Retorno a página principal

N.º 9 - TOMO 101 - 1 DE DICIEMBRE DE 2021

REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

DIARIO DE SESIONES

DE LA

ASAMBLEA GENERAL

SEGUNDO PERÍODO ORDINARIO DE LA XLIX LEGISLATURA

9.ª SESIÓN

PRESIDEN BEATRIZ ARGIMÓN Presidenta

OSCAR ANDRADE Primer vicepresidente

ACTÚAN EN SECRETARÍA VIRGINIA ORTIZ Y LA PROSECRETARIA VICTORIA VERA

SUMARIO

1) Texto de la citación

2) Asistencia

3) Homenaje al exvicepresidente de la república doctor Gonzalo Aguirre Ramírez

– Manifestaciones de varios señores legisladores.

4) Levantamiento de la sesión

 1) TEXTO DE LA CITACIÓN

«Montevideo, 25 de noviembre de 2021

La ASAMBLEA GENERAL se reunirá en sesión extraordinaria el próximo miércoles 1.º de diciembre, a las 14:00, a fin rendir homenaje a la figura del señor exvicepresidente de la república doctor Gonzalo Aguirre Ramírez.

Victoria Vera Prosecretaria - Virginia Ortiz Secretaria».

2) ASISTENCIA

ASISTEN: los señores senadores Graciela Barrera, Mario Bergara, Graciela Bianchi, Verónica Bica, Rodrigo Blás, Sergio Botana, Carlos Camy, Germán Cardoso, Charles Carrera, Oscar Curutchet, Amanda Della Ventura, Guillermo Domenech, Raúl Giuria, Liliam Kechichian, Raúl Lozano, Guido Manini Ríos, Amin Niffouri, Liliana Queijo, Enrique Rubio, Uruguay Russi, Alejandro Sánchez, Carmen Sanguinetti, Jorge Saravia, Juan Straneo y Lucía Topolansky; y los señores representantes Rodrigo Albernaz, Jorge Alvear, Oscar Amigo, Sebastián Andújar, Fernanda Araújo, Gabriela Barreiro, Paulo Beck, Wilman Caballero, Daniel Caggiani, Cecilia Cairo, Sebastián Cal, Hugo Cámara, Nazmi Camargo, Elsa Capillera, Felipe Carballo, Armando Castaingdebat, Walter Cervini, Mario Enrique Colman, Álvaro Dastugue, Alfredo De Mattos, Bettiana Díaz, Eduardo Elinger, Omar Estévez, Lucía Etcheverry, María Fajardo, Marcelo Fernández, Gletel Ferrari, Joanna Fort, Lilián Galán, Luis Gallo, Gabriel Gianoli, Rodrigo Goñi, Claudia Hugo, Alexandra Inzaurralde, Miguel Irrazábal, Pedro Jisdonian, Margarita Libschitz, Eduardo Lorenzo, Nicolás Lorenzo, Eduardo Lust, Cristina Lustemberg, Daniel Martínez, Verónica Mato, Martín Melazzi, Constante Mendiondo, Rafael Menéndez, Nicolás Mesa, Sergio Mier, Juan Moreno, Gonzalo Mujica, Gerardo Núñez, Nancy Núñez, Ana María Olivera, Gustavo Olmos, Marne Osorio, Gabriel Otero, Ope Pasquet, Daniel Peña, Silvana Pérez, Álvaro Perrone, Ernesto Pitetta, Iván Posada, Javier Radiccioni, Nibia Reisch, Juan Martín Rodríguez, Carlos Rodríguez, Álvaro Rodríguez, Conrado Rodríguez, María Eugenia Roselló, Federico Ruiz, Sebastián Sabini, Martín Sodano, Carlos Gabino, Martín Tierno, Gabriel Tinaglini, Carmen Tort, Mariano Tucci, Sebastián Valdomir, Carlos Varela Nestier, César Vega, Nicolás Viera, Raúl Vilacoba, Álvaro Viviano y Gustavo Zubía.

FALTAN: con licencia, los señores senadores Carmen Asiaín, Danilo Astori, Eduardo Bonomi, Germán Coutinho, Sebastián Da Silva, Jorge Gandini, Silvia Nane, Daniel Olesker, Gustavo Penadés y Juan Sartori, y los señores representantes Ubaldo Aita, Cecilia Bottino, Diego Echeverría, Alfredo Fratti, Alfonso Lereté, José Carlos Mahía, Orquídea Minetti, Dardo Sánchez y Felipe Schipani; con aviso, los señores senadores Raúl Batlle, Pablo Lanz, Sandra Lazo y Gloria Rodríguez, y los señores representantes Eduardo Antonini, Rubén Bacigalupe, Gonzalo Civila, Milton Corbo, Valentina Dos Santos, Zulimar Ferreira, Virginia Fros, Daniel Gerhard, Nelson Larzábal, Álvaro Raúl Lima, Enzo Malán, Susana Pereyra, Javier Umpiérrez y Pablo Viana.

3) HOMENAJE AL EXVICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DOCTOR GONZALO AGUIRRE RAMÍREZ

SEÑORA PRESIDENTA.- Habiendo número, está abierta la sesión.

(Son las 14:13).

–La Asamblea General ha sido convocada a fin de rendir homenaje a quien fuera vicepresidente de la república, presidente de la Asamblea General y presidente de nuestro Senado, el doctor Gonzalo Aguirre Ramírez.

–Dando inicio al homenaje, tiene la palabra el señor legislador Giuria.

SEÑOR GIURIA.- Muchas gracias, señora presidenta.

Comprenderán los señores legisladores que es un alto honor poder participar y dirigirme a la Asamblea General en el homenaje al doctor Gonzalo Aguirre Ramírez.

En esta oportunidad sería un camino fácil poder recordarlo por su capacidad, por su oratoria, por su comunicación o por todas las facetas que adornaban a tan gran figura, pero como persona del Partido Nacional quiero ubicarlo también en su contexto, en lo que fue para nosotros en el partido, sin desconocer lo que fue para todo el país.

Había gente que, con sesenta, setenta u ochenta años había vivido toda la vida bajo el mandato de Gobiernos del Partido Colorado. Era muy difícil poner el sello, la impronta de la vocación de gobierno en la dirigencia del partido; sin embargo, siempre se mantuvo viva la llama del partido, de sus ideales, y así se fue construyendo, hasta que en 1958 aparece una generación que lleva el partido al Gobierno.

Quien homenajeamos en el día hoy había nacido el 25 de enero de 1940. Hay que ubicarlo en su entorno, en su país, en el mundo. El mundo en ese momento estaba en guerra, y el Uruguay era diferente.

Gonzalo Aguirre Ramírez fue una persona brillante desde niño. Para este homenaje me comuniqué con el señor Enrique González de Toro –presidente de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular– porque, sabiendo que Gonzalo había cursado toda la escuela y todo el liceo en el Elbio Fernández, le pregunté si en la institución había algún dato sobre él. Y me encontré con lo que imaginaba: ¡brillante desde niño! Siempre estuvo en el cuadro de honor del Elbio Fernández. Pero no solo eso; también era común que, en alguna de las fiestas patrias que se conmemorara en el año, Gonzalo hablara en nombre de los alumnos, en el patio mayor del Elbio Fernández. Eso estaba determinando la formación del joven Gonzalo Aguirre Ramírez.

Fue un muchacho que siempre vivió cosas positivas en el país, ya que con diez años festejó el triunfo de Maracaná, y era afín a todas las manifestaciones populares de este país: en el fútbol, de su querido Club Nacional de Football, y en el básquetbol, de Trouville. También era amante del tango y de la hípica; siempre estuvo vinculado a cuestiones populares.

Cuando a los dieciocho años vota por primera vez, su Partido Nacional llega al Gobierno. Acá se produce un cambio en la matriz, porque Gonzalo Aguirre Ramírez empieza a vivir a su partido en el Gobierno. Cuando en 1962 es convocada nuevamente la ciudadanía, el Partido Nacional vuelve a ejercer el gobierno del país. Comienza a formarse una nueva generación en la que Gonzalo es faro, luz, guía. Así comienza su vida política; obviamente, había nacido en el seno de una familia totalmente política.

En 1966, así como en 1971, vinieron otros gobiernos, hasta que en 1973 se produce el golpe de Estado.

Acá voy a estribar en algo que expresara el expresidente Lacalle Herrera en el entierro de Gonzalo al decir: «Estamos despidiendo a un patriota». La verdad es que, si analizamos la vida de Gonzalo y tenemos que ponerle una fecha de nacimiento al patriota, debe ser precisamente el 27 de junio de 1973, porque ahí pasa decididamente a trabajar por la recuperación de la democracia y la libertad en el país, tema nada menor y que para mí significa una de las grandes cosas: ver cómo la gente asumía el compromiso de trabajar y luchar por la recuperación de la democracia.

Luego, para funcionar, el partido toma el triunvirato y Gonzalo, junto con el doctor Fernando Oliú, es uno de sus secretarios.

Estamos viendo que durante todo este período Gonzalo siempre está en la primera línea, trabajando de esa manera por la libertad.

Después de todos estos episodios –que podríamos seguir enumerando y que le costaron pasar mal en su vida personal porque le inhabilitaron el título y no podía ejercer su profesión–, ante situaciones muy difíciles vividas en el país, en lugar de amilanarse redobla su esfuerzo, su militancia; el patriota, lejos de intimidarse, cada vez avanza más.

Entre episodios muy destacables nos acercamos a 1980, cuando se produce la manifestación de lo que se conoce como el triunfo del no a la reforma planteada en ese momento. En ella tuvo una participación muy pero muy importante, junto con el doctor Jorge Batlle.

En ese momento, como los partidos políticos no estaban permitidos –sus funciones habían sido suspendidas–, se decía que no se haría la cuarta acta y que tampoco habría presencia de delegados en los circuitos. Sin embargo, la actuación recibió el apoyo de la Corte Electoral, que en esa época estaba intervenida por tres personas: Nicolás Storace, Camilo Pereyra Urueña y Ricardo Cerro. Ellos entendieron la posición y estuvieron de acuerdo en mantener la cuarta acta porque, si bien no había partidos políticos, había dos opciones: la del sí y la del no, y todos debían tener la seguridad y la tranquilidad de contar con esa cuarta acta y con un delegado. Más allá de cierta oposición, se buscó una suerte de ingeniería y no se le llamó «delegado», sino mero «observador», pero hay que recordar que esto fue fundamental para llevar la tranquilidad a todos los que estábamos viviendo ese momento y queríamos transparencia. Por suerte, la hubo, y se coronó con el triunfo del no.

Como vemos, en todos los episodios importantes de la vida del país está presente el trabajo de Gonzalo.

Llegamos a la elección interna de los partidos políticos, momento en el que participa en lo que se conoce como ACF dentro del Partido Nacional. Aquí pasa a trabajar en el Movimiento Nacional de Rocha, que se integra con el Movimiento por la Patria, y juntos logran un triunfo muy importante dentro de la interna del Partido Nacional. Lógicamente, él actúa como secretario del directorio presidido por don Juan Pivel Devoto.

Todas estas cosas acercan al país cada vez más a una posible reconquista de la libertad, y así llegamos al último domingo de noviembre de 1983. Hace pocos días recordábamos el trigésimo octavo aniversario del Acto del Obelisco, que fue algo espectacular. Uno ve las fotos hoy en día y aún se emociona con lo que fue aquella jornada cívica. En aquel momento estaba funcionando la interpartidaria y se hizo una reunión para decidir qué texto se iba a leer. Gonzalo entregó lo que él había preparado, el doctor Batlle lo leyó y dijo que ya estaba, que no había que agregar nada más, que con eso era más que suficiente. El doctor Enrique Tarigo le dio una lectura e hizo algunos aportes, y eso fue lo que se leyó en el Obelisco aquel último domingo de noviembre de 1983.

Aquí estamos llegando al regreso de Wilson al Uruguay y a las elecciones de 1984, en las que, junto con el doctor Zumarán, encabezó la columna que lo convirtió, finalmente, en senador de la república. En el ejercicio de ese cargo se pudo constatar una de las facetas más conocidas de Gonzalo. Fue brillante en su oratoria y era reconocido por todos los parlamentarios debido a su redacción, que llamaba la atención por su técnica parlamentaria. Su brillantez era total. Y así transcurrieron esos años.

Si tuviera que enumerar todas las cosas en las que participó en ese año 1984, no me alcanzarían los minutos de los que dispongo para hacer uso de la palabra. En 1985 llega al momento de esplendor como legislador. Y nos vamos acercando a la otra parte, a la que más quiero destacar, que es cuando se concreta la fórmula con el doctor Lacalle y ambos llegan al Gobierno.

Voy a contarles una breve anécdota. La composición que tenía prevista el doctor Lacalle en el Senado era: Ortiz, Lacalle y Aguirre. Recuerdo que le expresé al doctor Lacalle que se estaba diciendo que Gonzalo sacaba lista aparte, y me dijo: «Sí. ¿Te das cuenta? ¡En la que se va a meter! ¡Organizar toda esta otra cosa!». Y fue así como sucedió: conformó su Senado habiendo constituido previamente su movimiento Renovación y Victoria, lista 97, con un grupo de dirigentes entre los que se encontraban la señora presidenta de esta Asamblea General –obviamente–, junto al escribano Borsari, Sergio Abreu y una cantidad de compañeros; todos ellos dieron forma a la lista 97 y generaron la fórmula con el doctor Lacalle. Y un día le pregunté: «Gonzalo, ¿por qué te metiste a armar un Senado cuando podías ir tranquilamente en un Senado junto con Lacalle?». Y me contestó: «¿Sabés lo que pasa, Nono? ¡Lo tenía que hacer! ¡Para que el partido ganara tenía que ser así!». Había que hacer el esfuerzo. Y nunca trabajó para llegar hasta ahí. ¡No! Buscaba la excelencia; apuntó siempre al mayor esfuerzo y a la mayor dedicación.

Para mí, fue de las personas que acuñó el sello de voluntad de gobierno en el Partido Nacional. Y, para mí, es más destacable eso que todo lo demás.

SEÑORA BICA.- ¿Me permite una interrupción, señor legislador?

SEÑOR GIURIA.- Con mucho gusto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir la señora legisladora.

SEÑORA BICA.- Gonzalo Aguirre fue un ser excepcional desde todo punto de vista, una de esas personas singulares a las que se recuerda con respeto y admiración.

Fue un gran estudioso, dotado de una inteligencia y una memoria sin igual, que aunaba conocimientos y ejecutoria desde lo más difícil a lo más sencillo de una forma natural, sin que le generara esfuerzo alguno. Pero, además, fue un gran apasionado: en su brillante carrera política, en su desempeño doctoral, en su amor por el deporte –canalizado en su querido Trouville– y en la hípica.

Cabe recordar muchos hitos en su vida en estas instancias, pero hay uno que hoy es insoslayable. Un 27 de noviembre de 1983, ante un Río de Libertad, se leía una histórica proclama que fue de su autoría y del también inolvidable doctor Enrique Tarigo, coronando años de valiente lucha contra la dictadura, que lo tuvo siempre como valiente abanderado de la democracia, sin medir costos ni consecuencias. Quiso el destino que ambos autores de esta proclama fueran luego vicepresidentes de la república.

Pero, amén de todo ello, quiero detenerme en el Aguirre ser humano: el don de gentes y la delicadeza en el trato, fuera de lo común; la cortesía como norma de relacionamiento; la explicación detallada ante cualquier duda; el respaldo y el consuelo en cuanta ocasión lo ameritara. Ese fue el Gonzalo cotidiano, así, Gonzalo, siempre, sencillo y sin ínfulas. Amable, afable y correcto, dado a las bromas y a las anécdotas. ¡Un señor de la política!

Muchas gracias, señora presidenta.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede continuar el señor legislador Giuria.

SEÑOR GIURIA.- Señora presidenta: como verán, a Gonzalo se lo puede recordar como el legislador y se lo puede recordar como el patriota. Para mí –he tratado de expresarlo– resultó ser un faro, un guía en implantar y solidificar en nuestro partido esa voluntad de gobierno y esa voluntad de estar cada día pensando, también, en el bien general de la gente.

Así que, querido Gonzalo, ¡descansa en paz!

Muchas gracias.

(Aplausos en la sala y en las barras).

SEÑORA PRESIDENTA.- A continuación vamos a mirar un video que se preparó como breve homenaje al doctor Gonzalo Aguirre.

(Se exhibe un video en homenaje al doctor Gonzalo Aguirre).

(Aplausos en la sala y en las barras).

–Continuando con el homenaje, tiene la palabra el señor legislador Rubio.

SEÑOR RUBIO.- Señora presidenta: hay una cosa que uno aprende o debe aprender en política y es que a los adversarios de fuste se los reconoce y se los honra en la hora definitiva. Esa es, si se quiere, la ley primera de la política.

En realidad, yo vine a conocer a Gonzalo Aguirre por esas peripecias de la política, porque era un humilde senador suplente de Mariano Arana durante el Gobierno del doctor Lacalle Herrera. Ahí pude apreciar en directo el talento de Gonzalo Aguirre y las polémicas con Joselo Korzeniak, con quien se respetaban mutuamente. Y la verdad es que eran hondamente interesantes y también divertidas.

En aquellas instancias pude apreciar ese talento sin par y esa velocidad de pensamiento y de apelación a las fuentes para poder dar sus opiniones. Él había sido senador en el período anterior, en la salida democrática, y en ese período fue vicepresidente. Luego no fue reelecto senador, pero fue un habitante permanente del Palacio Legislativo y no hubo quien directa o indirectamente no consultara a Gonzalo Aguirre en cuestiones jurídicas abstrusas durante décadas. Y por ahí estaba, en la biblioteca o en algún otro lugar. O sea que fue una presencia permanente de este palacio hasta que se enfermó. Los que hemos estado algún tiempo por aquí alguna idea tenemos de esto y queremos dar cuenta de que fue muy importante.

Cuando la bancada me honró al pedirme que hiciera uso de la palabra en esta sesión, se me ocurrió rápidamente apelar a una fuente inagotable por su brillantez intelectual y por la cantidad de información que tiene sobre cuestiones relativas al pasado. Me refiero a la obra magnífica que escribió Carlos Real de Azúa en 1961 que se llama El patriciado uruguayo. No es que en la izquierda tengamos especial apego y simpatía por muchas de las expresiones políticas y económicas del patriciado uruguayo, pero sí reconocemos otras. Y ahí encontré el hilo conductor que viene de Juan Pedro Ramírez y que después sigue con los sucesores, los Ramírez de la segunda mitad del siglo XIX. Cuando estudiaba historia, a través de Juan Antonio Oddone y Blanca París de Oddone, pude seguir todas las peripecias de los debates del principismo de la segunda mitad del siglo XIX, en particular las opiniones de Carlos María Ramírez, que tuvo ideas políticas muy originales para su época y también muy interesantes.

Eso continúa después con quien va a ser el abuelo de quien estamos honrando en esta oportunidad, Juan Andrés Ramírez, a su vez fundador de una corriente dentro del Partido Nacional –y esto lo saben bien los integrantes de ese partido– que era opositora acérrima al herrerismo. Ahí me reencontré con Real de Azúa, en una digresión que hace, porque en general escribe tantas notas y apéndices que terminan siendo más largos que el propio libro y es un verdadero acertijo poder seguirlo en el laberinto. Pero siempre es intelectualmente muy interesante. Y en la página final dice: «Condición de todos los patriciados es producir sus disidentes y tanto José Batlle y Ordóñez (1856-1929) como Luis Alberto de Herrera (1873-1959) tuvieron algo de ello. El primero llevó al poder a las clases medias y abrió vías de desarrollo a la clase obrera de la ciudad. Herrera, mucho más apegado que Batlle a su núcleo originario, le dio al nacionalismo la base popular que había perdido o dejado desorganizar desde el fin de las guerras civiles. A cierta altura de sus vidas los dos tuvieron que enfrentar, a su vez, la disidencia de aquellos grupos que en sus partidos resistían esta presencia de lo popular: Batlle después de 1910 y Herrera después de 1931». No sé si esto es exacto, pero es muy parecido a lo que he aprendido mirando hacia nuestro pasado.

Entonces, este hilo conductor me parece muy importante para entender el Gonzalo Aguirre Ramírez que hoy estamos recordando y a nuestra manera honrando.

Debo decir, además, que en ciertos momentos hubo actos en la vida democrática del Uruguay en los que tanto con Gonzalo Aguirre como con muchos de sus correligionarios estuvimos en la misma línea y nos sentimos identificados. Es cierto que también hubo otros en los que tuvimos diferencias, que fueron una especie de tajo. Pero uno debe ver las dos partes, y así como lo vimos luchar contra la dictadura y ser uno de los que estaban directamente vinculado con quienes dirigían el Partido Nacional bajo la dictadura, supimos que venía en el Vapor de la Carrera acompañando a Wilson durante toda aquella noche de su regreso. Ese 16 de junio –si no recuerdo mal– estuvimos en la avenida del Libertador en aquella manifestación tan importante. Y muchos de nosotros, los que habíamos salido de la cárcel o estábamos en estas vueltas de la lucha contra la dictadura, supimos que fue uno de los corredactores, la pluma que estuvo detrás de la proclama del Obelisco. Esos fueron momentos identificatorios, tanto el de 1983 como el del retorno de Wilson.

Luego lo vimos vinculado al Movimiento Nacional de Rocha, siendo uno de sus articuladores. Más adelante vinieron las rupturas y los enfrentamientos, en los que algunos estuvimos de un lado y otros del otro, como sucedió fundamentalmente en el caso de la ley de caducidad. En muchos textos se habla de un legislador muy talentoso y que murió muy joven, que fue Héctor Martín Sturla, pero atrás también estaba la pluma de Gonzalo Aguirre en la redacción de la ley de caducidad. Y hubo otros momentos en los que tuvimos diferencias importantes, que no deben ser omitidas, como por ejemplo en relación con la reforma constitucional de 1996, porque una de las plumas que estuvo atrás en ese caso fue también la de Gonzalo Aguirre.

Por lo tanto, hubo momentos identificatorios y otros de enfrentamiento. Pero hoy lo que tenemos que hacer no es el balance de las coincidencias y de las diferencias, sino del valor de las personas. Y desde ese punto de vista reconozco la inteligencia de Gonzalo Aguirre y la importancia que ha tenido en la historia reciente del Uruguay.

Debo decir que este habitante del Palacio Legislativo, como todos sabemos, desgraciadamente al final se convierte en un habitante de algún lugar de la Asociación Española, pero siempre tuvo la compañía de sus amigos. Uno de los que siempre lo fue a visitar fue el doctor Luis Alberto Lacalle Herrera, hasta que vino la pandemia. Creo que hay que tener en cuenta esas cosas desde el punto de vista personal y desde el punto de vista colectivo.

Gonzalo Aguirre terminó la peripecia de su vida de esa manera «tan aburrida», como él decía. En ese aburrimiento –que tiene también su parte jocosa, si se quiere–, Joselo Korzeniak me contó en La Paloma que varias veces llamaba a Gonzalo Aguirre cuando se trancaba con una palabra en un crucigrama, ¡lo llamaba para ver si la encontraba! Es una manera de expresar y de decir que, por encima de las diferencias, muchas veces existen esos lazos que en la política permiten que la democracia sea un tejido que no se rompe con facilidad. Esa es una tarea a la que todos debemos aportar, porque sin ella sabemos que la democracia es un cristal que se rompe con mucha facilidad.

Yo honro, desde esta mirada y por esta manera de pagarnos, la figura de Gonzalo Aguirre; lo honramos a él y a su partido.

Muchas gracias, señora presidenta.

(Aplausos en la sala y en las barras).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor legislador Pasquet.

SEÑOR PASQUET.- Muchas gracias, señora presidenta.

En nombre del Partido Colorado venimos a expresar nuestra adhesión a este homenaje que la Asamblea General tributa hoy a la memoria del doctor Gonzalo Aguirre Ramírez.

Quien evoca a Gonzalo Aguirre Ramírez está evocando, ante todo, a un gran parlamentario. Todos lo recordamos en esa faceta de su personalidad, y los que tuvimos el privilegio, el honor, de ser parte de la primera legislatura que se instaló aquí después de la dictadura recordamos, especialmente, el brillo que entonces exhibía Gonzalo Aguirre en todas sus intervenciones en el Senado de la república. Exhibía su erudición en materia jurídica y en materia histórica, también.

Fue un polemista temible, que intervenía siempre en todos los debates políticos con rigor, con precisión y con inteligencia. Recuerdo que el entonces senador Lacalle Herrera decía de él que era la primera espada del Partido Nacional en el Senado de la república, y así se lo veía.

Los conocimientos de Gonzalo Aguirre asombraban; en todas las materias que abordaba demostraba un conocimiento profundo, una precisión asombrosa en los detalles, una memoria prodigiosa. Se refería al tema en debate, pero abarcaba también sus adyacencias, sus inmediaciones, porque era un hombre de gran cultura general, además.

Esto que digo no debe llevar a pensar que Gonzalo fuera uno de esos eruditos aislados, enfrascados en su propia erudición, sin contacto con el exterior, incapaces de vibrar con el sentimiento popular o con las grandes causas nacionales. No era frío ni distante cuando se expresaba en la polémica; al contrario, era vehemente y apasionado. Como contradictor, como adversario, era durísimo, sin faltar nunca el respeto a sus adversarios circunstanciales y, por supuesto, sin apartarse jamás de ese estilo elevado, superior, que cultivaba con total fluidez y facilidad.

Ello hacía pensar de él que, así como brillaba en aquel Parlamento de 1985, hubiese podido brillar en otros que se recuerdan en el Uruguay como ejemplo de los mejores momentos de nuestra democracia representativa. Yo he pensado muchas veces, cuando lo escuchaba, cuando leía sus intervenciones, que hubiese podido estar con absoluta naturalidad en aquella Convención Nacional Constituyente que elaboró la Constitución de 1917. Allí, junto a Duvimioso Terra, Martín C. Martínez o Alfredo Vázquez Acevedo, Gonzalo Aguirre Ramírez hubiera estado en su elemento y hubiera brillado como lo hizo aquí en la legislatura que se inició en 1985.

Lo recordamos en esa expresión, pero no tenemos derecho a olvidarnos cómo fue que llegó allí: después de una larga, esforzada y valiente militancia por la democracia y contra la dictadura. Gonzalo Aguirre fue, en ese sentido, un militante consecuente, un abanderado de las posiciones de su Partido Nacional, que no solo acompañó lo que era la corriente general de su partido, sino que salió a la descubierta, individualmente, en varias oportunidades. Recuerdo un episodio en el que, por su cuenta, firmó con su nombre una contestación a ciertos improperios que difundía la dictadura contra Wilson Ferreira Aldunate, que en ese momento estaba fuera del país. Gonzalo Aguirre salió solo, recuerdo que publicó una nota en El Diario de la noche. En ese momento –yo tenía poco más de veinte años y no sabía quién era Gonzalo Aguirre–, cuando leí aquello dije: «Este va preso hoy». La consecuencia fue que la Corte de Justicia lo suspendió en el ejercicio de su profesión; y digo la «Corte de Justicia» y no la «Suprema Corte de Justicia» porque recordarán muchos conmigo que aquel refinadamente cruel acto n.º 8 no solamente había despojado al Poder Judicial de su independencia, sino que entre otros atributos le había amputado a la Suprema Corte de Justicia el calificativo de «Suprema» y era solamente la «Corte de Justicia». Aquella Corte de Justicia suspendió a Gonzalo Aguirre en el ejercicio de su profesión, y los que no lo conocíamos, después de ese episodio pasamos a admirarlo porque, en aquella circunstancia, ¡había que salir a defender públicamente a Wilson Ferreira Aldunate!, y Gonzalo Aguirre lo hizo.

Continuó su militancia en instancias y oportunidades que han sido ya evocadas aquí, y no vamos a reiterar. En ese sentido, destaco su papel principal con relación a la proclama del Obelisco, su condición de abanderado notorio del Partido Nacional junto a otros que lo acompañaban en esas ocasiones.

Quiero decir también que este jurista que, sin duda, hubiera podido hacer carrera como profesor universitario de habérselo propuesto; este hombre que además escribió sobre temas históricos y sobre lo que llamó «La otra cara del Parlamento», recordando el anecdotario propio de esta casa, era también, como se ha dicho, un hombre que vibraba con la pasión popular, ya fuera el futbol, el básquetbol, el turf o el tango.

En algún momento nos encontrábamos con otros a la salida del Parlamento en La Giraldita –un boliche en la zona de Pocitos–, adonde acudía a menudo Gonzalo Aguirre y también el entonces senador Luis Hierro Gambardella, y los más jóvenes simplemente escuchábamos ese contrapunto fascinante entre ellos que podía extenderse hasta altas horas de la noche. Después, siendo vicepresidente de la república, seguía yendo allí sin escolta, sin protección de ninguna naturaleza, codeándose con los demás parroquianos como lo hacía desde antes de ocupar tan alta dignidad y derrochando su conocimiento, su anecdotario, su buen humor y su afabilidad.

Siempre mantuvo un trato cordial, llano y afectuoso, y no fueron obstáculo para ello las diferencias políticas que tuvo –¡vaya si las tuvo!– nada menos que con la dictadura militar. Después de haber dicho las cosas que dijo de la dictadura; después de haber tenido la militancia gallarda y valiente que tuvo, nada le impidió ir habitualmente, por ejemplo, a la mesa del bar El Expreso a conversar con Alejandro Végh Villegas, con quien se encontraba a menudo porque también lo frecuentaba. No hacía cuestión en ese plano personal de las diferencias políticas, por profundas que hubiesen sido. Ese es un aspecto que me interesa destacar, porque para la convivencia democrática es fundamental saber distinguir entre la diferencia política o ideológica y el trato personal.

En determinado momento tuve con él una polémica periodística a propósito de la cuestión de la responsabilidad penal de los ministros de Estado. Intercambiábamos escritos en la sección «Carta a los lectores» del semanario Búsqueda. La polémica era dura, porque discutíamos temas que a los dos nos parecían importantes, y semana a semana iba y venía la expresión de cada uno. En esas circunstancias –abril del año 2002–, habiendo escrito la semana anterior Gonzalo Aguirre y estando pendiente mi respuesta, falleció mi padre y recibí en mi estudio una tarjeta escrita de puño y letra de Gonzalo Aguirre donde expresaba sus condolencias de manera muy cálida y muy afectuosa, y me decía que no me preocupara, que la polémica la seguíamos después de que yo hubiese superado el momento del duelo. Y son esos gestos de los que uno no se olvida nunca y quiere especialmente recordar en momentos como estos.

Años después, muchos años después, estuvo con los problemas de salud que todos conocemos y tuvo la gentileza de llamarme desde la Asociación Española para decirme que le gustaría recordar algunos momentos de esos que habíamos compartido en la legislatura de 1985. Por supuesto que fui a visitarlo y estuvimos conversando allí de todos aquellos recuerdos que teníamos en común, aunque actuando desde distintas posiciones en aquel Parlamento.

Yo creo, señora presidenta, que más allá de cualquier diferencia o de cualquier coincidencia, mirando las cosas con perspectiva y a lo lejos, no puede caber duda alguna en cuanto a que Gonzalo Aguirre Ramírez, como ciudadano, honró a su Partido Nacional y honró a la república. Subrayo lo de que honró a su partido, porque era un hombre de partido, no era una figura aislada, suelta, que irrumpe un día –vaya a saber por qué– en el escenario político y allí brilla porque tiene dotes para brillar. No, expresaba una profunda tradición política que viene de las entrañas mismas del ser nacional y lo hizo con convicción, con pasión y con brillo. Y al actuar de esa manera, honrando a su partido, honrando a las banderas que siempre levantó, honró a la república y honró a esta casa, a este Parlamento, que es el corazón de la democracia uruguaya. Esta fue también la casa de Gonzalo Aguirre; independientemente de que haya estado en algún momento adentro y en otro afuera de ella y de estas bancas, al honrar este Parlamento, honró a la república.

Ante esa trayectoria vital admirable, nosotros nos descubrimos con respeto y adherimos con calor y con pasión a este homenaje que la Asamblea General le brinda.

SEÑOR CÁMARA.- ¿Me permite una interrupción, señor legislador?

SEÑOR PASQUET.- Con mucho gusto, señora presidenta, concedo una interrupción a mi correligionario, el señor legislador Cámara.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir el señor legislador.

SEÑOR CÁMARA.- Este homenaje al doctor Gonzalo Aguirre es un acto de alta civilización política. Vamos a tratar de ser breves, pero sin dejar de expresar nuestro reconocimiento y admiración por la figura del doctor Aguirre.

Por razones naturales no pertenecemos a una generación que haya tenido la suerte de compartir anécdotas ni cuestiones políticas con el doctor Aguirre. No vivimos aquellas épocas tan duras, cuando fue un fervoroso opositor al régimen militar, defendiendo a Wilson Ferreira o a quienes lo necesitaran sin medir consecuencia política alguna, o cuando participó de las reuniones del Parque Hotel, esos tiempos de lucha que él denominó como «proceso paulatino hacia la democracia».

El doctor Aguirre supo ser protagonista como senador de casi todas las polémicas relevantes del momento. Lo fue en el acalorado debate sobre la Cruz de Tres Cruces y fue un férreo opositor a la disminución del límite de la edad de imputabilidad. También fue partícipe del estricto acto de justicia que se dio cuando se votó el reintegro de los funcionarios del Poder Legislativo que habían sido destituidos por el régimen. Así que los menores de treinta –entre los que me encuentro– tampoco vivimos cuando le tocó presidir el Senado de la república, pero a lo que sí podemos referirnos es a su legado, señora presidenta.

Permítanos en esta jornada tomarnos el atrevimiento de designarnos como portavoces de todas las juventudes: la del batllismo, la de su querido Partido Nacional, la del Frente Amplio, la del Partido Independiente, la de Cabildo Abierto, la del Partido de la Gente; en fin, queremos ser portavoces de todas las juventudes del Uruguay democrático, sin exclusiones, tal como señaló la consigna de la proclama que redactó junto a Enrique Tarigo para el Acto del Obelisco, en 1983.

Este concepto, el de no excluir a nadie, es parte importante de su legado. Gonzalo Aguirre formó parte de una generación que entendió y concibió al Uruguay como un modelo clásico de democracia, con las características de un formato pluralista y consensual de partidos.

Dicen que los buenos marineros siempre se hicieron en aguas embravecidas. Esto le ocurrió al doctor Aguirre, a él y a toda su generación: a Jorge Batlle, a Wilson Ferreira, a Enrique Tarigo, a Julio María Sanguinetti, a Líber Seregni y a tantos otros que por obvias razones omitiremos nombrar. Todos ellos jugaron un papel trascendental y no solo contribuyeron a la rica historia democrática del Uruguay, sino que nos dejaron un legado, decenas de enseñanzas que los jóvenes debemos preservar y llevar como banderas.

Gonzalo Aguirre siempre cumplió con una norma que no está escrita, pero que todos los republicanos comprendemos a la perfección: cualquier solución de los problemas del país requiere como condición de viabilidad más democracia. Así como el doctor Aguirre se subió a hombros de gigantes, como los del genial profesor Pivel Devoto, podemos decir hoy con orgullo que nos subimos a los hombros del doctor Gonzalo Aguirre Ramírez, un gigante que siempre será un faro para todos los republicanos.

Para finalizar, quiero decir que en los últimos días estuvimos preparando estas palabras y hemos leído muchas entrevistas y participaciones mediáticas, siendo todas de una talla intelectual superior, con un manejo cultural extraordinario, pero me gustaría leerles tan solo el fragmento de una de ellas, porque creo que es la verdadera esencia de su legado. Fue en 2003, durante un ciclo que se emitió por radio Sarandí, denominado El Uruguay del futuro, en un formato de mesa redonda en el que reconocidos intelectuales como Carlos Maggi debatían y opinaban acerca de las posibilidades del país en el siglo que comenzaba. Allí el doctor Aguirre declaró: «… el Uruguay, “nuestro país” […] ha sido “grande” no tanto por sus partidos e instituciones sino porque en algún momento “se resolvió” apostar a la formación de la ciudadanía desde las aulas de la escuela». El doctor Aguirre estaba citando esa frase de José Pedro Varela, que dice: «Para establecer la República, lo primero es formar a los republicanos».

Creemos que ese fragmento seguramente define a la perfección el pensamiento del doctor Gonzalo Aguirre, que fue un gigante y un republicano cabal.

Muchas gracias, señora presidenta.

(Aplausos en la sala y en las barras).

SEÑORA PRESIDENTA.- Tiene la palabra el señor legislador Manini Ríos.

SEÑOR MANINI RÍOS.- Señora presidenta: al fallecer en el mes de abril pasado, a los ochenta y un años de edad, el doctor Gonzalo Aguirre Ramírez dejó atrás una vida cargada de batallas, todas ellas en el plano de la política y del derecho, con su inteligencia y su palabra como únicas pero afiladas armas.

Nieto y bisnieto de prestigiosos juristas, fue protagonista en la política en el último tramo de la dictadura cívico-militar, lo que lo llevó luego a proyectarse a los primeros planos de la política en el Partido Nacional, con el apoyo de Wilson Ferreira Aldunate y de Carlos Julio Pereyra.

En más de una oportunidad conversé personalmente con el doctor Aguirre en la última etapa de su vida, ya internado en la Asociación Española. A sus ochenta años, y a pesar de la enfermedad que lo aquejaba físicamente, se mantenía absolutamente informado de los temas de actualidad y conservaba una prodigiosa memoria que le hizo fama durante toda su vida. La sala en la que estaba internado se había convertido en su lugar de estudio y trabajo, con abundantes carpetas, papeles y la Constitución de la república como eterna guía de todo hombre de derecho. Desde allí seguía el acontecer nacional y recibía consultas sobre los temas de su especialidad. Fue un docente generoso con su conocimiento, abierto a escuchar y a dar su parecer cada vez que se le requería.

Antes de comenzar a conversar sobre su gran pasión, el derecho, me relataba algunas historias de sus otras pasiones: el turf, el básquetbol y el periodismo. Decía que solía recordar las estadísticas de las carreras de caballos como ejercicio de agilidad mental. Recuerdo que me relató la carrera del Gran Premio José Pedro Ramírez de 1954 con lujo de detalles, que no dudo que fueran rigurosamente exactos.

Recordaba su época de periodista, desde sus inicios en el diario El Plata, pasando por La Democracia y por El País, y destacaba a los grandes del periodismo nacional, entre los que resaltaba a Carlos Quijano.

Como se dijo en sala, fue corredactor de la proclama leída en el acto del Obelisco en noviembre de 1983. Participó en representación del Partido Nacional de las negociaciones que concluyeron en la recuperación de la democracia.

En las elecciones de 1984 apoyó a Alberto Zumarán, en la fórmula a la presidencia por el wilsonismo, resultando electo senador y siendo reconocido por partidarios y adversarios por el tenor y la profundidad de sus planteos y argumentaciones esgrimidos en ese período hasta 1990. De ideas claras, cada vez que hacía uso de la palabra su oratoria era fluida y rápida, al punto que cuentan que para los taquígrafos del Senado era un desafío transcribir sus exposiciones.

Se dijo en sala que en la época en la que actuó Gonzalo Aguirre estuvo presente en todos los episodios importantes de la vida del país. En ese sentido, es bueno recordar que en 1986 votó y fue un firme defensor de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Al igual que Wilson, entendió la necesidad de dejar atrás una página tan dolorosa de nuestra historia y buscar los caminos que llevaran a la reconciliación nacional, actuando con una grandeza de espíritu que cada vez es más difícil de hallar entre quienes tenemos la responsabilidad de conducir los destinos del país. Por ese motivo, ambos fueron duramente cuestionados por quienes no entendieron la importancia de ese paso histórico y por quienes siguieron presos de sus viejos rencores, pero también por quienes han lucrado con la fractura entre uruguayos, política y económicamente, y que han hecho de la venganza disfrazada de justicia la herramienta para mantener viva la llama del odio y el permanente enfrentamiento. El doctor Aguirre jamás cambió su posición sobre este tema.

En 1987 fundó su sector Renovación y Victoria, y en los comicios de 1989 acompañó al doctor Lacalle Herrera en la fórmula presidencial accediendo a la vicepresidencia de la república, cargo que desempeñó entre 1990 y 1995. A partir de entonces, no volvió a ocupar ningún cargo electivo.

Wilsonista de todas las horas, se hizo acompañar en la sala de La Española por una fotografía en la que aparecía junto a Wilson Ferreira Aldunate, en una de las últimas imágenes del caudillo blanco antes de su fallecimiento.

En este momento de homenaje quiero resaltar los conceptos jurídicos y políticos vertidos por el doctor Aguirre en una entrevista que le hiciera un medio de prensa en abril de 2020, es decir, un año antes de su fallecimiento: «Como es sabido» –decía– «no soy especialista en Derecho Penal pero no se precisa serlo para comprender los principios cardinales del Derecho como lo son el de la irretroactividad de la ley penal y el de la prescripción de la pena de los delitos». Y más adelante señalaba: «Aquí no prima eso de que lo político está por encima de lo jurídico […] En un Estado de Derecho, el Derecho siempre está por encima de lo político».

Aguirre consideraba que la justicia también se equivoca: «… yo respeto mucho por supuesto la independencia del Poder Judicial, pero los seres humanos nos equivocamos a veces y el Poder Judicial también se puede equivocar porque el Derecho no es una ciencia exacta».

Consultado sobre la ley de caducidad, Aguirre opinó que «no solo fue refrendada por el plebiscito de abril de 1989, sino que fue confirmada o mejor dicho rechazada la inclusión de su derogación en la Constitución en el plebiscito realizado simultáneamente con las elecciones de 2009 en el cual el pueblo ejerció directamente la soberanía como dice el proemio del artículo 77º de la Carta, que establece que los ciudadanos son los miembros de la soberanía de la Nación», y luego afirmaba que «su no aplicación representa el desconocimiento de la voluntad, no del soberano que es la Nación, pero sí de quienes ejercen la soberanía».

Es claro que se trata de la única ley, de las veinte mil que tiene la república, que fue dos veces confirmada directamente por el pueblo uruguayo.

Criticó con total convicción la actitud de aquellos que en 2013, cuando la Suprema Corte de Justicia declaró inconstitucional una norma aprobada en 2011 que impedía la prescripción de delitos cometidos durante la dictadura, manifestaron la posibilidad de realizar un juicio político a los jueces de la Corte y convocaron a una marcha para repudiar el fallo. Eran los mismos que una y otra vez criticaron a quienes, según ellos, no respetaban la justicia.

Por último, creo que es interesante recordar la opinión de nuestro homenajeado ante la injerencia externa en nuestros asuntos internos. En su obra Derecho legislativo y en base al principio de la impenetrabilidad del orden jurídico de los Estados soberanos, enseñaba el doctor Aguirre que ningún tratado, ninguna norma de organismos internacionales, ni fallos jurisprudenciales de jueces o tribunales interamericanos, ni la costumbre internacional o ius cogens, pueden primar sobre las disposiciones de una Constitución de naturaleza rígida, como es la nuestra.

Por lo dicho, creemos que el doctor Gonzalo Aguirre Ramírez fue una persona excepcional, pasional en los temas que trataba, brillante legislador y polemista –con contundentes e irrebatibles argumentos– que prestigió la política nacional, por lo que con creces merece el homenaje que hoy le hace esta Asamblea General.

SEÑOR LUST.- ¿Me permite una interrupción, señor legislador?

SEÑOR MANINI RÍOS.- Con mucho gusto.

SEÑORA PRESIDENTA.- Puede interrumpir el señor legislador Lust.

SEÑOR LUST.- Señora presidenta: en primer lugar, saludo a los familiares del doctor Aguirre –que se encuentran en las barras–, a sus amigos y también al Partido Nacional, que es el directo destinatario.

Brevemente me voy a referir al doctor Aguirre como docente. Nunca lo tuve de profesor porque él ejerció fugazmente la docencia en la Universidad de la República, yo diría presupuestado, pero lo hizo en todos los ámbitos. Inclusive, cuando éramos estudiantes en el colegio Juan XXIII –a dos cuadras de la Facultad de Derecho–, después de clase, en el horario de la tardecita, el profesor José Claudio Williman –otra figura también importante del Partido Nacional–, que daba clases de Economía Política, y el doctor Aguirre, reunían a jóvenes –yo diría blancos– a escuchar sus charlas y sus enseñanzas. Después ejerció la docencia en la Universidad Católica del Uruguay, donde daba clases de Derecho Constitucional II. Conocí a muchos profesores de Derecho Constitucional y todos muy buenos, pero el doctor Aguirre fue un gran docente y eso es lo que quiero destacar.

Una vez tuvimos una conversación y me dijo: «En la Constitución hay algunos artículos que hay que reformar, pero no tienen clamor popular, o sea, nadie los va a votar; no vamos a hacer un plebiscito para reformar un artículo que no tiene interés. Entonces, hay que aprovechar una reforma que sea atractiva y modificar algún artículo que esté causando problemas». Y eso pasó en 1996, donde se hizo una gran reforma electoral. Todos los que votamos en ese año optamos por una u otra solución. Se reformó el artículo 312 de la Constitución –que pasó desapercibido– porque le creaba un gran problema al Tribunal de lo Contencioso Administrativo, puesto que no sabía si para ir a la acción de nulidad primero había que agotar la vía administrativa y si se podía ir directamente a la acción reparatoria salteándose al tribunal. Según su integración, el tribunal tomaba una u otra postura. Entonces, se modificó el artículo 312, y ahí tuvo trabajo el doctor Aguirre Ramírez.

Con respecto al recurso del referéndum –ahora tenemos uno en macha–, el de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado resultó muy trabajoso porque fue el primero que tuvo lugar en Uruguay. Incluso, algunos mal pensados –digámoslo así– comentaron que el constituyente incluyó el referéndum en la Constitución pensando que nunca se iba a hacer, porque si hay que conseguir el 25 % de las firmas, cuando con un 10 % puede promoverse una reforma constitucional, es muy difícil llevarlo adelante. Sin embargo, en 1989 se propuso el referéndum contra la famosa ley de caducidad y, simultáneamente, el doctor Aguirre, junto con el profesor Semino –del Partido Colorado– y el profesor Korzeniak, vieron las dificultades que estaba teniendo la Corte Electoral y la ciudadanía; fue entonces que se aprobó la Ley n.° 16021, que lo reglamenta y que curiosamente fue promulgada por el Poder Ejecutivo unos diez días antes de realizarse. Y gracias a ese trabajo –que fue un trabajo docente– el referéndum se ha facilitado enormemente.

También recuerdo una reunión que tuvimos en el Consejo de la Facultad de Derecho en la que estaba la cátedra de Derecho Constitucional, y a la cual el doctor Aguirre fue invitado. Allí, el decano Plá Rodríguez dijo: «Ya que está el doctor Aguirre, ¿por qué no nos explica el artículo 312 de la Constitución?». Y con esa sabiduría que el profesor Gonzalo Aguirre tenía, pero también con humildad, recuerdo casi textual lo que contestó. Dijo que ante lo calificado del auditorio –claramente yo estaba en ese auditorio, pero no entre los calificados, sino que se refirió a todos los catedráticos– él no se atrevía a dar una opinión sin prepararse, cuando había sido prácticamente el redactor del artículo. Él tenía esa característica.

Escribió el libro Teoría del acto electoral y de las nulidades electorales, que es un clásico en esa temática. Y escribió otro que está acá, en la Biblioteca del Poder Legislativo –la señora presidenta, generosamente, a veces comparte literatura de la casa–, que deberíamos leerlo todos porque para mí es la mejor obra que se ha hecho sobre el Poder Ejecutivo. Es un libro breve, que escribió junto con el doctor Barbagelata. El doctor Barbagelata escribió la Competencia del Consejo de Ministros en la Constitución uruguaya; el profesor Cassinelli Muñoz, La jefatura de Estado en la Constitución uruguaya; y el profesor Gonzalo Aguirre, La competencia del Poder Ejecutivo en la Constitución nacional, que no tiene más de 150 páginas, pero es una pequeña obra de arte.

Entonces, en estos pocos minutos quería recordarlo en esa faceta: la de docente. Incluso durante su vicepresidencia rescató la obra más importante de derecho constitucional, que fue la de Justino Jiménez de Aréchaga: La Constitución nacional. En ella Justino comentaba la Constitución de 1942 y después la de 1952, pero como prácticamente el 80 % está vigente, el doctor Aguirre dijo: «Vamos a sacar en tres o cuatro tomos esa obra original de Justino», que es de nueve tomos. En mi caso, por ejemplo, accedí a ese libro gracias a la publicación que hizo el Palacio Legislativo y que generosamente distribuyó.

Entonces, además de ser un referente en mi juventud política, lo recuerdo como ese docente que hizo docencia en esta sala. Y miren lo que son las vueltas de la vida: muchos años después tuve la oportunidad de tener de alumno a su hijo, Gonzalo Aguirre. Y siempre me preguntaba qué pensaría ese chiquilín sobre ir a clases de Derecho Constitucional con el padre que tenía. Pero muy generoso él, al igual que su padre, nunca nos hizo ver las limitaciones. Imagino que llegaría a su casa y diría: «Mirá lo que me enseñaron».

Para terminar, quiero recordar lo que dijo un escritor anciano cuando alguien le preguntó cómo podía resumir su vida. Es difícil resumirla, más si fue larga como la del doctor Aguirre. Y la respuesta que dio ese hombre la traslado al doctor Aguirre, que vivió ochenta y un años –en realidad, le pido permiso a su memoria para decir que podría haber sido su respuesta–: «Al fin y al cabo, voy a morir vivido». Creo que eso es lo que hizo el doctor Gonzalo Aguirre.

Muchas gracias.

(Aplausos en la sala y en las barras).

SEÑORA PRESIDENTA.- La presidencia quiere saludar al expresidente de la república doctor Luis Alberto Lacalle Herrera; al señor ministro de Defensa Nacional, doctor Javier García; al ministro del Interior, señor Luis Alberto Heber; al subsecretario del Interior, señor Guillermo Maciel; a la señora ministra de Vivienda y Ordenamiento Territorial, doctora Irene Moreira; al subsecretario de Vivienda y Ordenamiento Territorial, señor Tabaré Hackenbruch; al señor secretario de Presidencia de la República, doctor Álvaro Delgado; al director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, economista Isaac Alfie; al prosecretario de Presidencia de la República, doctor Rodrigo Ferrés; a los hijos del doctor Gonzalo Aguirre, Gonzalo y Lucas; a sus hermanos, Tomás y Fernando Aguirre; a los amigos que están presentes, como Gustavo Borsari y Gianella Machado, y a su amiga, que también supo trabajar con él en esta casa, la señora Carmen Aramburu, entre otros.

Como ustedes entenderán, esta es una jornada en la que aún estamos limitados en el aforo; de no ser así, hubiese venido muchísima más gente todavía.

Tiene la palabra el señor legislador Posada.

SEÑOR POSADA.- Señora presidenta: en nombre del Partido Independiente, queremos adherir a este justo y merecido homenaje que la Asamblea General tributa a uno de los suyos, al exvicepresidente de la república, el doctor Gonzalo Aguirre, quien fuera presidente de esta Asamblea General y leal acompañante del entonces presidente Luis Alberto Lacalle Herrera durante el período de gobierno 1990-1995.

Como ya ha sido dicho, Gonzalo Aguirre se distinguió por su inteligencia y talento, y siempre puso sus conocimientos al servicio de la república, actitud que mantuvo durante toda su vida, porque incluso en las circunstancias finales tuvo una actitud de presencia y de preocupación por los temas nacionales.

Fue sin duda uno de los hombres que aportó su vitalidad en la restauración democrática, y creo que es de justicia señalar su participación, junto al doctor Tarigo, como principal redactor de la proclama del Obelisco. En tal sentido, señora presidenta, me parece que es bueno recordar algún tramo de esa proclama porque creo que es una forma de que los partidos políticos aquí reunidos podamos homenajear a quien tuvo esa actitud vital en defensa de la democracia. En esa proclama, que leyera Alberto Candeau, se expresaba: «Los partidos políticos uruguayos, todos los partidos políticos, sin exclusión alguna, han invocado hoy al pueblo a celebrar la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y a proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho al sufragio de aquí a un año, el último domingo de noviembre de 1984.

Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra».

¡Vaya, pues, nuestro homenaje a Gonzalo Aguirre Ramírez!

(Aplausos en la sala y en las barras).

(Ocupa la presidencia el señor Oscar Andrade).

SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Andrade).- Tiene la palabra la señora vicepresidenta de la república.

SEÑORA ARGIMÓN.- Señor presidente: sé que no es un episodio habitual que quien ejerce la presidencia de la Asamblea General haga uso de la palabra, pero es un día importante para este Cuerpo porque estamos homenajeando la excelencia en la figura del doctor Gonzalo Aguirre Ramírez, quien presidiera esta Asamblea General y el Senado, además de ser un gran vicepresidente de la república. Es para mí un alto honor poder hablar en esta sesión.

Se ha dicho mucho de la trayectoria y de lo que significó, en general, para la política nacional, para la política partidaria y para esta casa la figura del doctor Gonzalo Aguirre Ramírez, pero me gustaría recordarlo desde otro lugar, especialmente para que cuando sus hijos lean esta versión taquigráfica o recuerden este homenaje, sepan también del Gonzalo Aguirre persona, que entre sus características tenía algo que a mí siempre me gusta destacar: la importancia que daba a la formación de los más jóvenes en la política nacional. Varios de nosotros conocimos al doctor Aguirre en el patio de la Casa de los Lamas, cuando formábamos parte de la juventud de su sector. Admirábamos su capacidad desde el punto de vista jurídico y político, su oratoria, y él siempre se daba espacio para poder conversar con los más jóvenes. Durante su vida política esto no solo era parte de su discurso –porque en política es muy común que los dirigentes se refieran a la importancia de los más jóvenes–, sino que se ocupó de que tuviéramos un real espacio en la estructura político-partidaria y en su sector. Hay un episodio que siempre me gusta destacar: la solidaridad que, en épocas difíciles, con independencia de partidos y de sectores, demostraba con quienes le pedían una mano porque estaban pasando por situaciones difíciles. Una de las facetas que se desconoce habitualmente es que el doctor Gonzalo Aguirre Ramírez, en aquellas épocas duras, asesoraba al seguro de salud de los funcionarios de OSE. Además, cuando empezó a vislumbrarse la posibilidad de tener agrupaciones gremiales, él nos incentivó a participar activamente en la vida gremial universitaria y en la vida gremial de nuestros lugares de trabajo. Por eso muchos de sus seguidores tuvimos una vida gremial activa en la facultad, así como en nuestros lugares de trabajo, en mi caso, tanto en la Facultad de Derecho como en la Federación de Funcionarios de OSE, con la que también se vinculó.

Siendo muy joven, exactamente a los veintitrés años, fui parte de la fundación de su sector, Renovación y Victoria, lista 97, una lista de mucha fuerza y un número emblemático dentro del Partido Nacional. Con el escribano Gustavo Borsari, hoy presente desde las barras, éramos dos de las personas más jóvenes, y durante un largo trayecto de nuestras vidas aprendimos lo que era estar al lado no solo de un dirigente de la jerarquía del doctor Gonzalo Aguirre, sino de un gran demócrata. Los señores legisladores entenderán que nosotros formamos parte de la generación del 83, una generación que se vio convocada a la lucha por el restablecimiento de la democracia, de una democracia que habíamos apenas conocido de chicos, pero de cuya importancia sabíamos a partir de los valores familiares; desde muy jóvenes adherimos a la militancia, en nuestro caso firmemente, esperando el anhelado día en que recuperáramos la democracia y retornara de su exilio nuestro líder, Wilson Ferreira Aldunate.

Gonzalo siempre tenía tiempo para nosotros y siempre pensaba en nuestra proyección dentro de las estructuras políticas. Por tanto, yo hoy doy testimonio del Gonzalo Aguirre persona, del ser humano que estaba en los momentos difíciles, del dirigente que tenía esos momentos de humor, que nos hacía disfrutar de la militancia. Yo fui a una reunión política en un stud y ese fue mi primer acercamiento a la vida hípica del país.

Luego de extensas jornadas parlamentarias, lo vi cantar un tango entre amigos, porque era un gran conocedor del tango nacional, pero sobre todo soy testimonio de cómo consideraba esta casa –por eso sentí la necesidad de hablar hoy en este homenaje–, esta casa emblema de la democracia, esta casa que cuando uno entra siente el peso de los años, pero también sabe el compromiso que debe tener con la construcción del futuro. Su mirada siempre estaba puesta en las leyes que de esta casa salían, y recuerdo la exigencia que tenía desde el punto de vista técnico. También me viene a la memoria su disciplina, cuando hacía recordar a los legisladores lo necesario de la puntualidad. En alguna oportunidad levantó la sesión porque si bien había cuórum fuera del establecimiento, los legisladores no estaban en sala en tiempo y forma. Era riguroso en lo que tiene que ver con la excelencia de esta casa, que él entendía, sin lugar a duda, como emblema de la democracia uruguaya; por eso el respeto que sentía que todos debíamos tenerle.

Quiero relatar una anécdota, sobre todo en estos tiempos, cuando muchas veces para fundamentar posiciones se descalifica y no se contribuye a la calidad democrática. Voy a mencionar un episodio que me marcó, que hoy quiero compartir con ustedes y que habla del republicanismo y del respeto al que piensa distinto. Cuando quien les habla formaba parte del ejecutivo de Renovación y Victoria, decidí no acompañar el voto amarillo; yo me incliné por el voto verde. Por lo tanto, una tarde le pedí una reunión a Gonzalo Aguirre y le manifesté que no iba a militar durante ese período porque entendía que no correspondía que estuviera militando en el sector mientras hacía campaña por el voto verde. Él no solo lo entendió, sino que me dijo: «El lunes siguiente al referéndum nos volvemos a encontrar en el ejecutivo». Me dio un abrazo y cada uno hizo lo propio. El lunes siguiente a la votación sonó el teléfono de mi casa –aún no existían los celulares– y me dijo: «Como siempre, hoy a las 19:00 nos encontramos en Renovación y Victoria porque tenemos que seguir construyendo juntos». Y eso, en perspectiva histórica, también habla del respeto al que piensa distinto que siempre nos inculcó, en un partido que tiene que ver con la libertad y con el respeto al que piensa diferente, que sale a defender también, para que tenga las garantías, al que piensa diferente, sin descalificar.

Creo que ese fue un gran legado a mi generación, que apunta a esa democracia de excelencia y que ayuda a que los uruguayos tengamos ese alto grado de adhesión democrática; nuestros mayores supieron legar a las jóvenes generaciones la convicción de que la democracia se cuida todos los días, y ese cuidado también tiene que ver con la forma en que nos tratamos. Seremos duros en nuestros debates, firmes en nuestras posiciones, pero siempre tenemos en claro que cada uno de nosotros representa un porcentaje de la población al que todos le debemos respeto.

Yo diría que la actividad de esta casa era su obsesión, no solo desde el punto de vista legislativo, sino también respecto a su estructura, a su cuidado, a su calidad patrimonial. Así, lo vimos muy preocupado por lo que significa este edificio y por su cuidado, a tal punto que fue uno de los que lideraron la posibilidad de comprar otro inmueble a fin de que se pudiera llevar a cabo la tarea legislativa con más comodidad y recibir a los ciudadanos de otra manera, pero también porque había que cuidar esta casa, patrimonio de todos los uruguayos.

Una de las últimas veces que hablamos estaba muy feliz por el honor que significaba para mí haber sido electa vicepresidenta de la república. Al respecto le dije que él tenía arte y parte en todo este proceso.

Hasta una semana antes de ingresar en un estado crítico de salud estuvo llamándome por teléfono para avisarme que el cuadro de Cúneo ubicado en el despacho estaba mal iluminado, hasta para advertirme de algunos riesgos en la redacción de algún proyecto de ley, porque él leía todos nuestros órdenes del día, me daba sus opiniones y me decía qué bibliografía debía recomendar a los legisladores.

Por eso siento que este homenaje va más allá del reconocimiento a un dirigente político, a un dirigente de prestigio; siento que tiene que ver con homenajear a un gran demócrata, a un hombre que quiso entrañablemente a esta casa. Y en épocas en las que muchas veces se busca socavar la actividad parlamentaria, ¡qué bueno es tener un tiempo para homenajear a uno de nosotros, con independencia del partido al que perteneció!

Hoy le rendimos homenaje a un gran presidente de la Cámara de Senadores y de esta Asamblea General, a un gran demócrata, a un político comprometido con la historia de nuestro país, que supo honrar esta actividad y, fundamentalmente, a un defensor del parlamentarismo. En parte del video que se exhibió se lo escuchaba –en un momento en que se criticaba la cantidad de parlamentarios y lo que le costaban a la ciudadanía uruguaya– defendiendo la importancia de las dos cámaras y de la actividad parlamentaria.

Le rendimos homenaje entonces a un parlamentario de estirpe y, si se me permite decirlo, a un referente permanente de todos nosotros.

Muchas gracias, señor presidente.

(Aplausos en la sala y en las barras).

SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Andrade).- Agradecemos a todos los presentes, y en particular la presencia de los familiares del doctor Gonzalo Aguirre.

4) LEVANTAMIENTO DE LA SESIÓN

SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Andrade).- No habiendo más asuntos, se levanta la sesión.

(Así se hace. Son las 15:46).

BEATRIZ ARGIMÓN Presidenta

Virginia Ortiz Secretaria

Victoria Vera Prosecretaria

María Alcalde Directora general subrogante del Cuerpo de Taquígrafos de la Cámara de Senadores

Control División Diario de Sesiones del Senado

Diseño División Imprenta del Senado

Linea del pie de página
Montevideo, Uruguay. Poder Legislativo.