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COMISIÓN DE ASUNTOS INTERNACIONALES

(Sesión celebrada el día 9 de julio de 2020).

 

SEÑOR PRESIDENTE.- Habiendo número, está abierta la sesión.

(Son las 16:36).

                –La comisión tiene el gusto de recibir al señor Washington Abdala propuesto por el Poder Ejecutivo para ser designado como embajador ante la Organización de Estados Americanos.

                Como es de estilo en la comisión, le ofrecemos la palabra para que dé su punto de vista y realice su disertación sobre el destino al que ha sido propuesto.

SEÑOR ABDALA.- En primer lugar, agradezco al Cuerpo la invitación. Con algunos senadores tengo una historia compartida, por lo que es un inmenso honor estar hoy acá. El haber compartido un tiempo de la vida con el parlamento, hacen estas peripecias de la vida: que uno vuelva a esta casa y a esta comisión en la que, justamente, cuando Julio María era titular yo participaba de esta misma comisión. Recuerdo que a los invitados los ubicábamos en otro lugar de esta mesa.

La Comisión de Asuntos Internacionales siempre fue muy inteligente –también trabaje en la comisión de la Cámara de Representantes– y, como sabe el señor presidente, durante toda la vida tuve vocacíón por la temática internacional. Esto ha sido desde lo parlamentario, con la Unión Interparlamentaria –con algunos colegas hemos trabajado muchísimo– y con el Mercosur, a través de la comisión sectorial y el parlamento del Mercosur. Siempre han sido territorios donde uno ha tenido vocación y afinidad, aunque a veces desde lo externo eso no se entiende. Nuestro buen amigo Jaime Trobo era un impulsor de la diplomacia parlamentaria y nos iba aleccionando a todos en ese recorrido y ahí se hicieron los aprendizajes.

Después la vida de manera circunstancial, produce una ruptura con lo político y, entonces, entro en un territorio donde lo jurídico empieza a ser prevalente y comienzo a aplicar en los temas internacionales, pero desde otra posición, desde una posición más jurídica viendo qué servicios se podían brindar desde ese lugar. Yo venía trabajando algunos temas jurídicos vinculados con algunos capítulos que se manejan en la OEA. Hace unos años hice consultorías, algunas de ellas tenían que ver justamente con temas de la OEA y terminé trabajando con ese organismo.

                                Años atrás empecé con aquellas históricas misiones de observación electoral, y sigo creyendo que son muy útiles porque producen una legitimación en los ámbitos en que se producen eventos de esa naturaleza. Creo que la observación electoral es de una gigantesca utilidad: convalida o no procesos que se producen aunque, a veces, no nos damos cuenta. Al respecto, insistíamos mucho en la Unión Interparlamentaria y en eso la OEA tiene un territorio ganado que es gigantesco. Diría que allí hay gente que trabaja con mucha intensidad. Como ocurre en toda actividad, puede ser discutible. Francisco Guerrero es un individuo que tiene una fenomenal formación y dirige ese departamento con una gran seriedad.

                                Después terminé entrando por el tema de Honduras, que era muy delicado, y hace unos años se me pidió una consultoría. No hay motivo para pedir una suspensión de la toma de la versión taquigráfica, pero es un tema muy delicado; siempre ha sido muy complejo. La temática de Honduras es difícil ya que se trata de un país que ha atravesado complejidades de todo tipo y naturaleza. Entonces, en algún momento traté de ayudar a la OEA para que tuviera un diagnóstico situacional y creo que pudo haber sido útil. Luego se derivó –me gusta contar esto porque son elementos fácticos– en el conflicto entre Guatemala y Belice –un diferendo de larga data en el que está involucrado un territorio de alrededor de 11.000 kilómetros, algo así como todo Tacuarembó; estos dos países están en discusión permanente sobre ese conflicto–, allí se necesitaba una actuación y se me pidió que interviniera. La verdad es que lo encaré con buena voluntad pero con mucho temor porque como esos dos países no son suscriptores del Pacto de Bogotá, para ir en el camino de la solución de su controversia, necesitaban contar con una explícita ratificación de voluntad. En otras palabras, como no eran suscriptores del Pacto de Bogotá, no podían ir directamente a la Corte Internacional de La Haya, sino que tenían que expresarlo de manera explícita. Entonces había que lograr referendos tanto en Guatemala como en Belice. Ahí funcionó un poco el azar, otro poco la coyuntura y alguna idoneidad que se haya tenido y se logró que Guatemala fuera al referendo y lo aprobara. En el referendo se expresaba que aquel país estaba dispuesto a dirimir el conflicto con Belice en la Corte Internacional de La Haya. Después venía el capítulo de Belice, un pequeño y hermoso país, con una población con un sentido de identidad bien propio, que estaba peleando justamente  por su propia identidad –también entró eso en el debate– y como pasa en algunas cosas de la política, empezó a ser discutible el recorrido de este referendo. Se pospuso en un momento y me amargué mucho porque llegué a pensar que el esfuerzo que se había hecho durante años podía llegar a fracasar, pero en realidad salió bien. Pasaron unos meses y se trabajó en esa situación delicada que es difícil de mantener, porque desde un organismo internacional tenés que cooperar, coadyuvar, pero no podés intervenir.  Es un territorio muy delicado y la línea –es una zona pretil– hay que saber manejarla con una gran sutileza. Se logró, se votó y ahora el recorrido es bastante más explícito. Más allá de ello, semanas atrás hubo divergencias. Debo decir que le asigno gran importancia a ese tipo de misiones porque son misiones constructoras de paz efectiva.

Voy a contar una anécdota, que le contaba al embajador Cayrús, que me parece interesante. La OEA no tiene un financiamiento exógeno fuerte y como se han ido abatiendo los presupuestos, en realidad, hay dificultades importantes desde el punto de vista económico. Lo cierto es que los presupuestos de la OEA no son exultantes. Por ejemplo, para la operación Belice – Guatemala hubo que convencer a cooperantes externos, como es el caso de la Unión Europea. En lo personal, estaba muy preocupado porque en determinado momento no había financiamiento para mantener esa operación. Finalmente, se me ocurrió una idea, en medio de la desesperación, que trasmití a una jefa del Departamento de Sustentabilidad Democrático y a un director de la época. Concretamente, les dije que podíamos mostrar, efectivamente, lo que se estaba haciendo. A veces, en el mundo internacional, si uno no logra cuantificar lo que se está haciendo para que pueda verse parece que todo es etéreo. Me refería a mostrar cómo es una práctica de paz, cuál es el sentido disuasivo que tiene la misión, cómo se mantiene la paz efectivamente, sin militarización, sino simplemente con funcionarios que están actuando, manteniendo presencia y haciendo verificaciones sobre violaciones de derechos humanos. En definitiva, llevamos a los cooperantes a ese lugar. En ese sentido, quiero decir que si alguien tiene la oportunidad de conocer ese enclave sería interesante que lo hiciera. Se trata de lo que se llama la zona de adyacencia compartida, porque allí ninguno de los dos países se permite la libertad de utilizar el término límite, borde o frontera, hasta que el diferendo esté resuelto. Cuando estuve allí, me di cuenta de que para nosotros que somos uruguayos resulta algo igual a lo que ocurre en nuestra frontera con Brasil. Durante todos estos meses recordaba eso cuando veía los episodios que se daban en esa zona fronteriza de nuestro país. Está claro que quien vive en esa zona no se siente de un lado o del otro, sino de ese preciso lugar.

                Por lo tanto, hacer comprender a la Unión Europea esa realidad era muy difícil, hasta que pudieron verlo in situ. En ese momento, pudieron entender que la gente de ese lugar no estaba haciendo una reivindicación patriótica, sino reivindicando un clima de convivencia, de paz. Al respecto, se supone que los países tienen que tratar de ayudar en esa línea y no en la de la divergencia.

                Realmente esa experiencia me resultó muy gratificante, ya que en lo que tiene que ver con las actividades internacionales no siempre sale todo como se espera. A veces, los resultados son muy desestimulantes, lo ideológico pesa mucho, pero en aquel caso pudimos alcanzar el objetivo.

                Los señores senadores tienen claro que la OEA trabaja en democracia, en derechos humanos, en desarrollo integral y en seguridad multidimensional. Esos son los cuatro pivotes sobre los que se actúa con mucha vocación. Es probable que sobre alguno de esos pivotes haya matices o discrepancias, pero también es muy posible que exista un gran material de consenso. Estoy convencido de que hay acuerdo en cuanto a lo que deberíamos o debemos llevar adelante como representantes del Gobierno y del país ante esa organización. Digo esto, básicamente, porque nuestro país ha tenido a lo largo de la historia una construcción democrática que no nos permite dar lecciones a nadie, pero sí hemos tenido ejercicios de democracia muy intensos. Al respecto, hemos tenido algunos resultados en cuanto a lograr un clima de convivencia pacífica, de tolerancia y de respeto, sobre todo en materia de politología –territorio que considero muy sensible–, ya que mantenemos una convivencia del sistema político bastante ejemplar. Esa es la realidad. Desde una postura muy humilde, puedo decir que después de que uno empieza a conocer nuestra América real comprueba que la intensidad y la fuerza que muchas veces tienen los sistemas políticos en otras regiones del continente hacen eclosión. Si comparamos esto con nuestra realidad vemos que hemos logrado equilibrar ciertos aspectos, fundamentalmente, en lo que planteaba Montesquieu con relación al equilibrio de poderes.

Hoy discutía con un amigo; parte de la genialidad de Montesquieu  es que estuvo tres años en Inglaterra y, a veces, la gente no lo sabe. Montesquieu entiende la separación de poderes cuando está en Inglaterra y ve el contralor del rey. En esos tres años le cae la ficha y piensa: «este negocio viene por acá; es por acá que tengo que correr la pista». Esos tres años también le hacen entender lo que luego todos comprendimos. Les pido disculpas por hacer una disquisición, pero nadie escribió como él sobre la decadencia de los romanos. Les voy a hacer un regalo: en internet pueden buscar el libro de Montesquieu, Consideraciones sobre las causas de la grandeza y la decadencia de los romanos. El libro es gratuito, no sé por qué razón, aunque supongo que porque es milenario. Se trata de una obra absolutamente descomunal. Uno la lee y dice: «esto es avasallante». Y Montesquieu escribía con esa claridad.

                ¿Por qué hago esta anotación sobre la separación de poderes? Porque es algo que para nosotros es connatural. En este país no se nos ocurre el avasallamiento de un poder sobre otro, manejamos nuestro mecanismo de tensiones, diría que con cierto rigor democrático estupendo. Y se trabaja muchísimo en el tema de los derechos humanos.

                Ayer hablaba –para que esta exposición tuviera cierto rigor– sobre los temas de seguridad multidimensional. Acá va a haber que hincar mucho el diente y la OEA, si bien no tiene muchos recursos, cuenta con un gran expertise y buenas prácticas; hay países que tienen una gigantesca práctica en materia de seguridad multidimensional. No se olviden de que vamos a ver cada vez más el tema de cómo la tecnología irrumpe sobre la sociedad civil, el sistema político y los gobiernos. Eso, en lo personal, me parece que es algo que requiere estar muy atentos y ver cómo podemos prevenir y tener políticas que, de una forma u otra, nos permitan funcionar con garantías democráticas.

                Hoy de mañana escuché –no importa en qué emisora– una sentencia del Tribunal de Apelaciones contra Uber. Fue en el programa de Rosenberg, que considero muy interesante. Se trata de un dictado del Tribunal de Apelaciones, en primera y luego en segunda instancia que ratifica el derecho del trabajador sobre Uber. Esto es bien importante en materia laboral porque si existe un contrato que supuestamente se cliquea y hay un conflicto, el arbitraje tendría que ser en Ámsterdam. En realidad, me parece que, con mucha sabiduría, los cuatros jueces que intervinieron entendieron que no era así. Y esto tiene muchísimo que ver con el derecho internacional, con la resolución de la OIT y con un arbitraje, que puede funcionar entre pares, pero cuando hay un trabajador y una plataforma como Uber, da la impresión que no. Ustedes me dirán: «¿esto qué tiene que ver con tu tarea en la OEA?». Claro que tiene que ver, porque son los temas que se vienen; las plataformas son cuestiones que están presentes. Salimos a la esquina y nos tomamos un Uber, aplicamos una información en el teléfono y permitimos o no que una red social invada nuestra privacidad. Hoy, en un organismo como la OEA, puede haber una gran utilidad para capturar buenas prácticas y, en algún sentido, compartirlas. Si me preguntan si es una oportunidad, diré que sí, y que es gigantesca, porque hay países de la región que en estos temas van a una velocidad mayor; quizás se pueda pedir algún tipo de colaboración.

                Alguna vez les he dicho a colegas que trabajan en la región que considero que la Carta Democrática Interamericana es una hoja de ruta sobresaliente. Y el Uruguay tuvo mucho que ver con esa carta en la que se trabajó con mucha intensidad. Incluso, colegas del senador Abreu también lo hicieron. Hay que reconocer que la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA son ámbitos muy importantes; no sé si en Uruguay apreciamos su validez.              Por ejemplo, en la corte tenemos a Pérez Manrique, un lujo de juez que Uruguay tiene hoy instalado allí y que es una maravilla. Si no me acuerdo mal en un momento también estuvo Gros Espiell, o sea que son lugares donde realmente tenemos ciudadanos que hacen mérito para tener un lugar allí. El propio relator de libertad de prensa, Edison Lanza, es un tipo al que siempre admiré mucho en su tarea como periodista y hoy también me parece un individuo de fenomenales méritos en esta tarea que lleva adelante.

                No los quiero aburrir, porque probablemente es más útil realizar un intercambio que lo que podamos decir. Simplemente voy a agregar que eso de la seguridad multidimensional a que hice referencia me parece un territorio gigantesco. Naturalmente, luego hay temas que son más complejos que en alguna medida tendremos que ir pensándolos entre todos, pero básicamente recibiendo las directivas del Poder Ejecutivo. En caso de que el Parlamento así lo entienda pertinente seré funcionario del Gobierno y del país, y las directivas serán las que obviamente establezcan el presidente de la república y el canciller.

                Así que por ahí voy arrimando el bochín y con gusto acepto compartir un intercambio, porque ya sé cuando uno se empieza a poner medio aburrido de oír al invitado, así que por acá dejo mi exposición. 

SEÑORA PIÑEYRO.- A nosotros nos complace mucho esta designación. Pensando en el sistema interamericano, su riqueza, rigurosidad, complejidad y tantas otras características, creo que va a tener un digno representante en el doctor Abdala. Lo he cruzado en diversas oportunidades en entidades internacionales a lo largo de mi vida y siempre he visto la lucidez y compromiso con que trata las causas que abraza. Así que ojalá haga una muy linda gestión.

SEÑOR PRESIDENTE.- Si ningún señor senador quiere hacer uso de la palabra quiero hacer una reflexión.

                La OEA tiene una característica muy especial, que es el sistema panamericano. El panamericanismo es para nosotros un tema muy importante, porque es el único organismo multilateral en el que hoy participan Estados Unidos y Canadá. Y este es un tema no solo político, desde el punto de vista de la participación, sino también de los compromisos que se asumen, sobre todo en lo que tiene que ver con esa unidad de la democracia, a la que el doctor Abdala hacía referencia y en la que nosotros tuvimos el privilegio de trabajar y conocer en las últimas elecciones de Perú. Debemos reconocer la enorme profesionalidad y un compromiso muy importante por el trabajo y el análisis de todo el sistema democrático y los aportes que hacen como observadores. Eso tiene que ver también con los aspectos del panamericanismo y sobre todo con una visión que no es fácil, porque es mucho más heterogéneo el tema del sistema americano o panamericano. Solo basta con nombrar a Belice, que tiene nada menos que su reina, la reina de Inglaterra, es decir que tiene un sistema parlamentario heredado de la tradición británica. Es un territorio muy extenso, muy extenso –de unos 17.000 kilómetros cuadrados–  y tiene problemas de la naturaleza que existen en América Central, sobre todo en el ámbito de la democracia; en ese sentido, la OEA ha tenido especial participación.

Hemos tenido experiencias en golpes de Estado, como en Guatemala. Estuvimos en aquel momento y confieso que fue una de las pocas veces que pensé que iba a perder la vida. Había sido designado por el secretario de la OEA, al que recuerdo con enorme respeto, el embajador Baena Soares, persona que ha tenido una enorme equidistancia en el manejo político y también una gran habilidad para manejar estos temas.  Viene de la escuela de Itamaratí; su propia familia y sus hijos son embajadores en varios países y él integra también el Comité de Derecho Internacional de las Naciones Unidas.

                La OEA tiene una vieja tradición en ese sentido y más allá de los avatares es el eje del panamericanismo. Además, nosotros vemos que políticamente es un instrumento muy importante a favor de la democracia y, sobre todo, de los principios que de alguna manera hemos tenido como referencia desde el punto de vista del derecho internacional, como la solución pacífica de las controversias y la no intervención; por supuesto que ello va acompañado del compromiso que tiene el país con la democracia. Desde el ingreso de Canadá –que, además, tuvo a su cargo la unidad de la democracia–, la OEA tomó un enorme dinamismo.

                Me parece que es importante saber cómo ve el doctor Abdala el panamericanismo, cómo juegan los principios del derecho internacional, con esta especial sensibilidad, porque cuando hace referencia a Belice, es el único país que tuvo una posición definida a favor de Inglaterra en el conflicto por las Islas Malvinas. Este fue un tema que produjo un impacto muy fuerte dentro del panamericanismo, además porque presenta esa característica tan especial de tener el segundo coral del mundo, después de Australia. En materia de equilibrio ecológico está muy deshabitada, pero también es parte de esa América Central que tiene tres idiomas: el español, el inglés y el creole, y eso es muy común en ese mundo de la OEA donde el Caribe tiene sus características especiales, como sus islas, sus países chicos, y el voto, que es muy importante en la decisión. Actualmente son 35 países que obviamente responden a visiones regionales distintas y es el único órgano en el que podemos tener un reflejo de nuestros principios e ideas en el ámbito del panamericanismo. La pregunta y este comentario va en el sentido de recibir el aporte del doctor Abdala.

SEÑOR ABDALA. - En primer lugar, voy a hacer una apostilla y luego voy a dar una opinión en general.

                La apostilla es que a veces desde la distancia no captamos la magnitud. El primer ministro de Belice es Dean Barrow. La vida tiene esas circunstancias, y como el conflicto es de alta tensión, más de una vez he tenido que dialogar con él y con el canciller Earlington que también es un individuo con una cabeza superior.

                Lo mismo pasa en Guatemala cuyo canciller Brolo tiene una inteligencia superior y uno se da cuenta que esa gente no está improvisando. El presidente Giammattei con el que estuve reunido hace unos meses, me pareció un individuo de una gran frontalidad que va directamente a los temas. A veces a la distancia no captamos que algunos de estos países tienen muy perfeccionadas las cancillerías.

Con Jean Michel Larrieux hace unos años dimos una charla en la cancillería guatemalteca. Él es la cabeza jurídica de la OEA, la memoria histórica, pero, además, a su padre le debo parte de mi vida porque como desde pequeño fui muy incorrecto, y como era el director del liceo Francés, él me cuidaba hasta que un día me dijo que o me portaba bien y estudiaba o me iba a terminar echando; siempre le digo a Jean Michel que buena parte de mi vida se la debo a su padre. Bueno, la cancillería guatemalteca debe tener 150 destinos y cuando fuimos a dar una charla con Larrieux me asusté un poco, había ido con cierta liberalidad, esa cosa uruguaya de creer que viste todas las películas, y cuando veo a ese grupo de diplomáticos y jefes de misión, Larrieux me ayudó a tranquilizar y a entender.

Pero yendo al tema que plantea el señor presidente, diría que mis aprendizajes son los siguientes. El Caricom es una historia que tiene una matriz distinta.   

Por ejemplo, nosotros no comprendemos todo el tema de los desastres naturales porque no tenemos demasiados; alguna vez, de vez en cuando, pasa algo como lo que pasó en Dolores, pero no vivimos bajo el huracán ni bajo los desastres naturales. Sin embargo, toda esa región vive bajo desastres naturales. Esa es la primera variable.

                La segunda variable es que, si bien viven bajo desastres naturales, yo diría que el indicador de vulnerabilidad es otro. Esos países son pequeños y ricos, pero quedan pobres de un minuto al otro si pasó un huracán. ¡De un minuto a otro! Siempre me decían los representantes de algunas de estas pequeñas islas que deben tener cuidado porque viven del turismo, trabajan con eso, pero de un día para el otro todo les cambia y no se pueden manejar con el mismo producto con el que se maneja el resto de la región; deben tener otro tipo de lecturas.

                En el sistema panamericano uno tiene que entender las regiones. Yo, como ustedes, soy un hincha fanático del Mercosur. Acá está José Carlos Mahía, que tuvo que ver con el Parlamento del Mercosur; con él trabajamos en varias oportunidades en tareas de todo tipo.

                Voy a contar una anécdota fascinante. Lástima que no esté Astori, porque estaba con él, con Ricardo Berois –del Partido Nacional– y con Pablo Mieres en Argentina cuando llama don Raúl Alfonsín –que era mi par, porque yo era el presidente de la Comisión Sectorial para el Mercosur–, y me dice: «¿Te podés venir? ¿Nos podés dar una mano?» –a esta altura es un cuento histórico y se puede contar–, a lo que le pregunté: «¿En qué, presidente?», y él contesta: «Estamos con Duhalde acá en este lío, viene Anoop Singh, del Fondo Monetario, y es importante que nos den una mano». Estábamos a miércoles y la reunión sería el viernes; le dije que no sabía si podía. Empezamos a armar rápidamente la Comisión Sectorial para el Mercosur, que eran cuatro compañeros. Un viernes, en el Hotel Sheraton –la anécdota vale porque pinta la región–, don Raúl Alfonsín nos dice: «Me tienen que dar una mano; vienen del Fondo Monetario Internacional, Duhalde los va a reunir mañana, pero yo necesito que ustedes, del Mercosur, abran el clima para que se entienda que nosotros necesitamos al Fondo Monetario Internacional y que coopere». Le contesté que él mandaba y que nos dijera qué era lo que teníamos que decir; me acuerdo como si fuera hoy. Uno tiene conocimiento de sus limitaciones; entonces, le pedí a Danilo Astori que hablara, porque yo no quería hablar de economía, pero me contestó: «El lío es tuyo; habla tú y yo hago una narrativa».

En la reunión habló un parlamentario brasileño –que luego se murió en un accidente; no sé si Mahía lo recuerda, era un tipo muy bien– representando a Brasil, de Fernando Henrique Cardoso; también habló un representante de Paraguay y nosotros por Uruguay. Habíamos hecho todo un clima para que Anoop Singh le creyera a la Argentina. Don Raúl le empezó a leer cartas de niños escolares en que se enojaban con el Fondo Monetario Internacional. Yo lo miraba y pensaba: «No está sucediendo esto; esto no está pasando». Además, Alfonsín nos había pedido moderación y que tratáramos de coadyuvar. Por supuesto que no pasó a mayores. Anoop Singh era un individuo parecido a Peter Sellers, no sé si se acuerdan; era exactamente igual. Vos lo mirabas y decías: «Es Peter Sellers».

                A la noche, termina esa reunión y le digo a don Raúl: «Nos vamos. Nosotros nos tomamos el avión a las ocho y pico», y él me dice: «¡No! ¡De ninguna manera! Se quedan y me acompañan a ver a Duhalde». Pregunté: «¿Qué tenemos que hacer con Duhalde?», y respondió: «Tenemos que generar clima, generar ambiente». Bueno, fuimos a ver a Duhalde. Cuento esto porque es una anécdota pequeña que no hace mucho, pero para mi historia personal es relevante porque en esas jornadas me di cuenta de que el Mercosur somos nosotros. El Mercosur son estos cuatro países; uno podrá enojarse, a veces, más con uno que con otro, podrá gustar más del gobierno de uno que de otro, pero este es un destino manifiesto donde estamos nosotros. Para la OEA también es importante entender eso.

                En algún sentido, nuestra región tiene una determinada concepción y el Caricom tiene otra concepción. Líderes históricos del Partido Nacional, del Partido Colorado y de la izquierda histórica uruguaya siempre entendieron muy bien la tensión entre México y Brasil, ese juego que México y Brasil han jugado a lo largo de la historia en todo el continente. Y no es por caer en una alegoría, pero francamente cuando el otro día escuché al presidente de la república en la reunión del Mercosur –se podía seguir en la red– y advertí que iba buscando etapas de superación y tratando de ser pragmático –fue tan sutil con el tema de Estados Unidos y China–, me pareció un acierto. Mi rol será no mirar desde la OEA, sino desde el Uruguay dentro de dicha organización. Por lo tanto, la perspectiva es, naturalmente, otra.

                En consecuencia, diría que soy muy optimista en cuanto a lo que se puede hacer porque considero que hay mucho bagaje como para obtener mucha experiencia. A veces hay que estar muy atento; la senadora Piñeyro lo sabe. En política internacional en ocasiones la coyuntura se muestra favorable y en otras se incendia el rancho y hay que estar pronto para actuar.

                Por otro lado, en cuanto a los temas que tengan naturaleza controversial o que entre nosotros los veamos desde ángulos distintos debo ser muy claro. Hoy de mañana hablé con el canciller para informarle que hoy de tarde iba a concurrir a esta comisión y le advertí que si me preguntaban por el tema de Venezuela iba a expresar lo que él entendiera que debía decir. Es un momento medio bisagra y me gusta ser respetuoso; además, no se trata de la opinión de un funcionario sino de la Cancillería, esperando que haga su narrativa y su relato.

SEÑOR CAGGIANI.- En primer lugar, saludo al exembajador Cayrús y al futuro embajador en la OEA, doctor Abdala, quien además ha sido miembro de esta casa; también fue presidente de la Cámara de Representantes. Sin dudas, es un gusto estar con él. Es un excelente profesional e, incluso, a veces nos seguimos en las redes sociales. Más allá de las diferencias políticas debo decir que tengo las mejores referencias sobre su persona, considero que tiene mucha jerarquía y profesionalidad. He seguido su trabajo en el diferendo entre Guatemala y Belice y me consta que ha sido muy bueno, motivo por el cual lo felicito.

                Seguramente la bancada del Frente Amplio luego discutirá qué posición adoptará, pero quisiera realizarle algunas preguntas. Me gustaría saber si usted ya tenía una relación con la OEA en calidad de consultor, antes de la administración de Almagro. Asimismo, creo que corresponde –sé que usted es un profesional que tiene muy claras las cosas y que ha participado en varios ámbitos; hemos leído su currículum– aclarar que no vamos a preguntar sobre la posición de Uruguay frente a Venezuela porque es legítimo que el Gobierno tenga la suya y que nosotros podamos discrepar. Lo que quisiéramos compartir con usted es que en caso de que sea concedida su venia, aspiramos a que represente a todo el Uruguay. Sabemos que tiene las cualidades como para ser embajador y también somos conscientes que una cosa es lo que uno escribe en un tuit –cuando está en modo personaje, para decirlo de algún modo– y otra es cuando está trabajando. Sabemos que el señor Abdala tiene cualidades como para llevar adelante esta tarea con responsabilidad.

                Queríamos plantear que si va a realizar esta tarea como lo ha planteado –además tiene una capacidad asombrosa de leer una letra muy chiquita; no sé cómo hace para leerla sin lentes–, sin duda, tendrá el apoyo de la ciudadanía.

SEÑOR ABDALA.- La desventaja de ser viejo Caggiani es que pasaste por etapas paleolíticas y neolíticas. Cuando hablaban de Baena, en aquella época participé de la elección de Ortega. Imagínense desde qué época tengo algún que otro vínculo contractual con él. Es más, en la primera elección que gana el frente sandinista, hay una foto en la que está Daniel Ortega pegando un bate y yo estoy tres metros atrás. Mi mujer me lo recuerda, pero no siempre de una manera gratificante y tengo algún que otro dolor de cabeza por eso. Luego realicé alguna otra misión más y en los últimos años he estado trabajando en carácter de consultor. Un colega me consultaba al respecto y le decía que en este momento no estoy, pero obviamente tengo un hilo de continuidad, porque lo que hago es una tarea específica de representación de la secretaría general, de la organización en el conflicto. Esa es la parte contractual sobre la que se quería saber.

                Naturalmente hay un Gobierno que imparte instrucciones, directivas, y uno debe asumirlas de la forma más profesional posible.

                Quiero ser bien franco – y lo quiero ser conmigo–, no creo que pudiera asumir una representación de algo que no dijera más o menos mi narrativa. Lo que sucede es que en un organismo internacional –como bien se decía– la narrativa de uno se convierte en la del Gobierno y la del país. Con franqueza debo decir que creo mucho en la política exterior de Estado. Siempre he creído mucho –en épocas históricas, como cuando el señor senador Abreu o el señor Opertti estuvieron al frente– que era un capital gigantesco que el Uruguay tuvo y debe tener. En algunos momentos me parece que lo tenemos y en otros nos salimos un poco. Me parece que es una gigantesca fortaleza la política exterior de Estado.

                No me animo a decir que es imposible porque nuestra Cancillería está integrada por un grupo de alta profesionalidad. Creo que el nobel canciller –leí un tuit tuyo saludándolo; me pareció un acto muy noble– es un individuo que en un momento difícil como el que vive la región, nos va a ayudar muchísimo para moderarnos a todos, para generar el punto exacto en el discurso que debemos tener. No voy a evitar otro tema; me meto yo mismo en la fiesta. El vínculo con Estados Unidos debe ser siempre muy inteligente. Insisto, debemos manejar un vínculo muy inteligente con Estados Unidos porque eso implica razonar cómo nos paramos en la cancha y cómo defendemos lo nuestro.

                Hay algo más que quiero decirles a todos: vengo de un partido –integro el partido del senador Peña– de gente pacifista, no intervencionista, somos demócratas, así que ante cualquier tipo de conflictividad que pueda existir en algún momento –recuerdo lo de Guatemala y hasta hoy me estremezco– si le sirve al señor senador, diré: garantías democráticas al por mayor.

                La verdad es que no voy a estar en un lugar donde alguien me haga votar algo que siento que no se compadece con mis principios; si eso sucede, me voy. Me ha pasado a lo largo de la vida que me han ido de algunos lugares, aunque espero que esta vez no sea lo que tenga que suceder. Preferiría evitarlo. La verdad es que me han ido algunas veces, pero si me puedo quedar haciendo alguna colaboración, bienvenida sea.

 SEÑOR MAHÍA.- Damos la bienvenida al embajador Cayrús y al doctor Washington Abdala.

                Simplemente, deseo hacer algunos comentarios puntuales. En primer lugar, conocemos la trayectoria del exsenador y exdiputado Washington Abdala. Su trayectoria parlamentaria habla por él. Ha sido un muy lúcido parlamentario y ha trabajado esencialmente en los temas internacionales. Algunos a los que él refería, me involucraban. Como soy profesor de historia, me valgo mucho de mi memoria. Los episodios referidos al Mercosur  –si mi memoria no me falla– tenían que ver  con los primeros pasos del establecimiento del Parlamento del Mercosur y la reglamentación del funcionamiento posterior a la mesa sectorial. Había que crear un órgano que tuviera una característica tal –como verán, no uso adjetivos– que pudiera ser viable con el Mercosur. Eso terminó con un reglamento que fue aprobado en el pleno de la Cámara en el período 2005-2010. Así fue el relato específico.

                Por otro lado, desde otros órganos del Estado nos tocó participar en representaciones internacionales.

                El comentario final que quiero hacer es que lo que le podemos plantear al doctor Abdala en la responsabilidad que lo promueve el presidente de la república, no es distinta a lo que aspiramos de todo el servicio diplomático. Entendemos que los diplomáticos siguen los lineamientos generales del Poder Ejecutivo a través de la Cancillería –sé que funciona así en cualquier administración– y aspiramos a que estos lineamientos se transformen en ejecuciones de políticas de Estado que vayan más allá de la línea del Gobierno. Obviamente, esa parte, normalmente, salvo márgenes de aplicación, no está determinada por los funcionarios que tienen que llevar adelante la línea que el país determina. Esa es nuestra aspiración general en un órgano tan especial como la OEA y considerando un período que para nosotros ha sido especialmente complejo, a partir del rol público-institucional que ha tenido su secretario general. Estos son algunos de los aspectos que hacen a la valoración que tenemos en la fuerza política sobre el tema general al que me estoy refiriendo en mi intervención.

                Desde ese punto de vista, en el período pasado, pero sobre todo en el anterior, hubo legítimos cuestionamientos de la entonces oposición en el sentido de cuán lejos o cuán cerca se estaba de una política de Estado en la línea de la Cancillería. Eso será parte del debate que tendremos en estos cinco años sobre esos aspectos que, insisto, no refieren específicamente a la función que hoy estamos analizando, sino a los lineamientos de trabajo que uno entiende se deben desarrollar. En estos tiempos, a veces, tenemos –esto involucra, lo digo en términos personales, a nuestra propia fuerza política y también a otros partidos– ciertas arrogancias fundacionales, en el sentido de decir: a partir de ahora tal cosa. Habrá que administrar estas cuestiones porque cuando uno observa un período de larga duración, hay gente en distintas administraciones que honra con su trabajo lo que es una política de Estado y hay otra que usa más la camiseta de su origen, sector o espacio.

 Sobre el asunto de fondo, naturalmente, en su momento nos vamos a expresar, pero quería dejar en actas con la delegación presente, los criterios sobre los cuales pretendemos abordar el tema.

Gracias, señor presidente.

SEÑOR ABDALA.- Son muchos años de oír al senador José Carlos Mahía y de interpretarlo y sé que lo dice con tacto, afecto y sutileza. Creo que ese es el esfuerzo que tenemos que hacer desde el sistema político. Ahora me pongo el sombrero de politólogo. El sistema político uruguayo en algunas áreas tiene que construir macroentendimientos y el presidente de la comisión lo dice regularmente. Nosotros no tenemos amigos, tenemos intereses, y los países no están para regalarnos nada. Recuerdo cuando el señor presidente nos ilustraba a todos diciéndonos que miráramos las banderas de cada uno de los países, que miráramos lo que dice la bandera de Brasil e interpretáramos el orden y el progreso. Les hacía el cuento del Mercosur porque no es una banalidad. Creo que es desde ese territorio que nos tenemos que movilizar. Capaz que el canciller agarra y me dice que tenemos que tener un pensamiento más autónomo, pero si fuera por mí, de repente, lo mejor para paráramos dentro del territorio de la OEA sería hacerlo desde esa plataforma, desde ese escenario, para luego ir avanzando. Luego la realidad es multicromática y, a veces, genera conflictos donde uno ni siquiera los imagina.

                El embajador Cayrús tiene la gentileza de acompañarme –es quien estuvo en la OEA durante el período anterior– y la verdad es que se lo agradezco enormemente porque es una muestra de profesionalismo y de consideración. Quería decírselo explícitamente. Quizá se pregunten qué tiene que ver esto, pero son pequeñas señales institucionales. Tenemos que hacer el esfuerzo de ver las cosas de la mejor manera posible, sobre todo, en un sentido muy constructivo. Yo tengo puesta la camiseta del Uruguay y la voy a tener puesta siempre. Lo mejor para el Uruguay va a ser en alguna medida lo que podamos elaborar, a veces en el acierto y otras en el error, pero va a haber máxima de buena voluntad.

SEÑOR LOZANO.- Buenas tardes. Agradezco la presencia del embajador Cayrús y del doctor Abdala. Sin duda coincido con muchas de las expresiones vertidas y con los conceptos que muchas veces hemos escuchado del señor senador Abreu, en el sentido de que los países no tienen amigos, sino intereses. Creo que también tenemos que tener claro el sistema de panamericanismo y lo que constituye la OEA como tal, que como muy bien dijo el señor senador, es el órgano que incluye a los países que no están en ninguno de los otros sistemas, por lo menos en América. Celebro que se mantenga el equilibrio que debe haber en la diplomacia, en lo que tiene que ver con las políticas de Estado, entre los diplomáticos y los políticos en las relaciones de los países; obviamente, siempre y cuando sigan las políticas del Estado. Sin duda que la profesionalidad de los diplomáticos tiene un peso fundamental, así como también la de los políticos. Cuando se pierde ese equilibrio es cuando empezamos a tener problemas.

                En definitiva, quiero agradecer la comparecencia. Entiendo perfectamente cuáles fueron los conceptos vertidos y celebro la designación.

SEÑOR PRESIDENTE.- Si me permiten, haría un comentario. Creo que es muy importante que uno haga el aporte de la experiencia en el sistema interamericano jugando a favor de la democracia. La OEA tiene una cláusula democrática, que se aplica a solicitud de los Estados y por la iniciativa del Consejo Permanente, tal como seguramente ha visto el embajador Cayrús. Al respecto, es muy importante tener en cuenta la diferencia entre la participación de la OEA en Estados que tienen, por ejemplo, dificultades en materia institucional y el principio de no intervención. Todas las veces que la OEA ha participado –he tenido esa experiencia en el caso de Guatemala, en El Salvador y en el caso de la destitución del presidente Lugo en el juicio político– al ser llamada por los gobiernos, a los efectos de garantizar los aspectos democráticos, con su solidez tan especializada, ha manejado el tema con un enorme equilibrio. Si bien puede estar en un Estado con dificultades, trata de aportar sus principios y su propia cláusula democrática, sin que eso signifique un elemento de intervención indebida en los temas internos. Como dije, eso lo vi en el caso de Guatemala, en El Salvador y en algunos otros países donde el propio secretario general u otros representantes corrían riesgos al ser parte de un enfrentamiento que en realidad no administraba. El aporte que la OEA tiene como experiencia en el principio de no intervención y, sobre todo en el rescate de la vida democrática, es mucho más importante de lo que nosotros podemos ver. Digo esto, porque tiene su peso ético relevante; más allá de los vaivenes y de las circunstancias que a veces son políticas y de coyuntura, la OEA en el panamericanismo debe y tiene que jugar –como lo ha hecho el Uruguay siempre– un rol a favor del Estado de Derecho, de las democracias, y participar siempre que sea solicitado por cualquier gobierno ante el Consejo Permanente, en aquellos temas en los que entienda que debe contribuir. A veces esa participación se pide y a veces no; cuando se pide esa intervención, de acuerdo con nuestra experiencia, la OEA en sus misiones ha cumplido absolutamente a cabalidad y no ha habido ningún tipo de denuncia de carácter internacional sobre una parcialidad o actitud que pudiera interpretarse a favor de una u otra posición. Digo esto, porque más allá de las situaciones sensibles que se viven en América, pensamos que Uruguay en la OEA es una referencia. Estoy hablando de la representación diplomática, ya que el secretario general está designado por los países y propuesto por algunos presidentes. En este caso la designación fue unánime y la propuesta correspondió al presidente de nuestro país. De manera que en este tema se podrá o no coincidir, pero lo cierto es que la OEA es una institución aferrada al Estado de Derecho, al principio de no intervención y, además, el Uruguay hace gala de su aporte, que siempre ha sido acorde a esos principios. No olvidemos –es importante recordarlo– que el principio de no intervención en el sistema interamericano es de origen uruguayo; concretamente, se debió al embajador Carlos María Velázquez en oportunidad de la invasión de Estados Unidos a Santo Domingo. Luego, ese principio de no intervención, fue recogido en la resolución 2026 de la Asamblea de las Naciones Unidas. Tenemos un patrimonio histórico muy importante y eso es parte del compromiso que se asume como país y también en la proyección de la política de Estado que, obviamente, tiene que mantenerse dentro de los principios que siempre hemos defendido. Como miembros de la coalición de gobierno sabemos que el presidente de la república y el nuevo canciller están totalmente identificados con esa visión histórica de los viejos principios de la solución de las controversias. Uno de los primeros aportes que hizo el presidente Baltasar Brum –y también el presidente José Batlle y Ordóñez– tuvo que ver con estos principios. Más allá de las discrepancias todo esto es parte de la convivencia que hace que el país sea un referente en todos estos aspectos.

                Esta es una reflexión que quería hacer porque se trata de una embajada muy especial y también de un embajador muy especial en lo que refiere a la confianza política, ya que no es un diplomático de carrera, pero sí es parte de la expresión de una política exterior. Él no es más que responsable –obviamente, dentro de las instrucciones que sigue y con la discrecionalidad propia de un embajador– de lo que pueda ser el Poder Ejecutivo. Simplemente, quería hacer esta referencia porque a veces, a raíz de las coyunturas, perdemos un poco la importancia que tiene un sistema que es garantía, en esos mundos del Caribe como, por ejemplo, en Trinidad y Tobago, que es un país cuya religión, en general, es el islam. Uno a veces piensa: «¿cómo es eso?». Lo mismo sucede con Belice o las Islas Británicas.

                Es válida la referencia que hacía el doctor Abdala sobre la rivalidad tan marcada que tiene Brasil con México, que va a seguir siendo distinta al enfrentamiento continental que ha tenido –y tiene–, en muchos aspectos, Brasil con Argentina. Pero ese mundo también es el de las cercanías geográficas, porque, como decía Napoleón, la geografía es la madre de la historia. Digo esto a modo de reflexión y aprovecho para compartir estas vivencias con ustedes, con el doctor Abdala, que es candidato a embajador ante la OEA, y con el embajador Cayrús que ha tenido una dura experiencia –en el sentido positivo–, porque hablamos de lugares que no necesariamente son cómodos para el manejo de tantos intereses contrapuestos.

SEÑOR ABDALA.- Voy a hacer una acotación, tratando de aprender sobre lo que decía el señor presidente. A veces, en el ámbito multilateral, es muy frustrante –el embajador Cayrús no lo va a decir, pero como voy a asumir el cargo me permito esa libertad, más adelante me moderaré– el hecho de encontrar caminos para ir recorriendo soluciones. En algunas ocasiones, reitero, eso es muy frustrante porque dependemos de variables exógenas.

                Otra cosa que me parece importante que sepan es que la OEA tiene una orgánica funcional autónoma. El que trabaja allí, es efectivamente funcionario de OEA. Podrá estar en la administración J, K, F o S, pero es funcionario de OEA. A mí me llevó años entender eso; cuando lo comprendí, supe cómo debían realizarse algunas de las funciones. ¿Qué quiere decir esto? Que no se trata de un individuo corporativo, sino de uno que tiene la camiseta de la institución puesta, así esté en El Salvador, en Honduras, en Colombia, en Guatemala o en Belice; me refiero a los que están en el terreno, en el campo. Esas misiones especiales han defendido mucho a la organización, específicamente –y no las menciono banalmente–: Colombia, El Salvador y Honduras. Diría que se trata de misiones muy difíciles y por eso la organización debe tener funcionarios que pertenezcan a ella, preparados, solventes, duchos, con formación lingüística y con un background que permita cuestionarnos si realmente saben dónde están o son injertos. Con la mayoría de ellos uno piensa: «son muy formados». Soy muy exigente con los currículos y más de una vez fui muy caprichoso con quienes trabajaban en Belice o en Guatemala, porque entendí que la única manera para que nos fuera bien era contar con gente muy formada. Tenemos que mirar mucho los currículos; en eso no podemos errar. Si fallas en materia de derechos humanos, si le erras con el que está haciendo una verificación, la que marcha es la organización, a la que luego le van a cobrar la factura. Entonces, la selección de los cuadros técnicos es un tema difícil. En general, con estas cuatro misiones especiales, la organización ha hecho un buen trabajo; específicamente en el caso de Honduras –lo recuerdo bien­– tuve la sensación de que hubo dificultad para encontrar los cuadros ideales. No digo que la historia me haya dado la razón, pero se vio que no era fácil, porque hay territorios que en materia de corrupción –la señora Piñeyro se refirió a un libro de mi autoría sobre ese tema– son un foco ígneo. La OEA trabaja en políticas anticorrupción; conozco a todos los expertos, y la práctica gana y envuelve a la teoría. No es un tema sencillo, pero creo que hay que seguir trabajando en él. Hoy sentía de mañana que ustedes estaban por abordar, en esta misma sala, la ley de financiamiento de partidos, ley de la democracia u otro título que no recuerdo y tiene que ver justamente con eso. Hoy todas esas cosas en algunas partes de la región son un fuego: quién paga la campaña y de dónde vienen los fondos. Voy a ser muy cauteloso, porque todavía tengo responsabilidades al respecto, pero en Centroamérica el tema del narcotráfico no es un tema chico. Es como dijo el fiscal Jorge Díaz: esos temas uno los va viendo allá lejos, van llegando y un día te levantás de mañana y lo tenés instalado. Uno piensa que no puede pasar, pero no es así, no puede pasar hasta que empiezan a pasar. En eso también es una ventaja la OEA; es genial, porque es un telescopio. Para mí, que soy un tipo básicamente curioso por naturaleza, lector y medio hormiga de biblioteca, estar metido en un lugar donde pasa la información y poder estar compilando para ayudar a mi país es el sueño del pibe, es buena cosa.

SEÑOR PRESIDENTE.- Muchas gracias por la visita.

(Se retira de sala el doctor Washington Abdala).

                –En consideración la venia solicitada por el Poder Ejecutivo para acreditar en calidad de representante permanente de la república ante la Organización de los Estados Americanos al doctor Washington Abdala.

SEÑOR MAHÍA.- Como adelantó, si no recuerdo mal, el senador Caggiani, en nombre de la bancada del Frente Amplio vamos a pedir una semana para considerar el tema.

SEÑOR PRESIDENTE.-  Entonces queda para la próxima semana.

SEÑORA PIÑEYRO.-  Quería que se pusiera nuevamente a consideración el cambio de día en que sesiona la comisión. La Comisión de Medio Ambiente cambió su día de miércoles para martes y quedó libre el miércoles a las 17 horas. Hicimos una primera investigación y aparentemente ninguno de los integrantes de internacionales tiene otra comisión. Entonces, queríamos saber si hay que poner el tema en el orden o hay otro mecanismo para que se vuelva a considerar.

SEÑOR PEÑA.- El miércoles a las 15 horas es la Comisión de Presupuesto.

                El tema es si las dos horas son suficientes para la comisión. O sea, el presupuesto y la rendición de cuentas se tratan extraordinariamente, no serían sesiones ordinarias.

(Dialogados).

SEÑOR PRESIDENTE.- En la próxima sesión consideraremos nuevamente el cambio de horario.

Dese cuenta de los asuntos entrados.

(Se da de los siguientes).

«Carpeta n.º 219/2020. Mensaje del Poder Ejecutivo solicitando acuerdo para acreditar en calidad de Representante Permanente de la República ante la Organización de los Estados Americanos al señor Manuel Juan Washington Abdala Remerciari (Distribuido n.º 133/2020).

–Carpeta n.º 218/2020. Mensaje del Poder Ejecutivo solicitando acuerdo para acreditar en calidad de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República ante el Gobierno de la República Francesa al señor Jorge Luis Jure Arnoletti (Distribuido n.º 132/2020).

                –Carpeta n.º 221/2020 Protocolo de Enmienda del Convenio para la Protección de las Personas con respecto al Tratamiento de Datos Personales – Aprobación. Mensaje y proyecto de ley del Poder Ejecutivo.»

Con mucho gusto informaré al Senado.

                Se levanta la sesión.

(Son las 17:46).

 

 

 

 

 

 

 

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Montevideo, Uruguay. Poder Legislativo.