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N.º 10 - TOMO 101 - 7 DE DICIEMBRE DE 2021

REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

DIARIO DE SESIONES

DE LA

ASAMBLEA GENERAL

SEGUNDO PERÍODO ORDINARIO DE LA XLIX LEGISLATURA

10.ª SESIÓN

PRESIDE BEATRIZ ARGIMÓN Presidenta

ACTÚAN EN SECRETARÍA JOSÉ PEDRO MONTERO Y VIRGINIA ORTIZ

SUMARIO

1) Texto de la citación

2) Asistencia

3) Homenaje al señor expresidente de la república doctor Tabaré Vázquez, con motivo de cumplirse un año de su fallecimiento

– Manifestaciones de varios señores legisladores.

4) Levantamiento de la sesión

1) TEXTO DE LA CITACIÓN

«Montevideo, 3 de diciembre de 2021.

La ASAMBLEA GENERAL se reunirá en sesión extraordinaria el próximo martes 7 de diciembre, a las 14:00, a fin de rendir homenaje al señor expresidente de la república doctor Tabaré Vázquez, con motivo de cumplirse un año de su fallecimiento.

Fernando Ripoll Secretario - Gustavo Sánchez Piñeiro Secretario».

2) ASISTENCIA

ASISTEN: los señores senadores Oscar Andrade, Carmen Asiaín, Raúl Batlle, Mario Bergara, Graciela Bianchi, Eduardo Bonomi, Carlos Camy, Charles Carrera, Germán Coutinho, Sebastián Da Silva, Alfredo de Mattos, Amanda Della Ventura, Guillermo Domenech, Jorge Gandini, Liliam Kechichian, Pablo Lanz, Sandra Lazo, Raúl Lozano, José Carlos Mahía, Guido Manini Ríos, Silvia Nane, Amin Niffouri, Daniel Olesker, Gustavo Penadés, Gloria Rodríguez, Enrique Rubio, Alejandro Sánchez, Carmen Sanguinetti, Juan Straneo y Lucía Topolansky, y los señores representantes Ubaldo Aita, Jorge Alvear González, Óscar Amigo Díaz, Sebastián Andújar, Eduardo Antonini, Fernanda Araújo, Rubén Bacigalupe, Juan Martín Barcena Soldo, Gabriela Barreiro, Cecilia Bottino Fiuri, Daniel Caggiani, Cecilia Cairo, Sabina Calvo, Elsa Capillera, Felipe Carballo Da Costa, Germán Cardoso, Armando Castaingdebat, Gonzalo Civila López, Bettiana Díaz Rey, Jovenila Díaz Silva, Omar Estévez, Lucía Etcheverry Lima, María Fajardo Rieiro, Diver Fernández, Gletel Ferrari, Zulimar Ferreira, Alfredo Fratti, Virginia Fros Álvarez, Lilián Galán, Luis Gallo Cantera, Daniel Gerhard, Gabriel Gianoli, Luis González, Carlos Atilio Herrera Silva, Claudia Hugo, Sylvia Ibarguren Gauthier, Alexandra Inzaurralde, Miguel Irrazábal, Pedro Jisdonian, Nelson Larzábal Neves, Margarita Libschitz Suárez, Álvaro Lima, Soledad López Benoit, Nicolás Lorenzo, Cristina Lustemberg, Enzo Malán Castro, Daniel Martínez Escames, Verónica Mato, María Rosa Melazzi, Rafael Menéndez, Nicolás Mesa Waller, Sergio Mier, Juan Moreno, Gonzalo Mujica, Gerardo Núñez Fallabrino, Nancy Núñez Soler, Ana María Olivera Pessano, Gustavo Olmos, Gonzalo Andrés Onetto Linale, Marne Osorio Lima, Ernesto Gabriel Otero Agüero, Ope Pasquet, Susana Pereyra Piñeyro, Silvana Pérez Bonavita, Álvaro Perrone Cabrera, Javier Radiccioni, Nibia Reisch, Juan Martín Rodríguez, Conrado Rodríguez, María Eugenia Roselló, Federico Ruiz, Sebastián Sabini, Ana Laura Salmini, Felipe Schipani, Martín Sodano, Esther Solana González, Martín Tierno, Gabriel Tinaglini, Carmen Tort González, Mariano Tucci Montes de Oca, Javier Umpiérrez Diano, Sebastián Valdomir, Carlos Varela Nestier, César Vega, Nicolás Viera Díaz y Gustavo Zubía.

FALTAN: con licencia, los señores senadores Danilo Astori, Sergio Botana y Juan Sartori, y los señores representantes Rodrigo Albernaz Pereira, Sebastián Cal, Walter Cervini, Milton Corbo, Diego Echeverría, Rodrigo Goñi Reyes, Alfonso Lereté, Eduardo Lorenzo Parodi, Martín Melazzi, Constante Mendiondo, Orquídea Minetti, Iván Posada Pagliotti, Carlos Rodríguez Gálvez y Álvaro Rodríguez Hunter; con aviso, los señores representantes Wilman Caballero, Nazmi Camargo Bulmini, Mario Colman, Álvaro Dastugue, Valentina Dos Santos, Eduardo Lust Hitta y Dardo Sánchez Cal; sin aviso, los señores representantes Federico Casaretto, Daniel Peña, Carlos Testa, Pablo Viana y Álvaro Viviano.

3) HOMENAJE AL SEÑOR EXPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DOCTOR TABARÉ VÁZQUEZ, CON MOTIVO DE CUMPLIRSE UN AÑO DE SU FALLECIMIENTO

SEÑORA PRESIDENTA.- Habiendo número, está abierta la sesión.

(Son las 14:08).

–La Asamblea General pasa a considerar el único punto del orden del día, que es rendir homenaje a la figura del señor expresidente de la república doctor Tabaré Vázquez.

En primer lugar, vamos a saludar al señor presidente de la república, doctor Luis Alberto Lacalle Pou; a los señores expresidentes de la república doctor Luis Alberto Lacalle Herrera y señor José Mujica; al señor secretario de la Presidencia de la República, doctor Álvaro Delgado, y a los coordinadores del Frente Amplio, señora María Jossé Rodríguez y señor Ricardo Ehrlich.

Asimismo, saludamos en el balcón ubicado a mi derecha a los familiares del doctor Tabaré Vázquez y, a nuestra izquierda, a la señora intendenta de Montevideo, ingeniera Carolina Cosse, así como a amigos del expresidente: la doctora María Julia Muñoz, el doctor José Díaz y la señora Belela Herrera.

Saludamos también a todos los que están acompañando este homenaje desde las barras.

Queremos dejar constancia de saludos que enviaron los exintendentes frenteamplistas del interior del país: Gerardo Amaral, Patricia Ayala, Artigas Barrios, Guillermo Caraballo, Marcos Carámbula, Óscar de los Santos, Ramón Fonticiella, Juan Giachetto, Aníbal Pereyra, Julio Pintos y Óscar Terzaghi, así como también del señor Fernando Pereira.

Dando inicio a esta sesión de homenaje, tiene la palabra la señora legisladora Liliam Kechichian.

SEÑORA KECHICHIAN.- Señora presidenta: en nombre de la bancada del Frente Amplio, queremos saludar, en primer lugar, a la querida familia del doctor Tabaré Vázquez.

También queremos saludar y agradecer la presencia del señor presidente de la república, Luis Alberto Lacalle Pou; de los expresidentes Luis Alberto Lacalle Herrera y José Mujica; del coordinador y la coordinadora del Frente Amplio, Ricardo Ehrlich y María Jossé Rodríguez; de las autoridades nacionales y departamentales; de los exintendentes; de los colaboradores y amigos del expresidente Tabaré Vázquez; de los compañeros; de todos los presentes.

Es para nosotros una enorme emoción estar hoy homenajeando la figura del compañero expresidente Tabaré Vázquez.

Sería imposible calibrar la dimensión humana del entrañable compañero y expresidente de la república, doctor Tabaré Vázquez, sin tener en cuenta las circunstancias que enmarcaron su vida; sin relacionarla con el tiempo histórico de su existencia, con su origen familiar, con el contexto de su formación infantil y adolescente; sin evaluar sus afectos, sus frustraciones y sus desafíos; sin apreciar sus fortalezas, sus desvelos y sus sueños.

Tabaré Vázquez, en el libro Conversaciones, de Carlos Liscano, decía: «Mi padre había sido dirigente de Ancap, destituido y preso», durante la huelga de 1951. «Mi abuelo fue fundador de Progreso», en sus orígenes conocido como el club de los «sindicalistas picapedreros»; «eran españoles, anarquistas», oriundos de la provincia de Orense.

Tabaré decía: «Me crie en La Teja, un barrio de gente trabajadora», con códigos y valores que se entrecruzan y conjugan en el punto común del respeto mutuo y el valor de la palabra empeñada. «Había una esquina» –decía Tabaré– «donde nos reuníamos con la barra. Cuando se necesitaba, salíamos a juntar alimentos para las ollas sindicales de la zona». Así describía, Tabaré, aspectos muy sentidos de su infancia en ese libro.

El periodista Gabriel Pereyra, en su libro Tabaré inédito, agregaba: «La familia Vázquez vivía en una calle de tierra en el barrio La Teja. Pasaban mal, pero no hambre. Compraban con la libreta en un almacén donde el dueño, enterado de que algún obrero del barrio estaba en huelga, le daba crédito indefinido hasta que pudiera pagar. De la misma forma, los hijos de los huelguistas de ese barrio obrero, eran invitados por los vecinos a comer o tomar la leche. Se ahorraba en todo lo que se podía ahorrar, y las “duchas” eran en latones, con un jarrito».

En efecto, Tabaré fue el cuarto de cinco hijos de uno de los tantos hogares de clase media que, hasta hoy día, componen la mayor expresión de la sociedad uruguaya: obreros, trabajadores, pequeños empresarios, cuentapropistas, enraizados en esas oleadas migratorias que poblaron nuestro país desde comienzos del siglo anterior, alentando todos ellos la utopía esquiva de un mundo mejor y de un mejor futuro para sus descendientes.

Seguramente, las lealtades, con el verbo del trabajo, la rebeldía y la fuerza para sobreponerse a las adversidades venían allí, acurrucadas y vitales, en aquella memoria colectiva que los completaba. Allí también estaba la simiente incluyente y protectora de la familia y la comunidad, como escudo y como fortaleza de sus debilidades individuales.

Tabaré cursó primaria en la escuela pública del barrio, aquel segundo hogar –decía él– de nuestra infancia, donde compartió bancos y necesidades, alegrías y frustraciones, con los Marsicano, los Rosas, los Moratorio, los Caffiro y muchos otros amigos de la vida.

Los estudios secundarios también fueron en la órbita pública: el primer año en el liceo Bauzá y los tres siguientes en el Liceo n.º 11 del Cerro.

Completado el ciclo básico, debió interrumpir sus estudios para trabajar y poder contribuir al sustento de su numerosa familia, una situación frecuente en la tradición de las familias obreras, pero, seguramente, muy dolorosa para Tabaré.

El cáncer representaba una espada de Damocles sobre su familia, con consecuencias finales devastadoras. Su padre, su madre y su hermana fueron víctimas de la terrible enfermedad y el tema lo obsesionaba. «La lucha por la salud de nuestra gente es la lucha por la vida», afirmaría años más tarde ante las Naciones Unidas.

Tabaré se desempeñó como aprendiz de carpintero, empleado de almacén, vendedor de diarios y vidriero.

En 1959, ingresó en la empresa Carrau & Cía., lo que le posibilitó luego retomar sus estudios y cursar el bachillerato de medicina en el IAVA.

En 1963, ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.

Un año más tarde, contrajo matrimonio con María Auxiliadora Delgado. De ese matrimonio nacieron Álvaro, Javier e Ignacio. Además –como decía María Auxiliadora–, criaron a un «hijo del corazón», Fabián Barbosa.

En ese tiempo, Mary –como le decía Tabaré–, empleada de la Caja de Profesionales Universitarios, fue el principal sustento de la familia.

Decía Tabaré: «Me atrevo a decir, sin dudar, que yo no hubiera logrado lo que hice sin ella: María Auxiliadora fue el factor total. Sin ella no hubiera sido nada».

Tabaré Vázquez se recibe como médico de medicina general, sugestivamente, un 6 de diciembre de 1969 y, finalmente, como especialista en oncología y radioterapia, en agosto de 1972.

En un reportaje periodístico, Tabaré señala sobre esa etapa de su vida: «Yo fui estudiante universitario y tuve que trabajar de día para estudiar de noche. Me recibí en seis años. Entré a la universidad en el 63 y me recibí en el 69. Casado, con hijos, laburando todo el día, no podía darme el lujo de perder un examen. No perdí ningún examen, y salvé con nota la mayoría. Iba los sábados de tarde a estudiar a la casa de Juanjo Rossi, que vivía en Pocitos. El padre era médico, tenía los libros que yo no podía comprar […]».

Como en M’hijo el dotor, el profesional de La Teja confirmaría la fortaleza y la vocación del individuo para sobreponerse a los hándicaps socioculturales, económicos y estructurales que condicionan los puntos de partida de la experiencia de vida, pero denunciaba, asimismo, de manera inapelable, la excepción que definía a un modelo social inequitativo y excluyente, que posibilitaba culminar con éxito el nivel universitario de la enseñanza a un porcentaje muy limitado de hijos de asalariados obreros. El informe de la CIDE de aquellos años lo ubicaba en menos de dos de cada cien.

El ejercicio y el desarrollo profesional a partir de entonces –exitoso y ascendente– es más que conocido; apenas esbozar que trabajó en numerosos centros de salud, que estuvo a cargo del Departamento de Radioterapia del Instituto Nacional de Oncología, que fue profesor de Oncología en la Facultad de Medicina y profesor y director del Área de Radioterapia del Departamento de Oncología de la Universidad, Grado 5 desde 1987.

Fue becado para la especialización en el Instituto Gustave Roussy, de París. Representó a Uruguay en el XI Curso de Investigación Cancerológica, en 1982. Asistió a congresos en Argentina, Austria, Brasil, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Israel y Japón. Ha sido autor y coautor de más de cien trabajos científicos y de investigación publicados en revistas nacionales e internacionales y fue galardonado por universidades como la de Deakin, en Australia y distinguido por la Organización Panamericana de la Salud, en setiembre de 2018, como Héroe de la Salud Pública de las Américas.

En esa oportunidad, Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, destacó: «Su visión de un país sin tabaco y su postura firme contra las industrias tabacaleras multinacionales son un ejemplo noble e histórico que debería ser imitado por todos los líderes que valoran la vida de sus ciudadanos, como piedra angular del desarrollo».

La vocación humanista de Tabaré, el apego a su historia, a sus valores, a su barrio, a lo social, lo acompañaron a lo largo de toda su vida, a través de variadas formas de expresión.

En su adolescencia y juventud también se integró al centro salesiano barrial Pablo Albera, para hacer deporte, para jugar y para hacer obra social, como decía él.

Dos años más tarde, en marzo de 1958, funda con un grupo de amigos el Arbolito, un club social y deportivo y un «espacio donde poder juntarse y soñar».

Con el pasar del tiempo, la institución fue adquiriendo una importancia relevante en el barrio, y con Vázquez en su presidencia se inauguró una policlínica que llegó a atender a más de cuatrocientos pacientes por mes.

«En el club Arbolito, Tabaré dejó como mínimo dos marcas: el carnaval y los niños. El carnaval, porque desde el comienzo fue el lugar de ensayo de los conjuntos del barrio. Y los niños, porque siempre» –siempre, siempre– «fueron prioridad».

La relación de amor y compromiso de Vázquez con el club se mantuvo viva hasta el último instante de su vida.

En 1978 fue elegido vicepresidente y, en 1979, presidente del Club Atlético Progreso, igual que su abuelo.

De su legado, amén de los lauros deportivos que hacen a la mejor historia de esa institución, quedó el foco en los niños y el vínculo con lo social.

En 1983, el club abrió un merendero. Hoy ese merendero es un teatro donde funciona una UTU y hay más de trescientos niños del barrio vinculados con el fútbol.

Vázquez fue también presidente de la Liga Universitaria de Deportes del Uruguay, primer presidente de la Confederación Sudamericana Universitaria y fue candidato a ocupar la presidencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol, aunque nunca llegó al consenso para ello.

Decía Tabaré: «Nunca en mi vida pensé en hacer política […]. Me preparé toda la vida para ser médico. ¡Ni en la mayor de las locas fantasías se me ocurrió que podría ser edil, ni diputado!».

No obstante, en 1983, solicita su ingreso al Partido Socialista, aún proscripto; en 1986, pasa a integrar su Comité Central y, en 1987, preside la comisión de finanzas en la campaña del referéndum por la Ley de Caducidad y el voto verde.

En 1990, asume en Montevideo como el primer intendente de izquierda en la historia del país. Ahí lo conocí yo, personalmente, con más profundidad. Conocí y me mostró la confianza que Tabaré depositaba en sus equipos, su inmensa sensibilidad por los que menos tenían y también su enorme liderazgo.

En 1994, es designado presidente del Encuentro Progresista. En 1996, asume como presidente del Frente Amplio.

En 1994, es candidato a la presidencia del país en la fórmula con Rodolfo Nin Novoa.

Tras dos intentos fallidos –el de esa elección y el de la siguiente, en 1999– se convierte, en octubre de 2004, en el primer presidente electo por el Frente Amplio en la historia del Uruguay.

Como es sencillo de entender, sus gobiernos conllevan la impronta que distinguió su vida. Una cosa son los programas de gobierno, que comprometen por igual a todos los gobiernos sea del partido que sean y, otra, el talante, las prioridades, las formas, las sensibilidades de aquellos encargados de llevarlos a la práctica.

Sus principales señas de identidad fueron ese profundo sentido humanista que supo trasmitir hacia todos los ámbitos donde desarrolló su accionar y la huella genética de su vocación humana, de su amor y compromiso con la vida, que impregnó el ejercicio de sus gobiernos desde el instante de su primera asunción, en marzo de 2005.

Decía en ese momento: «Los invito desde mis sentimientos, mis convicciones y mi responsabilidad a trabajar juntos en la construcción de un Uruguay donde nacer no sea un problema, donde ser joven no sea sospechoso y donde envejecer no sea una condena».

Un humanismo asentado en el respeto y en la confianza hacia sus semejantes, en tanto sujetos de derechos y responsabilidades, y actores privilegiados en esta aventura de la construcción colectiva.

«El centro de todos nuestros desvelos» –decía– «es la gente, y hay que gobernar junto con ellos para ir hacia adelante».

Su compromiso con la libertad y la democracia y con la institucionalidad que las hacen posibles era incondicional: «Dentro de la Constitución y la ley todo; fuera de ellas, nada», decía siempre.

En ese andarivel se inscriben, entre otras acciones, la descentralización política y administrativa del país, la nueva agenda de derechos, hasta entonces no reconocidos en la sociedad. Con los gobiernos del Frente Amplio cuaja, para nosotros, el más largo período de democracia ininterrumpida de la historia nacional, aún en desarrollo.

En su orden de prioridades, la problemática social se antepone a cualquier otro tipo de consideración. No es menor el hecho de que su primera medida de gobierno fuera la creación del Mides, así como la elaboración de un plan de emergencia para atender la situación de un millón de pobres y de cien mil indigentes que afrontaba el país. Allí surgen el Panes (Plan de Asistencia Nacional a la Emergencia Social), el Plan de Equidad, la Operación Milagro; luego, el Sistema Nacional Integrado de Salud y el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, etcétera.

La dignificación del ser humano a partir del trabajo como contracara de aquel otro modelo, donde lo más redituable era especular que producir, era su obsesión. En este aspecto, las leyes sindicales, la negociación colectiva, la regulación del trabajo doméstico, la ley del trabajador rural, la mejora del salario real, los planes de formación y de recapacitación laboral y el turismo como una actividad productiva de primer nivel lo distinguieron.

«Vamos por un Uruguay justo, humano y solidario; por el Uruguay social, con libertad, con dignidad. ¡La esperanza vence al miedo!».

Se promovió la equidad como punto de partida de nuestra educación, en herramientas y en posibilidades; por ejemplo, el Plan Ceibal, la Universidad en el interior, las escuelas y la educación preescolar a partir de los tres años.

También destaco el compromiso con la verdad y la justicia, más allá de la versión aviesa de «los restos cremados y arrojados al mar», que nos había llegado. En lo personal confieso –lo confieso yo– que la imagen de los restos óseos de Chaves Sosa, frágiles, indefensos, tendidos en aquel foso de una tierra recién abierta, fue sin duda una de las instancias más crudamente impactantes que me ha tocado presenciar.

Tabaré decía: «Yo me había comprometido, en el discurso público con el pueblo uruguayo, en que íbamos a cumplir con la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Y cuando digo algo intento cumplirlo. ¡Yo iba a cumplir con lo que me había comprometido!». Esto muestra el temple, el coraje, la transparencia y la responsabilidad republicana con que trató algunas cuestiones de Estado.

La instancia de la información pública de su enfermedad pulmonar fue, sin dudarlo, un clarísimo ejemplo.

Otro, creo yo, y está acá el presidente de la república, fue el cambio de banda presidencial: una imagen del mejor Uruguay que queremos tener. ¿Eso quiere decir que quedaron de lado otras áreas que hacen al funcionamiento del país? ¡De ninguna manera! Ahí está el cambio de matriz energética, la diversificación productiva, las políticas ambientales, los avances en las comunicaciones, la informatización, la inclusión financiera, la reforma tributaria.

«Según el informe sobre desarrollo inclusivo publicado en enero de 2018, por el Foro Económico Mundial, Uruguay es uno de los diez países emergentes más incluyentes del mundo y el segundo en América Latina, al registrar políticas públicas eficientes que permiten traducir el crecimiento económico en reducción de las desigualdades, fomento de la inclusión social y equidad intergeneracional». Ese fue el discurso de Tabaré Vázquez ante las Naciones Unidas.

Por eso nos preguntamos: «¿Quién dijo que todo está perdido?».

El poeta Zorrilla canta la existencia de «almas sonoras», capaces de condensar, «más o menos íntegramente», el alma colectiva de la gente que refleja «el conjunto de imágenes amadas y de emociones sentidas, de nombres pronunciados. Y de líneas, y colores y expresiones preferidas», que construyen en su conjunto «la entidad moral» de lo que hoy llamamos «patria».

Tabaré Vázquez integra, sin duda, ese núcleo de «almas» excepcionales, capaces de dar identidad, sentido de pertenencia, simbología y compromiso a ideales, actitudes, fundamentos éticos, inquietudes y objetivos generacionales que se entrelazan y conjugan en una forma de entender y dimensionar la vida.

Para mí ha sido un honor ser parte de sus equipos de gobierno.

Y su «¡No te rindas!», que nos legó en sus últimas horas, ¡es un canto a la vida!; una invocación a seguir construyendo en el rumbo de nuestros sueños; un llamado a seguir cultivando los valores hacia ese hombre nuevo de un mundo nuevo, que orienta la utopía colectiva.

¡Salud, Tabaré! ¡Siempre estarás en nuestros corazones!

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor legislador Gustavo Penadés.

SEÑOR PENADÉS.- Señor presidente de la república, doctor Luis Alberto Lacalle Pou; señora presidenta de la Asamblea General; señores expresidentes de la república doctor Julio María Sanguinetti, doctor Luis Alberto Lacalle Herrera, don José Mujica; señor secretario de la Presidencia de la República; señores intendentes departamentales de Montevideo y Canelones; familiares de Tabaré Vázquez; señoras y señores senadores; señoras y señores diputados; señoras y señores: el Partido Nacional, por supuesto, participa activamente en el homenaje al señor expresidente de la república doctor Tabaré Vázquez, y lo hace no por compromiso, sino por convicción y, fundamentalmente, por reconocer en la figura del doctor Vázquez a un adversario político, a un gran compatriota y a un presidente de la república electo democráticamente aquí, en nuestro país, que desde el momento en que ingresó a la actividad política fue reconocido y premiado por nuestros compatriotas con la representación al frente del gobierno de Montevideo y dos veces convirtiéndolo en jefe de Estado y jefe de gobierno de nuestro país.

Ya con esas credenciales, el hecho de que el sistema democrático representativo liberal de gobierno, que nuestra república tiene desde 1830 a la fecha –que hoy, por suerte, todo el sistema político reconoce y acepta como válido–, convoque en esta sala a los poderes públicos del Estado para tributarle homenaje a un expresidente de la república al conmemorarse un año de su fallecimiento brinda una imagen que no es un dato menor. Es un dato que debemos no solamente reconocer, sino también reconocernos, porque a pesar de nuestras diferencias democráticas, de las posiciones que hemos sustentado en el pasado, que sustentamos en la actualidad y que sustentaremos en el futuro igual podemos estar hoy todos aquí presentes para tributar al doctor Vázquez nuestro reconocimiento y nuestro homenaje.

Al tributar nuestro reconocimiento y homenaje al doctor Vázquez, se lo estamos tributando a nuestro país, a la mejor historia de nuestro país, a la historia de un país que fue posible construir con base en el sacrificio de cientos y de miles de compatriotas a lo largo de su vida. Se trata de un hombre proveniente de una familia de escasos recursos, cuyo padre fue empleado de la refinería de Ancap. Viviendo en el barrio La Teja, habiendo ido a la escuela pública, al liceo público, a la universidad mayor de la república –pública también–, al haberse recibido, al haberse convertido en un empresario médico exitoso, al haber presidido clubes deportivos, gobernado un departamento y, posteriormente, gobernado al país, demuestra las mejores tradiciones de una sociedad que Uruguay debe reconocer como el ideal que siempre se debe y se puede alcanzar.

Para quienes tienen una visión crítica de la historia –visión que, por supuesto, no compartimos–, reconocer y poner como ícono de lo ideal la figura del doctor Vázquez, el hecho de que su familia, sus esfuerzos y, fundamentalmente, sus talentos y sus virtudes le permitieran representar y esgrimir los más altos cargos y dignidades de la república es no solo un homenaje al doctor Vázquez; es un homenaje al Uruguay todo. Es un homenaje a la sociedad integrada, a una sociedad que debemos estimular que permanezca entre nosotros: la del diálogo, la de la cultura de que con el trabajo y el esfuerzo se puede, de que con la honestidad se llega, y se reconoce el camino del talento y de la capacitación como el único para alcanzar la carrera de los honores. Creo que ese es el mejor homenaje que hoy, por lo pronto, los legisladores del Partido Nacional podemos hacerle a alguien con quien tantas veces estuvimos enfrentados, con quien tantas cosas no compartimos; no tenemos inconveniente en reconocerlo en él y en el Uruguay que él integra, que él integró.

Señoras y señores legisladores: la posibilidad de que hoy estemos, junto a presidentes de la república que han cumplido su mandato y al actual presidente de la república, hombres y mujeres que pertenecemos a diferentes partidos políticos –todos concurriendo democráticamente a tributar homenaje al presidente caído– es un testimonio que nos debe a todos enorgullecer, y debemos comprometernos a seguir legándoselo a las generaciones futuras, sabiendo que las diferencias políticas no se pueden transformar en odio, que las diferencias no son intolerancia, que la posibilidad de pensar en forma diferente es una característica de una sociedad verdaderamente democrática, que debe ser no solamente respetada, sino estimulada; sabiendo que no se trata de luchas a muerte, que se trata de luchas a vida, que se trata de entre todos, con nuestros matices, con nuestros perfiles, construir una sociedad en la que valga la pena vivir. Ese es el desafío de lo que Uruguay, desde hace ciento ochenta y tantos años, viene construyendo. Ese Uruguay que se encamina al bicentenario de su Declaratoria de la Independencia; ese Uruguay que nos permite en la figura del doctor Vázquez testimoniar el reconocimiento de un hombre que pudo cumplir todos los objetivos que se fijó.

Su personalidad realmente convocaba al debate. Siendo electo intendente de Montevideo no tuvo ningún inconveniente en mantener un diálogo permanente con el gobierno del Partido Nacional. En aquel entonces –igual que ahora; en este caso encabezando un gobierno de coalición; en aquel entonces, encabezando un gobierno de entonación nacional al principio y luego un gobierno estrictamente partidario–, tuvo la capacidad de acordar, tuvo la capacidad de ponerse de acuerdo con aquel gobierno en las mejores obras que se pueden legar al departamento de Montevideo.

Tuvo la posibilidad de encabezar una fuerza que en el año 2004 fue reconocida como la fuerza mayoritaria, y se encargó del gobierno democráticamente. Fue un hombre que ejerció un liderazgo muy particular, un liderazgo que mostraba distancia con la dirigencia política y cercanía con la gente. Realmente, a todos los que logramos conocerlo de cerca –a mí, particularmente, me tocó la tarea de ser edil departamental en el momento en que el doctor Vázquez era intendente de Montevideo– nos sorprendía con eso.

Fue un estratega, un intuitivo; un hombre que conocía profundamente la identidad nacional; un hombre que desconcertaba, a veces, teniendo en algunos casos posiciones de las llamadas progresistas y, en otros, la capacidad de no dudar, de que no le temblara el puño para vetar una ley que su propio partido político había promovido aquí en el Parlamento, como fue el caso de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Para todas esas consideraciones y actitudes se necesita temple.

En nombre del Partido Nacional, queremos hoy homenajear al doctor Tabaré Vázquez, al dos veces presidente de la república, al intendente de Montevideo, al dirigente político que convocó y convoca detrás de sí a cientos de miles de nuestros compatriotas; a un hombre que enfrentamos en muchos momentos y con el que en otros logramos ponernos de acuerdo.

Me permito finalizar con el testimonio de dos momentos que ponen de manifiesto –como esta reunión– lo que debe ser el Uruguay. Son dos momentos que, para mí, quedaron grabados como importantes en la construcción de la institucionalidad que a todos nos debe preocupar contribuir permanentemente.

El primero es que luego de una campaña electoral muy dura –la del 2014– y de muy poco contacto y diálogo con los dirigentes políticos de la oposición en la segunda presidencia no dudó en invitar al presidente electo de la república, doctor Lacalle Pou, a acompañarlo a la transmisión de mando del gobierno de la República Argentina. El gesto de esos dos ciudadanos, caminando uno al lado del otro, saludando al recientemente designado presidente de la República Argentina, doctor Alberto Fernández, es algo que debemos valorar.

El segundo es el momento en el que el presidente de la república, doctor Luis Lacalle Pou, ya ocupando su cargo, acompaña al presidente saliente, doctor Tabaré Vázquez, hasta la salida, cuando se retiraba de la Plaza Independencia. Es otro gesto que se ha venido repitiendo sucesivamente en la historia política de nuestro país.

Las diferencias continúan, las posiciones también, pero no tenemos ningún inconveniente, desde el Partido Nacional, en reconocer que hoy estamos homenajeando a un gran oriental.

Nada más, señora presidenta.

Muchas gracias.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor legislador Raúl Batlle.

SEÑOR BATLLE.- Señora presidenta: quiero saludar, en primera instancia, a la familia del expresidente Tabaré Vázquez.

También quiero saludar y darle la bienvenida al presidente de la república, Luis Lacalle Pou; a su padre Luis Alberto Lacalle; y a los expresidentes Julio María Sanguinetti y José Mujica; y, obviamente, a todas las autoridades aquí presentes, a todos los colegas y compañeros, y a los amigos del expresidente.

Quiero comenzar hablando de estos tiempos tan complejos que dejaron a la familia del presidente sin poder despedirse de él como el protocolo lo indica para un presidente. Nos tocó vivir a todos momentos complejos por esta pandemia; muchas familias uruguayas afectadas no pudimos despedir a nuestros familiares como se lo merecían; lo mismo le pasó a la familia frenteamplista, que no pudo despedirlo como se lo merecía.

Hoy estamos acá, un año después, para poder hacerlo. Agradezco muchísimo al Partido Colorado que me haya deferido el honor de poder hablar en nombre de todos.

Creo que el doctor y presidente Tabaré Vázquez, como muy bien lo han dicho los oradores anteriores, le hizo honores a la persona. El ejemplo de salir de un barrio y progresar en la vida con el esfuerzo propio, haber construido una familia, liderar un club, una profesión, una empresa médica, un partido político, primero en Montevideo y luego todo el Uruguay es, sin duda, algo que todos, en este país, no solo debemos valorar, sino seguir fomentando, porque es el esfuerzo permanente del trabajo y el estudio que nos hace llegar lejos, sin importar nuestras orientaciones político-filosóficas.

Es la síntesis del progreso sustentado en pilares en los que creemos debe basarse toda la sociedad. Uruguay, en ese sentido, aun en épocas complicadas de nuestra historia reciente, lo ha logrado. También creemos que le hace honores al presidente como figura política.

Como presidente estuvo a la altura de los presidentes uruguayos que, en la historia moderna, sin importar el partido al que pertenecieron, han obtenido un reconocimiento de notoriedad a nivel internacional. Hemos estado muy bien representados y los actores políticos de diferentes tiendas lo respaldaron fuertemente en los momentos difíciles que tuvimos todos los uruguayos, lamentablemente, con nuestros queridos vecinos.

También hizo honores a la presidencia como institución. La república y la democracia uruguaya han sido muy bien defendidas por nuestros presidentes en nuestra historia reciente, y de presidencia en presidencia no solo se ha trasmitido una banda presidencial, sino el deber de gobernar para todos y para el largo plazo.

Vimos que los temas de Estado del presidente Vázquez, que nos importan a todos, se continuaron y reforzaron con el respaldo de todos los partidos. Podemos mencionar algunos que sin duda ya han sido destacados, como la Comisión para la Paz, en la búsqueda de los desaparecidos; el Plan Ceibal, en la educación; el Mides, en el desarrollo social; las políticas de salud, con la lucha antitabaco; el desarrollo energético; el desarrollo de la agroindustria forestal y el complejo industrial que vino atrás de ella; las relaciones internacionales, inclusive buscando acuerdos con Estados Unidos aun en contra de su propia fuerza. En último lugar, pero no menos importante, están las políticas macroeconómicas, que muchas veces también en contra de sus propias fuerzas continuó como políticas de Estado.

No hubo muchas ocasiones en las que yo pude estar en contacto con él. La primera fue en el traspaso de mando, al que me tocó asistir, cuando estuve a unos metros de distancia. La más cercana fue en el velorio de Batlle, en el Salón de los Pasos Perdidos, y también en el velorio de su señora esposa, María Auxiliadora. Quería comentar una anécdota personal que viví en esos momentos; uno se acerca más a las personas en los momentos difíciles. Cuando falleció Batlle, teníamos en el hospital una gran discusión sobre cómo iban a ser los protocolos y demás. Nosotros no somos de una familia muy protocolar y no queríamos grandes tiempos. Había gente que decía que el protocolo era cuarenta y ocho horas de velatorio, pero nosotros queríamos hacer algo breve. Entre todas las cosas que discutimos estaba quién iba a hablar, y decidimos dentro de la familia que, en el Salón de los Pasos Perdidos, despidiendo a un presidente, solo podía hablar otro presidente. Habíamos trasmitido que la voluntad de la familia era que el presidente Vázquez hablara en ese momento y lo despidiera él. Llegó el momento. Entramos al Salón de los Pasos Perdidos, y él fue de los primeros en llegar, si no el primero. Estuvo con nosotros todo el tiempo y en determinado momento nos mira y nos dice: «Bueno, ¿quién va a hablar?». Nosotros, medio sorprendidos, le dijimos: «Usted, señor presidente». «Ah, bueno, pero nadie me lo había dicho». «Bueno, discúlpenos, pensamos que iba a ser así». Rápidamente, miró a sus lados y dijo: «Veo que no hay audio». Entonces, mandó a instalar el audio, que no estaba instalado, porque había sido todo muy rápido, y de la nada, así, sin esperarlo, creo que ese día escuché uno de los más lindos discursos sobre mi padre, porque cuando viene del adversario político, es una caricia al alma. Escuché una de las cosas más interesantes de mi padre viniendo de la boca del presidente Tabaré Vázquez. Así que agradezco a la familia por ese momento y a todos los frenteamplistas.

Para terminar, quiero reproducir una frase que dijo en un programa televisivo: «Quiero que me recuerden como un presidente serio y responsable y como un presidente que hizo el máximo de sus esfuerzos por cumplir con los compromisos asumidos en campaña electoral».

Muchas gracias.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- La Mesa quiere despedir al presidente de la república, quien ya nos había adelantado que debía retirarse. Agradecemos su presencia en este homenaje de la Asamblea General.

A su vez, queremos mencionar la presencia del intendente de Canelones, porque no habíamos tenido la oportunidad de hacerlo. También queremos decirles –si bien tenía aquí previsto un asiento, veo que está peleando con las funcionarias de protocolo– que nuestro queridísimo Enrique Iglesias está presente en las barras homenajeando al doctor Tabaré Vázquez.

(Aplausos en la sala y en la barra).

Tiene la palabra el señor legislador Eduardo Bonomi.

SEÑOR BONOMI.- Muchas gracias, señora presidenta.

Aunque se retiró, saludo al señor presidente en ejercicio, a los presidentes que cumplieron su mandato y especialmente a la familia de Tabaré Vázquez. Agradezco a todos los presentes.

«Somos enanos en hombros de gigantes», solía decir Tabaré. Sin embargo, hay quienes creen que los que tienen las máximas responsabilidades en un país –así como los principales dirigentes políticos– las tienen porque ellos crearon las condiciones que los pusieron al frente de los acontecimientos, y suelen acariciar el alma a sus personajes preferidos repitiéndoselo una y otra vez. Algunos se lo creen; Tabaré Vázquez, no. Por eso, su frase: «Somos enanos en hombros de gigantes». Sabía que fueron las circunstancias colectivas e históricas las que lo pusieron al frente de una correntada tan fuerte como la que llevó al Frente Amplio a ganar en primera vuelta las elecciones de 2004, y luego en los balotajes de 2009 y 2014, después de que en 1999 y durante lo que va del siglo XXI se transformara en la primera fuerza política de este Uruguay. No son los grandes personajes de la historia los que crean las circunstancias y los acontecimientos colectivos que terminan modificando el devenir; son los grandes colectivos, el accionar de los contingentes humanos, los que crean esas condiciones.

La historia no se equivoca. Cuando los hechos colectivos son absolutamente representativos de los más amplios sectores populares –como se pudo observar en la lucha y en los grandes actos del Frente Amplio, desde el 26 de marzo de 1971 a los actos de 2004, 2009 y 2014, previos a las elecciones y luego de haberlas ganado–, los personajes que en hombros de gigantes llegaron a tener las mayores responsabilidades tenían que pertenecer, necesariamente, a los más vastos sectores del pueblo para poder representarlo.

Los antecedentes de Tabaré Vázquez hablan por sí solos: su padre fue un dirigente sindical de Ancap, preso durante la huelga de los cincuenta, que se casó muy tempranamente para que su esposa dejara de trabajar, como lo hacía desde niña, de empleada doméstica. Tuvo un hijo mayor que fue mecánico tornero y trabajador de Ancap; una hija costurera que ayudaba a sostener la familia en épocas difíciles; otra hija que ayudaba a la madre a mantener la casa: lavaban la ropa a mano y la tendían en un alambre en el fondo o la ponían a blanquearse en el pasto. Los gurises se bañaban en un latón con el agua calentada a Primus o muchas veces al sol. Hubo un hijo menor que fue militante sindical de la Salud Pública y estuvo preso desde 1972 en adelante.

Tabaré se crio en un barrio obrero, cuando el barrio era la extensión de la familia y trabajar tempranamente era una necesidad ineludible. Se enseñaban y aprendían valores de trabajo, solidaridad y compañerismo, y lo peor que se podía ser era ser un carnero.

Las marchas de los 1.º de Mayo de los obreros frigoríficos, las huelgas frigoríficas, con dura represión policial y militar, formaban parte del aprendizaje adquirido. Los hijos de los trabajadores en huelga iban a tomar la leche en la casa de algún compañerito de clase cuyos padres pertenecían a un sindicato que no estaba en huelga. Los comerciantes les fiaban a los trabajadores hasta que volvieran a trabajar y pudieran pagar.

Tabaré concurrió a la escuela Yugoeslavia –pública–, y luego al liceo Bauzá y al Liceo n.º 11 del Cerro.

Fue fundador de El Arbolito y muy comprometido con el club Progreso. Fue su presidente cuando salió campeón uruguayo en 1989.

Es una historia de barrio, de la posguerra, de familias de inmigrantes corridos de Europa por el hambre y por las guerras, de pobreza con dignidad, historias de trabajadores que podían pensar en un futuro hecho de los esfuerzos de un ahora siempre presente, de transmisión de valores, de cultura de trabajo, de la humildad y la rebeldía, donde la palabra valía más que la firma y un apretón de manos era para toda la vida y donde la injusticia y la traición no se perdonaban. Nadie era más que nadie, pero tampoco, menos.

Siempre hubo una respuesta para la prepotencia del de arriba: más solidaridad, más compañerismo, más lucha, donde el honor, el honor del pobre que se rebela, vale más que la vida.

María Auxiliadora, empleada de la Caja de Profesionales, vecina de La Teja, fue quien impulsó a Tabaré para que retomara los estudios y quien lo apoyó para que pudiera estar afuera del país, especializándose en Francia y en Israel.

Se recibió de médico para ejercer la profesión y no para colgar el título como un lindo adorno en un living o en un despacho, hasta transformarse en el oncólogo de prestigio que fue después, sin olvidarse nunca de sus amigos del barrio: los que lo sorprendieron yendo al hospital cuando dio su último examen, al punto de que años después seguía contando la anécdota de uno de ellos, el Pistola Marsicano, quien le preguntó durante el examen, con una túnica puesta: «¿Está todo bien, Tabita?».

Hizo política de camisa arremangada, casa a casa, conocedor de los problemas de la gente, con lenguaje claro y comprometido con los más necesitados. Cumplidor de sus compromisos: «Delo por hecho», decía en la campaña por la Intendencia Municipal de Montevideo en el año 1989, en la que afirmaba que entre tapar un pozo y darle de comer a un niño, le daba de comer a un niño. Por eso, Tabaré trató de gobernar lo más cerquita posible del pelotón y del camión de los rezagados, para que no siguieran retrasándose cada vez más en la carrera de la vida.

El Frente Amplio en 1971, en 1984 y en 1989 alcanzó aproximadamente el 20 % de los votantes; con Tabaré como candidato, en 1994 alcanzó el 30 % y en 1999, el 40 %, y se transformó en la primera fuerza política del país, lugar que todavía ocupa.

Fue el primer intendente y el primer presidente de izquierda; volvió a serlo por segunda vez y, en el balotaje de 2014, alcanzó el 56 % de los votos válidos.

Como oncólogo sabía muy bien el tiempo que le quedaba por delante, y se despidió de todos nosotros en su barrio, entre los suyos, en otro acto descomunal e inolvidable. Nos dijo: «No te rindas», y ustedes me permitirán que lo repita acá, para que sus palabras suenen una vez más en este recinto:

No te rindas, por favor no cedas

Aunque el frío queme

Aunque el miedo muerda

Aunque el sol se esconda

Y se calle el viento

Aún hay fuego en tu alma

Aún hay vida en tus sueños

No te rindas, que la vida es eso

Continuar el viaje

Perseguir tus sueños

Destrabar el tiempo

Correr los escombros

Y destapar el cielo

Vivir la vida y aceptar el reto

Recuperar la risa, ensayar el canto

Bajar la guardia y extender las manos

Desplegar las alas e intentar de nuevo

Celebrar la vida y retomar los cielos.

Eso fue un legado y un compromiso, y los frenteamplistas no nos rendimos, Tabaré: acá estamos, junto al pueblo, cerquita del pelotón, siempre, y seguimos peleando para reencontrar una sociedad más justa y solidaria, hasta que un día, pronto, cuando empiece a amanecer y a clarear el horizonte, se comience a divisar el negro perfil del monte y volvamos a decir nuevamente: «Festejen, uruguayos, festejen, que la victoria es de ustedes».

Muchas gracias, señora presidenta.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor legislador Guillermo Domenech.

SEÑOR DOMENECH.- Señores expresidentes, autoridades nacionales y departamentales; compañeros legisladores, y quienes seguramente constituyeron el bien más preciado del doctor Vázquez, la familia Vázquez Delgado: tuve el privilegio de desempeñarme casi treinta años como escribano de gobierno, lo que me permitió conocer y tratar a todos los expresidentes, desde la restauración de la democracia en Uruguay. Todos ellos, sin duda, constituyen motivo de honor para los compatriotas. Entre ellos, trabajé con el doctor Tabaré Vázquez durante sus dos presidencias y, por ello, en nombre de Cabildo Abierto me sumo, de corazón, al homenaje que la Asamblea General le rinde al extinto presidente.

En el día de hoy quiero señalar algunas actitudes del doctor Vázquez, que debo reconocer que en algún caso me sorprendieron, pero que me pusieron en evidencia que aun en la discrepancia política es posible encontrar preocupaciones y soluciones compartibles.

En primer lugar, destaquemos que, seguramente, en su calidad de médico oncólogo el doctor Vázquez se vio impulsado a llevar a cabo en Uruguay políticas públicas antitabaco, convirtiendo al país en el primer estado libre de humo de tabaco de las Américas y el séptimo a nivel mundial, según el Decreto n.º 268/005.

A su vez, mediante la Ley n.º 18.256, que impulsó, se prohibió fumar en lugares cerrados, públicos o privados, se limitó la publicidad en puntos de venta y se prohibió cualquier forma de publicidad, promoción y patrocinio de productos de tabaco. Impuso la regla de la presentación única, por la que las empresas deben ceñirse a una única versión del producto por marca comercial de cigarrillos, evitándose denominaciones como «liviano» o «suave», que resultan imprecisas.

Por otro lado, impuso la regla del 80/80, por lo que debe incluirse una advertencia sanitaria en el 80 % –en la parte frontal y posterior– de la cajilla de cigarrillos, con manifestaciones de los efectos nocivos del consumo de este producto, de acuerdo con lo que establece el Decreto n.º 287/009.

Esta última medida determinó que una tabacalera internacional presentara contra nuestro país, en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones del Banco Mundial, una demanda invocando el Tratado de Fomento y Protección Recíproca de Inversiones entre Uruguay y Suiza.

En defensa del país el doctor Vázquez expuso ante la Asamblea General de la ONU, en 2016, que dicha demanda estaba dirigida a castigar a un pequeño país que se proponía controlar el consumo de tabaco en defensa de la salud de su población, con lo que se pretendía tener una actitud ejemplarizante con otros países que pudieran aprobar políticas similares. La actuación de Uruguay resultó exitosa, y el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias, finalmente, falló que las medidas impugnadas fueron un ejercicio válido del poder de policía de Uruguay en protección de la salud pública.

Debemos destacar que esta actitud del homenajeado supuso una efectiva defensa de la salud de nuestros compatriotas, que el país debe reconocer y recordar, porque no solo se obró en beneficio de la salud pública, sino que además se defendió exitosa e hidalgamente la soberanía nacional.

Señalemos, aunque más no sea al pasar, los riesgos que implican tratados como el que aludimos, que someten al país a tribunales arbitrales en los que los países solo pueden comparecer como demandados, sin posibilidades, a su vez, de demandar o reconvenir, en los que se declina la jurisdicción nacional y se conviene que los laudos serán inapelables.

Quiero destacar que un magistrado nacional, el doctor Alejandro Recarey, en la Revista Judicatura, de noviembre de 2021, ha escrito un interesante trabajo sobre esta temática jurídica, concluyendo: «Se está progresivamente desarrollando una suerte de derecho corporativo antisoberanista (en beneficio sustancial de empresas multinacionales), con ilícita sanción estatal. Impulso que obliga de la magistratura defensora del Estado de Derecho (e incluso a la Academia) a agudizar su ingenio a la hora de crear contramedidas constitucionales».

Las resultancias del diferendo fortalecieron una política antitabaco que compartimos y que ha sido espontáneamente aceptada por la enorme mayoría de la población del país y, además, proyectaron al Uruguay en el campo del Derecho Internacional como un país que hace valer sus derechos y no se arredra frente a poderosos intereses internacionales.

En segundo lugar, digamos que el doctor Tabaré Vázquez se caracterizó siempre por la bonhomía de su trato –un amigo me decía: «A él se le podía aplicar aquello de mano de hierro en guante de seda»–, por tener un carácter conciliador, por ser una persona dispuesta a escuchar razones, que podían discrepar con las suyas. Pero también fue un hombre que supo sostener sus ideas y principios más allá de compromisos políticos y conveniencias partidarias, y así lo demostró al oponerse, durante su gobierno, a la ley que despenalizaba el aborto. El doctor Vázquez, asumiendo la dificultad de oponerse a significativas mayorías de su propio partido, durante su gobierno vetó la legislación que despenalizaba el aborto, lo que no fue acompañado, ni siquiera, por gran parte de sus propios ministros.

El doctor Vázquez cumplió con su palabra empeñada antes de la sanción legislativa del proyecto de ley, ya que había asegurado que vetaría la ley de salud sexual y reproductiva si era aprobada en el Parlamento.

En tal sentido, el presidente, en su oportunidad manifestó: «La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia».

Y agregó: «En los modernos sistemas jurídicos –incluido el nuestro– el ADN se ha transformado en la prueba reina para determinar la identidad de las personas, independientemente de su edad, e incluso en hipótesis de devastación, o sea, cuando prácticamente ya no queda nada del ser humano, aun luego de mucho tiempo».

A su vez, en su fundamentación jurídica, el mandatario citó en dicha oportunidad la Constitución nacional y el inciso primero del artículo 4.º del Pacto de San José de Costa Rica, ratificado por nuestro país. Esa disposición señala: «Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente».

El veto a la ley sobre el aborto, durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez, se produjo el 13 de noviembre de 2008, y solo logró que lo acompañara en la firma del decreto la entonces ministra de Salud Pública.

El siguiente 24 de noviembre, en carta dirigida al Comité Central del Partido Socialista, solicitó la baja de dicho partido tras veinticinco años de militancia, trascendiendo que justificó dicha desafiliación, exclusivamente, en las diferencias que sobre el aborto mantenía con la dirección socialista.

Con anterioridad, en julio de 2007, con motivo de una nota publicada en la prensa escrita, el doctor Vázquez resolvió establecer en la página de la Presidencia de la República un texto que expresaba: «Ante las versiones de prensa que establecen que legisladores de todos los partidos y entorno de Vázquez negocian alternativas al proyecto de la despenalización del aborto, el presidente de la república reitera a la opinión pública lo que ya ha expresado en más de una oportunidad: que no tiene voceros, emisarios, operadores ni herederos políticos. Cualquier versión en contrario no se ajusta a la realidad. Con relación al tema en cuestión, no ha recibido ningún planteo en los últimos meses, y su posición sobre el mismo no ha cambiado ni se modificará».

En definitiva, nuestro homenajeado obró de acuerdo a sus personales y profundas convicciones en la materia, debiendo enfrentar intereses económicos y políticos opuestos a esta visión defensora de la vida, que cuenta con enemigos en lo nacional y en lo internacional.

Oportunamente, el doctor Vázquez, refiriéndose a este tema, fundó su posición en la materia señalando que en algún momento –como nos ha pasado a varios– vivió una experiencia que le hizo cambiar radicalmente su opinión originaria favorable al aborto. Así expresó en el libro Crónica de un mal amigo, que un episodio de su vida profesional, porque a una paciente oncológica, a quien aconsejó hacerse un aborto, la reencontró luego de un tiempo ya curada de cáncer y con un niño de cinco años, fue el motivo que lo obligó a modificar su postura sobre el punto. La paciente había desestimado su consejo y el caso le sirvió a nuestro homenajeado para cambiar de opinión respecto a la interrupción del embarazo.

En tercer lugar, digamos que el doctor Vázquez expresó en su momento: «Es deseo, seguramente, de la enorme mayoría de los uruguayos que podamos avanzar hacia el futuro en un terreno de reconciliación y de reencuentro de todos los uruguayos para que todos juntos no solo busquemos darles mejores condiciones de vida a nuestros compatriotas, sino para que todos asumamos que estos tristes y negativos hechos que han sucedido en este país nunca más vuelvan a suceder. Como lo dijimos desde la escalinata del Palacio Legislativo, la noche del 1.º de marzo del 2005: Nunca más un hermano contra otro hermano en este país. Esto no implica –cuando buscamos un día para reafirmar ese compromiso de todos los uruguayos hacia el futuro de paz y de reencuentro– borrar el pasado, ni implica siquiera modificar uno solo de los días estipulados como feriados en nuestro país.

Los días feriados laborables, seguirán siendo días feriados laborables; los días feriados no laborables y pagos seguirán siendo días feriados no laborables y pagos, y el 19 de junio seguirá siendo el día donde los uruguayos conmemoraremos el nacimiento de nuestro prócer, de don José Gervasio Artigas. El 19 de junio es ese día, ni más ni menos. El padre de la patria; sí, señor. Pero ese día, que es un día de encuentro de la mayoría de los uruguayos con sus raíces, debe ser el día del compromiso a que nunca más sucedan hechos de intolerancia y violencia entre los ciudadanos uruguayos. Y no fue elegido al azar ese día. Se dice que el día del nacimiento de una persona –en este caso, nuestro prócer– es un hecho fortuito, un hecho del azar, y es cierto; como es un hecho del azar que cada uno de los que estamos en esta sala y quienes nos están viendo y escuchando también somos un hecho fortuito. Fue un óvulo rodeado por millones de espermatozoides el que al permitir la entrada de un solo espermatozoide que crea esta persona o a esa persona, o a quienes aquí estamos».

Continuamos señalando que el doctor Vázquez manifestó: «El nacer es un hecho del azar, salvo que exista un parto inducido o se realice una cesárea por necesidad o por elección. Pero después que se nace, ese día, ya no es más un azar, es una realidad. Y Artigas nació un 19 de junio, y ese día no es por azar; el 19 de junio que conmemoramos el nacimiento de nuestro prócer con el nacimiento de nuestra patria, con el nacimiento de nuestro prócer».

Nuestro homenajeado continuó expresando: «Por tanto, el 19 de junio es el día que tiene esencialmente el germen del surgimiento de este país, y tiene a la máxima personalidad de entre todos nosotros que nos permite asumir definitivamente el compromiso del nunca más. Y este es el sentido que le queremos dar a ese día, conmemorar el natalicio de nuestro prócer, como corresponde, pero asumir ante él y ante todos los uruguayos, los que ya pasaron, los que estamos y los que vendrán, que nunca más en nuestro país se levantará un hermano contra un hermano y que todos juntos tendremos que trabajar para lograr la mejor calidad de vida para todos los uruguayos».

También coincidimos con todos y cada uno de los conceptos expresados por el doctor Vázquez, que estamos seguros comparte la inmensa mayoría de nuestros compatriotas, que rechazan a quienes trafican con el odio por motivos ideológicos y, aun peor, por estímulos económicos.

Por último, queremos señalar que, en reportaje político, al preguntársele si el terrorismo político y el terrorismo de Estado tenían la misma entidad, respondió: «El Estado uruguayo tiene que asumir que todas son víctimas». Agrega: «Si usted está de presidente de un país tiene que pensar en el Estado en su conjunto, en la sociedad en su conjunto, en la gente en su conjunto».

Y finaliza diciendo, ante la pregunta sobre si la visión de que unas de las víctimas no eran iguales a las otras: «Sí, pero para las madres, las hermanas, los padres, los hijos de los que fallecieron, el dolor fue seguramente el mismo».

Ayer y hoy estuvimos de acuerdo con la posición del exmandatario fallecido en los temas comentados, y en el día de la fecha, a poco tiempo de su desaparición física, y salvando nuestras diferencias, queremos resaltar las concordancias del pasado que, quizá, nos permitan iluminar el futuro.

Quiero, por último, recordar que, habiendo sido invitado al Congreso Internacional sobre la Vigencia del Pensamiento de Rodó –hoy, precisamente, acabamos de aprobar un proyecto de ley estableciendo el Día de Ariel–, el doctor Vázquez se hizo presente. Anunció que no iba a hablar, puesto que él solía repetir aquello de que el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, pero en determinado momento fue tal el entusiasmo que le generaron las exposiciones sobre el pensamiento de Rodó, que repitió prácticamente de memoria La despedida de Gorgias, y con el célebre escritor y con el personaje de la parábola terminó diciendo: «¡Por quien me venza con honor en vosotros!».

Muchas gracias.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor legislador Luis González.

SEÑOR GONZÁLEZ.- Señora presidenta de la Asamblea General; señores expresidentes; autoridades nacionales y departamentales; señores legisladores; familia del doctor Vázquez, y demás público presente: quiero decir, en nombre del Partido Independiente, que se suma con total respeto a este homenaje que se hace al doctor Tabaré Vázquez.

Para no reiterar ya conceptos vertidos por todos los legisladores preopinantes e, independientemente de estar de acuerdo o en desacuerdo con su ideología política, con sus ideas políticas, quiero decir que ante todo estamos homenajeando a un demócrata, a un republicano, y eso no es poco decir. Estamos homenajeando a alguien que tuvo la posibilidad de ser dos veces presidente de la república y lo hizo respetando la normativa legal, respetando la Constitución y la institucionalidad, y respetando también –como corresponde– a este Parlamento.

Al mismo tiempo, este homenaje al doctor Vázquez también es un saludo y un homenaje a la democracia uruguaya o, mejor dicho, al sistema democrático uruguayo, que orgullosamente y desde hace muchos años puede mostrar al mundo las oportunidades que se dan en este país para sus hijos.

El doctor Vázquez –como ya se ha dicho aquí– venía de una familia de trabajadores. Pudo cursar toda su educación en la enseñanza pública. Se recibió de médico, fue un oncólogo de muchísimo prestigio, dos veces intendente y dos veces presidente de la república. Eso realmente es algo que, como uruguayos y como legisladores, debemos permanentemente mostrar al mundo, porque es un orgullo muy profundo para todos nosotros.

En el Uruguay se tienen las mismas oportunidades se nazca donde se nazca, se crea lo que se crea y se profese la religión que se profese. No es necesario pertenecer ni a un sector político, ni a un sector social ni a una casta determinada para poder llegar, como en el caso del doctor Vázquez, a la máxima investidura que da nuestro país.

Por lo expresado anteriormente, reitero que nos sumamos con respeto a este homenaje y saludamos a la familia del doctor Vázquez, a sus amigos, al sistema político en general y, en especial, a su colectividad, el Frente Amplio, del que siempre estuvo muy orgulloso de pertenecer.

Gracias, señora presidenta.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra la señora legisladora Ana Olivera.

SEÑORA OLIVERA PESSANO.- Más allá de que es reiterado, quiero saludar a la querida familia, a los distintos equipos, a los expresidentes aquí presentes, a las autoridades y muchos amigos y amigas.

Es muy difícil, sinceramente, hablar de Tabaré Vázquez sin emocionarse, aun sabiendo que está entre nosotros, entre nosotras, cotidianamente. ¿Y sabe, señora presidenta? Lo peor de todo es honrarlo sin que parezca un homenaje, porque los homenajes no le gustaban.

Se ha hablado de los orígenes de Tabaré, del hijo de un obrero que llegó a ser un brillante médico, trabajando y estudiando al mismo tiempo, de una vida de esfuerzos de él y de su familia; de una vida con un profundo sentido de lo colectivo.

Seguro que tiene que ver con sus circunstancias, con el sentir de ese grupo de chiquilines primero, de jóvenes después, que se nucleaban en torno de un transparente, que luego dio nombre al Club Social y Deportivo Arbolito. Nunca fue un club cualquiera, su seña de identidad fue la solidaridad, y Tabaré Vázquez fue uno de sus fundadores, con el sentido de brindar servicio al barrio.

Quizás, uno de los momentos más importantes para el propio Tabaré fue el 5 de diciembre de 1965, cuando se inauguró la policlínica del querido Arbolito, con cinco médicos honorarios, con atención y remedios –como decíamos antes– gratuitos; con una red de solidaridad que iba desde los visitadores médicos al cuerpo médico de Ancap.

A principios de los setenta, Tabaré fue presidente del club y, por supuesto, también se organizaba el carnaval con entrada gratis. Podías encontrar al Pistola o a Lirio Marsicano, al Chiche o a él mismo clavando los tablones. De noche actuaban Los Sandros, con Jaimito Muñoz, de la misma vieja barra de la esquina. ¿Por qué los nombro? Siempre se dice que Tabaré no venía del mundo de la política. En realidad, esa es una concepción de la política acotada, estrecha. Ese grupo de muchachos y otros más que eran de diversos sectores, que discutían acaloradamente desde diversas posiciones de izquierda, se consideraban, además, militantes sociales. Tenían una honda concepción de la justicia social, sentían como propio el sufrimiento del prójimo; tenían sentido de pertenencia, se sabían fuertes trabajando juntos, en equipo. Así fue Tabaré Vázquez, un hombre al que le gustaba jugar en equipo y que al mismo tiempo trasuntaba confianza en sus diversos equipos.

Me gustaría más hablar de ese entorno barrial, de amigos que lo fueron toda una vida, de un barrio, La Teja, que le dio identidad y, a su vez, él es hoy parte de la identidad del barrio.

También me gustaría hablar de la familia Vázquez Delgado, porque hablar de Tabaré es hablar de Mary, de María Auxiliadora Delgado –con mayúscula–, de sus hijos, nietos y nietas, su orgullo.

Podría hablar del médico oncólogo, que sobre todo les daba paz a sus pacientes. La gente se desvivía por atenderse con él; generaba confianza. En realidad, ese muchacho de barrio, el mejor Tabaré, transmitía paz. Hasta cuando se enojaba daba tranquilidad. Cuando decía que se iba a poner –entre comillas, lo cito– «los botines de fútbol con tapones», quería decir que iba a dar la pelea por sus convicciones en toda la cancha y también transmitía tranquilidad.

Ese muchacho de La Teja, presidente del Arbolito, de Progreso, brillante oncólogo, grado 5, tesorero de la Comisión Nacional Pro Referéndum contra la ley de caducidad, fue quien encabezó el primer gobierno del Frente Amplio, de la izquierda, al ganar en 1989 la Intendencia de Montevideo. Para muchos fue una victoria inicialmente impensada, acompañando la fórmula presidencial de nuestros queridos general Líber Seregni y Danilo Astori.

Los que estuvieron en las gestiones para su candidatura –a algunos los vi por acá– dicen que se la debemos a Mariano Arana: «¿Y por qué no este muchacho?». Es como si escucháramos a Mariano.

Tabaré siempre decía que había que gobernar con el programa de gobierno en una mano y la Constitución en la otra, y así lo hizo.

El programa de gobierno de 1989 encerraba una parte sustantiva de la concepción del Frente Amplio: la de profundizar la democracia a partir de la herramienta de la descentralización, pero no cualquier descentralización, con apellido, con participación ciudadana, al mismo tiempo que se proponía acercar los servicios a vecinas y vecinos a partir de la desconcentración.

Esta propuesta programática fue propicia para una campaña distinta, la de recorrer barrio a barrio y conversar con la ciudadanía, con el pueblo y, sobre todo, escuchar a las personas y a las organizaciones sociales de todo tipo. Tabaré Vázquez se sentía cómodo en este mano a mano, encajaba con la vocación de servicio de toda su vida. Son imborrables el diálogo con la gente del Villa o con Pelusa en Isla de Gaspar. Era una campaña en la que en la medida en que la figura del candidato crecía, que lograba entablar ese diálogo en una suerte, quizás, de médico-paciente con buena parte de la sociedad y con algunos sectores en los que el Frente tenía menos llegada, también crecía la campaña del miedo por un posible triunfo del Frente Amplio.

Se afirmaba que se asistiría al caos y desde algún diario, consecuente, sin duda alguna, se le reclamaba casi que la fe democrática, por ir con tupamaros y comunistas. Solo algunas frases: «Los propósitos de hacer de la Intendencia de Montevideo una sucursal marxista»; «Trinchera de acción contra los gobiernos que el pueblo elige»; «Semillero de odios»; y eran plumas conocidas.

Por supuesto, tuvo la respuesta adecuada. Sí, el candidato sorprendió a los adversarios y a muchos dentro del propio Frente Amplio, pero de lo que no cabía duda era que sus convicciones eran las de nuestro Frente, que sabía –como muchas veces lo repetía– que éramos una fuerza política que venía de lejos.

Esas caminatas, las recorridas, el diálogo en los distintos barrios de Montevideo fueron la tónica de un proceso de descentralización del que estaba convencido y por eso dio debates en todos los ámbitos.

Era imprescindible llegar a acuerdos –aquí lo recordaba el senador Penadés–, dialogar. La propuesta de descentralización generaba temores, en particular, la participación ciudadana. Al mismo tiempo, no se debía perder el impulso de los vecinos que se sentían convocados a ser protagonistas de la gestión pública, sin distinción de colores partidarios.

Inolvidable es aquel 1990 en el que Tabaré y el equipo de gobierno de aquel momento recibieron en 18 asambleas, luego de un hermoso desafío de debate en los barrios, una interminable lista ordenada de demandas, el primer presupuesto participativo, hace treinta años, con toda la épica de lo fundacional; el presupuesto participativo que, de manera mucho más sofisticada, votarán los vecinos de Montevideo el próximo domingo.

No pretendo hacer un tratado –nadie se asuste– sobre la descentralización, la participación ciudadana y el protagonismo popular, sino señalar el convencimiento de Tabaré de que este era el camino de profundizar la democracia, de transferir poder. Para esto, no alcanzaba con tenerlo escrito en un programa: se requería decisión política y esta estuvo; la misma decisión política que para entender que Montevideo debía encarar un conjunto de políticas sociales y que ellas también contribuían a la participación de los vecinos. Las necesidades eran muchas y, por lo tanto, Tabaré repetía que, si tenía que elegir entre tapar un pozo y dar un vaso de leche a un niño, elegía dar el vaso de leche.

Aunque parezca obvio, no hubo caos en Montevideo, hubo equipo, responsabilidad, planificación, resultados, compromiso y mucho diálogo con las y los montevideanos.

Esa misma convicción sobre el rol de la descentralización hizo que frente a las elecciones de 1999 le planteara a un equipo amplio de colaboradores que comenzara a pensar en la descentralización nacional, al mismo tiempo que otros y otras pensaban en la necesidad de un Plan Nacional de Emergencia Social. Y estoy hablando de 1999. Lamentablemente, para el país, para el pueblo uruguayo, la crisis hizo eclosión en 2002.

Por lo tanto, el abordaje de la crisis no se improvisó: el Frente Amplio venía trabajando y proponiendo soluciones para la situación de emergencia desde hacía tiempo.

Cuando Tabaré presentó el Uruguay Social, en 2004, había incertidumbres, pero existía la certeza de la fuerza política que él encabezaba de que lo primero era abordar la situación del millón de personas en situación de pobreza, había que asistir en la emergencia. En esta tarea puso recursos, energía y, como lo hacía siempre, confianza en los equipos, porque era una tarea de muchos y muchas, con la sociedad, en todo el país.

Las campañas con Tabaré siempre fueron pueblo a pueblo, barrio a barrio. La gestión con Tabaré siempre fue pueblo a pueblo, barrio a barrio. El conocimiento de los problemas directamente alimentaba su olfato de hombre de pueblo para las soluciones.

Su visión de profundizar la democracia, de democratizar la sociedad y de justicia social, en definitiva, estuvo presente en el Plan Ceibal y en el Plan Ibirapitá; estuvo en el Plan de Equidad, aunque no nos gustaba el nombre, cuyos contenidos permitieron el acceso universal a la salud –¡nunca más carné de pobre, señora presidenta!–, la seguridad social como un derecho, las nuevas asignaciones familiares y la asistencia a la vejez, que hoy no sabemos cuál será su destino. También fue necesario este primer gobierno nacional con Tabaré Vázquez presidente para encabezar el proceso de descentralización nacional con una ley: la Ley de Descentralización y Participación Ciudadana. Los gobiernos locales electivos, para muchos, desde 1990, eran un sueño largamente acariciado.

No quiero culminar estas palabras sin explicitar la confianza que siempre depositó en sus equipos. No le molestaban las opiniones distintas, muchas veces las provocaba antes de tomar una decisión. A veces, adelantaba su opinión; otras, la daba al final de la discusión.

¡Claro que no podemos aprisionar a Tabaré en una fotografía! El último Tabaré se reía de sí mismo, recordando sus primeros años, cuando le decían, con sus paseos en el escenario, que parecía Jimmy Swaggart.

Por las dudas, no estoy hablando de un hombre perfecto, estoy hablando de un ser humano siempre comprometido con su pueblo, en el acierto o en el error.

Unas palabras nada más sobre su relación con el Partido Comunista de Uruguay: un vínculo franco, fluido, leal, en los acuerdos y en los desacuerdos, desde el despacho municipal, pasando por el consultorio, el Frente, Buschental o Suárez chico. Eso sí, nunca nos pidió firmar algo que violentara nuestras convicciones.

En 2005, aquí –y Liliam, la senadora Kechichian, también lo planteó y lo repito–, nos invitó de esta manera: «Los invito, desde mis sentimientos, mis convicciones y mis responsabilidades, a trabajar juntos en la construcción de un Uruguay donde nacer no sea un problema, donde ser joven no sea sospechoso, donde envejecer no sea una condena; un Uruguay donde la alimentación, la educación, la salud y el trabajo decente sean derechos de todos, y todos los días; un Uruguay confiado en sí mismo; un Uruguay que recupere su capacidad de soñar y de hacer sus sueños realidad».

Tabaré, hoy, en el mismo lugar, los frenteamplistas renovamos nuestro compromiso de todos los tiempos, con nuestro pueblo. ¡Sabremos cumplir!

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor legislador Enrique Rubio.

SEÑOR RUBIO.- Gracias, presidenta. Voy a tratar de ser muy breve.

Quiero, en primer lugar, reiterar el saludo a la familia y a todos los que han sido aludidos, y decir solamente algunas cosas.

En realidad, es muy difícil, para mí y para nosotros, hablar de Tabaré porque aún estamos muy cerca y muy dolidos, pero sabemos que la impronta de Tabaré perdurará como una marca profunda en la historia nacional, como ha perdurado la impronta de todos los que hicieron grandes transformaciones. Así sucedió con algunos políticos muy destacados, en los últimos dos siglos.

Ahora, yo quiero manifestar que, en primer lugar, Tabaré tuvo la capacidad de introducir la discontinuidad política; tuvo la capacidad de conducir a una fuerza histórica, que ahora cumple cincuenta años, y colocarla en condiciones de realizar las obras que había programado. Y lo hizo porque se identificó con ese programa, y se identificó como convicción, pero, fundamentalmente, porque tuvo la capacidad de convertirlo en obra de gobierno, y esto segundo es tan importante como lo primero.

Fue un político, para nosotros, que rompió todos los moldes, absolutamente original, y que nos sorprendió: sorprendió a sus huestes y sorprendió a sus adversarios. Esta condición de Tabaré tiene mucho que ver con el protagonismo y la incidencia que adquirió la izquierda bajo su liderazgo, y es, quizá, difícil de identificar –acá algún senador ha hecho ese ejercicio y coincido bastante– si no se trata de apreciar la originalidad del liderazgo de Tabaré. Yo creo que este liderazgo se apoyó en un conocimiento sin par de nosotros, de nosotros los uruguayos. Creo que su capacidad para forjar un vínculo, para meterse en el alma de las multitudes –como dicen algunos–, se forjó en el barrio, en el fútbol, en los campamentos y, principalmente, en el consultorio. En distintas circunstancias difíciles, incluso críticas, absolutamente críticas, muchas de ellas desconocidas, cuando la mayoría de los dirigentes opinábamos una cosa, Tabaré advertía otras señales e identificaba puntos de apoyo rápidamente para salir adelante. Cuando todos pensábamos que íbamos mal, Tabaré decía: «Vamos bien», y el que acertaba era Tabaré.

Esta cercanía con las emociones e ideas de los ciudadanos le permitió romper con la liturgia de la izquierda y hacerlo como la cosa más natural del mundo. Los actos y los discursos se alejaron rápidamente de la retórica practicada por décadas, y esta discontinuidad en el discurso nos sorprendió a todos. Esta cercanía en el coloquio, que lo colocaba en un escenario, en el que le hablaba a cada uno y cada uno creía que le hablaba a él y no que estaba diciendo un discurso en una tribuna, esta cercanía le habilitó a conducir en sintonía con la fuerza política, pero fundamentalmente con la gente, lo que le otorgó un amplio margen de maniobra desde el punto de vista político. Ese margen de maniobra le permitió hamacarse en distintas direcciones, sorprender, cometer errores, pero, fundamentalmente, acertar, y esto es, en política, lo más difícil.

Este estilo de conducción no es común, al menos no es replicable. Rara vez hizo lo previsible. Una de las peculiaridades centrales de Tabaré es que no hizo lo previsible, en muchísimas circunstancias. Cuando escuchaba una propuesta que no le convencía, la descartaba con un pequeño gesto, sin herir a nadie; ahora, cuando lo convencía, incorporaba la idea, todos los datos, y respondía en la puerta, en la conferencia de prensa, con la solvencia de quien ha estudiado toda la vida la cuestión. Es la aptitud de ir a lo esencial y comprenderlo de inmediato.

Tabaré en realidad habló poco; hizo discursos largos, pero habló poco, y mucho menos cuando fue gobernante. Fue fiel a la conocida frase que él reiteraba, de François Mitterrand, que expresa que cuando habla el presidente, habla la nación. O sea que desde este punto de vista fue el antimarketing. Y también fue notable su capacidad para el diseño estratégico, para sobreponerse en las derrotas, marcar un rumbo contra viento y marea y lograr el objetivo, desde lo más pequeño a lo más grande, desde la huelga de hambre de un uruguayo en la explanada de la Intendencia hasta el conflicto con Argentina.

Recuerdo la reunión en Chile –en el viaje al sudeste asiático–, en un punto crítico del conflicto con Argentina, a propósito de la planta de celulosa; se celebró en Santiago de Chile la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en noviembre de 2007 y estaba todo armado para un acuerdo, pero le quisieron mandar una delegación de cuarta. Tabaré pateó la mesa y allí se terminó. Esta audacia, este sentido de jugar y saber jugar fue una característica notable de Tabaré como dirigente político y como gobernante.

Igualmente, fue notable la persistencia en la persecución del objetivo, fuera el puente del Santa Lucía, el edificio del Sodre u otro de los huecos o de los monumentos que habían quedado del pasado, a veces reciente y a veces muy lejano.

Supo, como pocos, que el poder radica en la gente. Esto puede parecer una obviedad mayúscula, pero ponerlo en práctica no es nada sencillo, y Tabaré pudo.

Su sentido de responsabilidad, finalmente, no tuvo parangón. Estaba feliz en 2010 y 2014 en sus tareas internacionales, juntando a todas las corporaciones relacionadas con las enfermedades no trasmisibles, las que no habían sido incorporadas a los objetivos del milenio y de las cuales él sería su portavoz en Naciones Unidas. Por eso le ganó a Philip Morris, porque colocó la cuestión en la salud y no en la economía. Por ello en la reunión anual de Naciones Unidas, de setiembre de 2015, dio un discurso magistral sobre dichas enfermedades y lideró esa campaña a nivel mundial. Hoy estaría luchando y liderando una campaña para difundir en los países pobres los medicamentos genéricos que permiten combatir las pandemias que nos azotan.

Todo esto hace a una personalidad absolutamente singular, de la cual debemos estar, en conjunto, profundamente agradecidos los uruguayos, coincidamos con su programa o no.

Por último, en todo esto hubo mucho de ciencia, pero también de arte. La cuestión del método siempre se manifestó cuando tenía que resolver problemas nuevos incorporando una increíble cantidad de datos. Ahí aparecía el científico. Y la cuestión del arte fue relevante en el manejo del universo simbólico y gestual o de los poetas preferidos, tanto para relanzar el proyecto político como para admitir, comunicar y manejar la propia despedida; nada más difícil.

Fue una fuente inagotable en sus días iniciales, medios y finales; es una fuente inagotable de símbolos y no solo de obras que perdurarán para siempre en la memoria colectiva de los uruguayos.

Muchas gracias, Tabaré.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTA.- Para finalizar este homenaje les pedimos observar las pantallas porque vamos a emitir un video.

(Así se procede).

(Aplausos en la sala y en la barra).

4) LEVANTAMIENTO DE LA SESIÓN

SEÑORA PRESIDENTA.- Agradeciendo a todos quienes han asistido a este homenaje de la Asamblea General al doctor Tabaré Vázquez, damos por finalizada esta sesión.

(Así se hace. Son las 16:02).

BEATRIZ ARGIMÓN Presidenta

José Pedro Montero Secretario

Virginia Ortiz Secretaria

Andrea Páez Directora del Cuerpo Técnico de Taquigrafía de la Cámara de Representantes

Control División Diario de Sesiones del Senado

Diseño División Imprenta del Senado

Linea del pie de página
Montevideo, Uruguay. Poder Legislativo.