemente, fallan en contra de los países pequeños contra aquellos que son inversores. Fíjense en este dato: hasta ahora, bajo los parámetros de los Tratados de Libre Comercio existentes, los países en desarrollo han tenido que desembolsar más de US$ 350.000:000.000 en compensación a corporaciones privadas, y en otros diecisiete reclamos pendientes está en juego una suma de más de US$ 12.000:000.000; y todos ellos tienen relación con políticas de medio ambiente, salud pública o transportación.

Nos parece gravísimo este avance en el tema de la propiedad intelectual, que se filtró en febrero de 2011. Este Capítulo es el que hace los cambios más sustantivos al Derecho Internacional. Los derechos de autor propuestos son desmedidos, superando incluso los ya existentes en Estados Unidos, porque se extiende el período de protección a un mínimo de 70 años luego de la muerte del autor o a no menos de 95 años desde la primera publicación autorizada. En la ley estadounidense 70 años es el tope, mientras que en el acuerdo TRIPS que se manejaba en la OMC se fijaban ambos plazos en 50 años.

También entran a jugar los estándares de patentabilidad que tienen que ver con los medicamentos. Por ejemplo, se podrían patentar pequeñas modificaciones a una invención existente, un subterfugio que las empresas farmacéuticas utilizan para renovar indefinidamente las patentes de los medicamentos y demorar la introducción de versiones genéricas. Entonces, ¡adiós genéricos! ¡Adiós medicamentos más o menos baratos!, porque claramente es muy difícil trabajar en ese sentido si se aceptan este tipo de medidas.

Este Tratado Transpacífico avanza rápidamente y en forma secreta. No se conoce con exactitud el progreso de los Capítulos que se negocian. Según sus promotores se trata de: “Un acuerdo regional completo, de nueva generación, que liberaliza el comercio y la inversión y aborda nuevas y tradicionales cuestiones comerciales y los desafíos del siglo XXI”. Todo muy lindo. Hablamos de un proceso que se inició hace tiempo, en el año 2006, y al que se fueron incorporando países. Eran once: Brunéi, Australia, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, Estados Unidos, Canadá, México, Chile, Perú –los países de la Alianza están todos–, a los que se acaba de sumar Costa Rica y en estos días se incorporó Japón, que era el país que estaba más en duda.

Lo interesante del proceso es que la condición para los países que se han ido incorporando y los que lo hagan en un futuro, es aceptar lo ya discutido, interviniendo solo en los temas que aún están abiertos. Aquí está parte de la trampa: lo ya negociado por unos cuantos, los demás no pueden modificarlo. Quiere decir que se está superando la forma de negociación o los principios de las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio, porque siempre se asume que nada está acordado y firme hasta que todo lo está; se van cerrando mesas de negociación con acuerdos provisionales, pero no se firman hasta que cada país esté de acuerdo con la totalidad de su contenido y compromiso. Esto eran los TLC. Ahora, con el Tratado Transpacífico, esto ya no existe y, lo grave, lo que nos parece más importante a tener en cuenta, es que las negociaciones son secretas y hay que adherir sin negociar sobre lo avanzado; si esto no es peligroso, que alguien venga y nos lo diga.

Señor Presidente: quisiéramos que todo fuera armonioso, que la vida siguiera aspectos de convivencia sin mayores violencias económicas, sociales ni militares. Quisiéramos –como dice el señor Senador Larrañaga– mirar hacia China, pero resulta que no se menciona este Tratado Transpacífico o se lo nombra al pasar, y no se ve que deja afuera, justamente, a China. Entonces, hay una contradicción. Queremos más comercio con China; se han señalado las “bondades” –dicho esto entre comillas– de ese comercio, aunque no creemos que el futuro sea venderle pura y exclusivamente soja, celulosa y otros elementos sin mayor valor agregado; pensamos que se puede trabajar en ese sentido pero, por ahora, esa es la realidad que impacta fuertemente en Uruguay y explica mucho lo que aquí se ha señalado acerca de los índices de crecimiento, que parece que surgieran mágicamente pero tienen mucha relación con esta actividad económica importante. No negamos lo nuestro, pero tampoco dejamos de ver la influencia que tiene lo externo.

Como decía, queremos ir hacia ese comercio, pero no somos capaces de analizar una Alianza del Pacífico que tiene como trasfondo un Tratado Transpacífico que deja fuera, reitero, a China. Sinceramente, se nos dificulta ver de qué se trata y cuál es la estrategia.

Por último –y termino–, nos parece peligrosísimo lo que se ha señalado en Sala y lo que han dicho algunos actores que son analistas económicos y se han metido a políticos, en cuanto a que nosotros debemos avanzar con hechos consumados; que lo que debemos hacer es lo que hicimos con Botnia: “meter para adelante”, y después que vengan y arreglen. Eso es aventurerismo puro, y quien desconozca lo que significa para el tejido productivo uruguayo el comercio con el Mercosur y con China, así como estas realidades, está jugando con fuego.

Es cuanto quería manifestar.

SEÑOR MEZZERA.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR MEZZERA.- Señor Presidente: espero no cansar al Senado porque, en cierta medida, mi exposición va a ir en línea con lo manifestado por el señor Senador Abreu, quizás porque compartimos el mismo quinquenio y, sucesivamente, el surgimiento del Mercosur.

El nacimiento del Mercosur es diferente a lo que ahora se propone con la Alianza del Pacífico. El Mercosur nació ante la urgencia del Tratado de Cooperación de 1988 entre Brasil y Argentina. Ambos países estaban negociando un tratado desde 1988 y, a través de protocolos sectoriales, avanzaban hacia una integración completa. Cuando se produce la reunión de Brasilia –a partir de la cual se concreta luego el Mercosur–, el doctor Lacalle Herrera envía al doctor Gros Espiell a una misión tendiente a incorporar a Uruguay al Mercosur, sin permitir que se cerrara un acuerdo de libre comercio bilateral entre Argentina y Brasil. Allí se invita a Paraguay y se concreta el Mercosur, y no nos duelen prendas al decir que fue un invento del Gobierno del doctor Lacalle Herrera ante un panorama diferente al que venía siguiéndose. Veníamos del Tratado de Cooperación de 1988, pero cambió fundamentalmente el panorama político: pasamos de los Gobiernos de Sanguinetti, Alfonsín y Sarney a los de Lacalle Herrera, Collor de Mello y Menem. En ese marco nace el Mercosur; nace en el marco de una diplomacia presidencial que fue un poco su motor. El Mercosur no se llevó adelante por los mandos medios –aunque fueron quienes lo implementaron–, sino por las cúpulas: por idea, iniciativa e impulso de los Presidentes. Fue un acuerdo que recibió la aprobación casi unánime de quienes participaron en su generación, aunque hubo quienes no estuvieron de acuerdo con dicho convenio. Recuerdo que el entonces Embajador Gustavo Magariños –que sabía bastante de estos temas– calificó al Mercosur como una meta inalcanzable y una estructura precaria que no puede dar marcha atrás porque cada país hace lo que quiere. Por su parte, el ingeniero Végh Villegas afirmó lo mismo que dijeron algunos Legisladores acá: que Uruguay iba a quedar prisionero del Mercosur y de un gran desequilibrio con sus vecinos, los países más proteccionistas del mundo.

Como todos sabemos, el acuerdo del Mercosur fue un acuerdo marco en el que se pudo avanzar hasta 1994, con el Protocolo de Ouro Preto; después de esa fecha, poco se hizo con excepción del Protocolo de Olivos. Luego se ingresó en temas políticos como el Parlamento del Mercosur y en otros asuntos ajenos a lo comercial que no nos conformaron –ni nos conforman– y que no eran ni son el objetivo de dicho tratado. Así fue que se empezó a hablar de lo que aquí se mencionó: la huida hacia adelante, la pausa y reflexión y de hacer un alto en el camino en 1997. A esa altura, ya existían muchísimos sistemas de integración políticos y comerciales. En el Uruguay ya existían el PEC y el Cauce que permitían exportar un porcentaje a Argentina y Brasil y era el procedimiento que defendía el Embajador Magariños. Argentina y Brasil tenían el Tratado de 1988; ya estaba Aladi sustituyendo a Alalc; vino el Mercosur; existía la Urupabol, la iniciativa para las Américas, la iniciativa del ALCA y el Acuerdo del Jardín de las Rosas, firmado en Estados Unidos. Vino el ALCA como contraposición al Mercosur y, desde el punto de vista político, el ALBA y Unasur. Ya estaba el Pacto Andino, luego vino la Alianza del Pacífico y, en lo político, surgió el Grupo de Río. Además, se estaba negociando el acuerdo entre la Comunidad Económica Europea y el Mercosur que, según recuerdo, lleva veintidós años, porque al poco tiempo de creado el Mercosur se inició esta negociación con la finalidad de lograr un acuerdo de bloques. Sin embargo, la Comunidad Económica Europea no estaba dispuesta a renunciar a la protección de sus productos, a las cuotas y a los subsidios y no quiso ceder a su eliminación en la Ronda Uruguay. Estos temas de integración, de la OMC y demás, no son más que manifestaciones del poder de los países más grandes sobre los más pequeños, pero la integración supone una administración ética del poder: que los países grandes contemplen a los pequeños, que fue lo que se debió haber hecho en el Mercosur, aceptando los desequilibrios entre los países. Cuando se planteó el Parlamento del Mercosur –que no nos gustaba por tratarse de un asunto político y no comercial– se habló de una integración igualitaria para todos los países pero ya, en ese entonces, preveíamos que Brasil iba a insinuar la postura de estar proporcionalmente representado, como luego sucedió.

Después comenzaron los inconvenientes en el Mercosur que ya fueron mencionados. En 1997, Brasil y Argentina resolvieron en forma bilateral e inconsulta el aumento del arancel externo común, después vino el 35 % para los autos –que también adoptó Chile– y otra cantidad de dificultades. A título de ejemplo, puedo mencionar algunas que comenzaron con la no financiación de las importaciones a Brasil por parte del Banco Central, las compras subsidiadas, las licencias no automáticas, los estímulos a las inversiones, el problema de los textiles y de la producción de cerdos entre Brasil y Argentina, los conflictos judiciales que se suscitaron con el arroz, los neumáticos y los lácteos, la devaluación de 1999 de Brasil –que fue un quiebre; luego veremos que se supone que no pueda existir en un acuerdo de integración como este–, el 23 % bilateral e inconsulto y el factor de convergencia o de empalme que inventó el Ministro Cavallo para hacer una devaluación encubierta. Lamentablemente, luego Uruguay en algunas declaraciones admitió que eso no violaba el Tratado de Libre Comercio, el Tratado del Mercosur; es decir que una devaluación no violaba las condiciones dispuestas en el tratado, dejando a este sin contenido. Lamentablemente este tema no fue reclamado por Uruguay. A estos temas comerciales se sumaban los problemas con Argentina, como el canal Martín García –que comenzó en los primeros años de la década de los noventa, que a pesar de que el canal se abrió, hoy continúa la discusión sobre su profundización y dragado– y las papeleras, que es algo más contemporáneo.

Por otra parte, Paraguay establecía un impuesto a las importaciones y, a modo de anécdota, Chile anunciaba en Florianópolis, en el año 2000, su ingreso al Mercosur pero al mes siguiente anunciaba la firma de un TLC con los Estados Unidos. Este es el panorama en el que el Mercosur se manejó hacia adentro. La idea inicial era que el Mercosur, con una población de 300:000.000, 1.000:000.000, 2.000:000.000 o la que fuere y con la fuerza comercial que le daba ese volumen, negociara en bloque frente a los terceros países, tal como se intentó, se intenta y se seguirá intentando, no sabemos cuántos años más, con la Comunidad Económica Europea.

Esta situación responde a una evidente falta de liderazgo de la República Federativa del Brasil que siempre hizo su juego en el Mercosur y no apoyó, repito, a Uruguay en el conflicto de las papeleras. Mientras existía un grave problema entre Argentina y Uruguay por el tema de las papeleras, Brasil miró hacia otro lado y no aceptó intervenir en algo tan importante para nosotros y que también debía serlo para el Mercosur.

Llegamos a la devaluación de Brasil de 1999 que, obviamente, fue desastrosa para el Tratado del Mercosur. Si bien la realizó porque no tenía otra opción, actuó en forma unilateral sin coordinar con sus socios del Mercosur. Como dijo Alain Touraine, en un foro en Montevideo realizado por el doctor Sanguinetti, en Sudamérica lo definitorio es lo político y no lo económico y lo social. En el año 2000 Chile compró la grifa en Florianópolis pero, como vimos después, se orientó hacia Estados Unidos.

El Mercosur no admite devaluaciones, factores de convergencia ni tampoco que el Uruguay no reclame dichos incumplimientos. De esa forma transcurrió el tiempo; el Mercosur está cumpliendo muchísimos años y, como dijo el ingeniero Plouvier en una de sus características frases: lo que caracteriza a la política es su patético y, en general, feliz divorcio de la medición del tiempo. Creo que esto es lo que ha sucedido en el Mercosur; ha pasado muchísimo tiempo y no hemos logrado solucionar los problemas que tiene. Ahora aparece como una opción la Alianza del Pacífico –en un momento en el que el Mercosur ha permitido el acceso de Venezuela en unas condiciones, digamos, particulares, y en perjuicio del Paraguay, cuando no debió hacerse así–, que cuenta con países que tienen TLC con Estados Unidos. Lo que nosotros queremos –porque no podemos ni queremos tratar de convencer a otros Legisladores– es eliminar la novelería del ingreso a este tipo de acuerdos. El Mercosur fue un acuerdo que se gestó, nació muy rápido y se tuvo que hacer como un acuerdo marco para que después, en el transcurso del tiempo, se fueran creando sus instituciones y elaborando sus regulaciones. No hubo más remedio que actuar así porque Argentina y Brasil avanzaban sin Uruguay y sin Paraguay, que fue invitado por nuestro país a la reunión de Brasil.

Lamentablemente, en un momento tuvimos la oportunidad de efectuar un TLC con Estados Unidos, pero lo cambiamos por Venezuela. No sé si ganamos o perdimos con el cambio, pero es evidente que un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos quizá hubiera sido mejor que un acuerdo con Venezuela. Ahora parece que un ex-Presidente vuelve a ser partidario de un TLC con Estados Unidos, lo cual nos alegra; pero más allá de ello, para que eventualmente podamos ingresar a la Alianza del Pacífico, debemos superar los inconvenientes jurídicos que plantea el Mercosur. Uruguay siempre ha cumplido con sus obligaciones en los tratados internacionales y, tal como lo hizo con México, quizá deberíamos ingresar a un acuerdo de este tipo como observadores –en una forma jurídicamente correcta–, porque nos permitiría mantener la libertad para seguir efectuando acuerdos bilaterales con otros grandes países o sistemas. En este momento el engrandecimiento y el crecimiento económico le han dado a Uruguay la libertad para comerciar con todos los países, pero no es a través del Mercosur que nuestro país se ha desarrollado en los últimos años. En los últimos tiempos el Uruguay se ha desarrollado –y lo digo exageradamente, pero sin ironía– colgado de cuatro precios y de cuatro mercados, y esto es algo que obviamente no es bueno para nosotros. En ocasiones se pueden leer titulares que dicen que si se cae la soja, el Uruguay se cae, o se cae la Argentina y medio Cono Sur, pero no es así. En cierta medida, esa es la forma en la que el Uruguay se ha desarrollado en los últimos años, porque hemos tenido una época de bonanza en la que se ha incrementado el comercio internacional en lo que tiene que ver con los productos primarios, fundamentalmente, a través del ingreso de China por medio de precios crecientes, así como por el esfuerzo que se hizo para colocar la carne; esto es lo que realmente ha permitido ganar mercados en forma muy importante.

Quisiera que con el Acuerdo del Pacífico no pasara lo que ocurrió con el Mercosur. En un artículo que publicamos en el semanario Patria –cuando se publicaba en años posteriores al gobierno del Partido Nacional–, afirmábamos que en el Mercosur existían tres tipos de sustentos o tres tipos de “opinadores” –entre comillas–: los mitológicos, que estaban interesados en mantener el dinosaurio que se había creado y que se ampliaba cada vez más a través de nuevos temas no comerciales; los del equilibrio del tránsito, que veían que el Mercosur apuntaba para todos lados y no avanzaba para ninguno, pero que seguían inventando lugares hacia donde ir; y los de la realidad –entre los que nos contábamos y nos contamos– quienes, a pesar de que se sabe que el Mercosur lo hizo el gobierno del Partido Nacional, intentamos ver las cosas como son y no como quisiéramos que fueran. Las cosas son como son y no vale la pena tratar de buscarle la quinta pata al gato para tratar de justificar algo que quizá hoy no tiene justificación, aunque quizá la tenga si se cambia la política y se mejora este sistema.

El ejemplo de México es el más importante, porque es un acuerdo que ha beneficiado mucho al Uruguay. Al menos para nosotros sería suficiente lograr la desmitificación de estos acuerdos comerciales que parecen ser la salvación para nuestro país y que quieren hacer ver que los demás no existen. No estamos en desacuerdo con que el Uruguay integre como observador este nuevo tratado –aclaro que es nuevo para nosotros– pero, obviamente, debemos tener un rumbo en la política internacional y debemos marcarlo antes y no después de que los acuerdos ya existen y vamos a integrarnos a ellos en la forma en que ya están configurados. La frase de “Más y mejor Mercosur” no me parece que sea la frase de hoy, porque el Mercosur ya se nos fue y quizás algunos hayamos quedado un poco fuera de norma. Esto es como la anécdota que tuvo lugar en una reunión en la que Kirchner le dijo a Lula que cada vez se parecía más a Menem.

Muchas gracias, señor Presidente.

SEÑORA MOREIRA.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra la señora Senadora.

SEÑORA MOREIRA.- Voy a comenzar haciendo una apreciación bien distinta a la del señor Senador que me precedió en el uso de la palabra, porque yo quiero decir que no sé si tenemos mejor Mercosur, pero al menos por un par de razones sin duda tenemos más Mercosur.

La primera es que me parece que hoy tenemos que festejar la inminente reincorporación de Paraguay al Mercosur. Está toda esta discusión sobre la votación en el Senado acerca de la incorporación de Venezuela que aparece como requisito para la incorporación plena de Paraguay, pero eso se verá. Lo cierto es que Paraguay se está reincorporando al Mercosur, que Venezuela tendrá la presidencia pro témpore y ya estará integrada como miembro pleno; además, Bolivia y Ecuador también están pidiendo que se los incluya, así que sin duda habrá más Mercosur, con más países y nuevas adhesiones. Con respecto a la suspensión de Paraguay y al ingreso de Venezuela, insisto en que esa discusión ya la tuvimos largamente y no voy a incurrir en el día de hoy en ninguna afirmación sobre eso.

¡Ahora, decir que Bolivia o Ecuador no nos gustan como socios o que preferimos comerciar con Venezuela antes que con Estados Unidos, vaya y pase! Pero me parece que no es adecuado afirmar en esta Casa que Bolivia o Ecuador son regímenes poco democráticos, porque habrá habido procesos constituyentes y mecanismos de democracia directa que nos pudieron gustar más o menos; y también que nos pueden gustar más o menos Correa o Evo, pero, sin duda, Bolivia y Ecuador hoy tienen los gobiernos más democráticos de toda su vida, no de los últimos cincuenta años; tienen los Presidentes más legítimos de toda su historia reciente. Todos los indicadores de democracia que miden la salud de los regímenes políticos indican que Bolivia y Ecuador están viviendo su mejor momento político, además de que también viven un cierto auge económico que acompaña este proceso político. Entonces, pueden gustarnos más o menos, pero me parece que no hay duda de que son Estados que van avanzando a pasos de gigante hacia la democracia y que hoy se encuentran en su mejor momento de legitimidad democrática.

La primera reflexión que me gustaría hacer es que en los años noventa nuestras exportaciones al Mercosur representaban el 45 % del total de las que realizábamos, es decir, casi la mitad. Y hoy, que tenemos tantas discusiones sobre el Mercosur, solo el 30 % de nuestras exportaciones está dirigido al Mercosur. ¿Esto quiere decir que el Mercosur se ha debilitado? No, quiere decir que, apostando a reforzar el Mercosur, al mismo tiempo diversificamos nuestro comercio con otras economías del mundo. O sea, no es incompatible el refuerzo del Mercosur con la diversificación de nuestro flujo comercial.

Nos pasamos hablando de Argentina, pero recordemos que las exportaciones a ese país representan el 5 %, es decir que por el hecho de tener una traba comercial con Argentina el país no se va a hundir. A su vez, nos pasamos lamentando un TLC con Estados Unidos y, en realidad, las exportaciones a dicho país representan actualmente el 3,8 %. Entonces, ¿por qué no pedimos –digo esto irónicamente– un TLC con Rusia, donde las exportaciones de nuestro país son el 4,2 %? Por supuesto que Estados Unidos, en la época de la discusión del TLC, era el principal socio comercial, pues tenía entre el 20 % y el 22 % de nuestras exportaciones. Hoy nuestras exportaciones a ese país representan el 3,8 %, pero no como resultado de no haber firmado un TLC, sino como consecuencia de cosas que nos trascienden enormemente, como la marcha de la economía mundial y los problemas de Estados Unidos en particular. Obviamente, nuestro principal socio comercial sigue siendo Brasil; siempre digo que si hay un tren que está pasando frente a nosotros todos los días es Brasil. La novedad es que China se ha transformado en el segundo destino de nuestras exportaciones. También es cierto –tal como señalaron los Senadores Couriel y Conde– que Uruguay exporta a Argentina y Brasil productos con un alto valor agregado; específicamente, de los productos industriales sin origen agropecuario, el 87 % se dirige a Argentina, mientras que a Brasil ese porcentaje se ubica en segundo lugar, alcanzando el 43 %.

Me encanta que China nos compre todo, que sea nuestro inversor, pero hay otra cara de esta moneda que es la primarización o reprimarización de las economías de la región como resultado de las exportaciones a China, que es un proceso que está sufriendo Brasil –sobre el cual hay algunas señales– y que también afecta a Uruguay. Cito a Reto Bertoni, doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Historia Económica y coordinador del Programa de Historia Económica de la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad de la República, que en la última edición de Brecha habla de riesgos de una relación neoperiférica, destacando la primarización de las tres cuartas partes de las exportaciones uruguayas. Eso tiene que ver con China; esa es la otra cara de nuestros pujantes negocios con China.

El Mercosur está entrando en una zona de turbulencias –creo que a nadie se le oculta–, como resultado de dos o tres cosas. Hay que tener en cuenta el enlentecimiento del crecimiento brasileño que limita el vigor del liderazgo brasileño, sobre todo en un contexto en que Brasil decide mejorar su balanza comercial, apuntar a un superávit comercial, con los países del bloque. Por supuesto que Brasil tiene que sufrir el embate de los gritos de los empresarios brasileños –también de los nuestros– que se enfrentan, que se benefician del Mercosur –también los nuestros– y piden, en el caso de Brasil, que el país se mueva solo. La mejor demostración de esto es la de un representante de la Federación de Industrias de San Pablo, que dice que necesitan librarse de la camisa de fuerza –que es el Mercosur– pues no van a concurrir a ningún acuerdo teniendo a Argentina y Venezuela como socios. Ahora bien, tengamos en cuenta que la Federación de Industrias de San Pablo se beneficia enormemente del Mercosur. De la misma manera, nuestros empresarios se benefician del Mercosur pero nunca encontramos a uno que lo defienda. Me parece que eso revela que, por suerte, la política está en manos de los políticos y no de los empresarios, porque estos últimos tienden mucho al comportamiento free rider, es decir, del que hace dedo, pues se beneficia de todos los acuerdos comerciales y políticos que realizan los países, pero nunca quiere pagar los costos. Estos empresarios, que están involucrados en el intercambio de productos industriales con Argentina –repito, en un 87 %– y con Brasil, se benefician de ello, pero nunca se los ve en la primera línea de fuego defendiendo al Mercosur. Pasa en Uruguay, pasa en Brasil.

Ya conocemos los problemas internos que tiene Argentina y que el Parlamento del Mercosur está estancado. De todos modos, no creo que a algún miembro de la oposición le importe el Parlamento del Mercosur, ya que aquí muchos se han manifestado –y se siguen manifestando– en contra del mismo. Es más, algún orador que me antecedió en el uso de la palabra ha dicho que no quieren Parlamento del Mercosur porque no quieren institucionalidad política, expresión un poco esquizofrénica en manos de parlamentarios que deberían defender todo lo que es institucionalidad parlamentaria. En fin, parecería que el hecho de que no funcione el Parlamento del Mercosur no es de las cosas que están sobre la mesa. Sin duda, el Mercosur avanza en otros aspectos que difícilmente estén en los tratados de integración. Avanza, por ejemplo, en lo que tiene que ver con la movilidad de la mano de obra, y Argentina –tanto hablamos de ella– es la que tiene en este momento la política más generosa –mucho más generosa que la brasileña– de trámite de residencias para la población que está viviendo en su territorio. Esta política de migrantes generosa y abierta es parte del Mercosur y –es más– deberíamos haber comenzado por dicha política y países como el nuestro deberían haberla defendido, porque nosotros tenemos una población enorme –más de 300.000 uruguayos– viviendo fuera de fronteras, en los países limítrofes. Los tratados también sirven para eso y no solo para los empresarios y el comercio. Por ejemplo, también sirven en lo que tiene que ver con la infraestructura. Me acabo de enterar ahora –lo dijo el Senador Couriel– de que Brasil está dispuesto a vendernos energía al precio que vende a los Estados brasileños. ¡Qué tal! También los tratados aportan en lo que tiene que ver con las vías férreas y con el tema de las fronteras, pues además de ser un país que comercia todavía somos un país frontera con Argentina y Brasil, y eso no lo va a modificar nada.

Podemos mencionar, a su vez, los avances en seguridad social que estamos teniendo dentro de la región y que están vinculados con la movilidad de la mano de obra, lo cual importa a miles de uruguayos que trabajan allá y que pueden cobrar la jubilación acá, etcétera. Eso también es parte del Mercosur, pero difícilmente se hable. Sin embargo, me congratulo de que estemos acercando posiciones; al menos, tanto el Senador Amorín como el Senador Larrañaga dijeron que no están proponiendo salir del Mercosur, ni pasar a Estado asociado, sino que desearían abrirse a otras cosas y mejorar el Mercosur. En eso estamos de acuerdo y acercamos posiciones. Y creo que está muy bien revisar cada tanto nuestra inserción internacional, porque el mundo cambia; Estados Unidos decae, emerge China y Brasil ha dejado de ser el país del samba y el fútbol para transformarse en una potencia mundial y ser así el país más visible de toda América Latina. Por su parte, América Latina se va blindando frente a la crisis, mientras Europa entra en crisis. Entonces, ¿cómo no revisar nuestros acuerdos, nuestras posiciones y nuestros presupuestos respecto al Mercosur?

Me gustaría proponer un ejercicio que propuso, aunque para otras cosas, el filósofo John Rawls y que denominó el ejercicio del velo de la ignorancia. John Rawls pregunta qué principios de justicia adoptaría una sociedad –cualquiera de sus integrantes– si no se supiera si son blancos o negros, hombres o mujeres, o si se ha nacido en Ghana o en Estados Unidos. Es decir, cuestiona qué haría una persona que no supiera los intereses que hay en juego y en qué mejor posición estaría, dependiendo de los principios sociales que se adopten. Lo que Rawls preguntaba era qué principios de justicia estaría una persona dispuesta a adoptar si no supiera quién es. Entonces, yo propondría ese ejercicio para los países y preguntaría qué principios políticos de alianza privilegiaría yo, si no supiera qué país soy, pero sí supiera que soy un país de América Latina. En primer lugar, desearía que mi aliado principal fuera Brasil –no tendría duda en ello– y, en segundo término, desearía tener una alianza con China. Es decir, sabría que soy latinoamericano y que vivo hoy, sin saber siquiera dónde estoy, y desearía esas cosas. Uruguay hoy tiene ambas cosas, pues tiene una posición privilegiada en relación con Brasil –hoy cualquier país latinoamericano tiene una relación privilegiada con Brasil, pero Uruguay más aún– y, además, está siendo beneficiado de la diplomacia global china. Ahora emerge la Alianza del Pacífico; ahora bien, ¿es una integración alternativa para Uruguay? Yo creo que no. Me parece que está muy bien que seamos observadores, pero no creo que sea una alternativa para Uruguay esta Alianza del Pacífico que, como bien dice el Senador Couriel, tiene mucho marketing, ya que he estado leyendo por todos lados que representa el 35 % del producto latinoamericano. ¿Qué quiere decir esto? Que Uruguay es el resto.

Aprovechar las falencias del Mercosur para asociarnos a otro bloque, como mínimo es oportunista, pero como política para Uruguay, que quiere llegar a ser un país de primera, creo que es poco serio, más aún consolidándolo por la vía de hecho, como manifestaba el señor Senador Lorier.

La Alianza del Pacífico, además de ser reciente, por más que sea un proyecto ambicioso, actualmente tiene más de andino que de Pacífico, ya que tres de sus miembros son Colombia, Perú y Chile, y tiene a Estados Unidos. Estos países se han autodefinido como una alternativa al estatismo del Atlántico, al que pertenece Uruguay, Argentina y Brasil. Un país estatista como Uruguay, ¿a qué otra cosa podría pertenecer?

Ahora bien; en lo personal creo que hay dos bloques políticos. Cuando la Alianza del Pacífico se define en contraposición al estatismo del Atlántico, está diciendo algo de sí misma como, por ejemplo, que tiene Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, políticas económicas ortodoxas y políticas de gran apertura al mundo –Chile es el mejor ejemplo, pero el resto también–, mientras que las economías de los países integrantes del Mercosur son más protegidas, administran comercio, tienen Estados fuertes y presentes y políticas económicas heterodoxas. Entonces, parecería que los portavoces de la Alianza del Pacífico tienen más claro cuáles son las diferencias entre los dos bloques que nosotros mismos.

Lo que nosotros queremos es una América Latina lo más unida posible, porque lo que nos sirve –y eso lo entendió Brasil hace tiempo– es toda América Latina y no una que esté dividida; por eso creamos la Unasur.

Insisto: siendo quienes somos, lo mejor es tener a Brasil de socio y a China como nuestro “amigo lejano y poderoso”, y lo digo entre comillas, porque siempre se ha utilizado esta expresión para referirse a Estados Unidos.

Para ir culminando con mi exposición, diría que Uruguay no tiene mucho atractivo en sí mismo como para negociar con los demás países. Puedo entender a un empresario brasileño que diga a las autoridades brasileñas que se deshagan del Mercosur, que levanten el ancla del Mercosur y que desaten amarras con Argentina y Venezuela. Pero el atractivo que tiene Uruguay es como resultado agregado de estar en una zona y en un bloque económico. Nunca he visto que los países vengan corriendo al Uruguay; es más, no he visto venir a nadie corriendo a nuestro país porque fuéramos una maravilla. En buena medida, eso explica la bajísima inversión externa, endémica, que Uruguay tuvo a lo largo de décadas. Reitero: me parece que el atractivo de Uruguay se potencia en la región.

A su vez, siempre pienso cómo sería la relación con Argentina sin Mercosur, ya que este nos protege en relación con los países grandes.

Por otra parte y tal como expresara el señor Senador Conde, Asia exporta al Mercosur, pero eso no quiere decir que Uruguay vaya a lograr una relación privilegiada con ese continente.

Finalmente, insisto: como el Mercosur es algo más que comercio, nos está indicando un camino de referencias geopolíticas imprescindibles en cualquier análisis, porque todo lo que tiene que ver con población, frontera y geografía nos marca un camino y no otro.

Por ahora creo que la Alianza del Pacífico es un proyecto que tiene mucho marketing. Existe un tablero Estados Unidos-China –el señor Senador Lorier hizo referencia a él–, que me parece que es imprescindible incorporar a este análisis. Por ese motivo, la señora Embajadora de Estados Unidos expresa su beneplácito con relación a que Uruguay se vuelque a la Alianza Transpacífica, porque allí está Japón, etcétera. No tengo duda acerca de dónde tendría que estar Uruguay en ese tablero. En todo caso, la discusión está abierta y, en lo personal, creo que tenemos que festejar la reincorporación de Paraguay, recibir con buen ánimo a esta Venezuela muy herida tras la muerte de Chávez, examinar el ingreso de Bolivia y Ecuador, y seguir fortaleciéndonos hacia adentro.

Muchas gracias, señor Presidente.

SEÑOR BORDABERRY.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR BORDABERRY.- Señor Presidente: antes que nada, deseo felicitar al señor Senador Amorín por la iniciativa de promover esta sesión, ya que considero que estos son los temas sobre los cuales es importante discutir, hablar y mostrar las orientaciones que todos los partidos políticos y los Legisladores tenemos al respecto; más aún cuando creo que todos coincidiremos en que desde hace ya varios años estamos teniendo problemas serios con algunos socios del Mercosur. Y cuando digo “problemas serios” –como lo fue el cierre de puentes durante cinco años–, me estoy refiriendo, por ejemplo, al incumplimiento flagrante del artículo 1.º del Tratado. No es necesario pasar lista de los problemas que tenemos con Argentina, con el señor Moreno, las licencias, o todas esas cosas que sabemos que han sucedido y que son violatorias de ese artículo 1.º del mencionado Tratado, que establece la libre circulación de personas y bienes. Por lo tanto, creo que plantear esta sesión fue un acierto.

El año pasado, el Partido Colorado organizó un ciclo bajo el provocador nombre “Mercosur sí o Mercosur no”, en el que disertaron los ex-Presidentes de la República de todos los partidos políticos, así como también economistas de todos los partidos y representantes del PIT-CNT y de las Cámaras empresariales. La conclusión a la que se arribó –creo que casi de forma unánime, salvo por las Cámaras vinculadas al agro–, fue “Mercosur sí, pero este Mercosur no”.

Recuerdo que el ex-Presidente Julio María Sanguinetti comenzó su alocución parafraseando el libro de Felipe González y Juan Luis Cebrián, El futuro no es lo que era. Expresó que si en el año 1990 o 1991 nos hubieran dicho que el futuro iba a ser este, nadie lo hubiera previsto; si nos hubieran dicho que íbamos a tener Internet, comunicaciones y que el Mercosur iba a ser esto, nadie lo hubiera previsto. Destacó que, obviamente, el futuro no era lo que era, pero que había que trabajar en él.

Luego de todas las exposiciones que escuchamos en el día de hoy, quizá lo que nos diferencie en nuestro pensamiento es que nosotros no llegamos a esta discusión atados de ideologías o de simpatías por un país en especial. Pienso que tal vez el error de la política exterior uruguaya en los últimos ocho o nueve años ha sido la convicción de creer que porque había gobiernos del mismo signo ideológico, en el Mercosur todo iba a ser un romance y un camino de rosas donde todos estaríamos muy bien. Entonces, aquellas duras negociaciones que tuvieron antecedente en el Convenio comercial con Argentina, denominado Cauce, y en el Protocolo con Brasil, llamado PEC –que después se transformaron en lo que hoy es el Mercosur–, se han sustituido hoy por declaraciones de amor. Todos somos hermanos, todos somos la patria grande, todos venimos desde el fondo de la historia con cosas en común y por eso nos va a ir bien. Creo que esta relación es como la de esos matrimonios que tienen problemas en su convivencia diaria y, en lugar de hablarlos y sincerarse, los solucionan diciendo: “Te quiero mucho”. Ese no es el camino. Juntarse cada tanto políticamente y decir que somos hermanos y que nos queremos mucho, no soluciona los problemas que tenemos. Es más, agregar a otros países –que nos van a traer más inconvenientes– y decir que nos queremos mucho, tampoco va a solucionar los problemas que tenemos hoy.

Digo con todo respeto que coincido con quienes afirman que la Alianza del Pacífico es compatible con el Mercosur, y lo señalo desde un punto de vista pragmático. Tuve el honor de representar a la República en las negociaciones con México en los años 2002 y 2003, momento en que era Ministro de Industria, Energía y Minería. Recuerdo bien que en aquel entonces se logró un Tratado de Libre Comercio y que le pedí al señor Senador Abreu –quien había dejado el cargo– que siguiera acompañándome, pro bono, porque él era quien venía llevando a cabo las negociaciones. Se obtuvo ese logro porque Argentina y Brasil querían extender las zonas francas de Manaos y de Tierra del Fuego y, a cambio de eso, solicitamos el weiver, la autorización, para poder negociar un Tratado de Libre Comercio con México. ¿Es compatible? Claro que lo es, pero para que pueda serlo debemos dejar de lado las ideologías. ¿Queremos un Parlamento del Mercosur? Sí, pero no este Parlamento del Mercosur, en el que el oficialismo dio, entregando la soberanía nacional –lo reitero–, más votos a Brasil y a Argentina. Repito que este Parlamento y este Gobierno del Frente Amplio dieron más votos a Brasil y a Argentina que a Uruguay, cuando todos teníamos la misma proporción. No queremos este Mercosur, sino uno en el que nuestro país negocie, dentro de sus posibilidades, en igualdad de condiciones y sin entregarse.

Todos recordamos cómo fue la suspensión de Paraguay y el ingreso de Venezuela al Mercosur. El señor Canciller de la República se fue de la reunión de Mendoza antes de tiempo; los asesores uruguayos, en la reunión de Cancilleres previa a la llegada de los Presidentes, decían que no se podía hacer ingresar a Venezuela sin la autorización de Paraguay, porque como es un Tratado se necesita la aprobación de todas las partes. Todos sabemos qué fue lo que pasó: llegaron los Presidentes, la Presidenta de Argentina dijo “Nos reunimos los Presidentes sin los Cancilleres”; hicieron entrar a los abogados y asesores argentinos y a la salida el Presidente de la República expresó “lo político primó sobre lo jurídico”. Ahora se nos dice que bajo la Presidencia de Venezuela, Paraguay va a volver al Mercosur. Supongo que no estarán pidiendo a Paraguay que pase por encima de su Constitución y se saltee la aprobación por parte del Senado paraguayo del Protocolo Adicional con Venezuela. ¡Espero que no estemos pidiendo a Paraguay que viole su Constitución! Quizás se esté solicitando al Parlamento paraguayo, al Senado de ese país, que apruebe el Protocolo, pero no que ingrese al Mercosur sin eso. Creo que eso sería violatorio de las normas internacionales y de la Constitución del Paraguay.

Aparentemente, según las autoridades, Paraguay ha realizado todo lo necesario para que se le levante la suspensión, pero se encuentra en una situación jurídica en la que nadie ha pensado: no aprobó un Tratado con Venezuela y se le obliga a suscribirlo, violando así su Constitución. ¿Cómo van a solucionar esto en cuanto al orden interno? Me pregunto qué pasaría si el Uruguay hiciera eso, es decir, si el Presidente de la República aprobara un Tratado sin someterlo a consideración de este Senado. Creo que si eso sucediera, todos estaríamos diciendo que estaría violando el artículo 85 de la Constitución.

En esto hay que ser pragmáticos y nosotros queremos señalar que nos parece fundamental encarar el tema sin esa concepción de que nuestros amigos ideológicos son los mejores amigos. Cuando miramos el mundo de hoy vemos que ha cambiado, que Vietnam tiene un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, que la Unión Soviética no existe más y que Cuba hace mucho tiempo que pelea para que se le levante el embargo. ¿Qué embargo? El comercial. ¿Qué es lo que no le permite este embargo comercial? ¿No le permite comerciar con Uruguay? No, no le permite comerciar con Estados Unidos. Cuba está pidiendo poder comerciar con Estados Unidos y nosotros, en el período pasado, perdimos el tren. Nos ofrecieron un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en momentos en que Uruguay, para poder ingresar con su carne, debía pagar US$ 100:000.000 por año de aranceles. Estados Unidos nos propuso, mediante un Tratado de Libre Comercio, dejar de pagar esos aranceles, pero nosotros le dijimos que no al “imperialismo yanqui” que nos regalaba US$ 100:000.000 por año. Creo que todavía se deben estar riendo.

Me pregunto quién nos ayudó más en los últimos diez, once o doce años. ¿Quién se ha mostrado más cooperativo y amigo del Uruguay? ¿El Gobierno de la República Argentina o los Gobiernos de los Estados Unidos? ¿Ha sido bueno lo que ha hecho Argentina en esos últimos diez, doce o quince años con nosotros? Ya no hablo solamente de exportar crisis bancarias y demás, porque el señor Moreno se ocupa de nosotros todos los días. Y respecto a esto me interesa recordar todo lo que tiene que ver con el turismo y con el episodio de los puentes cerrados. Incluso, parece que ahora dicen que Artigas era argentino. Ya no queda nada. En cambio, en la peor de las crisis, cuando Uruguay casi no tenía forma de salir, Estados Unidos puso dinero para apoyarnos; nos tendió la mano cuando nadie lo hacía. Incluso, parecería que en el Gobierno pasado se le llegó a pedir ayuda militar en caso de que Argentina nos invadiera. Creo que hay que seguir ese pragmatismo.

Además, me parece que el error más grande es, quizás, amputarse posibilidades antes de sentarse a negociar. Si estamos diciendo que es el Mercosur o nada, que tenemos que pedir permiso a Argentina y a Brasil antes de hacer cualquier cosa y luego nos sentamos con estos dos países a negociar, ya nos amputamos cualquier posibilidad de éxito. De antemano estamos diciendo que solamente podemos negociar con ellos y que no tenemos otra opción. Ese es un error de negociación –que va más allá de las ideologías, pensamientos y posiciones–, porque cuando uno está negociando, lo básico es que quien está enfrente no sienta que es nuestra única posibilidad. Eso se aplica en todos los órdenes de la vida y más todavía en la negociación internacional. Pero además de eso, se dice: “Bueno, pero ahora que estamos exportando como nunca tenemos que seguir por estos caminos, apostando a Brasil, a China, a Argentina”.

“A nivel regional Argentina continuó verificando un paulatino deterioro de sus fundamentos económicos; la implementación de políticas expansivas, tanto en el plano monetario como fiscal, ha derivado en alta inflación y en desequilibrios crecientes. En este marco, el Gobierno argentino profundizó las medidas de control de precios y endureció las restricciones al acceso a dólares en el mercado formal para evitar una mayor pérdida de reservas. La discrecionalidad en el manejo de los instrumentos de política económica, el cambio de las reglas de juego y la falta de confiabilidad de las estadísticas oficiales han aumentado la incertidumbre y la desconfianza de los agentes económicos, lo que agrava aún más el problema del sector externo.

Brasil, por otro lado, continúa sin mostrar signos de recuperación sostenida en su economía, pese a la importante batería de estímulos anunciados por el Gobierno”.

“En el contexto internacional, Estados Unidos está empezando a mostrar signos positivos; en la Zona Euro la economía continúa encontrando dificultades para salir de la recesión, y la economía china continúa creciendo, pero a un ritmo sensiblemente inferior al registrado en períodos anteriores”.

Este no es un informe hecho por cualquiera, sino que es lo que nos dice el Poder Ejecutivo, el Ministerio de Economía y Finanzas en la Rendición de Cuentas que nos acaba de enviar. Nos dice que hay problemas en Argentina y en Brasil, y que se está desacelerando el crecimiento en China, lo que sabemos todos. Y cuando se da esta situación, que es de incógnita, creo que lo más importante no es casarse con Argentina, con Brasil, con Estados Unidos, con China o con el que sea, sino abrirse a la mayor cantidad de oportunidades posibles.

En una columna reciente, el economista Luis Rappoport, de Argentina, menciona tres situaciones: la de los pasajeros del Titanic, que bailaban en la cubierta y, viendo a lo lejos la figura del iceberg, decían “qué lindo es”; la de un matrimonio de españoles que en el año 2007 compraron su casa y el auto de sus sueños en cuotas, sin poner un euro de anticipo, porque estaban confiados de que su casa y sus sueldos aumentarían su valor, mientras la cuota permanecería fija, porque eso decía el Gobierno de Zapatero; y la de una mujer embarazada que el miércoles 22 de febrero de 2012 subía a un tren del Ferrocarril Sarmiento hacia el barrio Once, en Argentina, haciendo planes para el día, para el parto y para el futuro de su hijo. Dice Rappoport que ninguno de los tres –ni los pasajeros del Titanic, ni la embarazada que se subió al tren, ni el matrimonio español que se iba a comprar la casa– podían predecir qué era lo que iba a suceder. Es más, si le hubieran dicho a los pasajeros del Titanic que iban a chocar contra un iceberg, no lo hubieran creído. Ahí es cuando él se plantea cuáles son los dilemas para construir el futuro; hay que decir qué hay que prever para construirlo.

El futuro es incierto y, por ende, cuando uno va a enfrentarlo no se puede comprometer con una sola opción, sino abrir lo más posible sus opciones y negociar con el que sea, porque el primer deber de todo gobernante es pensar primero en sus nacionales, en su país, y no en las afinidades ideológicas con los Gobiernos de turno. Yo creo que no es que “el futuro no es lo que era”, como señalaron Felipe González y Juan Luis Cebrián, sino que, como bien decía Borges: “El futuro no es lo que nos va a pasar, sino lo que vamos a hacer”. Y lo que hagamos hoy previendo lo que nos puede pasar mañana es lo que nos hará tener un mejor país, una mejor vida para todos nuestros nacionales.

Muchas gracias.

SEÑOR RUBIO.- Pido la palabra.

SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR RUBIO.- Señor Presidente: muy brevemente, quiero hacer dos o tres reflexiones que me sugiere esta importante sesión.

Cuando hay mucha turbulencia, dar giros bruscos no es lo más adecuado; por ende, hay que tener una política de cautela, de apertura y exploraciones en distintas direcciones, tal como han expuesto acá los señores Senadores Couriel y Conde, entre otros. En realidad, ¿qué es ser pragmático hoy? Se ha aludido mucho a la cuestión del pragmatismo. Habría sido mucho pragmatismo el Acuerdo con los Estados Unidos, porque nos habría ahorrado esos US$ 100:000.000 que recién decía el señor Senador Bordaberry, pero ¿hubiera sido tan pragmático luego, con el desarrollo y el despliegue de la crisis más profunda después de la de la década de los treinta? ¿Qué hubiera sucedido? Quizás los acontecimientos hubieran tenido un curso muy diferente. Nadie previó la crisis de 1989, que se tradujo en la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS dos años después. Tampoco se previó que, veinte años después, los países que aparecían como victoriosos bajo una imprimación de neoliberalismo muy importante, iban a ingresar en la crisis económica en la que ingresaron. Tampoco se previó –el Ministerio de Economía y Finanzas lo ha dicho en ese mensaje y en otros– que la crisis iba a ser tan profunda, tan larga como está siendo, y tan abarcativa. Tampoco se previó que en este período se iba a producir un ascenso y un auge de los denominados BRICS –los países emergentes– de tal potencia y envergadura que cambió todos los equilibrios mundiales. Se sabían cuáles eran las tasas a las que venía creciendo China, pero no se extrajeron las conclusiones. Entonces, el mundo cambió a tal punto –para seguir con el catálogo de obviedades– que hoy todos los organismos de Naciones Unidas dicen que la sumatoria del PBI de los países del sur más las llamadas economías en transición –que fueron aquellas del este, que quedaron en la situación en la que quedaron– da una cifra mayor que la del norte. Se dio vuelta la situación, quedó patas para arriba. Tampoco se previó que el comercio sur-sur iba a ser el de más empuje, tal como está sucediendo en estas circunstancias.

Entonces, si tantas cosas han cambiado en tan poco tiempo, en todo caso está bien buscar vínculos en todas las direcciones, pero no atarse –yo no lo haría– con los que van hacia abajo. Entiendo perfectamente que en la geopolítica de Estados Unidos –está largamente expuesto en distintos trabajos de los principales teóricos de la política exterior norteamericana, y podemos traer varias citas a colación– habría que hacer un ensayo estratégico de distintas características, que es el TPP. Este ensayo estratégico permitiría equilibrar el desarrollo de China con otros desarrollos, de forma que hicieran un collar en el Pacífico. Esto es lo que se está haciendo, o procurando hacer, bajo condiciones que son muy complejas. Tiene doce o trece países incorporados –algunos están en duda–, pero en todo caso esto enfrenta también otros ejes de alianzas muy poderosos que se han creado en la región. Entonces, si todos esos elementos nuevos se están dando, si los organismos multilaterales que surgieron de Bretton Woods y los que aparecieron después están siendo profundamente cuestionados y transformados y hasta tenemos a un brasileño presidiendo la OMC, ¿qué indica eso? Que hay nuevas realidades.

¿Estamos mal ubicados, mal posicionados? ¿Tenemos un conjunto de corsés ideológicos que nos hace no advertir estas nuevas realidades y así sentirnos, entonces, embretados? Precisamente, creo que lo que estamos haciendo es absolutamente lo contrario: no perder algunos puntos de apoyo que con dificultad hemos logrado para no tener que negociar como país aislado en el mundo; buscar otros vínculos y cultivar esto en distintas direcciones. ¿Es esto una política de inserción internacional estrecha? ¿Es esta una política de amiguismo con los que tienen afinidades ideológicas? La verdad es que creo que esto no se concibe así. Entiendo que otros tengan este punto de vista, pero la verdad es que no se entiende el juego en el que por lo menos este Gobierno ha estado, que es mucho más amplio y tiene resultados. El mundo tiene transformaciones en las que uno puede dar un paso en una dirección y embretarse en un sistema de alianza con los que van hacia abajo, con quienes procuran su salvataje a través de la organización de esos sistemas de alianza e intentan, en todo caso, reflotar las negociaciones con los que tienen la crisis más profunda, con la Unión Europea, cuya viabilidad –no solo económica sino también política– está en cuestión. ¿Quién iba a pensar en esto? ¿Quién iba a pensar que el modelo de integración del mundo iba a tener los problemas que hoy tiene? ¿Quién iba a pensar esto no hace veinte años, sino hace cinco o siete? ¿Quién iba a pensar que estas realidades se iban a dar? Sin embargo, se están dando y hay tensiones que son muy conocidas, muy obvias y sobre las que no voy a insistir.

Creo, señor Presidente, que este conjunto de transformaciones que se están produciendo, que es lo que los historiadores llaman un cambio de época, hacen que debamos tener mucha cautela. No debemos perder posiciones adquiridas y, en todo caso, hay que cultivar algunas nuevas que puedan surgir. Pero no hay que hacer giros bruscos porque, realmente, me parece que sería de una audacia temeraria.

SEÑOR CONDE.- ¿Me permite una interrupción, señor Senador?

SEÑOR RUBIO.- Con mucho gusto.

SEÑOR PRESIDENTE.- Puede interrumpir el señor Senador.

SEÑOR CONDE.- Gracias, señor Senador Rubio. Es muy amable.

Quería esperar a que el señor Senador redondeara su intervención para hacer algunas aclaraciones sobre algunas afirmaciones que se han hecho antes de que se cierre el debate.

En primer lugar, en lo que tiene que ver con la profusamente expuesta posición del empresariado brasileño, este sabe –porque se lo hemos dicho más de una vez en español y en portugués– que cuando ellos firmen con Europa, Uruguay firma con Brasil en el mismo momento. Por ese lado no tenemos ningún flanco abierto ni ningún problema. Uruguay tiene posición para firmar el acuerdo con la Unión Europea cuando Brasil decida firmarlo, de modo que ese no es un motivo para cuestionar nuestra política y, mucho menos, para reprocharnos afinidad ideológica. No sé qué afinidad ideológica podemos tener con la Confederación Nacional de Industrias de Brasil o con la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, si es que esas entidades tienen alguna ideología. Esto es lo que, en primer lugar, quiero dejar absolutamente claro. Es la posición oficialmente anunciada por Uruguay, y el Gobierno y el empresariado de Brasil la conocen.

En segundo término, a pesar de que por lo menos desde mi Bancada traté de darle un eje al enfoque, aquí se han introducido temas en los que se ha cuestionado la política exterior por diversos puntos, temas que incluso aquí se han reiterado largamente. Se ha puesto nuevamente arriba de la mesa el tema de los dragados. Insisto: este tema está acordado. Hay Notas Reversales firmadas por nuestro Gobierno en diciembre de 2012 que se están instrumentando. Ambos Estados están trabajando hoy en el mantenimiento y profundización del canal Martín García, así como también de todo el río Uruguay. Eso se está haciendo –se reconozca o no–, y tengo la necesidad de insistir en ello puesto que, lateralmente, otra vez se cuestiona la política exterior por ese lado.

La tercera aclaración tiene que ver con el Parlamento del Mercosur. Se ha dicho que hemos acordado un Reglamento que entrega la soberanía del país. Esta es una afirmación gravísima y tengo la obligación, señor Presidente, de hacer aclaraciones. Quien conoce el Reglamento del Parlamento del Mercosur sabe que eso no es así. Los países que tienen más población tienen más Bancas porque tienen más ciudadanos para representar. Pero en los mecanismos de decisión, ya sea por la vía de mayorías especiales, por la de decisiones que necesitan el voto conforme de los cuatro países o por la del quórum donde la Plenaria y las Comisiones del Parlamento solo pueden funcionar con los cuatro países presentes, nosotros tenemos herramientas y poder suficiente dentro de ese Parlamento para bloquear cualquier decisión que estimemos contraproducente a los intereses nacionales. De modo que el hecho de que los demás países tengan más representantes porque tienen más ciudadanos no violenta la soberanía nacional del Uruguay ni de ninguno de los otros Estados integrantes del Parlamento del Mercosur. Aquel al que realmente le interese este tema debe conocer el Reglamento antes de hacer afirmaciones de semejante gravedad.

La cuarta aclaración tiene que ver con Paraguay. No vamos a obligar a Paraguay a hacer nada. Paraguay vuelve al Mercosur si quiere; y si no quiere, no vuelve. Se trata de crear las condiciones políticas y la armonía de negociación más favorable para todos. Incluso, Paraguay puede volver con Venezuela no aceptada por ese país, lo cual nos va a exigir elaborar un estatuto jurídico de relacionamiento especial entre Paraguay y Venezuela dentro de la normativa jurídica del Mercosur. Lo que estamos deseando es que Paraguay vuelva con estos temas solucionados.

Gracias, señor Senador Rubio. Ha sido muy amable por la interrupción concedida.

SEÑOR PRESIDENTE.- Puede proseguir en el uso de la palabra el señor Senador Rubio.

SEÑOR RUBIO.- No tengo más nada que agregar, señor Presidente.

SEÑOR BORDABERRY.- Pido la palabra por una alusión.

SEÑOR PRESIDENTE.- Para contestar una alusión, tiene la palabra el señor Senador.

SEÑOR BORDABERRY.- Creo que, obviamente, el hecho de que se vaya a estudiar un estatuto especial para Paraguay por su relación con Venezuela dentro del Mercosur es un reconocimiento de que no hay norma jurídica que avale lo que se hizo. A confesión de parte, relevo de prueba. Si estuviéramos en un Juzgado diría: “Señor Juez, no tengo más nada que preguntar. Directamente es la confirmación”.

Se había afirmado acá que Paraguay volvía, sí o sí, ahora y no se aclaraba que era bajo un estatuto especial del cual no tenemos ningún tipo de conocimiento.

Se ha pretendido ver en nuestra exposición un cambio brusco, pero nosotros no queremos un cambio brusco y nadie dijo que quería eso. Queremos que el país abra la mayor cantidad de opciones posibles para que tenga más posibilidades. Hoy nos va bien con Brasil y China, pero mal con Argentina. A su vez, Europa está mal, pero Estados Unidos se está recuperando. De repente mañana nos conviene con uno o con otro; nadie lo va a saber. A nuestro entender, parece ser que no amputarse ninguna posibilidad es el camino a seguir. Además, hay que darse cuenta de que en el Mercosur lo que hay son objetivos y necesidades distintas. Uruguay necesita inserción exterior sí o sí, desde siempre, desde que existimos, desde que éramos colonia. Lo necesita porque exportamos el 90 % de nuestro arroz, porque tenemos que venderlo afuera ya que no podemos comer todo lo que producimos. Somos un país netamente exportador y tenemos tres millones de habitantes. Argentina ha apostado claramente a un modelo de desarrollo hacia adentro que es incompatible con lo que necesitamos. Es una realidad. Brasil apuesta a liderar en el mundo y jugar otro partido. Entonces, creo que tener un plan B o C, abrirse a opciones, es una cuestión de responsabilidad.

Es verdad que Ecuador y Venezuela son democracias donde se vota, pero también han tenido un problema enorme con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, uno desconociéndola directamente y otro recibiendo observaciones gravísimas por la ley de medios que aprobó. Esto se lo comunicó la Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que al parecer hay que escucharla en algunos casos pero no en otros, pues parece que no importa cuando dicha Comisión hace diez observaciones a una ley de medios que impone una cantidad de cosas a las que no voy a hacer referencia.

Nosotros no queremos cambios bruscos, sino defender los intereses del Uruguay todo.

Gracias, señor Presidente.

8) LEVANTAMIENTO DE LA SESIÓN

SEÑOR PRESIDENTE.- No habiendo más oradores anotados para hacer uso de la palabra ni asuntos para tratar, se levanta la sesión.

(Así se hace, a la hora 12 y 56 minutos, presidiendo el señor Danilo Astori y estando presentes los señores Senadores Abreu, Agazzi, Amorín, Baráibar, Bordaberry, Conde, Couriel, Gallicchio, Gallinal, Gallo Imperiale, Larrañaga, Lorier, Martínez, Mezzera, Moreira (Constanza), Pasquet, Rosadilla, Rubio, Topolansky y Viera).

DANILO ASTORI Presidente

Hugo Rodríguez Filippini Secretario

Gustavo Sánchez Piñeiro Secretario

Walter Alex Cofone Director General

Adriana Carissimi Canzani Directora General del Cuerpo de Taquígrafos

Linea del pie de página
Montevideo, Uruguay. Poder Legislativo.